María Esperanza Hermida Moreno
Militante de C-CURA
Cumpliendo con la consigna de “demoler” a la CTV, enarbolada en su
campaña electoral, durante el primer año de su gobierno y luego de aprobada la
Constitución, Chávez asestó el golpe más certero que se le haya dado a la
burocrática dirección del sindicalismo venezolano, enquistada en esa central y
sus federaciones nacionales y regionales. El gobierno ordenó y ejecutó a través
del Consejo Nacional Electoral (CNE), su Resolución No. 001115-1979 del
15.11.2000, organizando un referéndum para consultarle a la población en edad
de sufragar, en todo el país: ¿Está usted
de acuerdo con la renovación de la dirigencia sindical, en los próximos 180
días, bajo Estatuto Especial, elaborado por el Poder Electoral, conforme a los
principios de alternabilidad y elección universal, directa y secreta,
consagrados en el artículo 95 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, y que se suspendan durante ese lapso en sus funciones a los directivos
de las Centrales, Federaciones y Confederaciones Sindicales establecidas en el
país? A pesar del 80% de abstención que caracterizó la participación de la
población en esa consulta, el gobierno instrumentó la defenestración. Los resultados
“positivos” de esta actuación, se desconocen: no mejoraron las condiciones de
vida, ni de trabajo; tampoco se elevó la capacidad de incidencia eficaz y
efectiva de la clase trabajadora en las decisiones gubernamentales que guardan relación
con sus intereses.
El espectro de las elecciones sindicales y la decisión del destino de
las organizaciones sindicales, reservado históricamente para la clase
trabajadora, sería objeto desde ese referéndum, de una intromisión gubernamental
que nunca antes se había materializado, excepción hecha de las dictaduras del
siglo XX, donde fueron proscritos los sindicatos. No se conocía el nuevo mecanismo
de injerencia y al mismo tiempo, sustitución – intervención de las
organizaciones sindicales electas bajo el mecanismo de segundo grado y en los
sindicatos de base, inaugurado por el gobierno chavista en el año 2000. Señalaba
PROVEA en su Informe del período 2000 – 2001, que como consecuencia de aquel
referéndum: “…Decenas de dirigentes de las federaciones sindicales fueron
automáticamente destituidos de sus cargos, así como los miembros de los comités
ejecutivos de las 4 centrales obreras.” A partir de entonces, se desarrollaron
las más variadas y rebuscadas formas para domesticar lo que podía o pudo ser un
movimiento sindical combativo, fuerte y capaz de participar en el gobierno con
voz propia. De manera sistemática, el chavismo impidió de hecho, la
consolidación de un nuevo modelo sindical, dotado de propuestas clasistas, de poder
de convocatoria y de movilización. Si bien se desmanteló progresivamente el
sindicalismo existente en Venezuela hasta 1998, el movimiento sindical que
creció bajo la sombra del gobierno chavista, degeneró en un archipiélago de
organizaciones paralelas, carente de una estructura de coordinación coherente,
acéfalo de una concepción clasista y absolutamente tutelado por el Estado. Por
cierto, a 14 años de 1999, la CTV aún respira… igual lo hacen la CGT y la CUTV,
a las que se le suman las centrales chavistas. En total 5 organizaciones
nacionales y ninguna respetada por la patronal o por el gobierno.
Bajo la sombra gubernamental nacieron
al menos 3 centrales sindicales en estos años y sobreviven 2 de ellas. La Unión
Nacional de Trabajadores (UNETE), fue una de las experiencias para aglutinar a la Fuerza Bolivariana de Trabajadores (FBT) con otras corrientes.
Pero en su interior, la UNETE estuvo muy
lejos de operar como plataforma para un
proceso de articulación y convergencia. En su seno se expresó la pugna entre la
concepción que sostiene la tesis de la independencia y autonomía de la clase
trabajadora, respecto a la patronal y al gobierno, contra quienes conciben a las organizaciones
sindicales como un brazo ejecutor de las políticas laborales del gobierno de
turno y cercenan el derecho legítimo de los trabajadores a desarrollar y
profundizar la lucha de clases. Este combate ideológico, condujo al fraccionamiento
y atomización orgánica de las tendencias sindicales que apoyan al gobierno y al
final, ninguna tuvo suficiente cualidad, voluntad o fuerza para dialogar con
las corrientes sindicales tradicionales, alejándose la ansiada unidad orgánica de
la clase trabajadora venezolana. Entre los grupos del sindicalismo chavista están
la Fuerza Socialista Bolivariana de
Trabajadores (FSBT), una escisión de la Fuerza
Bolivariana de Trabajadores (FBT), bajo la jefatura de Oswaldo Vera; Autonomía Sindical, liderada por
Orlando Castillo; Movimiento de
Trabajadores Revolucionarios “Alfredo Maneiro”, con Franklin Rondón
liderándolo; el Colectivo de
Trabajadores en Revolución (CTR), bajo el liderazgo de Marcela Máspero y el
grupo de Marea
Socialista, con Gonzalo Gómez y Stalin Pérez Borges. Además, la Corriente Clasista, Unitaria,
Revolucionaria y Autónoma (C CURA), liderada por Orlando Chirinos, que
apoyó hasta 2006 al gobierno y se separó de la UNETE para buscar otros
escenarios de incidencia política más eficaces, reivindicando la independencia
de la clase trabajadora de la patronal y del gobierno.
La vida de
la Unión Nacional de Trabajadores (UNETE) comenzó el 5 de abril de 2003,
reuniendo aquella diversidad de factores sindicales. Pero al poco tiempo de aglutinar
las fuerzas que enfrentaron el paro petrolero del 2002, quedó evidenciada la
imposibilidad de la UNETE como instrumento para una convivencia creativa,
unitaria y organizada de estas corrientes, carente de perspectivas para impulsar el carácter
revolucionario del movimiento de los trabajadores. Una manifestación de sus
desacuerdos lo representa su incapacidad para tan siquiera aprobar sus
estatutos y formalizar su constitución ante las autoridades del trabajo. Ello,
a pesar de los congresos efectuados en 2003, para su constitución y en 2006, denominado
por muchos como el punto de inflexión que da inicio a su desmembramiento, a
raíz de los hechos violentos que se suscitaron durante su celebración. En ese Congreso
de 2006, se produjo la ruptura de C-CURA
con la UNETE, haciendo valer su deslinde con el sector que pretendió la
sumisión absoluta de las organizaciones de la clase trabajadora, a las
directrices del gobierno.
Pero por
otra parte, el desacuerdo respecto a los objetivos del movimiento sindical
chavista, su falta de unidad y los conflictos internos, condujeron a la sucesiva
separación de varias de estas tendencias. Algunas de ellas intentaron formar
una nueva organización sindical nacional en el año 2008, denominada Central Socialista de Trabajadores,
avalada por el ex ministro del trabajo, José Ramón Rivero y el diputado
oficialista Osvaldo Vera. El 1 de agosto de 2008 efectuaron su asamblea constitutiva y el
9 de octubre de ese año hicieron la entrega formal de la documentación
requerida para su registro ante el Ministerio del Trabajo. La base con la cual se creó esta central, cuyo
presidente sería Oswaldo Vera, fue la Fuerza
Socialista Bolivariana de Venezuela (FSBT), Autonomía Sindical, y el Movimiento
de Trabajadores Revolucionarios “Alfredo Maneiro. Sin embargo, la
legalización de esta central no fue autorizada por la presidencia de la
república. Así, la UNETE fue perdiendo eficacia organizativa y progresivamente
se vació. Marea Socialista, también
se separó para integrar otra central, esta vez creada por el propio Chávez en
2011. Sólo Marcela Máspero se quedó en UNETE.
Orlando Chirino señala que en
este período a pesar de que se crearon las condiciones para avanzar en la
unificación sindical venezolana, no se alcanzó. “…hubo dos momentos para unificar el movimiento sindical. El primero
fue en el año 2001, luego de conocerse los resultados de las elecciones de la
CTV y antes del paro petrolero. El otro momento fue justo después del paro
petrolero, cuando se derrotó a la burocracia. Sin embargo, estas dos oportunidades
fueron desperdiciadas por el movimiento sindical chavista, ya que no hubo
voluntad política para organizar una poderosa central sindical. ”
En opinión de Carlos Navarro de
ASI, los resultados de la actividad sindical chavista, desde el punto de vista
organizativo pueden resumirse de la siguiente manera “…aunque hicieron varios esfuerzos, que involucraron a varias
expresiones del movimiento sindical, nunca hubo un esfuerzo sincero, honesto,
para pensar en un proceso unitario sindical en desarrollo, en formación. Había
muchas agendas ocultas, muchas heridas históricas entre los dirigentes. Hubo
falta de trasparencia y autenticidad y eso alimentó la imposibilidad de fortalecer
un proceso de unidad orgánica consistente.”
Por su lado, la zigzagueante historia
de la CTV en el período chavista, no se separa en mucho de las vicisitudes del
oficialismo sindical. De hecho, un año antes del referéndum, específicamente el
8 de abril de 1999, un congreso extraordinario ya había aprobado la reforma
estatutaria y del reglamento electoral para efectuar las elecciones directas y
secretas de su junta directiva. Sin embargo, la falta de acuerdo entre las
representaciones de los partidos políticos que dirigían a la CTV, demoró la
ejecución de la convocatoria. Aunado a ello, la ausencia de respuestas por
parte del Consejo Nacional Electoral (CNE), introdujo mucha incertidumbre sobre
la autonomía para adelantar las elecciones sin su participación, ya que la
constitución de 1999, imponía en su artículo 293, la actuación de este
organismo en la organización de los comicios. No obstante, el CNE aprovechó la confusión
suscitada por las nuevas normas constitucionales y la dilación de la dirigencia
cetevista, para emitir la resolución ordenando el referéndum sindical del año 2000.
La Fuerza Bolivariana de
Trabajadores (FBT) vino a ser, entre 2000 y 2001, la primera experiencia sindical
del chavismo en el gobierno. Estuvo compuesta por muchos militantes del
principal partido de la coalición gobernante, junto con militantes del PPT, PCV,
PST y otras organizaciones que se reivindicaban de izquierda y participó en las
elecciones de la CTV, en octubre de 2001, con la plancha 25. Aunque ese proceso
electoral representó un escenario para el enfrentamiento de todas las fuerzas
sindicales existentes en Venezuela y una oportunidad inédita, ni el chavismo y
mucho menos la dirigencia cetevista, aprovecharon esta circunstancia, para
adelantar un verdadero proceso de unificación sindical.
Participaron en los comicios de la
CTV en 2001, Acción Democrática, COPEI, el Movimiento Electoral del Pueblo
(MEP) y Bandera Roja, cuya plancha fue la número 1, que se denominó Frente
Unitario de Trabajadores; la Causa R y el Movimiento al Socialismo (MAS) no
chavista, que se expresaron a través del Movimiento Primero de Mayo, en la
plancha 4; la Alianza Sindical Independiente (ASI), integrada por dirigentes
del Movimiento Nacional de Trabajadores por la Liberación (MONTRAL), muchos de
los cuales provenían del antiguo Frente de Trabajadores Copeyanos (FTC), y
sindicalistas independientes de militancia partidista, con la plancha 7; el
Frente Constituyente de Trabajadores, liderado por Froilán Barrios; y
finalmente, Reina Sequera, con una fórmula disidente de la FBT. El Colectivo de
Trabajadores en Revolución (CTR) liderado por Marcela Máspero, se alió con la
FBT.
En medio de unos controversiales
resultados y denuncias de fraude, el Comité Ejecutivo de la CTV quedó integrado
mayoritariamente por AD (con 12 cargos), 1 cargo para COPEI, 1 para Bandera
Roja, 1 para la Causa R, 1 para el MAS no chavista y 1 para el MEP. ASI
(plancha 7) nunca se integró a la directiva de la CTV. Tales resultados fueron
desconocidos por la FBT y ASI. Incluso Aristóbulo Istúriz (plancha 25) introdujo
un recurso de nulidad ante el CNE. El organismo comicial tardó 3 años y medio en
pronunciarse[1]. Siete años después, el CNE exhortó a las organizaciones
sindicales “…que pertenecen a la CTV, a convocar válidamente un Congreso
Nacional de Trabajadores…”[2] Lo
cierto es que la directiva nacional de la CTV está en un franco proceso de
desmembramiento desde su participación en la organización y desarrollo del paro
petrolero y sabotaje de 2002. Con un presidente prófugo de la justicia y
asilado en Perú, las contradicciones en el seno de su directiva se han
profundizado. No obstante, la unificación de organizaciones sindicales en el
ámbito internacional, han influido en la falta de voluntad para el deslinde
definitivo de posiciones.
Desde el año 2010, algunos integrantes del comité ejecutivo cetevista,
iniciaron un camino de diferenciación, cuyos resultados se cuecen a fuego
lento. Froilán Barrios del otrora Frente Constituyente, Pablo Castro (quien
pasó de ser militante del MEP a UNT) electo en la plancha 1 del FUT, Dick
Guanique de Bandera Roja (suplente de Pedro Arturo Moreno) y Rodrigo Penso, del
Movimiento Primero de Mayo, decidieron conformar el Movimiento Solidaridad Laboral (MSL). A este espacio se incorporó C-CURA, Orlando Chirino y dirigentes
sindicales independientes de militancia partidista, dando origen al Frente Autónomo por la Defensa del Empleo,
el Salario y la Seguridad Social. Esta
experiencia puede contar como uno de sus principales éxitos, la liberación del
dirigente sindical Rubén González en 2011, detenido por organizar una huelga en
la empresa del Estado Ferrominera del Orinoco, así como la movilización de
importantes sectores sindicales que retomaron confianza en la posibilidad de
impulsar niveles de articulación y acciones de protesta, superando el
burocratismo cetevista y la conciliación de clases del sindicalismo chavista.
Como corolario de estas ideas
para el debate sobre las huellas del chavismo en el terreno sindical, resulta
evidente que sus diferentes tendencias, excepción hecha de C-CURA, contaron con el poder institucional del gobierno, con los
recursos económicos provenientes de organismos del Estado, como el Ministerio
del Trabajo y PDVSA, y tuvo además el apoyo de la Asamblea Nacional por la
condición parlamentaria ostentada por sus principales jerarcas, entre ellos el
hoy Presidente encargado de la República, Nicolás Maduro. Ese sindicalismo
oficialista lo que nunca tuvo y lo que no tiene es la voluntad de crear una
central sindical combativa, autónoma, independiente y unitaria. Por ello, la
situación de la clase trabajadora hoy, más allá de la desaparición física de
Hugo Chávez, es similar a la del 1998, en el terreno organizativo sindical. Ese
es el legado del gobierno chavista: una clase trabajadora desarticulada en su
organización, atomizada en su capacidad de incidencia ante el gobierno y con
una conciencia revolucionaria de sí misma, que aún dista mucho de la
posibilidad de verse convertida en la vanguardia organizada de la
transformación social del país.
María Esperanza Hermida Moreno
Militante de C-CURA
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