Enrique Contreras
Si hablamos de un nuevo proyecto civilizatorio, las
propuestas económicas que surjan deben estar al servicio del ser humano y no
del capital, no a los procesos de industrialización y contaminación ambiental.
Los procesos de producción, deben estar enmarcados dentro de unas relaciones
sociales fundamentalmente humanas, donde el trabajo sea el tiempo socialmente
necesario en la producción, no de mercancías para llenar el mercado y
convertirlo en dinero, sino en bienes que vayan a satisfacer las necesidades
reales de la humanidad, como la comida, el vestido, la vivienda, la educación,
servicios públicos y donde el empleo no puede convertirse en formas de
esclavitud escondidas por el salario, negándole al trabajador o trabajadora el
derecho al ocio.
Hoy, más que nunca -al menos que los años me hayan puesto
miope desde el punto de vista político- intuyo que en América Latina y el
Caribe, se está librando una rica discusión, en todos los órdenes del
conocimiento humano conocidos hasta ahora, que orienta el pensamiento crítico y
reflexivo, en confrontación frente a las ideologías que hasta ahora han
dominado al mundo. Pero lo mejor de todo éste ambiente sociopolítico, teórico,
filosófico, es que la discusión está abriendo brechas, sobre todo en nuestro continente
Abya Yala, que va rumbo a la construcción de un pensamiento propio, alejado de
la influencia eurocentristas y colonizadoras, que por muchos años, han sido el
obstáculo para la libertad plena en el
más amplio sentido del contexto de la palabra, donde retomamos nuestros sueños
y pensamos el futuro, indicando que en el hoy la utopía es posible.
“Si no tenemos
utopías -nos dice Bonfil Batalla- si no tenemos una capacidad de imaginar un
futuro mejor acorde con nuestra realidad, estamos rindiéndonos a la perdida de
nuestro futuro, y estamos aceptando un futuro impuesto. Si el pasado, en otros
aspectos, nos fue impuesto, no podemos aceptar que el futuro también nos sea
impuesto.” (Batalla, Bonfil (1987). “México Profundo. Una civilización negada”.
Editorial CIESAS, México. PP. 81-82).
La utopía es el vuelo del cóndor de los Andes, donde la andinidad se acerca cada día más, ya que
todo parece indicar, que vamos a empezar a escribir nuevas páginas de la
historia, donde la indianidad será la protagonista, con su fuerza hacedora y
libertaria. Es la utopía, como impulso creador, donde se manifiesta
una lucha a muerte contra la mente y pensamiento colonial, que ha negado
a la indianidad la cabida para deliberar su futuro.
Muchos de nuestros pueblos, están precisando que la llamada
modernidad que trajo consigo gradualmente el neoliberalismo globalizado,
fragmento a la humanidad y lo que se está
planteando en éste momento es como reunificarla, como unir los pedazos
dispersos y devolverles esa relación humana, donde en el ayer la
convivencialidad y la solidaridad estaban presente, para ver con mayor
pertenencia el futuro.
Estamos rompiendo con la racionalidad dominante, con las
ideologías, que no deja que los intentos de rebelión, que han cursado a lo
largo de nuestra historia, permitan la libertad de nuestro continente, pues
estas rebeliones han sido capturadas, para evitar los procesos de emancipación
de nuestras naciones. Estamos a punto -aunque muchos no lo crean- de producir
un nuevo parto en el planeta, con características muy propias, que nos lleva a
generar y crear un modelo civilizatorio con identidad propia, donde la negritud
y la indianidad en este continente Abya Yala, se levanta y se agiganta sin
complejos frente a la civilización occidental, rompiendo con los viejos modelos
civilizatorios del capitalismo y del llamado socialismo real.
Es un camino propio, una revolución propia, sin apellido y
patrocinio de ningún tipo, no es positivista, ni funcionalista, ni
estructuralista, ni tampoco marxista. Es una revolución que nos permite
repensar el pasado y el presente, es una revolución contra la racionalidad y
las ideologías dominantes, que siempre han negado nuestra riqueza cultural y
étnica de nuestro entorno real. Es una revolución donde lo indiano y la negrura
se torna subversivo, es la respuesta de los “derrotados” y “vencidos” desde el
mal llamado “descubrimiento” hasta nuestros días. Es una revolución donde
nuestra riqueza pluricultural y multiétnica se abre paso y comienza a generar
espacios convivenciales como respuestas necesarias frente a la dominación. Es
un proceso dialéctico que se hace presente en el que más temprano que tarde se
producirá la ruptura histórica de la dominación que hará posible la
construcción de caminos distintos, que no tienen nada que ver con el
capitalismo, sea de Estado o privado.
El planteamiento de nuestro Simón Rodríguez, cada día toma
mayor vigencia: Dónde iremos a buscar modelos?... –La América Española es original = i
ORIGINALES los medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos.
Si hablamos de un nuevo proyecto civilizatorio, las
propuestas económicas que surjan deben estar al servicio del ser humano y no
del capital, no a los procesos de industrialización y contaminación ambiental.
Los procesos de producción, deben estar enmarcados dentro de unas relaciones
sociales fundamentalmente humanas, donde el trabajo sea el tiempo socialmente
necesario en la producción, no de mercancías para llenar el mercado y
convertirlo en dinero, sino en bienes que vayan a satisfacer las necesidades
reales de la humanidad, como la comida, el vestido, la vivienda, la educación,
servicios públicos y donde el empleo no puede convertirse en formas de
esclavitud escondidas por el salario, negándole al trabajador o trabajadora el
derecho al ocio. La agricultura debe ser cuidadosamente planificada y debe
garantizar la alimentación de la población en igualdad de condiciones y evitar
a como dé lugar la destrucción de bosques y la contaminación de ríos y
quebradas. El desarrollo agropecuario debe ser sustentable en aras de tener
soberanía alimentaria. La educación debe jugar un papel fundamental en la nueva
civilización y debe ser una práctica constante para la libertad, donde el
diálogo, la fraternidad, la convivencialidad, la solidaridad, el bien colectivo
-entre otros valores- propios de los seres humanos, sea el camino a seguir en
ese proceso ontocreador, que en términos de totalidad ha de nutrir la sociedad,
para romper las cadenas de la dependencia tecnológica y científica. La nueva
educación, de ese nuevo proyecto civilizatorio debe resumir el ideal educativo
de nuestro Simón Rodríguez:
«Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un
equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque»; «No hay interés
donde no se estribé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se
entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la
atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros
sobresalen en las tres»; «El título de maestro no debe darse sino al que sabe
enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo
que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe
dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende
después, porque enseñó a aprender»; «No
hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro»; «Enseñen los
niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les mande
hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los
limitados, no a la costumbre como los estúpidos»;«La ignorancia es la causa de
todos los males que el hombre se hace y hace a otros; y esto es inevitable,
porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber, hasta cierto punto, en
una sociedad por el más y el menos se
distingue una de otra). No es culpable un hombre porque ignora - poco es lo que
puede saber -, pero lo será si se encarga de hacer lo que no sabe.»;
«Acostúmbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico,
agradecido, consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a
respetar la reputación y a cumplir con lo que promete. Y déjense las
habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven”; «Sólo la
educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que
llamamos hábitos.»; «Enseñen, y tendrán quien sepa; ‘eduquen, y tendrán quien
haga.»; «Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo,
para que sepan apreciar el valor de las cosas.»; «Al que no sabe, cualquiera lo
engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra». «Enseñar es hacer comprender;
es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria»; «El maestro de
niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es
formar hombres para la sociedad»; «Nadie hace bien lo que no sabe; por
consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el
plan que se adopte.» (Extracto del libro de Rumazo González, Alfonzo;
"Ideario de Simón Rodríguez"; Ediciones Centauro; 1980; Caracas;
Venezuela.).
Creo que dentro de estos postulados, podemos encontrar el
deber ser, del nuevo sistema educativo, que asociado a otros pensadores
latinoamericanos, que han trabajado el tema, encontraremos allí el camino
formador necesario, que ayude a construir la propuesta civilizatoria, que
buscamos.
De otro lado, la figura tramposa de Estado, debe desaparecer
-ya lo hemos dicho- en el nuevo plano jurídico-político que ha de nacer,
producto de la voluntad colectiva de nuestros pueblos, donde las relaciones de
mando vertical entre dominante-dominado, opresor-oprimido desaparezcan para
siempre, en busca de un nuevo poder que descanse realmente en los colectivos
populares, donde surja de manera jurídica la reapropiación social de la ley, para
darle horizontalidad a ese poder que ha de descansar en las comunidades. En ese
mismo plano jurídico político no podrá tener cabida la figura presidencial, a
cambio ha de nacer una junta de administración elegida nominalmente (por
ejemplo). Los partidos políticos tampoco
tendrán cabida -serán eliminados-, de manera que el pueblo y sus expresiones
genuinas sean los propios protagonistas de su historia y evitar que estos le
roben los espacios de organización social a la población. Toda representación
popular, no podrá tener privilegios económicos ni políticos, pues la nueva
civilización, habrá de abrir los caminos para que esa democracia, sea realmente
una práctica para la libertad inquebrantable, indisoluble, firme y sólida. Esa
libertad, esa democracia, tiene que ser por naturaleza antiimperialista, que
haga honor al legado histórico dejado por nuestros libertadores.
Pero dentro del marco de este espacio, hay que tener claro,
que para llegar allí, se hace necesario, no un proceso electoral a los que nos
tienen acostumbrados las clases que dominan, sino hechos constituyentes que
rompan con la funcionalidad de los conflictos, del cual ya hemos hablado y que
nos puedan conducir a una constituyente originaria y no derivada del poder
constituido, para plasmar allí en colectivo, el proyecto de nación que
aspiramos.
No es que estemos negando los procesos electorales, lo que
sostenemos es que esos procedimientos electorales tal y como están planteados,
responden a situaciones manipulables, desde todo punto de vista, ya que las
mismos tienen como finalidad impedir cualquier proceso de cambio que requiera
la sociedad, desde el punto de vista estructural, que beneficie el colectivo.
Colombres, al respecto nos indica: “Ese vasto sector indiferente, neutralizado
y conducido a la total indiferencia por la cultura de masas y la
desinformación, es que el impide que por la vía electoral se produzcan en
nuestras sociedades los cambios urgentes que necesitan. La desinformación busca
convertir una información falsa en una información verdadera, creíble, que llevará al que la recibe a actuar en un
sentido que le es desfavorable. ¿Puede considerarse un legítimo ejercicio de la
democracia esta actitud que no defiende el viejo ethos social ni propugna la
vigencia de nuevos paradigmas más perfectos y justos?
La democracia es el gobierno del pueblo, no del hombre masa.
Del pueblo, que es el hombre organizado, pensante, creativo, que defiende como
algo muy valioso los lazos morales y de solidaridad”. (COLOMBRES, Adolfo.
“América como civilización emergente”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires,
2004. pp.204).
Todas estas generalidades, pueden ser parte del inicio de
una discusión permanente, que se puede plasmar en un proyecto, en un acuerdo
dentro de los desacuerdos, es cuestión de tomar las iniciativas necesarias, en
aras de seguir pensando y actuando, para salir de esta encrucijada que
aprisiona cualquier propuesta que se pueda alejar de la lógica de la dominación.
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