Carmen Gutiérrez
No hace mucho llegó a mis manos la información sobre una maravillosa exposición que se había organizado para visibilizar la lucha de las mujeres a través de las huelgas protagonizadas por ellas desde el siglo xix y en diferentes lugares. En los paneles con imágenes y texto se presentaban 25 momentos históricos de huelgas y disturbios protagonizados por mujeres. Destaco sólo unos poco hitos:
Si analizamos qué tienen en común todas estas huelgas es que fueron protagonizadas por mujeres de clase obrera que se peleaban y defendían sus derechos con la acción directa, con la fuerza que da la organización, sabiendo que las victorias se ganan en la calle y no en los despachos. La exposición finalizaba con referencias a las huelgas feministas de los dos últimos años, como si se tratara de los mismos hechos.
Pero en las manifestaciones del 8M ni siquiera podemos concluir que se cumple siempre la propuesta de realizar una huelga de cuidados, que recaen sobre las espaldas de las mujeres. Porque a pesar del importante avance que ha supuesto el incluir en el discurso y reivindicaciones el nuevo concepto de los cuidados, entendido como el trabajo que se da por sentado que ellas deben de hacer y que al capitalismo le sale gratis, la realidad es que muchas mujeres no pueden abandonar a personas que dependen tructura social que asuma esos cuidados. Muchas querrían ir a la manifestación pero no pueden. Si las mujeres dejaran de realizar el trabajo de cuidados el sistema capitalista se derrumbaría.
Sabemos que el Movimiento Feminista no siempre ha estado bajo el mismo paraguas. Mientras algunas mujeres burguesas se manifestaban por el derecho al voto o la equiparación con los hombres y lo hacían desde su situación privilegiada, el privilegio de alguien que no tiene que pelear por defender su salario; las mujeres de la clase obrera, sin sentir siquiera que formaban parte de ese colectivo revolucionario, se partían la cara en las calles, en las fábricas, en las huelgas. No se preguntaban si eran feministas o no. Solo sabían que eran mujeres de clase obrera. Que eran discriminadas por ser mujeres pero desde su conciencia de clase. Hoy sabemos que por supuesto sí eran feministas.
En el estado español después de los largos y duros años de dictadura, como modelo de lucha ejemplar está la defensa sin fisuras de las 11 mujeres de Basauri (Vizcaya), mujeres de clase obrera que fueron detenidas en 1979 y juzgadas por abortar. Miles de mujeres apoyaron y asumieron la defensa de las acusadas con concentraciones de firmas autoinculpándose hasta conseguir su absolución. El movimiento fue tan potente que consiguió que se impulsara la Ley que en 1985 despenalizó el aborto. Fueron unos de los primeros pasos de un Movimiento del que formaban parte mujeres que entendieron que las conquistas se consiguen en la calle.
Poco a poco el Movimiento Feminista se va convirtiendo en un crisol que atrae a mujeres de diferente condición. Desde la que está en las colas de recogida de alimentos,
a la que va a la manifestación del 8M porque puede dejar en casa a la empleada de hogar, las jóvenes, las trans, las migradas sin papeles que algunas veces pueden acudir a la manifestación y otras no porque trabajan como «internas», las desempleadas, las profesoras funcionarias, las trabajadoras en huelga, las pensionistas.
Nos une a todas el hecho de ser mujeres, y por tanto ninguna, pertenezca al entorno que pertenezca, está libre de sufrir discriminación, desprecio o maltrato. Pero mientras unas pertenecen a la clase obrera, otras son burguesas, unas son del lugar y otras migradas, unas blancas y otras negras, unas heterosexuales y otras transexuales.
Cuando hablamos de defender un feminismo de clase es porque en la medida en que se es mujer y además pobre, se sufre doblemente el maltrato, sometimiento y necesidades. No me siento bien junto a mujeres o grupos de mujeres que dan lecciones de feminismo porque tienen tiempo para dedicarse a ello. Las hay que cobran de las instituciones, que están liberadas para dedicarse a eso. Lo que para algunas es la lucha por la emancipación, para otras es una profesión. Están también las que forman parte de grupos que reciben subvenciones. No es igual trabajar desde la independencia sin deber nada a nadie a tener que rendir cuentas a quien te subvenciona.
Cuando se dice que el Feminismo es un movimiento con capacidad de cambiar el mundo parece complicado mientras esa transversalidad pretenda colocar en el mismo lugar a mujeres con privilegios y a otras que no los tienen. Todas las feministas luchamos por abolir el patriarcado, pero no todas vamos en el mismo barco ni remamos en la misma dirección. ¿De qué se trata entonces? Se trata de tener privilegios y poder o de no tenerlos. Se trata también de diferentes formas de lucha.
A modo de conclusión diré que una sociedad sin jerarquías, justa y feliz ha de conseguirse mediante la lucha de clases, y la revolución social utilizando la acción directa, que es como han sido históricamente logradas las conquistas. Sin embargo, como ya planteó la organización Mujeres Libres en 1936, tendrá que producirse al mismo tiempo y como parte de la misma revolución un cambio en las conciencias que se traduzca en el desmantelamiento de todo pensamiento y comportamiento heteropatriacal. Si el anarquismo lleva intrínseco la destrucción de las estructuras de poder, solo el anarcofeminismo será capaz dentro del feminismo de acabar con las jerarquías, los privilegios y el poder.
[Artículo publicado originalmente en el periódico CNT # 426, Valladolid, enero-marzo 2021. Número completo accesible en https://www.cnt.es/noticias/periodico-cnt-no-426-enero-a-marzo-2021-dosier-anarcofeminismo.]
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