A continuación os entregamos una crónica del Encuentro
Internacional de Anarquismo, realizado en la localidad suiza de St. Immier
entre los días 8 y 12 de agosto. El presente informe ha sido realizado por un
integrante de nuestro grupo presente en este evento.
Miércoles 08 de agosto
Llegamos a Ginebra bastante pronto. Nos damos una vuelta por
la ciudad. Trajes a medida. Tiendas de relojes. Edificios de oficinas y sedes
de bancos. Todo es muy caro. Muchas de las personas que nos cruzamos en la
calle, de corbata, deben ser los artífices y los beneficiarios de la crisis que
está arruinando la vida de tanta gente. Unos obreros trabajan en una zanja.
Otro, más allá, tiende unos cables.
El tren nos lleva por la orilla del lago Leman. Luego
Neuchatel. Casitas suizas y al fondo la cumbre nevada del Mont Blanc.
Desde la estación de tren de Saint-Imier seguimos los
carteles con la a circulada. Camping>. Aparcamiento>. <Funicular.
Punto de bienvenida>. El encuentro ha redefinido la topografía de la ciudad.
El punto neurálgico es el Espace Noir. Edificio de cuatro
plantas en la calle principal, propiedad de una cooperativa anarquista local. A
pesar de lo antiguo está muy bien conservado y cuidado, con un aire rústico.
Biblioteca. Bar. Sala de conciertos. Cine. Exposiciones. Emisora de radio.
Hasta un piano junto a la entrada. Impresionante espacio en todo caso, pero más
aún teniendo en cuenta que está en un pueblo de cuatro mil habitantes.
Mientras esperamos para registrarnos empezamos a encontrar
conocidos, amigos y compañeros. Saludos y abrazos. Algunos de Madrid, muchos de
todas partes.
El pueblo es demasiado pequeño para albergar a todo el
mundo, así que los alojamientos están dispersos por los alrededores. Hay dos
zonas de acampada en lo alto de la montaña, en Mont Soleil. Otra en el valle,
tras el cementerio. Otra un poco más lejos. También albergues, apartamentos,
hoteles, un gimnasio…
Sólo se puede subir al monte en el funicular o tras dos
horas de arduo camino. Al registrarnos nos dan una pulsera para ir gratis en el
tren. Menos mal. El último sale a las 9 menos cuarto de la tarde. Hay otro
servicio extra pasada la medianoche. Se corre la voz de que quien no entre
tendrá que subir andando. No nos arriesgamos.
El ascenso nos descubre un impresionante paisaje. Bosque
cerrado de abetos. Laderas casi verticales. Casas desperdigadas entre los
árboles. Cae la tarde.
El primer día y el camping ya está casi lleno. Las parcelas
para las tiendas están marcadas con cinta amarilla, que dibuja amplias calles
sobre el suelo. Un bar-cantina improvisado. Bancos y mesas. Duchas. Baños
portátiles.
Al caer el sol empieza el frío. El rocío se acumula sobre
las tiendas. Se encienden hogueras. Nos vamos pronto al saco, nos puede el
cansancio del viaje. El murmullo de las conversaciones dura hasta la madrugada,
pero no impide dormir. El frío sí.
La asistencia al encuentro fue de lo más variada, y como en
todas estas ocasiones, atrajo a algunas personas cuyo interés principal no era
el anarquismo. Desde aquellos que simplemente se acercaba para tener un lugar
donde dormir y comida caliente, hasta quienes se pensaban que era un
macrofestival de música alternativa. Sin embargo, considerando la cantidad de
personas que acudieron al encuentro y que, evidentemente, desbordaron las
previsiones de la organización, hay que decir que apenas se produjeron algunos
incidentes puntuales y que la semana pasó sin problemas importantes en general.
En una ocasión en que tuve que cruzar Saint-Imier para ir de
una sala de reuniones a otra, a una hora en que ya habían empezado las
conferencias y mesas redondas, las calles estaban prácticamente desiertas. Es
de suponer que todo el mundo se hallaba participando mayoritariamente en los
actos del encuentro.
Jueves 09 de agosto
Nada más salir el sol empieza el calor. Hay cola para los
baños. También para el café y el desayuno. Un cartel señala lo que cuesta la
comida, pero no precio ninguno. Cada cual echa la voluntad en el bote. Todo el
mundo dice que la tienda de las duchas parece una cámara de gas. Al poco la
cierran porque se ha inundado.
Bajamos al pueblo en el funicular. Todas las cabinas están
llenas a rebosar. Nos apretamos como podemos. Nos cuentan que anoche los
conductores siguieron haciendo viajes hasta que no quedaba nadie por subir. El
encuentro debe más de lo que parece a estos trabajadores. Entre pitos y flautas
ya son las once de la mañana.
En elEspace Noir se reparten programas del encuentro con un
mapa de la ciudad. Hay más de siete salas de reuniones. El espacio para el
congreso de la IFA. El
salón de actos general. Una habitación anexa, más pequeña. Otra junto a la
biblioteca. Y otra en el centro cultural. Un poco más lejos, los especifistas,
que se reúnen aparte. La feria del libro anarquista en la pista de patinaje
(ahora sin hielo). Más las salas del Espace Noir y una exposición en las
plantas de arriba. Otra de carteles de la Guerra Civil Española
en el museo del pueblo.
Nos registramos como grupo invitado al congreso de la Internacional de
Federaciones Anarquista (IFA) y nos dan la acreditación. Parece que la
traducción simultánea no acaba de funcionar, porque hay interferencias con la
radio local. Se nos pide un mensaje de salutación de GLAD al congreso. Lo leo
después de comer, luego siguen los demás grupos invitados.
A las 14 primera mesa redonda: Los nuevos territorios de la
anarquía. Brasil, Sudáfrica y Grecia. Aquí la traducción sí funciona. La
moderación es excelente. Tal vez demasiado estricta con los tiempos.
Siguen otras charlas. Damos un breve paseo por el bosque.
Tomamos unas cervezas en el Espace Noir. Cenamos una salchicha de la barbacoa
del patio. Horario europeo, almuerzo a las doce, cena a las seis.
Por la noche, ponencias sobre la crisis económica y social.
La traducción sigue sin funcionar. Es un desastre. Mucha gente se marcha porque
no se enteran de lo que dicen los ponentes. Sin embargo, el compa italiano es
un orador excelente.
Confiamos en el servicio del funicular. Nos quedamos un poco
más tarde, bebiendo con amigos. Hoy hace menos frío.
Varias organizaciones plataformistas (o especifistas, como
se las suele llamar en América Latina) participaron en la organización del
encuentro. Se aseguraron de tener un espacio propio, en las afueras de la
ciudad, aparte el resto del encuentro, bajo el paraguas de la página web que
los agrupa.
En la primera mesa redonda, el ponente brasileño (brillante
expositor, por otra parte) aprovechaba cada pregunta que se le hacía desde la
sala para lanzar un panegírico del especifismo, independientemente del
contenido de la cuestión. Como suele ser habitual en estos grupos, presentó a
su corriente como si fuesen los únicos anarquistas en Brasil.
Este comportamiento es una constante entre los
plataformistas, que se apropian el lenguaje del conjunto del movimiento, de
manera excluyente. Eso ocurre, por ejemplo, con el mismo nombre de
especifistas, que adoptan porque entienden que los anarquistas debemos estar
organizados en grupos específicos, a pesar de que somos muchos los que pensamos
lo mismo, sin ser por ello plataformistas. Lo mismo ocurre cuando se reclaman
bakuninistas o comunistas libertarios, que emplean a menudo como sinónimos de
plataformista.
Viernes 10 de agosto
Nuevo amanecer. Nuevas colas, nuevas caras. Han seguido
llegando compas. El camping es un hervidero. Las calles entre las tiendas han
sido redibujadas para ganar espacio.
Se ha convocado una asamblea en la zona de acampada. Alguien
ha dañado un proyecto de permacultura en una de las fincas cercanas. Ha cogido
ramas de los árboles pensando que eran leña. Ha usado un rincón como water. Ha
estropeado la verja.
La encargada del proyecto explica lo ocurrido. También ella
es anarquista. La permacultura es anarquista, dice. Lleva años trabajando en el
proyecto. Se la escucha con atención. Está furiosa. La asamblea propone hacer
una brigada de limpieza y reparaciones, pero ella declina. No quiere más gente
pisoteando su espacio. Pide que se explique que no se trata de una esquina
abandonada del bosque. Señala que las casas vecinas con jardín no han recibido
el mismo trato, porque están muy cuidadas. Pero los habitantes de la ciudad no
sabemos distinguir un proyecto de permacultura de un bosque abandonado. Es cierto.
Se elaboran carteles en varias lenguas y se ponen a lo largo de la valla. Queda
relativamente satisfecha.
Ya es medio día. Llegamos tarde a las charlas. Exposición
del compa de El Libertario de Venezuela. Interesante discusión sobre el espacio
del anarquismo en América Latina. Se recuerda el error histórico (repetido) que
llevó a los anarquistas a hacer compromisos con formas de organización
centralistas o gobiernos populistas. Se señala que lo mismo ocurre a veces en
la actualidad.
Después de comer, mesa redonda sobre anarquismo y
movimientos sociales. El moderador interrumpe a varios ponentes por superar el
tiempo permitido. Degenera en una situación surrealista y provoca fuertes
críticas desde el público. De repente, alguien le pega un tartazo al moderador
y se marcha gritando algo en francés acerca de la policía. Tumulto en la sala.
Nadie entiende lo que pasa. Desde la ventana vemos cómo persiguen al muchacho
por los jardines de las casas vecinas. Hay quien quiere darle una paliza.
Doblan una esquina y no sabemos más.
El moderador está cubierto de nata. Y rojo de ira. Echa un
discurso en francés (sin traducción) justificando su pasada colaboración con un
ministro comunista del gobierno federal suizo. Tímidos aplausos desde la sala.
El acto no puede proseguir.
Por la tarde todo son rumores. Parece que ha sido cosa de un
grupo insurreccional ginebrino. Se dice que se debe a la forma de moderar. Se
comenta que ha sido porque el moderador es un reformista. Parece que le dieron
una paliza al muchacho. Parece que no, que fue a otro. O a ninguno. Se cree que
al final intervino la policía. Se oye que ha sido por unas declaraciones que el
moderador hizo a los medios locales. Al final no se sabe nada seguro.
Las compañeras de la mesa redonda de anarkafeminismo me
piden que les traduzca sus conclusiones. Quedamos más tarde, en la cantina del
camping. Compartimos queso y vino. Fotocopiarán la traducción manuscrita. Mi
letra sigue siendo ilegible, por mucho que me esfuerce. Nos juntamos con otras
compas del espacio de mujeres. Alguien llega del otro camping a pedir un
médico. Un muchacho se ha quemado con la hoguera. Les acompañan de vuelta con
el botiquín del bar.
Los francófonos repasan el cancionero anarquista. La
majnovchina me pone los pelos de punta. Como siempre.
La noche se cuaja de estrellas. La temperatura sigue
subiendo. Bendita ola de calor.
Como se ha dicho antes, a pesar de la masiva afluencia de
personas, apenas sí se produjeron incidentes puntuales. Aunque no hay manera de
tener cifras exactas, se cree que el número de asistentes rondaba los cinco
mil. Cantidad suficiente, en todo caso y en otras circunstancias, para haber
dejado un rastro de suciedad, deshechos, actos vandálicos, etc. No ocurrió nada
de esto. Incluso el caso del proyecto de permacultura parece haberse debido más
a la ignorancia que a la falta de consideración de quienes lo confundieron con
una parcela de bosque abandonada. Como señalaba después una compañera, lo
destacable no es que haya surgido un problema, sino que se han puesto los medios
necesarios para solucionarlo, desde una práctica anarquista.
Se puede decir que, a pesar de algunas pintadas, pegatinas,
o sucesos puntuales, Saint-Imier ha salido incomparablemente mejor parado
albergando un encuentro anarquista que un macrofestival de música, por poner un
ejemplo.
En cambio, la situación que se produjo en la mesa redonda,
es más seria. No voy a entrar a discutir si en este caso la denuncia de la
actitud reformista del moderador (si es que finalmente se trataba de eso) está
justificada o no, porque no conozco el caso. Pero sí me parece que lo sucedido
es un síntoma de una actitud vigilante que por desgracia se encuentra a menudo
en los círculos anarquistas. Es evidente que cada activista tiene una idea
diferente de cómo llevar adelante la lucha. Aunque compartimos, más o menos,
unas ideas similares acerca de la sociedad a la que se quiere llegar, la
divergencia en cuanto a los métodos a emplear es considerablemente mayor.
Este no es el espacio para analizar el verdadero significado
de la radicalidad. Pero en cualquier caso, siempre habrá compas que opten por
formas de actuación tradicionalmente consideradas como más radicales, frente a
aquellos que adoptan otras que, aunque en ocasiones sean más fructíferas y
constantes en el tiempo, se perciben como más moderadas. El problema surge
cuando esta divergencia de criterios se usa como excusa para justificar
actitudes autoritarias hacia los demás compas. No hace falta insistir en la
manera en que esta forma de pensar repite todos los postulados del pensamiento
dogmático y autoritario, algo especialmente paradójico viniendo de quienes se
presentan a sí mismos como los anarquistas más conscientes. Esto no quiere
decir que todo sea igualmente válido, y desde luego se deben producir debates
entre las diferentes posturas, que a menudo serán enconados. Pero las actitudes
impositivas o de fuerza no tienen cabida en ellas. Del mismo modo, se debe
denunciar como falsas las posturas que pretenden englobarse bajo el paraguas
del anarquismo, cuando en realidad traicionan sus principios básicos. En este
sentido es necesario distinguir claramente entre posturas de principio y
planteamientos tácticos o estratégicos. Son los primeros los que definen o no
una propuesta como anarquista, mientras que los segundos pueden ser muy
variables en todo caso.
Sea como sea, la actitud de ciertos grupos, colectivos e
individualidades que se arrogan el derecho de excluir a otros en virtud de una
supuesta falta de pureza u ortodoxia tiene que ser rechazada. Los métodos
válidos, e incluso necesarios, para enfrentarse al estado y al capital, a los
racistas y neonazis, los autoritarios y aspirantes a dictadores de todo pelo,
etc. no tienen cabida entre miembros de un mismo movimiento libertario. Eso sí,
es más fácil enfrentarse al compa de al lado que esforzarse en encontrar la
forma de construir un movimiento revolucionario potente y eficaz, que se halle
en condiciones de asaltar y destruir el poder instituido.
Sábado 11 de agosto
Hacemos un esfuerzo para bajar antes a la ciudad. A las
diez, entrevista con Eduardo Colombo en el Espace Noir. Pruebo la grabadora.
Sin problema. [La entrevista la publicaremos próximamente]
Cuando llego ya está allí, tomando un zumo. Nos sentamos en
una zona apartada del bar. Bancos de madera. El sol radiante de la mañana entra
por la ventana abierta.
La grabadora se niega a funcionar. Nada más sentarnos,
Eduardo empieza a hablar. Sudo tinta para grabarle en mi móvil. Le tengo que
interrumpir. Al final se puede grabar con el teléfono de Claudia, que tiene
tarjeta de memoria. Interesantísimas opiniones de este viejo militante y
prolífico autor.
Visita al congreso IFA. Los trabajos van demasiado lentos.
Mucha gente participa en el encuentro, lo cual quiere decir que el congreso ha
quedado desatendido. Otros participantes son más optimistas.
Otra mesa redonda tras la comida. Construcción práctica de
la anarquía. Se genera una interesante discusión sobre la revolución blanda, la
proliferación de cooperativas, colectivos, etc. como paso previo necesario para
la revolución. Para unos, eso es la revolución en sí misma. Para otros una
distracción. Ambas posturas tienen argumentos muy válidos.
Me recuerdan que tengo que ir a la feria del libro para
recoger unos carteles. Todavía no la he visitado. Queda un poco apartada, en
las afueras de la ciudad, en la pista de hielo. Un espacio grande y
desangelado, algo oscuro. Muchos puestos, mucho material de editoriales y
grupos. Suficientes libros para toda una vida de lectura. Afuera, en un prado,
bajo un inmenso árbol, hay muchos compas que se esconden del sol del mediodía.
Se preparan las declaraciones finales del encuentro y del
congreso IFA. Alguien ha oído un rumor que critica a la IFA por tener sesiones a
puerta cerrada. Se duda de la conveniencia de sacar un comunicado final, por
miedo a que sea mal recibido. La
FAI Ibérica se niega a firmar la declaración del encuentro
general porque no han sido mandatados para ello. Como consecuencia IFA tampoco
lo puede suscribir. Tal vez más adelante. No se sabe si cualquiera de las
declaraciones va a prosperar.
Hemos quedado a cenar con compañeros y amigos ingleses.
Llevábamos años sin vernos. Siempre es un placer volver a encontrarse. Muestran
mucho interés por los acontecimientos del último año en España. Al final nos
convencen para ir con ellos al concierto de Serge Utko. No está mal. Entre
canciones revolucionarias y vivas a la anarquía no puedo dejar de pensar en lo
mucho que me va a costar volver el lunes al trabajo.
La ciudad es un hervidero. Grupos de compas apuran los
encuentros, los conciertos, las cervezas, los abrazos. Me gustaría quedarme,
seguir fundido en la atmósfera fraternal un rato más. La noche resuena,
vibrante de estrofas anarquistas. No es de extrañar que circule una propuesta
de quedarse, no aceptar el fin del encuentro y seguir en Saint Imier. De buena
gana. Pero ahora llevamos con nosotros la simiente de nuevos cantos, aires que
se tienen que oír muy alto en muchas plazas. A ellas nos dirigiremos, con la
nueva alba.
El encuentro ha puesto de relieve cuáles son las líneas
principales de debate entre los anarquistas a nivel internacional. Básicamente
se centran en torno a la manera de lograr que el anarquismo recupere su
inserción en la sociedad, como agente de transformación revolucionaria efectiva
(lo que los plataformistas brasileños llaman, acertadamente, el vector social
de la anarquía). Este tema se ha planteado con especial fuerza a la luz de la
irrupción de los movimientos de protesta social en los países afectados por la
crisis financiera.
Asociados a este debate de fondo se dan otros, que aunque a
menudo son los que se plantean de manera principal, no dejan de ser
subsidiarios al anterior. Por ejemplo, la forma de organización adecuada, la
táctica a emplear, la actuación en el seno de los movimientos sociales, etc.
En el caso del modelo organizativo hay dos polos bien
definidos. Por un lado están los plataformistas, que defienden la necesidad de
una organización única para todos los anarquistas, muy estructurada, basada en
la homogeneidad teórica (más que la mera unidad). Se ha señalado con razón el
sospechoso parecido de esta estructura con un partido político, aparte de que
la unidad que propugnan no deja de ser un mito, ya que en muy pocas ocasiones
han logrado formar frentes estables. Es habitual que en un mismo país haya
varias organizaciones plataformistas enfrentadas.
En el extremo opuesto se encuentran los partidarios de la
organización mínima, que propugnan vínculos exclusivamente ocasionales y que
generalmente se orientan en torno a tácticas insurreccionales.
Entre ambas posturas hay un amplio espacio organizativo
recorrido por un gran número de grupos, federaciones, etc. que sin embargo
parece estar menos conformado teóricamente. No obstante, en un momento en que
las dos posturas anteriores muestran claros signo de insuficiencia, esta opción
va cobrando fuerza. Por un lado, ejemplos como el de Grecia ponen en evidencia
que la organización mínima y las tácticas insurreccionales dificultan mucho,
cuando no impiden, la participación significativa en los movimiento sociales y
las revueltas populares. A pesar de que los compas derrochan dedicación,
constancia y valentía, su falta de estructura les impide recoger los frutos de
su actividad y proponer líneas de trabajo coordinadas que hagan avanzar los
movimientos espontáneos hacia instancias revolucionarias.
En el otro extremo, la organización plataformista contiene
los gérmenes de su propia destrucción. A pesar de que a menudo aglutinan a los
militantes más serios, dedicados y mejor preparados, su insistencia en una
unidad teórica rigurosa (que más que unidad es homogeneidad) suele redundar en
escisiones y enfrentamientos en torno a, precisamente, aspectos teóricos. Lo
que a la larga dificulta su inserción social, que es justo lo que se quiere
lograr con esta forma hipostasiada de organización.
Las insuficiencias de ambas posturas hacen necesario que el
espacio organizativo intermedio se estructure más definidamente, tanto a nivel
teórico como práctico, mediante una mayor coordinación local e internacional de
los grupos y colectivos que lo habitan. No se trata de revisar ideas ni
propuestas, ni de fundar una nueva “escuela”, sino de difundir una cierta forma
de estar en la anarquía, es decir, de militar y participar, con seriedad y
dedicación pero sin dogmatismos, para lograr la adecuada inserción social que
permita al anarquismo cumplir su vocación revolucionaria.
Finalmente, y como corolario de lo anterior, se discutió
mucho acerca de la participación en los movimientos “espontáneos” que han
surgido en los países en crisis y, de manera relacionada, la actuación práctica
de los anarquistas. A menudo esta discusión se planteaba como una dicotomía
entre partidarios de una revolución blanda y defensores de la revolución en un
sentido más tradicional del término. Sin embargo esta distinción es falaz.
Por revolución blanda se entiende, generalmente, el
movimiento de formación de cooperativas, federaciones, asambleas, asociaciones,
etc., autogestionadas y de orientación anarquista, en el seno del capitalismo,
que se desarrollarían hasta conformar un sustituto al estado y al sistema
capitalista a los cuales suplantarían finalmente. Por el contrario, los
partidarios de la revolución, digamos tradicional, señalan las grandes
insuficiencias que presentan estos desarrollos, tanto por las limitaciones que
les impone el sistema capitalista, como por la tendencia a convertirse en
instancias reformistas, dependientes del estado o plenamente entregadas a la
lógica económica imperante. Frente a esto propugnan la ruptura radical, en un
único momento de levantamiento revolucionario, que acabaría de una vez con el
estado y el capitalismo e instauraría la nueva sociedad.
Decimos que esta separación es falaz, porque una opción no
excluye a la otra. De hecho, ninguna de ellas es suficiente por sí misma, sino
que son necesariamente complementarias. Para empezar, la crítica a la
revolución blanda es acertada. Cualquier organismo autogestionado se enfrenta a
graves dificultades y corre el riesgo de experimentar derivas reformistas, que
sólo se pueden evitar manteniendo una línea antagónica clara y una orientación
ideológica definida con respecto a su finalidad anticapitalista. Sin embargo,
son la única manera de aprender la autogestión, a todos los niveles, tanto
organizativos como técnicos y permiten prefigurar los problemas que se van a
tener que enfrentar una vez superada la etapa revolucionaria. Desde el momento
en que se empiezan a desarrollar las instancias políticas y económicas de la
sociedad libre, tejiendo poco a poco un ecosistema revolucionario cada vez más
amplio y estructurado, este proceso es equivalente a la revolución en sí misma.
Sin embargo, los compas partidarios de esta revolución
blanda demasiado a menudo olvidan, o soslayan, el aspecto de confrontación que
es inevitable en toda revolución. Si bien esto plantea otro tipo de problemas
teóricos a los anarquistas (que no podemos analizar aquí, pero que comprometen
la misma posibilidad del proyecto transformador), lo cierto es que no se puede
contar con una transición suave de las instancias estatales y capitalistas
actuales a las de la sociedad libre, por mucho que ésta vengan ya prefigurada
en el ecosistema revolucionario.
Por eso, como ya se ha dicho, ambas posiciones son
complementarias y necesarias, con todo lo que eso implica para nuestra práctica
cotidiana como anarquistas. Más bien, lo que se trata es de analizar cómo se
inserta la construcción del ecosistema revolucionario en el conjunto más amplio
de la sociedad, cómo evitar su reincorporación al sistema ya establecido, cómo
pasar de una etapa a la siguiente, la actuación de los anarquistas en todo el
proceso, etc. Cuestiones todas ellas pendientes en buena medida y urgentes,
pero que sólo se pueden contestar de manera colectiva y en la práctica.
Domingo 12 de agosto
Desde temprano se empiezan a desmontar las tiendas. Nadie
tiene prisa. Tomamos el desayuno con calma, ultimando las despedidas. Se
intercambian los contactos, se prometen las llamadas y próximas visitas. Nos
vamos con nuevas perspectivas de trabajo, tareas pendientes, otras que se
concretarán más adelante. Unos pocos compas se quedan un día más y miran desolados
como se desmorona la utopía a su alrededor. Parece que la opción de quedarse no
ha sido muy popular.
Algunos intentan encontrar quien les lleve a sus destinos.
Otros más hacen autostop junto a las carreteras. Tomamos el tren. El camino es
largo hasta casa.
Nos invade una cierta nostalgia de lo que se acaba. Pero,
como siempre, la memoria de la fraternidad posible anima la esperanza de la
tarea pendiente.
Los caminos de la anarquía son múltiples y entrecruzados.
Arrancan muchas veces de rincones olvidados y oscuros y se dibujan por toda la
superficie de la historia humana, hacia un futuro que no existe, pero que se
acerca. Se encuentran en nodos imposibles y se separan con la violencia de los
desencuentros, pero no se agotan nunca, mientras exista la voluntad de
recorrerlos.
Una vez más, como hace 140 años, otro camino empieza en
Saint-Imier.
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