Rubén Hernández
Es difícil aceptarlo, pero el típico asalariado venezolano vive prácticamente como un indigente debido a la hiperinflación y al mísero ingreso, tanto en el sector público como en el privado, si bien algo “mejor” en este último.O mejor dicho, sobrevive con una pequeña colaboración exageradamente llamada salario, que a duras penas le alcanza para adquirir algunos alimentos y poco más, y en general le impide tener cierta calidad de vida. De manera que explotado y humillado con el pago de “sueldos” muy inferiores al costo de la canasta básica, el empleado promedio venezolano, en situación de gran pobreza o de miseria, ya no es capaz de atender sus propias necesidades esenciales, menos las de sus familiares a cargo, y solo aquellos que cuentan con varias fuentes de ingreso por diferentes conceptos pueden vivir con cierta dignidad en el país suramericano.
Es difícil aceptarlo, pero el típico asalariado venezolano vive prácticamente como un indigente debido a la hiperinflación y al mísero ingreso, tanto en el sector público como en el privado, si bien algo “mejor” en este último.O mejor dicho, sobrevive con una pequeña colaboración exageradamente llamada salario, que a duras penas le alcanza para adquirir algunos alimentos y poco más, y en general le impide tener cierta calidad de vida. De manera que explotado y humillado con el pago de “sueldos” muy inferiores al costo de la canasta básica, el empleado promedio venezolano, en situación de gran pobreza o de miseria, ya no es capaz de atender sus propias necesidades esenciales, menos las de sus familiares a cargo, y solo aquellos que cuentan con varias fuentes de ingreso por diferentes conceptos pueden vivir con cierta dignidad en el país suramericano.
En tal contexto no es raro observar en los espacios públicos de numerosas ciudades venezolanas a trabajadores dependientes recibiendo bocados de ciertas personas y organizaciones caritativas, e incluso no son pocos aquellos que ya buscan alimentos en la basura, como si fueran personas en situación de calle, en la total miseria. A esto se ha llegado en Venezuela, ahora en medio de la pandemia por COVID-19, que por cierto es la excusa de turno del Gobierno “revolucionario y socialista” para no hacer referencia a las condiciones laborales y salariales de los empleados venezolanos. Y a lo de la COVID-19 se unen los bloqueos y sanciones internacionales, para que las autoridades en Venezuela se laven las manos completamente respecto al lamentable estado de millones de asalariados; en este sentido con la violación e incumplimiento descarados del artículo 91 de la constitución, que establece un salario mínimo digno para los trabajadores dependientes, se nota claramente que a las élites política y económica importa nada el bienestar de la mayoría en la nación caribeña.
Claro está que la indiferencia de dichas élites respecto a la condición miserable de los asalariados en Venezuela, parte de su mentalidad dominante y excluyente, y del hecho obvio de que viven en la opulencia (burgueses), protegidos de las catastróficas consecuencias socioeconómicas derivadas de factores como los bloqueos, las sanciones, el pago de la enorme deuda externa y la semiparalización económica, exacerbada por la pandemia por coronavirus. Incluso por parte de altos funcionarios gubernamentales se llegó al extremo de considerar que las reclamaciones salariales y laborales son ilógicas y contraproducentes, debido a la complicada situación país. Ah, ¡pero qué fácil es pedir sacrificios a los trabajadores dependientes cuando están cubiertas con creces las necesidades básicas, tal como en los casos de ministros, gobernadores y alcaldes dizque socialistas¡¡Qué fácil es ignorar la temática salarial y laboral, cuando quienes lo hacen se ubican en una especie de zona de confort, alejada del socialismo que con ahínco vociferan y promueven¡ ¡Hipócritas todos esos dirigentes políticos que aseguran actuar en favor de los trabajadores-pobres, pero sólo velan por sus propios intereses¡
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