[Entrevista al investigador Diego Ayo, publicada en el periódico PUKARA, # 80, La Paz, abril 2013, pp- 6-8]
Pedro Portugal.- Has tenido la oportunidad de coordinar una de las investigaciones que ganaron la convocatoria del PIEB “Reconfiguración económica y social en la articulación urbano-rural de Bolivia 1998-2010”. Dinos de qué trata tu investigación y cómo se relaciona con el tenor de esa convocatoria.
Diego Ayo.- Daré un rodeo analítico intentando ilustrar la tesis que sostengo. Considero que hay un conjunto de nuevas élites que vienen surgiendo. El cambio de actores que anuncia la Revolución en Democracia sí se está produciendo. Sólo que de modo menos acorde a lo que se supuso sería el largo pero seguro recorrido hacia el Vivir Bien/socialismo comunitario. Por el contrario, lo que se observa es una verdadera revolución burguesa comandada por actores de raigambre indígena. Dos condiciones son propicias: el notable auge económico y la permisividad política gubernamental. El auge propicia el parto de élites comerciantes, transportistas, narcotraficantes, chuteras, contrabandistas, importadoras, y/o constructoras, entre otras. La permisividad política permite que todas ellas o infrinjan impunemente la ley a efectos de lograr el ansiado proceso de “acumulación originaria de capital”, sea involucrándose abiertamente en actividades delictivas (casos narcotráfico y contrabando), sea manteniendo condiciones institucionales funcionales a lograr un mayor lucro: no pago de impuestos (o pago mínimo), salarios bajos a los empleados (muchas veces ahijados), inexistencia de seguros sociales, no entrega de indemnizaciones por despido, preferencia por mano de obra sumisa y barata (mujeres y, sobre todo, niños), entre otros rasgos. Por tanto, se produce una paradoja: tenemos indígenas o ciudadanos de origen indígena empoderados económicamente en el marco de un capitalismo notoriamente perverso.
P. P. - Podríamos decir que el MAS tiene un éxito indeseado, contradictorio con su ideología socialista: la emergencia de una “burguesía” nativa. Pero, ¿no crees que con Evo o sin Evo el resultado sería similar?
D. A.- Sí y no. Sí, en el sentido de que la masiva afluencia de dinero igual hubiese terminado por empoderar sectores de la economía como los transportistas y/o comerciantes que manejaban ya un 15 al 20% del PIB. Y sabemos que son personas de origen indígena quienes se han dedicado prioritariamente a estas labores. Sin embargo, la respuesta es no en otro sentido: Evo Morales tiene, o al menos lo tiene su Vicepresidente, la firme intención de empoderar económicamente a sectores indígenas. Ya lo dijo desde un principio ni bien asumió Morales la presidencia: “ya tenemos el poder político, ahora hay que buscar el poder económico”. Y en ese caso la permisividad política de este gobierno quizás no se hubiese dado. Hay una sensibilidad muy particular en el MAS para que este empoderamiento tenga lugar, sea como sea, legal, informal e ilegalmente. La cosa es que los indígenas tengan plata.
P. P.- Lo de “ahora hay que buscar el poder económico” muchos lo entienden como deseo del gobierno de buscar el poder económico del Estado, en los clásicos moldes socialistas, nada que ver con querer enriquecer a los militantes, por muy indios que sean… Por otro lado, arriba tú hablas de dos condiciones para el surgimiento de esta burguesía nativa: el notable auge económico y la permisividad gubernamental, condiciones una fuera de la voluntad del gobierno y la otra más defecto que virtud.
D. A.- No sé si un anhelo socialista moldea el deseo del gobierno. Lo veo más como un esfuerzo de auto-preservación política a como dé lugar. Tengamos en cuenta que el principal objetivo de toda burocracia es la auto-reproducción. Y si para lograrla deben nutrirse de variados discursos revolucionarios acordes a la coyuntura del momento, así lo van a hacer.
Baste ver el inicio del modelo socialista cubano. No fue lo que se concibió desde un principio. Por decirlo de algún modo, Fidel se volvió socialista frente a la radicalización estadounidense y fruto de la Guerra Fría. Chávez mismo comenzó su gobierno aplicando medidas antipopulares o, como las denominamos, neoliberales. Sólo la bondad de los precios del petróleo lo convirtió en un Papa Noel con bota militar. Y todo ello bajo el pomposo título de “socialismo del siglo XXI”. Sin la bonanza que le tocó vivir hubiese pasado desapercibido. Con eso no quiero negar la presencia de gente comprometida. Pero creo que es la excepción. La regla es el llunkerío prorrogista que va a aferrarse a lo que venga. Por eso, volviendo a tu pregunta creo que el objetivo es triple: primero, se debe lograr la autopreservación en el poder suceda lo que suceda; segundo, se debe menguar a como dé lugar el poder de los enemigos de antaño (aquellos ligados al periodo neoliberal) y sólo en tercer lugar creo que puede creer en un auténtico deseo de empoderar sectores indígenas. No descarto que ese también sea un objetivo. No lo vería como algo no previsto, pero ciertamente predomina en orden jerárquico la voluntad de usufructuar el poder a como dé lugar; el deseo de callar a quienes “nos hicieron daño en el pasado” y sólo recién el propósito de alentar el surgimiento de actores indígenas empoderados económicamente.
Quizás, como tú mismo lo dices en la pregunta: como falla más que como algo expresamente formulado. Algo preconcebido estratégicamente, no creo que sea así. No tanto, al menos.
P. P.- ¿Hay otros elementos que confirman esta orientación económico-política de la que hablas?
D. A.- Pues sí. Lo dicho viene acompañado de un fenómeno alejado de la “revolución espiritual” que anuncia el gobierno. Lejos de esa revolución de los “usos y costumbres” que anuncia el gobierno, aludiendo al retorno de lo indígena entendido como un conjunto de valores y procedimientos colectivos. En mi criterio, lo que está en marcha es una profunda “revolución del individuo”, entendiendo por ella la posibilidad de quebrar las amarras de la superstición, la apología a dioses tutelares y seres demiurgos (los achachilas) que preservan lo comunitario, en favor de un “despegue” personal, donde el éxito de los indígenas de hoy no será colectivo, sino individual. No se propiciará una descolonización como suceso comunitario sino como suceso o múltiples y disconexos sucesos individuales (no entrelazados entre sí, a no ser causalmente). Parece errado afirmar esta tesis precisamente en un presente en el que las ceremonias religiosas indígenas son moneda corriente. Sin embargo, paralelamente, aunque de forma silenciosa, ocurren acontecimientos más ligados a esta peculiar Ilustración: el número de universidades indígenas se ha incrementado así como el cupo de estudiantes de origen indígena; muchas carreras han sido copadas por estudiantes de extracción aymara (por ejemplo en la Carrera de Historia de la UMSA el 85% de ellos se autodefinen como aymaras; la Carrera de Biología donde 3 de cada 5 estudiantes provienen de familias aymaras o la Carrera de Estadística donde su porcentaje alcanza al 90%). Todos ellos influyen y brillan, inclusive, por mérito propio y no por su filiación colectiva, generando una segunda paradoja: los indígenas que guiarán al país serán, por decirlo de algún modo, indígenas “ilustrados”, seguramente legitimando su actividad con un discurso proclive a defender lo indígena. Pero lo cierto es que es más discurso que certeza.
P. P.- Pero este discurso deja de un lado a las clases medias. Sólo se habla de élites…
D. A.- Buen punto. Es por eso preciso mencionar que también se está promoviendo una “revolución de las clases medias”. Del mismo modo que muchas monarquías se aliaron a sectores ascendentes, dándoles puestos en lo que sería la “administración pública”, para lograr debilitar a sectores de la nobleza, tradicionalmente poseedores de esos privilegios, Evo Morales impulsó un cambio en el sector público a efectos de debilitar lo que fue siempre un bastión de las clases medias leales a los gobiernos “neoliberales”. Un cambio no de comportamiento, apuntando a lograr una gestión pública eficiente. Nada más alejado de sus intenciones. El cambio, por ende, se dirá, fue “sólo” de piel. Sin embargo, sólo una visión muy chicata podría ver esto como un asunto sólo de gestión.
En verdad, el empoderamiento de “otras” clases medias a costa del sector público (al menos durante una generación hasta que se generen ciertas capacidades), viene aparejado de familias contrayendo créditos de vivienda, haciendo estudiar a sus hijos en colegios privados, consumiendo más y mejor. Esta “urbanización de lo indígena” es una tercera realidad paradójica. Tiene poco que ver con la idealización que la ideología oficial hace del mundo rural e indígena (en sentido tradicional). Incluso este mundo, el rural, empieza a empoderar a reducidos sectores agrícolas (oligarquías indígenas), plenamente incorporadas a una vida regida por el mercado.
P. P.- En definitiva, lo que se está viviendo está lejos del socialismo comunitario anunciado, del respeto a la achamama o del Vivir Bien… ¿Estamos viviendo más bien una revolución indígena burguesa?
D. A.- No hay duda. La revolución en curso es más que nada una revolución burguesa, individualista y consumista. Y es en ese escenario que se comprende mi investigación, titulada originalmente “El ‘Estado Empresarial Autonómico’ como motor del capitalismo político en Bolivia. Continuidades y rupturas con la Participación Popular como partera de nuevas élites”.
P. P.- ¿Cuál era el mensaje implícito en el título?
D. A.- Para entender este título hay que comprender el concepto de capitalismo político, entendiéndolo como la injerencia informal/ilegal del Estado en el surgimiento de nuevas élites cuidadosamente seleccionadas por éste, en lo que deviene la aplicación de políticas de favorecimiento selectivo a determinados grupos de poder (y/o personas). La pretensión de utilizar este referente teórico es la de comprender qué rol juega el Estado (local o no) en el parto de nuevas élites. En nuestro caso, el Estado municipal (y el autonómico, en general) tiende muchas veces a favorecer a determinadas empresas en las licitaciones. Ahí está el meollo del asunto. No está la cosa en lo que se ha conocido como “municipio productivo”. Ese ha sido más un discurso de legitimación de la cooperación internacional frente a una realidad que está lejos de ese sueño de un municipio productivo/industrial. Lo que hay es otra cosa. O, para ser más justo: no es que no haya algo hecho como “municipio productivo”, pero es marginal.
P. P.- ¿Cómo marginal? Si lo que se requiere es que las autonomías se conviertan en una plataforma de desarrollo económico, ¿no es esto posible?
D. A.- Quizás lo pueda ser pero no como se piensa o ha pensado.
P. P.- No entiendo, ¿cómo entonces?
D. A.- Bueno, hay que tener en cuenta que se suele dividir el proceso municipal en su faceta económica en tres fases. Una primera se inició con la Ley de Municipalidades y Ley del Diálogo Nacional que otorgaron competencias a los gobiernos municipales para apoyar al sector económico productivo. Precisamente la Ley 2028 reconoció a los gobiernos municipales la “planificación y promoción del desarrollo humano sostenible en el ámbito urbano y rural del municipio”. Esta competencia resultaba suficiente para apoyar al sector productivo. Pese a estas competencias, los gobiernos municipales destinaron poco o nada del presupuesto municipal a la promoción del desarrollo económico local. La causa es fácilmente distinguible: “Hubo confusión y miedo en relación a la Ley SAFCO”.
Una segunda fase quedó inaugurada en 2005 con la promulgación de la Ley de Hidrocarburos y los Decretos Supremos 28421 y 29565. Esta norma indica que los gobiernos subnacionales deben destinar recursos públicos en salud, educación y desarrollo productivo. Asimismo, los artículos 2 de los Decretos Supremos 28421 y 29565 amplían y clarifican estas competencias. Sin embargo, pese a esta incuestionable autorización, los gobiernos municipales destinaron muy pocos recursos al rubro productivo. Se calcula que hasta el año 2010, los gobiernos municipales destinaron sólo un 3,77% de los recursos del IDH a esta partida. Se repitió el resultado previo: no hubo apoyo a los actores productivos.
Finalmente, una tercera fase tuvo lugar en 2009 con la promulgación de la nueva Constitución y quedó refrendada con la aprobación de la Ley Marco de Autonomías y Descentralización. Ya la CPE indica que los gobiernos municipales pueden crear “fondos fiduciarios, fondos de inversión y mecanismos de transferencia de recursos necesarios e inherentes a los ámbitos de sus competencias”. No hay duda: hay la facultad constitucional para apoyar al sector productivo. Lo propio sucede con el artículo 92 de la Ley Marco de Autonomías que otorga competencias en desarrollo productivo a los gobiernos municipales (se puede “transferir recursos públicos en efectivo o en especie, a organizaciones económico productivas…”.).
P. P.- ¿Y cuál es el saldo final?
D. A.- El saldo no deja mucho que desear: no se ha emprendido proyecto productivo alguno, a no ser de forma excepcional en algunos municipios del país. Incluso en ellos no se ha destinado más del 1% del presupuesto municipal a estas actividades. En ese escenario, cualquier orientación productiva, es excepcional. ¿Qué es entonces lo que en verdad existe? Lo que se ha visto es que la economía boliviana, en particular durante el periodo de la “Revolución en Democracia” liderada por Evo Morales, sufre el rigor de la enfermedad holandesa. Ella se caracteriza por un incremento de los ingresos del país por concepto de la exportación de un recurso natural: el gas, cuyo efecto evidente es el incremento en la capacidad de importar bienes transables. Ello ocurre en forma simultánea a la demanda de bienes no transables que no pueden ser importados y deben ser producidos localmente (es el caso típico de las “obras de cemento”, propias de lo que ha sido el gasto recurrente en la historia municipal). De ese modo, al producirse este incremento de demanda la economía reacciona reduciendo recursos del sector de transables (claramente manufacturas o, en términos usados en este estudio, recursos destinados al “municipio productivo”) para usarlos en la producción de no transables como son los sectores proveedores de servicios y también bienes de consumo básico local. Por lo tanto, un incremento en el sector de recursos naturales conduce a una caída en los otros transables y a una concentración o dependencia de los no transables.
En suma, y para simplificar, a mayor renta gasífera distribuida en toda la economía se privilegian las importaciones, el comercio y los servicios y no la productividad (la industria). Y los que se benefician con las licitaciones son precisamente este tipo de empresas.
P. P.- Pero eso no es necesariamente negativo. Finalmente tenemos más empresas.
D. A.- Estás en lo correcto, no lo es necesariamente, pero hay un dato adicional: el 99% de las empresas no pertenecen a los propios municipios. Son de la capital e incluso algunas son extranjeras. Hay pues, por decirlo de algún modo, una “fuga de capitales locales” que favorecen a mucha gente menos a los lugareños, que terminan siendo consumidores de obras. Sólo eso: consumidores, no empresarios. El festejo a la inauguración del Coliseo en El Alto es parte de esto. No es que esté mal, pero está claro que con eso no generas industria, no fomentas la importación de tecnología y uso comprensivo de esta tecnología. Eso sería descolonización como bien lo dice el economista Benjamín Grossman. Por eso lo que hay, para sintetizarlo, es una enorme proliferación de empresas dedicadas a productos no transables (no exportables), pocos empresarios beneficiados, licitaciones muchas veces amañadas con alcaldes y concejales como parte de nuevas redes de poder y consolidación de estructuras de poder clásicas.
P. P.- Pero y tampoco hay nuevos empresarios. Los datos parecen mostrar que si hay una nueva camada de empresarios.
D. A.- Sí, los datos de Fundempresa muestran que en 2005 no habían más de 5 mil empresas y hoy sobrepasan las 60 mil. Es un crecimiento enorme. Eso es positivo, por eso hablaba del auge de una revolución burguesa. Pero si bien eso puede ser positivo es en función al entronamiento de una economía extractivista. Es el gas el que permite esto. No hay un cambio de la matriz productiva. No hay generación de empleos de nuevos sectores industriales. No, lo que hay es más informalidad adherida a facciones económicas ilegales: aquellas contrabandistas, narcotraficantes y políticamente conectadas, gerentando empresas nacionalizadas y, en nuestro caso, aprovechando vínculos “incestuosos” para ganar licitaciones. Eso nos ha llevado a una conclusión última que corresponde al nuevo título de la investigación: Municipalismo sin élites municipales: empresarios no-locales, empresarios golondrina y empresarios políticos como estandartes privilegiados de la descentralización municipal. Creo que el título lo dice todo: los empresarios beneficiados no son locales, son muy volátiles (surgen en función, por ejemplo, al Programa Evo Cumple, y luego desaparecen) y están conectados políticamente (aquello que denominamos capitalismo político).
P. P.- Muy sugerente. Gracias Diego
D. A.- Gracias a ti.
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