El pasado domingo, una constelación de individuos rebeldes marchamos tras la pancarta del Bloque Libertario y Autónomo que rezaba: “Lo queremos todo. Lo queremos ahora”. Allí, desafiando a un Goliat que se decía invencible, nos vimos gentes de diversas procedencias (comunistas sin partido, anarquistas, gente desligada de las podridas parodias de “hacer política”: los partidos de izquierda que por doquier se desmoronan…), pero que sin embargo compartíamos la necesidad de establecer espacios de acción y ofensiva contra todo el sistema político y financiero. Como si fuera un virus, el lema pronto apareció en manifiestos y en la prensa e incluso llegó a ser atribuido -aunque, por supuesto, erróneamente- a Democracia Real Ya. También vimos la pancarta llevada por rostros anónimos y desconocidos para nosotros, justo cuando a la altura de la Plaza de Callao estaba a punto de iniciarse la puesta en práctica del habitual estilo policíaco. Aquellos improvisados portadores del lema comprendieron que el Bloque es eso mismo, algo sin líderes ni servicios de orden. El Bloque somos todos.
Parece que lo que sucedió el domingo aconteció hace mil años. Este es un efecto siempre lógico en los momentos de revuelta, un salto de tigre, una ira apasionada que por fin se revela.
Amigos/as, es verdad… ¡Lo queremos todo! e incluso más.
Hoy vemos el rostro del Viejo Mundo (partidos, sindicatos, las pasma, medios de comunicación… todos ellos aterrorizados ante las dimensiones del Movimiento) y este es más viejo que nunca. Tras los acontecimientos de los últimos días e incluso horas, tenemos la constancia de que ya no hay marcha atrás. La presencia de los partidos políticos prácticamente ha desaparecido; pensar en la inicial tabla de reivindicaciones de Democracia Real Ya (aquello de la reducción del gasto militar o el control del absentismo de los políticos…) ha sido superado por un Movimiento que, hasta el momento ha demostrado ser ingobernable, asambleario y ágil a unos niveles mínimos.
Nos lo jugamos todo.
El Movimiento se debate entre el reformismo y la anarquía. Nosotros no tememos a la anarquía, lo que nos da pavor es que mañana todo vuelva a ser como antes, la misma vida controlada, la misma alienación, la misma Mafia. En este sentido, cualquier intento por controlar el Movimiento debe contar con el rechazo frontal, porque es únicamente en su propia dinámica y praxis, en su realización sobre el terreno, donde los rebeldes pueden ir ganándole terreno al Poder. El futuro de todo esto debe permanecer tan abierto como sea posible, como una aventura imprevisible. Esta especie de “caos organizado” nos gusta, pero ahora tenemos la posibilidad de marchar hacia adelante o no ser nada, porque “atrás” sólo nos queda lo que ya sabemos: el Viejo Mundo.
A partir de ahora lo único que puede amplificar la protesta es generalizarla. Para lograrlo, hemos de establecer alianzas con otros colectivos y sectores sociales. El Movimiento debe buscar el conflicto allí donde está, invitando a unirse a la lucha a las asociaciones víctimas de los desahucios, los bomberos en lucha, los sin papeles o los colectivos de Cañada Real, entre muchos otros. Si la protesta es contra todos los órdenes de la vida, la lucha debe abrirse a todo el mundo, porque es en este mestizaje donde reside la clave de su supervivencia y autodefensa.
¡Solidaridad, cariño y apoyo a los detenidos el 15M!
¡Todo el poder para las Asambleas!
Grupo Salvaje, 18/05/2011.
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