Ruth Potts y Molly Conisbee (Inglaterra)
Hace 131 años que el anarquista Peter Kropotkin publicó por primera vez su receta para la transformación revolucionaria La conquista del pan. Estimulado por la caída de la Comuna de París, Kropotkin creyó profundamente que la transformación social centrada únicamente en los ideales estaba destinada a fracasar. Argumentó que una nueva sociedad debería construirse sobre la base de su capacidad de proporcionar sustento para todos. Más de un siglo después, el pan sigue siendo el desencadenante y la materia de la revolución y la metáfora revolucionaria.
Si se escarba debajo de la corteza del pan, el significado de la metáfora es rico. Durante la fermentación que empieza cuando la harina se encuentra con el agua, hallamos la inspiración para crear los sistemas autogestionados que son la base del pensamiento anarquista. En las panaderías que surgen en el norte global, encontramos un rechazo hacia el empobrecimiento de la producción industrializada y durante el proceso de creación, hallamos tanto la belleza como el sentido.
La recuperación de la producción de ‘nuestro pan de cada día’ no es solamente metafóricamente poderosa; es un paso práctico hacia un cambio de mayor alcance. El hecho de cocer nuestro pan -colectivamente- demuestra cuánto más podemos hacer por nosotros mismos.
Pan para todos
“Tenemos la temeridad de declarar que todo el mundo tiene derecho a pan, que hay suficiente pan para todos y que con el lema ‘pan para todos’ la revolución triunfará.” Peter Kropotkin, La conquista del pan.
La conquista del pan fue -en palabras de Kropotkin- “un estudio de las necesidades de la humanidad y los medios económicos para satisfacerlas”. Kropotkin documentó lo que él consideró habían sido los defectos del feudalismo y más tarde del capitalismo como sistemas económicos que dependen de la servidumbre de ‘las masas’ mediante el mantenimiento deliberado de la escasez y la pobreza, con el fin de ejercer mecanismos de control. En cambio propuso unos sistemas basados en el mutualismo y la cooperación voluntaria, de los que él creía había abundantes ejemplos en la naturaleza y la historia de la humanidad. El pan se usa como guía tanto metafórica como literal dentro de una política de la sociabilidad contra la explotación, lo que ayuda a entender por qué las ideas de Kropotkin merecen reexaminarse hoy.
El pan es representativo de la política y la clase más que ningún otro alimento. Su coste y disponibilidad han sido protagonistas de la mayoría de las revoluciones y convulsiones sociales de la historia. Encarna lo peor de la explotacion dentro de la cadena alimentaria (se puede adulterar con facilidad y la producción industrial actual es sólo el ejemplo más reciente de esto). Y el lenguaje del pan permea nuestra percepción política: pan del día, cola del pan, pan y circo. En el árabe egipcio, la palabra para pan -aish- significa vida.
Si la historia es -al menos en parte- la de la lucha económica, lo es más la historia del pan. El tipo de pan que las diferentes clases han comido en el pasado (pan negro de centeno para los pobres, pan blanco de trigo para los ricos), a veces se ha clasificado legalmente. El precio y el estilo del pan han llegado a ser sintomáticos del desplazamiento de las relaciones de clase y el interés surgido recientemente en la producción artesanal es la última iteración de esto; la ironía es que el pan negro de centeno está de moda entre los consumidores más ricos, mientras que el pan blanco manufacturado lo comen los menos ricos. Se le atribuye a Marie Antoinette la siguiente cita: “que coman pastel”.
En la Inglaterra de finales del siglo XVIII y como señala el historiador E.P. Thompson, se produjeron unas revueltas dramáticas a consecuencia no sólo de una serie de cosechas desatrosas y la escasez de pan, sino también de la convergencia de una recesión, el punto máximo de enclosure [cierre de los terrenos comunales], los temores a una invasión extranjera y el pánico antijacobino. Igual que hoy, el pan representó una metáfora central de temores y agravios políticos más amplios.
Como el primer país en industrializarse, Gran Bretaña fue también el primero en abrir nuevos caminos en la elaboración de alimentos y la producción masiva; es decir, el enlatado, el procesamiento y la agricultura intensiva. Otros países, en especial Estados Unidos, siguieron sus pasos. Al poco tiempo de la publicación en inglés de La conquista del pan, Otto Frederick Rohwedder lanzó la primera máquina que partía el pan en rebanadas. Anteriormente, en 1912, se había destruído un prototipo en un incendio y la primera rebanada se cortó en Missouri en 1928.
Uno de los principales impulsores mdel empobrecimento de nuestro pan diario fue la introducción en 1961 del proceso de Chorleywood, es decir el amasado mecánico -que gastaba gran cantidad de energía- y la incorporación de aditivos químicos, con el fin de reducir drásticamente los tiempos de fermentación. En un mundo obsesionado por ahorrar tiempo en vez de valorar el mismo, tenía sentido acortar el proceso, con independencia del resultado perjudicial del producto final. La búsqueda simultánea de variedades de trigo de alto rendimiento representó una enorme reducción en la gama de tipos de trigo cultivados y según el panadero activista Andrew Whitley, una reducción del 40% en el valor alimenticio del trigo.
Esto es importante porque aunque se cultivan muchas alternativas, gran parte del trigo que consumimos se produce todavía industrialmente. Los precios de los alimentos han subido considerablmente en los últimos años debido a las malas cosechas (relacionadas con las condiciones climatológicas más extremas), el control político, el uso del grano como alimento para los animales, la gran expansión de los biocombustibles que desplazan los cultivos destinados a la alimentación humana y la especulación con los alimentos como mercancía.
Entre enero de 2005 y junio de 2008, el incremento en los precios del maíz, el trigo y el arroz implicó un aumento medio del 83% a nivel mundial. Las revueltas relacionadas con el pan se extendieron por todo el globo entre los años 2007 y 2010 y representaron uno de los máximos impulsores de la primavera árabe. Según Jane Harrigan de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, “el pico del precio de los alimentos fue la gota que colmó el vaso para los regímenes que no cumplían su parte del contrato social.”
El grito de guerra de la revolución egipcia de 2011 fue “pan, libertad y justicia social.” Más recientemente, las pintadas cerca de la plaza Tahrir decían “no necesitamos la jodida barba, necesitamos pan”. Como en los tiempos de Kropotkin, se mide la revolución no sólo por sus ideales, sino por su capacidad de proveer para todos. Cuando Blockupy cerró el Banco Central Europeo en Frankfurt en mayo de 2013 por su papel en las políticas de austeridad que han desembocado en el sufrimiento innecesario de millones de personas, en una pancarta se leía “¡no se trata de un trozo más grande de la tarta, queremos toda la panadería!”
“Tener buen pan” significa todo, desde el acceso a la tierra, los sistemas de elaboración de los alimentos, los métodos -y por tanto las relaciones- de producción, las dietas nacionales -y su impacto sobre la salud de los más pobres- hasta cómo ocupamos nuestro tiempo. Por todo esto debemos utilizar mejor el coco.
Apropiarse de la panadería
“Voy a haceros pan como nunca antes y en él habrá amor y amistad.”
Marcel Pagnol.
Una lenta revolución panaria fermenta ya, mientras las políticas de austeridad combinadas con las pobres cosechas de 2013 significan que el pan se hará más político en el próximo futuro.
Los nuevos experimentos que están surgiendo al margen de la economía actual podrían extenderse. En el condado de Yorkshire, una panadería a la que no se le concedía un préstamo convencional emitió “bonos de pan” con el objetivo de financiar su expansión mediante préstamos que se devolvían con panes. Otros experimentos -como Heritage Wheat Conservancy [conservación de las variedades ancestrales de trigo] de Estados Unidos- están resucitando variedades antiguas de trigo, hacen que resurja la producción y protegen contra la diversidad cada vez mayor de condiciones climatológicas. La Deccan Development Society en el distrito Medak de Andra Pradesh -entre una gran variedad de proyectos pioneros- ha establecido redes públicas de distribución que aseguran el control autónomo de las semillas, ha recuperado más de 80 terrenos y ha establecido fondos de grano comunitarios con el fin de prevenir contra penalidades futuras. En Francia, Terre de Liens ha recogido 25 millones de libras desde 2006 con el fin de retirar terrenos agrícolas de la economía especulativa y alquilarlos por pequeñas parcelas a agricultores ecológicos.
Las panaderías artesanales brotan a lo largo del Reino Unido. Muchas de ellas, como la tahona del barrio de Hackney al este de Londres, organizan talleres para los escolares de la zona y otras panaderías ofrecen contratos de aprendiz para los jóvenes que no estudian ni trabajan. También está a punto de abrir sus puertas recién pintadas la Cooperativa del Pan de la ciudad de Leeds, la primera de una nueva ola de panaderías apoyadas por la comunidad, cuyo objetivo es ofrecer panes a precio asquible en cinco puntos de la ciudad. Otras panaderías proporcionan espacio y recursos para que los vecinos hagan su propio pan a cambio de que les cedan algunos panes que se venden para financiar el proyecto. Y aún se podría hacer mucho más. La jardinería de guerillas urbana podría cultivar pensando en el pan además de la belleza. Las órdenes de recuperación de terrenos para la comunidad podrían utilizarse para crear campos de trigo urbanos en solares vacíos.
Mientras luchamos por derrocar los sistemas que sirven los intereses de unos pocos, deberíamos recordar la advertencia de Kropotkin de que “discutieron diversas cuestiones políticas en profundidad, pero se les olvidó hablar del pan.” El pan, hoy, nos convoca a realizar una nueva valoración de cómo vivimos y cómo nos organizamos. Si hacemos esto, quizá la sociedad cooperativa que Kropotkin concibió se haga realidad. Es más, al cocer y compartir el pan, recuparamos nuestro tiempo y los medios de producción y fermentamos el potencial de la transformación duradera.
[Tomado de https://ecoopan.wordpress.com/2014/08/03/la-conquista-del-pan.]
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