La reciente decisión de un tribunal ruso de condenar a dos
años de detención en campos de trabajo a Nadezhda Tolokonnikova, de 22 años;
Maria Alyokhina, de 24; y Yekaterina Samusevich, de 30, integrantes de la banda
Pussy Riot viene a ser otra prueba de que en el gobierno de Putin no hay
libertad de expresión, de que se trata de un gobierno de corte autoritario. Ya
hemos visto cómo ha reaccionado el aparato de Estado, totalmente bajo el
control de Putin, contra dirigentes de diversos sectores de oposición como el
"bloguero" Alexei Navalny, Sergei Udaltsov y el ex campeón mundial de
ajedrez Garry Kasparov. Este último fue detenido mientras protestaba en apoyo a
la banda y ahora es acusado por la fiscalía de morder a un policía. Sí… de
morder a un policía; tal parece que a la fiscalía le importa poco cuántos
golpes haya recibido Kasparov al momento de ser detenido.
No caeremos en la ligereza de decir que este puede ser el
comienzo del final del gobierno de Putin, como han dicho algunos; sin embargo,
tampoco caeremos en otro tipo de ligerezas que hemos leído en estos días: Putin
recurre a esos métodos por una mera cuestión de estilo, por orgullo, no porque
necesite mantenerse en el poder. Sorprendentemente, encontramos posturas en
internet según las cuales el caso de las Pussy Riot ha venido a confundir a la
opinión internacional en torno a la situación real en Rusia.
¿Qué tan confundido hay que estar para ver lo obvio?: que se
inventan o reinterpretan leyes para intimidar. El día del juicio a la banda
fueron detenidas más de cien personas por violar “la ley de reunión”. Es un ejemplo
de lo difícil que resulta protestar en Rusia sin correr el riesgo de ir preso.
¿Es confusión saber las razones por las que sectores
conservadores de la sociedad rusa están a favor del juicio a las Pussy Riot?;
incluso hay quienes han llegado a echarle agua “bendita” a aquellos que
manifiestan a favor de la banda “blasfema” (como la han llamado miembros de la
iglesia ortodoxa). Valdría preguntarse si eso no se puede considerar también un
acto de violencia. Claro… los gobiernos de corte autoritario viven en una
reinterpretación constante de las nociones de violencia, de vandalismo. Es vandalismo
y violencia que cuatro mujeres encapuchadas canten en un altar de una catedral,
pero no lo es ni uno de los abusos de los soldados rusos en la guerra contra
los chechenos y la posterior ocupación de su territorio por más de una década;
no lo es ni uno de los allanamientos a casas de opositores a Putin justo antes
de procesos electorales.
Si habría que catalogar de violento, de terrorista a alguien
en Rusia, el primero de debería ser Putin. ¿O acaso no se violenta cuando las
elecciones resultan tan descaradamente amañadas? Vale recordar que en las
elecciones del 4 de marzo de este año, Putin obtuvo el 107% de los votos en el
colegio 451 de Chechenia: 1.482 votos y su opositor Zyuganov (de tendencia de
izquierda) apenas sacó un voto. Magia a lo Putin, pues… porque había 1.389
personas registradas (93 menos que la cantidad de votos que obtuvo). ¿Cómo
creer en semejante resultado luego de todas las acciones de Putin en contra del
pueblo checheno? Sería tan ingenuo como creer en cifras de encuestas que apenas
le dan un 6% de simpatía a las Pussy Riot entre la población rusa. Se trata de
encuestas manipuladas, tan falsas como los resultados de esas elecciones.
Putin no es ni más ni menos que un burócrata stalinista que
ha sabido enriquecerse a costa de los recursos del Estado, tal cual lo han
hecho magnates petroleros como su amigo Roman Abramovich, dueño del Chelsea,
actual campeón de Europa. Es tan capitalista que quiere incurrir en el
lucrativo negocio del fútbol con la compra del 25% de las acciones del Milan,
porcentaje que triplicaría al que tenía Gadafi en la Juventus de Turín.
Ese es el perfil de aliados que se busca Chávez para
hablarnos de socialismo. Debe ser esa contradicción la que hace que ningún
rockero, artista y/o integrante de algún grupo cultural chavista se haya
pronunciado a favor de las Pussy Riot.
Razón tendrá Samusevich, una de las integrantes de la banda,
cuando dijo que si en la catedral hubiesen cantado "Madre de Dios, protege
a Putin" en lugar de "Madre de Dios, echa a Putin" no habrían
sido llevadas a juicio. Y es que en la historia del Rock la lista de bandas
punks llevadas a juicio por acciones similares es extensa… basta con levantar
críticas contra gobiernos autoritarios o monarquías para ser enjuiciado.
Recordemos brevemente a cuatro de ellas para que se entienda cuán acomodaticio
y encubridor resulta el discurso de que tal o cual banda “socava el orden
social e irrespeta a los creyentes”, como dijo la jueza encargada del caso de
las Pussy Riot.
Desde que Crass, banda anarcopunk inglesa sacó las conocidas
cintas Thatchergate en las cuales mostraba supuestas conversaciones entre
Thatcher y Reagan (en realidad se trataba de una construcción de la banda en la
que utilizaban grabaciones de ambos presidentes), la arremetida de la llamada
“Dama de Hierro” y su gobierno se intensificó. Sirvió de excusa una Ley contra
publicaciones obscenas por su sencillo “How Does It Feel...”. Eso incidió en
que la banda se disolviera.
A mediados de la década de los ochenta, el patético Centro
de Recursos Musicales de Padres (PMRC en sus siglas en inglés) demandó a la
banda Dead Kennedys por "distribución de material obsceno para
menores". Solo alguien de mente muy estrecha no podría entender que la
censura al álbum Frankenchrist era una excusa para quitarle incidencia a una de
las bandas más críticas de la sociedad estadounidense. Tipper Gore y Susan
Baker, esposas de diputados republicanos, eran parte de un brazo ejecutor que
algo debía hacer contra esta banda que se atrevía, por ejemplo, a dar conciertos
cerca de concentraciones de los dos partidos tradicionales. Increíblemente,
cada integrante de Dead Kennedys fue condenado a un año de prisión y dos mil
dólares de multa.
¿Y qué decir de las experiencias de Eskorbuto? A esta banda
anarcopunk vasca de los ochenta la detuvieron en una oportunidad y le aplicaron
una ley antiterrorista porque tenía temas con títulos como “ETA”, “Maldito País
España” o “La calavera del Rey”. No es casual que en la grabación de este
último tuvieran que agregar un “de bastos” a su célebre frase "Los
testículos me cortaría por la calavera del Rey". Solo por eso no fueron
detenidos nuevamente por “insultar” al Rey, como sí le ocurrió a Sex Pistols el
7 de junio de 1977. Fue el día en que esa banda inglesa cantó su tema “God Save
A Queen” en un barco mientras navegaban por el río Támesis, cerca del palacio
real, a días de la celebración de los 25 años en el trono de la reina Isabel
II.
Hay que entender entonces que la acción del régimen de Putin
contra las Pussy Riot reproduce modos de operar de gobiernos que hablan de
libertad de expresión, de democracia, pero que no dudan en censurar y arremeter
contra grupos contrarios que estén proyectándose como referentes. Y no cabe
duda de que la música punk ha servido históricamente para despertar conciencias
y organizar a sectores desfavorecidos por políticas excluyentes.
En ese sentido, y ya que estamos en Venezuela, no podemos
terminar sin decir que todo rockero y artista que se reivindique de izquierda
en este país podría ayudar a promocionar la música de bandas punks venezolanas.
Bien valdría la pena empezar con el tema “Y el estado hipócrita continúa
asesinando” de Doña Maldad, a propósito de la hipocresía de este gobierno en
torno a la explotación del carbón en el estado Zulia. Aquí les dejamos parte de
la letra y el video… esperamos contar con su apoyo:
haciéndonos creer que los necesitamos
asilan y destierran sin compasión
por unas monedas de neoliberalismo
estados hipócritas traicionando a un pueblo
ya estamos hartos
esto tiene que acabar
y el estado hipócrita continúa asesinando…
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