Asdrubal Pulido
Sin preámbulos. Soy de los que piensan que hoy más que
nunca, un mundo más solidario y menos desigual, continúa siendo la esperanza de
la humanidad. De igual manera, estoy convencido que el destino de nuestro país
tiene que ser la democracia plena. Sin embargo, no deja de ser preocupante que
se esté vaciando de contenido el discurso de la izquierda, de la doctrina
social, de la iglesia y del bolivarianismo.
Sea dicho de paso, en diferentes épocas, el pensamiento del libertador
ha sido utilizado aún para sostener las
peores dictaduras. Pues, como decía Rosa Luxemburgo: “Los muertos son víctimas
indefensas de los vivos”.
En la actualidad, una implacable guerra de clichés, de
frases hechas y calificativos furibundos, caracteriza un espacio altamente polarizado entre dos fanatismos. Por otra
parte, hoy como ayer, se continúa persiguiendo
la disidencia, se antepone la
filiación partidista a la capacidad profesional, se premia al mejor adulador,
se otorgan canonjías a quienes se prestan para sostener posiciones con fines inconfesables, el desempleo, la
inseguridad y la corrupción lucen imbatibles.
Este panorama nos
exige mantenernos despiertos, alejados
de la somnolencia mediática que arropa a los “pobres de espíritu”. Esta siempre
diferida “revolución” genera muchas
interrogantes y muy pocas respuestas. ¿Qué pasó con la “Revolución dentro de la
revolución”? ¿En qué consiste el “socialismo del siglo XXI”? ¿Cuáles son sus asideros ideológicos? ¿Hasta qué punto tiene razón Douglas Bravo
cuando afirma que esta “revolución” es
lo más parecido a un capitalismo de estado y que “La vieja izquierda se
transformó en la nueva derecha”? ¿Qué ha
pasado con ese pensar crítico que otrora caracterizó a los intelectuales
progresistas? ¿Hipotecaron su capacidad reflexiva? ¿Dónde comienzan y donde
terminan los linderos existentes entre la neo-izquierda y la nueva derecha? ¿Se
puede ser marxista sin haber leído, analizado y reflexionado sobre la obra de
Marx? La cantidad de preguntas resultan innumerable.
Nadie sabe en qué
consiste el socialismo del siglo XXI. Lo
más cercano a este concepto son las misiones. Especie de analgésico que
temporalmente calma el dolor pero no cura la enfermedad. Por nuestra parte, en
reiteradas oportunidades, hemos señalado que dicho socialismo no es más que una
metáfora, un cascarón vacio en el cual cabe cualquier cosa. Desde banqueros
como Orlando Castro, “revolucionarios” con el corazón a la izquierda y los
bolsillos a la derecha; contratistas con extraordinarias capacidades miméticas
que, como los buenos bailarines, al son que les tocan bailan; los arribistas de
ayer, de hoy y de siempre; una izquierda muy parecida a “El lobo estepario” de
Herman Hess, animal que durante su juventud fue el mejor cazador de la manada
pero de tanto andar con hienas terminó comiendo carroña; y, finalmente, un pueblo adormecido que continúa
esperando un mesías.
Como puede deducirse, este es un “socialismo” con rasgos muy
particulares, inventado fundamentalmente con la intención de detener el
avance de las fuerzas progresistas. A
decir verdad, el populismo
“Revolucionario” nada tiene que ver con
la justicia social. Nos encontramos frente a un gobierno caracterizado por el
protagonismo del estamento militar, un gobierno militarista disfrazado de
revolucionario. Arma que hasta ahora le ha permitido manipular la esperanza de
un pueblo cada vez más empobrecido y victima de las peores calamidades.
Conviene recordar que en nuestro continente, los gobiernos
militaristas son vistos con gran recelo por la población civil; en el caso de
Venezuela, la “izquierda” le regaló su apellido al actual mandatario y lo
convirtió en “líder del socialismo en América Latina”.
¡Qué cosas tiene la vida! En estos lares, después de Lula Da
Silva, uno de los mejores aliados que tiene el pentágono es el presidente de la República Bolivariana
de Venezuela. ¿Contradictorio? No. Para el gobierno estadounidense, un
mandatario puede ser espiritista, “revolucionario”, musulmán, etc., e, incluso, hacer gargarismos
verbales con un discurso antiimperialista, siempre y cuando no toque sus
intereses. Y este “proceso” mantiene excelentes relaciones con el vecino del norte por cuanto le asegura
estabilidad política y por ende, suministro regular de petróleo. Como bien lo
señala Agustín Blanco Muñoz: “por encima
del componente cubano en nuestra política
y el anti-imperialismo verbal
desatado, a USA se le otorgan beneficios sin precedentes en este ex
país. Además de la entrega de gas y la
paralización de la explotación de la orimulsión se inscribe la gran regalía de
los contratos mixtos. Un 60 por 40 que en la práctica significa que aportamos
el yacimiento y la infraestructura y las compañías perciben la referida
ganancia por su ‘trabajo’ de sacar y llevarse el petróleo”.
Reiteramos para concluir, que, tal como lo subraya un
articulo publicado en la pagina de art\gentina.Indymedia.org por EL LECTOR, “El
Marketing ‘terrorista’ y ‘desestabilizador’ que Washington y el Departamento de
Estado endosan a Chávez esta orientado a neutralizar la aparición de verdaderos
enemigos”.
Hemos descendido a un cambiar para que nada cambie, inmensa
trampa gatopardiana con la cual nuestro “revolucionario” presidente, bajo la
fachada de preocupación por los pobres, aspira disfrutar de las prerrogativas
del poder hasta que el cuerpo aguante.
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