Enrique Contreras
En el campo de la izquierda revolucionaria, siempre hemos
creído que el debate ideológico y político alimenta, cualquier propuesta de
cambio y de transformación, en la búsqueda de una sociedad y un proyecto
civilizatorio que dignifique la vida de los seres humanos.
La
discusión con sectores de derecha, de centro izquierda, con reformistas,
revisionistas, anarquistas, marxistas, cristianos, ateos, socialdemócratas y
cualquier otra corriente del pensamiento humano, es una práctica sana, de
tolerancia y muy democrática, que permite alimentar ideas, que pueden producir
acuerdos y desacuerdos, donde la población participe con sus respectivas
opiniones, para producir un debate
pedagógico en la sana intención, de buscar caminos para un continente que no ha
perdido la esperanza de mejorar sus condiciones de vida en todos sus aspectos y
donde el poder real, descanse verdaderamente sobre el colectivo que conforma
cada nación, sin distingos de clase y sin relaciones de poder.
Este
escenario, del debate político, filosófico e ideológico, solo se puede abordar
si realmente hay voluntad política y sobre todo honestidad y rectitud en los
planteamientos, sin intereses grupales o partidistas. Lamentablemente tal
situación no sucede, porque la práctica política de las clases dominantes,
llámense de izquierda o derecha no lo permiten, pues se encuentra en juego sus
cuotas de poder, al tener una población concientizada y capaz de entender, que
el poder real no lo tienen los partidos, ni los grupos, sino un pueblo en
permanente rebelión que sea capaz de tomar sus propias decisiones en los
escenarios necesarios, donde se define el modo de vida y la suerte de unas
nación.
PARA EL PUEBLO LA
INCAPACIDAD NO ES RESPUESTA Y LA MENTIRA
TAMPOCO
La
confrontación de ideas es entonces, hoy día, una necesidad imperante, una
práctica necesaria y de esa misma confrontación depende el éxito de las
propuestas revolucionarias, de los proyectos y de una práctica democrática
sana.
Si
por el contrario, tratamos de que todos piensen de igual manera, en “beneficio”
del partido, del grupo dominante y no aceptamos la crítica y mucho menos la
autocrítica, estamos en presencia de una práctica malsana, mal intencionada,
represiva, autoritaria y fascista, lo que demuestra incapacidad e ignorancia en
algunos casos, para ir al debate y el enfrentamiento general de ideas.
Cuando
se asume esta última posición, sólo queda la manipulación de las masas, la
desinformación de las mismas y la utilización electoral, cuestión que nos aleja
de una práctica revolucionaria real y de la propia aspiración de los pueblos de
producir cambios estructurales que beneficien a todos por igual y la
posibilidad real de producir un nuevo proyecto civilizatorio distinto a los que
conocemos.
Y esto es lo que está pasando en Venezuela, un gobierno que se dice bolivariano y
que le entregó a las trasnacionales el petróleo, el gas y el carbón, bajo la
figura de empresas mixtas. Un gobierno que se dice bolivariano y que cumple al
pie de la letra el recetario del Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial CON UNA DEUDA EXTERNA IMPAGABLE Y QUE HIPOTECA EL FUTURO DE LAS NUEVAS
GENERACIONES. Un gobierno que se dice bolivariano y que deja que la banca
privada manipule como le dé la gana el dinero de los venezolanos y del propio
Estado. Un gobierno que se dice bolivariano con una política de impuestos,
propia de los países neoliberales. Un gobierno que se dice bolivariano y que
proclama el socialismo, mientras sus entornos familiares y amigos se enriquecen a nombre del mismo.
Pero
del otro lado, eso que llaman oposición, que incluso muchos partidos llamados
de izquierda que hoy la conforman, ayer apoyaron a Chávez y siempre se han
acostado con el mejor postor, carece de autoridad moral y política para de
nuevo aspirar al poder que a través de las elecciones siempre han aspirado, en
ese juego macabro del reparto del botín, en que
a última hora llegan en esa solaz perversión entre oposición y gobierno,
pues al fin y al cabo, son hojas del mismo árbol.
DOS REVOLUCIONES
Vivimos un tiempo
de dilemas y encrucijadas, donde dos revoluciones posibles se disputan los
espacios y la continuidad de la historia. Una es la revolución del capitalismo
globalizado, fundada en la supremacía de la tecnología y el libre mercado, además de las telecomunicaciones y
la competitividad que masifican, mediatizan y anulan al hombre en su
inteligencia y sensibilidad, al convertirlo en un simple objeto consumista o en
pieza del mega
La otra es la
revolución alternativa y emancipadora, fundada en la supremacía de la condición
humana y la dignidad de la persona, capaz de inventar nuevas tecnologías no
contaminantes, no centralizadas ni destructoras, recuperar la armonía con la
naturaleza y la convivencialidad basadas en firmes condiciones de igualdad y
soberanía.
Es una revolución que tiene que enfrentar al
capitalismo privado y de Estado, ya que establece relaciones de poder y al establecer
relaciones de poder impone la desigualdad social en todos los aspectos. Una
revolución que tiene que ser una
verdadera y autentica alternativa, que se salga de la trampa de la producción
mercantilista, que pregonan los modelos de sociedad que hoy conocemos.
Es en éste
marco de una revolución alternativa que ya se está dando en la lucha del pueblo indígena
zapatista de México, Venezuela en nuestra Sierra de Perijà, en los
levantamientos de los campesinos sin tierra de Brasil, Ecuador, Bolivia. En la
nueva psicología y espiritualidad de la mayoría de nuestros pueblos, en los
intelectuales sensibles y honestos y en la disposición de militares y
religiosos identificados con la mejor tradición moral, libertadora y
revolucionaria de nuestro continente.
Esto
significa, que ciertos sectores de la población latinoamericana y del Caribe,
se viene planteando, la necesidad de inventar una civilización, que responda a
lo que nosotros realmente somos, que deje atrás los modelos civilizatorios
impuestos y que empecemos a plasmar a través de la lucha constante y permanente
en todos los terrenos, la ruptura creadora, para generar la civilización de la
esperanza, producto de esa militancia en la utopía.
La
revolución alternativa, es la confrontación de los valores de la civilización
capitalista occidental y los valores de la nueva civilización fundada en el
rescate del contenido poético de la vida, y el rescate de nuestro pasado
histórico-cultural donde la visión indígena de armonía cósmica constituye la
base de una sensibilidad que nos permite cuidar la vida para seguir viviendo.
Es de allí precisamente, de donde ha surgido la verdadera resistencia a la
globalización. La primera clarinada la dio el glorioso pueblo de Venezuela con
el alzamiento popular del 27 de febrero del 89 cuando se inicio el liberalismo
económico con Carlos Andrés Pérez. Luego vino el alzamiento zapatista el 1 de
enero del 94, como respuesta inmediata a los acuerdos globalizadores de las
burguesías mexicanas, estadounidense y canadiense (ALCA). Ese es el verdadero proceso
que han emprendido nuestros pueblos. No ser consecuente con eso es transitar
los derroteros de la traición y la estafa ideológica y política.
Estas
reflexiones representan una reafirmación de un proyecto, una alerta más cerca
del devenir, una confesión pública de amor a la revolución y al pueblo, ante
los desvíos y agravios de gobiernos embaucadores. Queremos y aspiramos que la
frustración no queme las esperanzas, sino que abra el vuelo del cóndor de los
andes latinoamericano, en este tiempo de
retos y desafíos. SEGUIREMOS MILITANDO EN LA UTOPÌA.
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