El viernes 5 de agosto los ciudadanos peruanos Williams
Antonio Minaya, Hugo Walter Minaya y Blanca Riveros Alarcón fueron expulsados
por las autoridades bolivianas y entregadas a la policía peruana en la
localidad fronteriza de El Desaguadero. Los peruanos habían sido detenidos por la
policía junto con su compatriota José Cantoral Benavides en la ciudad de El
Alto el pasado lunes primero de agosto. Aunque sólo se les encontró textos de
contenido marxista y volantes contra el “gasolinazo” de Evo Morales de
diciembre pasado el gobierno boliviano los acusó en un principio de instigación
a la comisión de un delito, de organizar células de la guerrilla peruana
“Sendero Luminoso” y de estar vinculados al narcotráfico.
La policía no contaba con ninguna prueba. La posesión de
volantes críticos al gobierno no pueden constituir delito de instigación a un
delito. La Constitución
del llamado Estado Plurinacional de Bolivia garantiza la libertad de opinión,
expresión y de participación política. Además la policía no encontró a los
peruanos distribuyendo los volantes. La acusación de recrutar activistas para
“Sendero Luminoso” no sólo es falsa sino que no constituiría delito en Bolivia
ya que esta organización no está prohibida en este país andino. “Sendero
Luminoso” se reduce hoy en día a pequeños grupos errantes en la selva peruana
sin ninguna conexión con movimientos populares. Es absurdo afirmar que estos
pequeños remanentes de “Sendero Luminoso” esten operando y generando células en
Bolivia.
El gobierno de Morales hizo todo lo posible para llevar a
cabo una expulsión ilegal. Tres jueces fueron recusados porque existía el
peligro que no acepten las directivas del gobierno. Otro juez se excusó el
mismo. Finalmente, el juez de El Alto que asumió el caso determinó la expulsión
del país de tres de los detenidos en el plazo de 24 horas. De esta manera se
pisoteaban violaban principios de un Estado de derecho y de un debido proceso.
A los expulsados no se les siguió un proceso por los cargos imputados; no
tuvieron oportunidad de defenderse. Se les negó el derecho a apelar. Se les
negó sus derechos como refugiados y solicitantes de asilo. El juez que ordenó
la expulsión lo hizo excediéndose en sus atribuciones ya que esto le
corresponde al Servicio Nacional de Migraciones. Se les entregó directamente a la
policía peruana reviviendo pesadillas del pasado acuñadas por el “Plan Cóndor”.
A los expulsados les espera por lo menos 15 años de prisión.
Serán juzgados bajo la misma legislación anti-terrorista que fue promulgada por
el gobierno del sátrapa Fujimori (1990-2000). Según esta legislación, por
ejemplo, la sola pertenencia a una organización terrorista sin que se haya
cometido ningún acto delictivo es penada con 15 años de prisión. Pero lo más
grave es que el Poder Judicial no garantiza un juicio justo. Los jueces
peruanos siguen casi siempre las consignas del poder político. El nuevo
gobierno de Ollanta Humala, que muchos califican erróneamente de izquierdista,
no representa ninguna garantía de cambio para los perseguidos políticos en el
Perú y esto lo acredita su pasado como militar (bajo el seudónimo del “Capitán
Carlos”) acusado de violaciones de derechos humanos durante la guerra interna.
El cuarto detenido, José Cantoral Benavides, ha sido puesto
en libertad pero se le ha retirado su estatus de refugiado y se le ha dado
noventa días para que salga de Bolivia. La dimensión de esta persecusión
política se evidencia en el hecho que José Cantoral ya le ganó una demanda al
Estado peruano ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos con sede en San José
de Costa Rica. El Estado peruano fue condenado en el año 2001 al pago de una
indemnización de 3,000 dólares de los Estados Unidos de América a José Cantoral
por los “daños mateiales e inmateriales como consecuencia de los hechos del
caso”. Este caso se refiere a la persecusión y prisión injustificada de su
hermano Luis Alberto Cantoral por el delito de terrorismo (ver la sentencia de la Corte Interamericana:
http://www.tc.gob.pe/corte_interamericana/seriec_88_esp.pdf).
La detención arbitraria de los cuatro peruanos había sido
denunciada por activistas de derechos humanos y políticos bolivianos. Según
informaciones de la
Asamblea Permanente de los Derechos Humanos de La Paz, los detenidos han sufrido
torturas y malos tratos por parte de la policía boliviana. El director del
Capítulo Boliviano de Derechos Humanos, Víctor Vacaflores, afirmó que “el
gobierno está impedido de presentar las pruebas (...) porque no se penalizar el
libre pensamiento más allá del contenido de los materiales”. Por su parte,
Felipe Quispe, ex-ejecutivo de la Confederación Sindical
Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia y fundador del Ejército Guerrillero
Tupak Katari señaló que “el gobierno de Evo Morales aplica el “Plan Orinoca”
con el cual pretende eliminar a todos sus adversarios políticos” (para más
información a este respecto ver:
http://www.erbol.com.bo/noticia.php?identificador=2147483947844).
La expulsión de los tres ciudadanos peruanos lleva la marca
de una sucia persecusión política contra quienes desde la izquierda pongan en
cuestionamiento el régimen de Morales. Trae negros recuerdos de la represión
transnacional que se dió bajo el “Plan Cóndor” en los años 70 en Sudamérica. Al
enviar a jóvenes de izquierda a las fauces de un Estado y Poder Judicial
peruanos altamente represivos que no les brindan las garantías de un juicio
justo Morales contradice el espíritu de un gobierno popular como el que se
irroga. El Grupo por los Derechos Políticos y Sociales en Latinoamérica, FDCL –
Berlín, demanda al gobierno boliviano que cese la represión contra la izquierda
y movimientos sociales y que cese la persecusión contra José Cantoral
Benavides, que se restituya su condición de refugiado y que se le permita
continuar residencia en Bolivia con todos los derechos que le corresponden.
06 de agosto del 2011, Berlín, Alemania
Grupo por los Derechos Políticos y Sociales en Latinoamérica
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