Por Gustavo Rodríguez
Es innegable que la protesta ciudadana
sí ha sido televisada. Las acampadas y marchas de “la indignación” en el Estado
español y el “estamos hasta la madre” del sufrido ciudadanismo que se ha venido
manifestando por estas latitudes, han disfrutado de una suspicaz cobertura mediática.
Todos los medios, sean impresos o electrónicos, comerciales o alternativos, han
dado cuenta puntual de ambas movilizaciones. Pero, definitivamente, éste no es
el único paralelismo que podemos establecer entre estas espectaculares
protestas. Tras las aparentes diferencias –centradas en las particularidades de
las reivindicaciones que dan cuerpo a cada protesta– subyace un discurso común
que se esfuerza en liquidar todo intento de elaboración crítica del poder que
plantee, de forma radical, la necesaria reformulación de estrategias contra el
actual sistema de dominación que desemboquen en luchas reales conducentes a la
ruptura definitiva con todo lo existente.
Tanto las romerías de indignados
como las procesiones de dolientes –capitaneadas por el poeta Javier Sicilia–,
han sabido extinguir de antemano cualquier conato de incendio insurreccional,
anteponiendo un pacifismo crónico que revela sus verdaderos objetivos y explica
porque la dominación tolera (y justifica) estas protestas edulcorantes. Ambas
algaradas, muestran sus miserias apelando a un interlocutor común: el sistema
de dominación. Por eso, circunscriben su actuación al marco de deberes y
derechos políticos, pretendiendo ampliar su ejercicio de la mano de un Estado “protector”
que interactúe y atienda sus súplicas ciudadanas.
Si
oteamos los antecedentes de la indignación ciudadana en el Estado español,
conocida hoy como 15M (15 de Mayo), podremos hallar los hilos que la animan. Así
encontraremos, en primer lugar, a Democracia
Real, Ya!, una agrupación de activistas virtuales que predica el
abstencionismo contra el bipartidismo (PP/PESOE), impulsando una “nueva ley electoral proporcional” que
beneficie “la participación democrática
y el pluralismo a través de las candidaturas ciudadanas y la inclusión de
partidos minoritarios” al circo electoral. En segundo término, nos
toparemos con Juventud Sin Futuro, una
red de jóvenes “indignados” pretendidamente anticapitalistas, demandantes de “trabajo” que, por alguna negra razón,
Tony Negri intenta situar en el entorno de la “izquierda autónoma” y les
vincula a Izquierda Unida –haciendo alarde de cierta información privilegiada a
partir de los acercamientos “tácticos” entre ese partido electorero y el
leninismo posmoderno que integra la nueva formación partidista autodenominada
“Izquierda Anticapitalista”–. En tercera instancia, podemos ubicar a varias
asociaciones solicitantes de “vivienda
digna”, como la sugestiva “V de Vivienda” y, la plataforma barcelonesa de “hipotecados”. Por último, dándole
cuerpo masivo a la protesta, se halla un conglomerado de ciudadanos “progres”
nucleados en torno a la “indignación” ante la nueva crisis capitalista (contra
el paro, la precariedad y los bajos sueldos) y la gestión del Estado a merced
de la alternancia bipartidista de los últimos años. De más está destacar que
este grupo multisectorial es el botín en disputa de los izquierdistas que
tratan –contra viento y marea– de acarrearlos hacia las sectas en vías de
extinción, los nuevos partidillos “ciudadanos” y el sindicalismo minoritario.
Por su
parte, en tierras mexicanas, la protesta del “hartazgo” y la Marcha Nacional “Estamos
hasta la madre”, encuentran sus más remotos orígenes en el discurso
neo-zapatista y su disposición al
diálogo con el Estado en busca de “la paz con justicia y dignidad en la
nación” y la elaboración de una “nueva constituyente”. Los motivos más recientes que reaniman la
añeja prédica de “paz con justicia y dignidad” y dotan de ilusiones a los
reformistas constitucionales, se centran en el hallazgo, el pasado 28 de marzo, de los
cadáveres de cinco jóvenes, un ex militar y una mujer, con evidentes rastros de
tortura, a las afueras de la ciudad de Cuernavaca, en el estado de Morelos.
Juan Francisco Sicilia, de 24 años de
edad, fue uno de los jóvenes ejecutados; hijo del poeta y periodista Javier
Sicilia, principal convocante de las movilizaciones contra la violencia y a
favor de la paz, efectuadas el día.6 de abril en, al menos, veinte ciudades de
la geografía mexicana y otros puntos del planeta. Exigiendo que el gobierno replantee su estrategia de seguridad nacional,
Silicia realizó un llamado, afirmando que “Estamos
hasta la madre de ustedes […] porque en sus luchas por el poder han desgarrado
el tejido de la nación”[1],
al que se sumaron “activistas”, grupos y organizaciones de la denominada
“sociedad civil”–donde destaca, con mención de honor, la Otra
Campaña neo-zapatista–,
incluyendo, la parodia de colectivos “anarquistas”, para acentuar analogías con
la “Spanish Revolution”
Las acampadas de indignados en el
Estado español y las marchas y caravanas del “estamos hasta la madre” criollo,
son los anhelados cimientos de los nuevos puentes de diálogo con el poder. La
ciudadanización de la protesta lleva implícito sus límites. La ponderada “ciudadanía”
es la muchedumbre domesticada: la masa subordinada al Estado. Por eso la
protesta ciudadana no busca enfrentar al sistema de dominación, mucho menos
pretende destruirlo, sólo trata de colaborar en su actualización y reacomodo,
de ahí, su obsesiva insistencia en la “participación” y en las reformas. Lo que
quiere es maquillar al sistema de dominación. Ayudar a cambiarle el semblante,
dotarlo de un rostro más “humano”. La “Democracia
Ya” es la transformación cosmética de la “democracia realmente existente”. El “estamos hasta la madre” es la mutación estética del espectáculo que
prolonga el simulacro. La “sociedad civil” es el gran artífice de esta farsa. Se
impone la sumisión democrática. Ya no tendrá que ser destruido el
Estado-capital sino será socorrido con la participación de todos, siempre y
cuando, éste prometa el retorno al añorado Estado benefactor. Todo se reduce a
incrementar el desarrollo económico, es decir, conferirnos más capitalismo y a concretar
nuevas leyes: controles electorales que propicien “proporcionalidad y
pluralismo”, medidas anti-inflacionarias que impidan la carestía, regulaciones
salariales que aseguren mejores sueldos, programas de vivienda que doten de
casa a los sintecho, fondos de salvación que liberen a los hipotecados, un
sistema de salud pública que garantice
la gratuidad de sus servicios, estrategias, ordenanzas y códigos penales que
pongan fin a la “inseguridad”, terminen con la “delincuencia” y mantengan en
sus cuarteles a los soldados hasta nuevo aviso…, en resumen, dotar de mayores
poderes al Estado. Pero, por lo visto, no hay de qué preocuparse: ya vamos
ganando. De abreviar el camino hacia más capitalismo y al Estado todo poderoso,
se encargará el izquierdismo – para ello, cuenta con la bendición del negrismo
y el apoyo incondicional de la chomskymanía– auspiciando la quimera
triunfalista a través del diálogo y la participación e invitando a la
autogestión de la opresión.
La única autogestión posible, en
plena temporada de saldos y retrocesos, es la autogestión de la lucha.
Cualquier otra propuesta “autogestiva” sólo reafirma el sistema de dominación,
sin importar si ésta proviene de la ideología ciudadanista, de la demagogia
populista, de la verborrea obrerista o de las trasnochadas recetas que aún se
cuecen –para autoconsumo– en nuestras tiendas
Gustavo Rodríguez
San
Luis Potosí
A 27 de julio 2011
[1] “Estamos hasta la
madre...” (Carta abierta a los políticos y a los criminales), Javier Sicilia,
Proceso 3/04/2011. Disponible en: http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/89858
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