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viernes, 12 de agosto de 2011

Cuba: Respuesta al dr Enrique Ubieta de un anarquista del Observatorio Crítico

Por Marcelo “Liberato” Salinas  
 
1.  
El doctor Enrique Ubieta ha asumido un atendible interés en polemizar con miembros de la Red Observatorio Crítico a partir de acusar de “anarco-capitalista” a uno de sus miembros, nuestro compañero Erasmo Calzadilla, activo ambientalista local en el Reparto Eléctrico y asiduo articulista en el sitio Habana Times. Esto puede ser una buena oportunidad para abrir un necesario debate de ideas que de otra forma no ocurriría La impresión que deja Ubieta en su texto es que descubrió un juego de palabras, una pirueta escritural, al acusar a Erasmo de “anarco capitalista”, perdiendo de vista que esta es una corriente de pensamiento, menos pública que otras, pero que forma parte orgánica de la frondosa familia intelectual del neoliberalismo. Pero esto no es algo relevante para él, que en su cortedad de empeños, ni siquiera pudo regalarnos un solo argumento que fundamentara la ubicación del pensamiento de Erasmo en las coordenadas de esa corriente de pensamiento, sus autores, sus tesis y sus conceptos. Eso para él no hacía falta.
 
Todo parece indicar que el objetivo central de Ubieta ha sido menos que polemizar analíticamente, sencillamente establecer asociaciones superficiales torcidas y corrosivas, tales como que Erasmo está vinculado al reaccionario Grupo PRISA, por usar en común a ellos el manoseado término de “régimen” cubano, todo para echarle tierra encima a una persona que forma parte de un pequeño colectivo, casi todos nacidos y todos socializadas en el marco del orden estatal post revolucionario cubano y que consideran que la única manera de desarrollar los contenidos liberadores y populares que un día dieron vida a este gobierno, es asumiendo la revolución como acción directa, cotidiana, autónoma y  liberadora, sin pedir permiso a los que se han apropiado de ella y de ella viven, viajan, vacacionan, mantienen estilos de consumo… y ahora pretenden hacerla una empresa eficiente.  
 
Esos son los que conforman la gran familia de lo que Ubieta festinadamente llama el “contrapoder” en Cuba, un eufemismo con tufo progre que denomina a un gran entramado de individuos cooptados por la gerencia central, algunos provenientes de las capas más humildes de Cuba, que un día fueron llamados a ser cuadros  profesionales y a convertirse en incondicionales a temporada de "la Revolución" hasta que la máquina devoradora de cuadros los defenestra deshonrosamente de la morada, después de comprobarse que tomaron algunos cientos de miles de dólares y algunos viáticos de descanso, como los que se dieron los imponderables Roberto Robaina- Carlos Lage-Otto Rivero- Felipe Pérez Roque- Yadira García-Juan Carlos Robinson… por sólo citar a la última camada de echados de esta serie.
 
2.  
Para aquellos que quieran acusar a Ubieta de asalariado del aparato ideológico del sistema, creo que pueden hacerlo, pero eso no agota el análisis de su caso y no es justo que respondamos con las mismas cartas. Es preciso comprender la lógica del otro, no para quedarnos en la estética de la tolerancia, sino para juzgarlo mejor. Ubieta además de director del oxigenante periódico La calle del medio es autor de un libro publicado en el álgido 1993, con el cual dio una de las primeras señales de la reorientación ideológica del discurso oficial en Cuba, luego de la evaporación histórica del marxismo-leninismo: Ensayos de Identidad, texto que como su nombre lo indica tuvo por centro lo que a partir de ese momento se le llamará “la identidad”, una instancia a través de la cual los agentes culturales del orden estatal cubano gestionaron el recambio de la fenecida “moral comunista”. Una operación que involucró la designación de un nuevo ministro de cultura, la reorganización de la enseñanza de la historia de Cuba y el entramado institucional de la cultura, con la recuperación de figuras como Fernando Ortiz (y su noción de la integración nacional a partir del mestizaje), Cintio Vitier (y su teleología post-origenista del devenir simbólico de la nación) o la adjudicación de un nuevo estatus a la figura de José Martí, con la creación de una instancia cuasi ministerial como la Oficina Nacional del Programa Martiano, con la decorosa figura de Armando Hart Dávalos en calidad de su presidente.
 
Miembro activo de la “última promoción de filósofos que comienzan a emerger con vigor”, según la contraportada de la edición de su libro de 1993, de la cual formaron parte Paul Ravelo Estrade, desaparecido en el torbellino de “parados” en España, Emilio Ichikawa Morín, devenido exitoso intelectual orgánico de la centro derecha cubana en Miami o Rubén Zardoya Loureda, defenestrado intelectual –también orgánico- del “partido único” cuando ejercía funciones de Rector de la Universidad de La Habana; así como el excelente filósofo Alexis Jardines, probablemente el integrante más original e interesante de la camada, capaz de profundas reflexiones, sistematizaciones y contestaciones, que, sin embargo, se tornaron en lamentable y trivial mediación para un nada original traslado a EE.UU. De ese grupo aún más amplio ha sido Ubieta uno de los más visibles promotores de la posterior avalancha de “la identidad cultural”, eso que la periodista Alina Perera Robbio, compañera de ideas de Ubieta, alguna vez denominó “el hilo invisible en el collar de perlas de la nacionalidad cubana”.
 
Han sido los intelectuales orgánicos de la nacionalidad (o los nacionalistas burgueses, como se decía antes de la nueva ola marxista gramsciana) los promotores más activos de ese “hilo invisible”, que no es otra cosa que una metáfora para nombrar la reconstrucción histórica de una identidad nacional que ha permitido sublimar y echar una eficaz cortina de humo sobre el caudillismo, el verticalismo, el desarrollismo y la lucha de clases y sus expresiones culturales que han atravesado a la sociedad cubana, como a cualquier otra sociedad asolada por la dictadura de la modernidad capitalista y sus variantes coloniales.
 
Esos empeños por la “búsqueda de la cubanidad”, expresión acuñada por el gran historiador Eduardo Torres Cuevas, referente intelectual insoslayable en esos laboreos, ha logrado ir vaciando de contenido popular, periférico y proletario a la historia del pensamiento sobre los destinos del país, así como poner la producción de “pensamiento trascendente” en manos exclusivas de los versados en la cultura libresca oficial, por lo que no es extraño que nada de la rica prensa obrera producida en Cuba sea pasto de interés de estos cultores de las olímpicas grandezas nacionales. Así, en 1902 mientras los grandes intelectuales del estado nacional cubano rumiaban teorías para explicarse como Varona el “imperialismo a la luz de la sociología” y todavía no había arribado a las costas cubanas la iluminadora teoría marxista que explicara el rol de la dominación económica, ni había madurado Villena, ni Ramiro Guerra, adalides del pensamiento económico de la nación cubana, según los estudiosos oficiales del tema, un intrascendente “periodiquillo” anarquista como ¡Tierra!, (pero uno de los empeños periodísticos proletarios de más hondura intelectual, más sólidos y duraderos, a nivel de toda América, durante casi 20 años, sólo comparable a su homólogo argentino La Protesta) en un artículo del 5 de julio de 1902 señalaba:
“La revolución pasada […] obra fue del proletariado que arrastró con su ejemplo y por la fuerza de la clase media ilustrada (…) Hora es ya de terminar esa alianza inmovilizadora. Concluida la Revolución por la independencia con el grillete de la Enmienda Platt, remachado por los Asambleístas Constituyentes a nombre del pueblo, el obrero cubano debe ahora dedicar todas sus energías a la conquista de la emancipación económica, pues la revolución por la independencia no lo va redimir de esa esclavitud, al contrario la va a acentuar, por la misma razón que ha dado un vigoroso impulso a la concentración del capital.”
 
Ese vaciamiento de contenidos populares de la historia que han estado haciendo los historiógrafos de la nación cubana ha ido creando las condiciones para que hoy no nos asombremos de un cartel gigante que este año ubicaron en el set de la plaza de la revolución el pasado 1 de mayo: “socialismo es soberanía nacional”, una definitiva declaración del achatamiento de la idea del socialismo en manos de los promotores de los Lineamientos y una demostración de la inquietante capacidad de reproducción universal de la lógica gubernamental que dio lugar hace casi un siglo a los nacional-socialismos europeos. Pero para los intelectuales orgánicos de la identidad nacional esto no es un peligro, sino una oportunidad, una coartada insuperable para salvar su función de rectores de la alta cultura nacional y receptores de las prebendas en status social que ello implica, pero también de algo más determinante: un recurso para conservar su incapacidad, conscientemente asumida, de no poder imaginar un orden social sin la existencia de una elite que destruya toda forma de gestión horizontal colectiva de la sociedad.  
 
Casi viente años después del inicio de aquel programa de fortalecimiento de la identidad nacional como política delEstado, sus frutos se han hecho cada vez más palpables: más que el amor a la patria, hecho popular, hondamente sentido y no necesitado de subsidios estatales para su existencia, se ha reforzado aún más el culto al Estado que nació a partir de la instrumentalización de las conquistas populares de la revolución de 1959, hecho que confirma la tesis del encuadernador anarcosindicalista alemán Rudolf Rocker, autor de la monumental obra, quemada por la maquinaria cultural nazi, Nacionalismo y cultura (1933), donde propone como idea central de su libro que la cultura nacional donde quiera que se organiza es el conjunto de los hábitos, normas y estilos de hacer de la sociedad, que reproducen la lógica del estado a su imagen y semejanza o que no afectan su existencia; hábitos, normas y estilos que son elevados a la categoría de reliquias y fuentes depositarias del orden jerárquico establecido.
  
De esta definición se pueden derivar las razones que pueden explicar el colosal equívoco que produjeron los socialismos del siglo XX, al confundir propiedad social con propiedad estatal, pues si la expresión más palpable del fermento de existencia de una sociedad es su cultura y esta es convertida en un engranaje del régimen de la gobernabilidad estatal nacional, la sociedad misma es propiedad del Estado y por medio de una inversión ya indolora, la sociedad deja de ser condición para la existencia del Estado y el Estado se convierte en condición de existencia de la sociedad… Es que el nacionalismo, sea de los grandes o las pequeñas naciones no ha ido más allá de reproducir a distintas escalas los procederes de los grandes Estados opresores que los movimientos de liberación nacional decían combatir, como lo han demostrado en su libro Anarquismo en África Mbá e Igariwey, en el caso de los socialismo africanos, en general los llamados estudios subalternos y como ya lo venían denunciando desde un siglo anarquistas como Enrique Roig San Martin en La Habana frente a las elites empresariales separatistas, Arrigo Malatesta en la Italia arrebatada por los nacionalistas mazzinnianos o los marinos revolucionarios de Kronstadt, cuando sufrieron la arremetida armada del Ejército Rojo en marzo de 1921.  

3.  
A Erasmo Calzadilla y a muchísimas otras personas acá les da risa que existan “ideólogos de la subversión” no porque no sepan que los haya y que estén además bien pagados, sino porque lo que ha quedado demostrado es que esos ideólogos de la subversión no son tan efectivos en su labor como los ideólogos de la disolución de la revolución desde adentro y un ejemplo sencillo, claro y a mano de esto último es la ya célebre oración : “…revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado…” ¿Quién es el sujeto de esta oración? ¿Quién decide que es lo que debe ser cambiado? ¿Quién va a ejecutar ese cambio? Esta frase -de la autoría del máximo ideólogo de este proceso- deja un jugoso espacio a la indefinición de los roles y, más importante aún, a la parálisis social administrada desde las cúpulas dirigentes, esas que ahora están siendo convocadas a protagonizar un “cambio de mentalidad” de forma tal que los que aprietan el acelerador son los mismos que, automáticos, pisan el freno.
 
Si los ideólogos de la contrarrevolución tuvieran este nivel de eficacia disociadora, lo que queda de esta revolución hace tiempo no hubiera existido.  
 
4.  
Asociar a Observatorio Crítico con Yoani Sánchez es una intención muy marcada en el equipo de trabajo del doctor Ubieta, confieso que no conozco en detalle las intimidades de las relaciones de Yoani Sánchez con Erasmo, ella y él tienen derecho de conocerse y estudiarse. Y si de posiciones claras del OC frente a los defensores del capitalismo en Cuba se trata, tomen nota que cuando en 2010 se realizaron en Casa Gaia –espacio privado/público habanero bajo auspicios del MinCult y de la Oficina del Historiador- los encuentros del 1er Estado de SATS -un evento que ha sido la más seria plataforma de discusión para el demo-liberalismo en Cuba desde la perspectiva teórica de la complejidad-, los únicos que estuvieron ahí presentes y activos para defender abiertamente el socialismo (en su auténtico carácter socializador, libertario, proletario y popular) fuimos los activistas del Observatorio Crítico; y por allí no vimos pasar ni al doctor Ubieta, ni a ningún otro “ideólogo” “profesional” “de la revolución”.
 
Si el doctor Ubieta se siente atacado en su condición de defensor del socialismo, mi pregunta es ¿qué es lo que dice cuando afirma lo de socialismo?, porque a cualquiera mínimamente respetuoso de su propia dignidad intelectual, le puede quedar claro con una sola ojeada que la machacona y desembozadamente tecnocrática promoción en los “Lineamientos” de los campos de golf, los contubernios cada vez mas públicos con Monsanto y el conglomerado agro-tóxico mundial (felicísimo de poder echar abajo un referente latinoamericano de agricultura orgánica y ecológica como Cuba, crecido en menos de 10 años ), la destrucción y momificación folclórica de todas las instancias de supuesto poder popular y de los trabajadores en Cuba (Sindicatos, Comités de Defensa de la Revolución, Brigadas de Producción y Defensa, Asambleas locales del Poder Popular y un escueto etcétera), el traspaso al ámbito policial de proyectos socioculturales autónomos anteriormente “atendidos” por el Ministerio de Cultura, los reiterativos llamados a la eficiencia, al orden y la disciplina, no son pasos en función de encaminar las prácticas socio-políticas cubanas hacia un renovado proyecto socialista y al protagonismo de los trabajadores en sus trabajos y en sus vidas, sino maneras de conectarlas de manera suave, “soberana” y sin traumas transitivos a ese Poder Global que Ubieta dice combatir.
 
5.  
Llegado a este punto me gustaría aclarar que no conozco una declaración explícita de Erasmo de su condición de anarquista, aunque él ha leído con interés materiales libertarios que nos hemos circulado. En el Observatorio Crítico hay anarquistas activos trabajando, pero no es condición esencial ser tal para formar parte de esta red de aprendices rezagados de militantes sociales, por lo que tal vez Erasmo deba tomar nota de los señalamientos del doctor Ubieta para mejorar su condición libertaria porque en verdad es muy poco edificante ser un anarquista de centro, aunque creo que Erasmo a lo que se refiere es a Havana Times como “centro” no en el sentido político sino en el sentido de espacio.
 
Yo sí le pudiera decir a Ubieta que su identidad de izquierdista es tanto o más precaria que la que le señala a Erasmo, pues las reglas del capital han convertido a los gobiernos “de izquierda”, en los más eficaces gestores del capitalismo global, como hoy lo están demostrando los socialistas Papandreu en Grecia, los socialistas Zapateros en España, el ex guerrillero Tupamaro don Pepe Mujica en Uruguay o los vendedores de petróleo “bolivariano” a la mega maquinaria industrial mundial, que creen que el socialismo es sólo un asunto de repartir más… Igual que los gestores de los nuevos capitalismos bajo banderas rojas, en China y Vietnam.
 
6.
Después de todo esto viene lo crucial que nos plantea a todos el doctor Ubieta: ¿qué hacer con el gobierno cubano? Como militante social, anarquista, anticapitalista digo que “apoyar” o “combatir” al gobierno cubano son dos caras de una misma moneda llamada “la gobernabilidad”, ese exitoso concepto y programa de factura “made in FMI” que sólo ha tenido por propósito definir las condiciones que permitan la reproducción ampliada, en círculo vicioso, de la alienación disciplinada y masiva de toda una sociedad, para que sus castas mandantes y capitalistas, en cualquier variante, puedan seguir cómodamente donde están.
 
La política del pueblo trabajador debe enfrascarse en una labor mucho más ardua, profunda y duradera que apoyar o combatir a un gobierno, que ha hecho más por “nosotros” que ningún anterior en Cuba, pero que también ha generado según uno de sus voceros oficiales “…una casta parasitaria que por años se ha venido alimentando de los dineros y las urgencias del pueblo” (“La mentalidad frente al espejo” En: Granma, viernes 22 de julio de 2011). Nuestra política, como anarquista en Cuba hoy entiendo que debe dirigirse a hacer realidad una frase tirada al viento por Fidel en Cuba hace mas de 40 años: aquella referida a que “algún día desaparecerá de la sociedad cubana la ominosa función de cuadro dirigente…” para dar paso a un pueblo consciente de sus potencialidades y destinos y con las armas en la mano para la producción, la defensa, la cultura y el goce de la creación y el ocio libre defienda y profundice su socialismo.
Si nos dicen que eso no se ha realizado en todo este tiempo porque es difícil, por la cercanía del sabotaje y la agresividad imperialista, hay una respuesta que es sencilla y clara: ¡¡no hubieran hecho la revolución!!, ya que otra cosa no se podía esperar del imperio. Lo lamentable no es eso, sino que ahora, medio siglo después que el gobierno que encarnó la revolución y destruyó todas las barreras de lo posible, según se entendía en las tres cuartas partes del mundo en los años 50, pesen aún más las mismas consideraciones geopolíticas (basadas en el famoso fatalismo geográfico que nos enseñaron a refutar en el pre, padre del “destino manifiesto”, de la doctrina Monroe y de todos los anexionismos) que ese mismo gobierno combatiera. El imperialismo yanqui no va a financiar revoluciones, ese es el error de fondo de toda la campaña internacional contra el bloqueo. La única forma efectiva de hacer avanzar la revolución es convertir en posibilidades de otro desarrollo la circunstancia que nos ha tocado vivir, como lo ha demostrado el repunte de la agricultura orgánica en los últimos años y que hoy las elites tecnocráticas y militares pretenden desmantelar, porque ese desarrollo haría ociosos departamentos ministeriales enteros y le confiere más autonomía y libertad al pueblo trabajador como mismo lo pudieron hacer 20 años antes las Milicias de Tropas Territoriales.
 
Ningún cuerpo especializado en Servicios Empresariales de Protección Socialista Antimperialista (S.E.P.S.A??) con sus tanques y sus camiones de guerra para desfiles, sus casas de descanso, sus compras subsidiadas y sus teléfonos móviles a cuenta abierta, está en condiciones de defender la propiedad social, si la hubiera en Cuba, porque los intereses de tal casta militar están al servicio, no del eufemístico y abstracto “interés del pueblo”, sino de cualquier poder nacional o foráneo, socialista o capitalista que mantenga con vida su existencia, sus jerarquías de mando y sus privilegios, como mismo las poderosísimas Fuerzas Armadas de la difunta URSS, cruciales para disuadir la fuerza opresora de la otra potencia mundial, fueron inútiles para defender las bases legales de la supuesta renovación del socialismo, cuando este –tornado ya un mero vocablo- fue echado abajo por la confabulación de sus propios cuadros dirigentes, insatisfechos con la falta de “libertad de empresa” y los (ya despampanantes) privilegios de consumo bajo aquel régimen. Y recordemos: el glorioso pueblo “soviético” no disparó ni un solo tiro en defensa de ese (el ya tan opresivo, formal y ajeno) “socialismo”.
 
Las nefastas consecuencias de un giro capitalista estatal de la revolución de 1959 fueron intuidas muy tempranamente por compañeros anarquistas de Cuba y el exterior. Textos enterrados por la historia contada por los liberales y los izquierdistas progres como un Manifiesto de los anarquistas de Chile sobre la revolución cubana ante los imperialismos yanqui y ruso (1960); el Testimonios sobre la revolución cubana (1960) de Agustín Souchy, anarcosindicalista polaco-alemán y prestigioso especialista en temas de reformas agrarias, quien estudió sobre el terreno el primer plan de cooperativización del gobierno cubano; las últimas ediciones antes de ser clausurado del periódico Solidaridad Gastronómica, órgano del sindicato gastronómico de La Habana; o el folleto Revolución y contrarrevolución en Cuba, de 1960, de los compañeros Carlos Ferro y Abelardo Iglesias -dos trabajadores, militantes anarquistas consecuentes, de la más joven generación de esa época-, son una pequeña muestra de una labor de esclarecimiento de perspectivas que halló resistencia incluso en los propios medios libertarios de la época. Pero el tiempo les ha dado reverdecidas razones. Así, en el escueto folleto antes citado plantearon con claridad meridiana lo que recién estamos redescubriendo tardíamente hoy: “Expropiar empresas capitalistas, entregándolas a los obreros y técnicos, ESO ES REVOLUCIÓN. Convertirlas en monopolios estatales en los que el único derecho del productor es obedecer, ESTO ES CONTRARREVOLUCIÓN.”
 
Si fuésemos unos anarquistas trasnochados diríamos que sólo alguien como el doctor Enrique Ubieta, junto a toda la casta social que ha vivido del monopolio estatal puede no entender estos planteamientos, por pura conveniencia clasista, pero no nos llamamos al autoengaño, toda una maquinaria de adoctrinamiento estatal dirigida, en el mejor de los casos a producir pasividad, irresponsabilidad, abulia (tanta, que los que la fomentaron hoy quieren combatirla), además del consabido miedo, han convertido estos posicionamientos en peligrosos extremismos sin lugar casi en este mundo... A esto hay que agregar razones de más densidad histórica y estructural: el gobierno existente en Cuba ha sido expresión concentrada de las propias manquedades de la cultura política de los trabajadores y el pueblo cubano que hace mas de 50 años, con las tasas de explotación por vía salarial más alta del continente (sólo superadas por Chile en 1953), exigió mayoritariamente a “su” Estado revolucionario, salvo raras y expurgadas excepciones, que se convirtiera en un gran monopolio empresarial nacional, que los librara de la responsabilidad de la libertad y la autogestión, que los librara de las molestias del trabajo libremente asociado y les diera acceso masivo a la vida urbana, a la industrialización de la agricultura y a lo más depurado de la cultura para masas del capitalismo, en nombre del socialismo y el anti imperialismo. Los trabajadores rurales cañeros, símbolos de las más duras luchas sindicales en Cuba, no pidieron tierra para ser libres, sino simplemente mejores salarios del Estado. Nada de esto fue únicamente una imposición exclusiva de la “unidad revolucionaria”/“dictadura castrista”. Como se desprende del libro Ideología y revolución. Cuba 1959-1962 de la rigurosa historiadora Pilar Díaz Castañón, buena parte de la sociedad cubana, en masa, regaló sus derechos al Estado para que diseñara la ‘magia del cambio’. El llamado “fidelismo”/“castrismo” ha sido también un pacto tácito de “no democracia” a cambio de “modernización acelerada”, en el cual el pueblo trabajador no fue una víctima inocente, sino un protagonista muy activo. Pacto social que condujo casi mecánicamente es a la alianza geopolítica-geoeconómica-geoestratégica-geoideológica con la URSS, incluyendo sus nefastos efectos culturales locales… Y en ese contexto el Estado revolucionario pudo acallar, sin contestación social alguna, voces como las de los compañeros Iglesias, Ferro, Marcelo Salinas y otros tantos libertarios, quienes ya conocían (desde mucho de 1959), como otros tantos actores de la sociedad cubana, la naturaleza del régimen “soviético”.
 
7.
Si los pasos actuales que se derivan de los Lineamientos se relacionaran, no con los postulados de estos olvidados compañeros, que sería mucho pedir, sino con los pasos que se dieron en el Ministerio de Industria dirigido por el Che Guevara, con discutibles herramientas socializadoras como los “Comités de Industrias Locales” o los “Planes Especiales de Integración”, tuviéramos algún motivo para prestarle atención a las supuestas intenciones socialistas del gobierno que dirige el país. Pero no es así, el camino al que se nos exige avanzar es hacia un perfeccionamiento del Estado como empresario “colectivo” anónimo, asociado con negocios privados de diversa envergadura (desde timbiriches cuentapropistas donde es obligatoria por decreto la contratación salarial y ya se habla de una sindicalización “vertical” estilo fascista de patrones y empleados en la misma sección sindical, hasta corporaciones transnacionales), y enfrascado en un disciplinamiento de sus masas asalariadas y un etéreo “cambio de mentalidad” en los dirigentes para arribar a algo que inevitablemente pasará por parecerse cada vez más al capitalismo y que generará algo muy parecido a la pura, dura y clásica lucha de clases… ¿De qué lado de las barricadas volveremos a encontrarnos al doctor Enrique Ubieta y sus colegas? Es él quien tendrá que definirlo. Nosotros estamos aquí donde han estado siempre los anarquistas, los comunistas libertarios, sin amo, sin gobierno, en la lucha, solidarios, en el pueblo, en la calle…

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