Diego Battistessa
El
anarquismo en Latinoamérica se ha expandido en los campos de las literaturas,
del teatro, de la pedagogía, de los experimentos cooperativos, entre otros.
Estamos frente a una larga y compleja historia que necesita de un profundo y
extenso análisis: un análisis que rehúya la tentación de una narración parcial
e inorgánica. A menudo se ha minimizado en la región latinoamericana la
importancia de los movimientos anarquistas locales y su impacto en la sociedad
considerando que el anarquismo es una ideología que es completamente marginal e
insignificante.
Sin embargo, es considerable el
papel que el anarquismo ha asumido históricamente en el desarrollo del
pensamiento socialista y en el movimiento obrero, y en este artículo se
presentará la trayectoria y la manifestación de este pensamiento, comenzando
desde su aparición en la región latinoamericana al comienzo del siglo XIX hasta
nuestros días. A través de textos de Ángel J. Cappelletti, Daniel Barret y
Nelson Enrique Méndez Pacheco [ver títulos y ubicación en la Bibliografía al
final], se comprobará la influencia que el anarquismo, en sus distintas formas,
ha tenido en América Latina y se introducirán las corrientes propias generadas
dentro de contextos nacionales de la región latinoamericana.
¿Cuando llegó el anarquismo a América Latina?
El pensamiento anarquista llega a Latinoamérica
en el siglo XIX a través de los primeros flujos migratorios procedentes de
Europa. Unos flujos migratorios protagonizado por las clases populares, que
dejan su estado de miseria en el viejo mundo, en búsqueda de un futuro más
próspero al otro lado del Atlántico. El anarquismo desde sus inicios vivió en
América Latina un fuerte proceso de adaptación que permite identificar la
primera seña identitaria de una trasformación regional de este pensamiento
político. Méndez señala que:
«Es de tener muy en cuenta el
modo como amplios sectores entre los oprimidos identificaron las propuestas
libertarias con tradiciones de igualitarismo colectivista que para muchos
pueblos indígenas eran anteriores al imperialismo europeo, azteca o inca,
mientras que para los de origen africano venían del momento anterior a su
esclavitud» (2012, p. 131).
El anarquismo se asienta entonces en
Latinoamérica sobre una base social que ya es tradicionalmente portadora,
aunque no codificados bajo una propuesta política, de aquellos principios de
vida comunitaria y de igualdad propugnados por los recién llegados. Para poder
dibujar un mapa histórico de la vida del movimiento anarquista en la región
latinoamericana resulta esclarecedora la división temporal propuesta por Méndez,
que identifica cuatros grandes etapas, incluyendo la actual.
1) El momento “Alpha”, el origen:
representado por la llegada del pensamiento anarquista desde Europa en el siglo
XIX y sus primeros pasos de integración/adaptación a la realidad social
regional;
2) Desde 1900 hasta 1930: tres décadas en las
cuales se vive el auge de un particular tipo de anarquismo, el
anarcosindicalismo. En este momento histórico los anarquistas están presentes
de manera activa y protagónica tanto en las luchas sociales, así como en el escenario
político, cultural e intelectual de la región;
3) El periodo que va desde 1930 hasta la
década de 1990: esta etapa representa el crepúsculo del pensamiento anarquista
en América Latina y es considerado como un momento de casi total desaparición de
este pensamiento político de la escena regional;
4) Desde finales del siglo XX hasta nuestros
días: etapa en la que vivimos un nuevo despertar del anarquismo y un
descubrimiento de su herencia y potencial para enfrentar los desafíos actuales
de las sociedades latinoamericanas.
El espacio temporal así analizado a través de
estos cuatros etapas, permite observar que el anarquismo ha estado presente en
las dinámicas de luchas en la región durante casi dos siglos. Aunque, sobre
todo durante la etapa inicial, era común que se etiquetara el anarquismo como
una ideología ajena al espacio social latinoamericano, vehiculada por
agitadores emigrantes (y que tenía poco o ningún efecto sobre la población nativa),
podemos afirmar que no fue así.
Tanto Cappelletti como Méndez,
demuestran en sus escritos como el anarquismo gozó de una rápida aceptación en
lo ancho y lo largo de Latinoamérica. Una aceptación demostrada por el florecer
de escuelas, publicaciones y espacios declaradamente libertarios: la “Escuela
del Rayo y el Socialismo” en México, Enrique Roig San Martín y el periódico “El
Productor en Cuba”, la Colônia Cecília y otras experiencias de comunidades
socialistas en Brasil, el anarquista Manuel González Prada en Perú, y en
especial la actividad libertaria que se desarrolló tanto en Argentina así como
en Uruguay: países que vieron en 1872 la fundación de secciones de la
Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) que tuvieron desde el origen una
fuerte alma anarquista.
La época dorada del anarquismo en América
latina comenzó casi simultáneamente en toda la región. En Argentina y Uruguay
se asistió a la creación de la Federación Obrera Argentina (que posteriormente
pasará a llamarse Federación Obrera Regional Argentina - FORA), y de la
Federación Obrera Regional Uruguaya. En Brasil nació la Confederação
Operária Brasileira y en Paraguay fue creada la Federación Obrera Regional
del Paraguay.
Mientras tanto, en Cuba se trabajaba con
fuerza en la difusión del sindicalismo libertario, y también en México se
asistía a la labor de propaganda del pensamiento anarquista, impulsado por los
miembros del Partido Liberal Mexicano de Ricardo Flores Magón.
En un comienzo de siglo XX marcado por luchas
sociales y cambio de hegemonía colonial continental, las ideas anarquistas se
plasmaron en distintas dimensiones de resistencia y alternativa social como:
cooperativas autogestionadas, fondos solidarios de socorro mutuo, escuelas
libres de la tutela eclesiástica o estatal, experimentos de vida en comunidad,
emprendimientos editoriales sin fines de lucro, proyectos autónomos de
creación/difusión cultural entre otros. Si bien el pensamiento anarquista, y en
específico el anarcosindicalismo, no representó la totalidad del panorama
político que animaba los oprimidos a lucha, se puede afirmar que fue uno de los
motores de renovación social más destacados en la época. Una renovación
autóctona que ya se diferenciaba del patrón con el que estas ideas habían
llegado desde Europa, y que incluya en su nueva trayectoria y estructura, una
lucha aglutinadora de las reivindicaciones indígenas y de las comunidades
rurales/campesinas.
En estas tres décadas (1900-1930) germinó el
propio pensamiento anarquista latinoamericano que empezaba a separarse de los
“clásicos” europeos para recorrer una senda nacional/local con una perspectiva
de repercusión a nivel regional. Cada colectivo anarquista enfrentaba en su
país retos y luchas parecidas, pero al mismo tiempo distintas, que requirieron
una adaptación y una adherencia ideológica al estrato social de referencia.
Méndez clarifica este punto afirmando que el
anarquismo en América Latina afrontaba al mismo tiempo, y desde distinto
terrenos de luchas, retos como:
«El avance agresivo del capitalismo
imperialista externo que se asociaba con los poderes semi feudales locales; la
hegemonía cultural profundamente reaccionaria que ejercía la iglesia católica;
la lucha por la liberación de la mujer: o cómo hacer para que un movimiento
político-social decididamente racional y moderno como el anarquista, pudiese
lograr sus propósitos en la situación de tradicionalismo caudillista e
ignorancia generalizada aún imperante en nuestras tierras, para lo cual llegó a
crear respuestas organizativas tan originales como la FORA argentina o el
Partido Liberal Mexicano» (2012, p. 133).
Es de aquella época (1930) el inicio del
conflicto con el Marxismo-Leninismo para acaparar el apoyo de la clase obrera,
así como el comienzo de la obra de desprestigio que los partidos comunistas
ejercerán sobre las ideas libertarias. Los partidos comunistas lograrán de
facto imponerse en toda la escena política durante el periodo de la guerra
fría, apoyándose precisamente en la referencia comunista mundial representada
por la URSS y a nivel regional por la experiencia de la Cuba castrista. Además,
en la década entre 1930 y 1940 el anarquismo tuvo que enfrentarse al auge del populismo
nacionalista, que iba ganando espacio y poder aislando las reivindicaciones
libertarias.
En su obra, Cappelletti identifica otras dos
razones además de las ya mencionadas, en aras de analizar el fin de la época de
oro del anarquismo latinoamericano. Por un lado, la derrota de las fuerzas
anarco-comunistas en la guerra civil española (1936-1939) y por otro, el auge
autoritario que dio lugar a la época de las dictaduras en la región (regímenes
que fueron especialmente represivos con las ideas antisistema de los colectivos
libertarios). Estos dos fueron factores determinantes, según el análisis de
Cappelletti, para la involución de la influencia anarquista en Latinoamérica.
Ya a partir del fin de los años treinta del
siglo XX, se podía vislumbrar lo que sería el crepúsculo de las ideas
libertarias en la región, crepúsculo que duró hasta la década de los noventa
del siglo XX. Para frenar, o por lo menos contener, esta desaparición de la
escena social y política en la región, se intentaron acciones supranacionales
que no fueron suficientes para revertir este declino. Entre ellas, destacan la
constitución de la Comisión Continental de Relaciones Anarquistas en la década
de 1950, y la primera Conferencia Anarquista Americana de Montevideo en 1957.
La nueva realidad del anarquismo
latinoamericano: de los años de 1990 hasta nuestros días
Barret, en su documento, ofrece un mapa del
nuevo despertar de la pugna libertaria en América Latina, en un momento
histórico de fuertes tensiones e inquietudes hacia el futuro tanto a nivel
regional, así como a nivel mundial. El listado de organizaciones, federaciones,
grupos, publicaciones y autores propuesto por Barret resultará posiblemente
incompleto (por admisión del mismo autor) pero refleja de manera clara la tentativa
de renovación y actualización del anarquismo en los diversos contextos
nacionales de los países de la región latinoamericana.
Contextos nacionales que se caracterizan por
diferentes grados de conocimiento del pensamiento anarquista ya que por ejemplo
en algunos de ellos, este pensamiento político representa una completa novedad
en el panorama de la lucha social. Por otro lado, no existe un pensamiento
guía, un criterio común adoptado por las diferentes realidades anarquistas
nacionales como eje común de lucha regional: cada colectivo libertario construye
su marco identitario partiendo de la realidad local en la que se encuentra. En
otras palabras, si bien el origen sea compartido, tanto el camino como la meta
difieren en cada contexto nacional.
Este dato nos trae a la
conclusión de que no se puede hablar de un anarquismo latinoamericano, sino de
unas pluralidades de luchas, ramas del mismo árbol libertario, que han
conformado una realidad regional en la que actúan diferentes anarquismos
latinoamericanos.
Como argumento de la tesis que ve la
existencia de una pluralidad de anarquismos latinoamericanos, se puede visionar
lo que el mismo Barret llama en su obra “Un fenomenal directorio anarquista
latinoamericano constituido ahora en material de referencia imprescindible
sobre el tópico” realizado por Méndez, presente en versión resumida en el documento escrito por
el mismo autor, y utilizado como referencia para el artículo de Barret.
En el directorio de Méndez, en primer lugar,
se menciona un listado de autores que han marcado la senda anarquista en
América Latina. Para categorizar estos autores, se utiliza un criterio
temporal, definiendo como “clásicos” aquellos que produjeron sus obras antes de
1950 y como “contemporáneos” los que, por el contrario, realizaron sus
aportaciones a la causa libertaria en la segunda mitad del siglo XX (Méndez,
2012, p. 139).
Por otro lado, se recoge la
prensa anarquista en América Latina, mapeada entre 2011 y 2012, y finalmente se
crea un listado de espacios digitales en el World Wide Web, que hacen
referencia al anarquismo latinoamericano (Méndez, 2012, p. 140).
Conclusión
Con referencia a lo analizado en los
documentos propuestos por Cappelletti, Barret y Méndez, se puede afirmar que el
anarquismo en América Latina cuenta con una larga trayectoria: una trayectoria
que remonta al siglo XIX y que llega, viva y dinámica, hasta nuestros días. La
influencia del anarquismo en América Latina resulta clara y extremadamente
importante, sobre todo en la segunda, de las cuatro etapas identificadas por
Méndez, desde 1900 hasta 1930. En este periodo histórico el anarcosindicalismo
ha sido uno de los motores de las reivindicaciones populares en el continente
llegando a poner en duda los cimientos mismos de las sociedades
latinoamericanas.
Después de la década de los años treinta, ni
siquiera los exiliados españoles de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y de
la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarquistas derrotados por la
tropa de Francisco Franco en la guerra civil española, supieron y pudieron dar
aliento a una crisis que llevó el anarquismo a su casi total desaparición en la
región. Después de casi 60 años de sombra, los años noventa marcaron un claro
cambio de tendencia y representaron un hito del nuevo despertar libertario
latinoamericano.
Barret presenta en su obra un
nuevo florecer de universos anarquistas en la región latinoamericana y tanto
él, así como Méndez, permiten dibujar un mosaico de nuevos amaneceres
libertarios que responden, cada uno, a particulares situaciones nacionales de
luchas y reivindicaciones. A pesar de la fragmentación territorial y de las
distintas metas que estos colectivos anarquistas se proponen, su nueva linfa y
su renovado vigor a lo largo de la región, hacen pensar que realmente el
pensamiento anarquista puede ser una parte importante de las respuestas de las
comunidades humanas, a las nuevas inquietudes sociales de nuestra época en los
distintos países latinoamericanos.
Los anarquismos latinoamericanos
están viviendo una renovada fase de adaptación a los nuevos desafíos sociales,
económicos, políticos y comunicativos, tanto a nivel nacional, así como a nivel
regional. Sin embargo, demuestran estar vivos y resilientes, con poder de
convocatoria y con capacidad de disputar a otras corrientes políticas
progresistas, las riendas de las luchas sociales para el futuro próximo de la
región latinoamericana.
Bibliografía
Barret, D. (2007). El mapa del
despertar anarquista: Su expresión latinoamericana. Recuperado de https://es.scribd.com/document/355040351/El-Mapa-Del-Despertar-Anarquista-Su-Expresion-Latinoamericana-Daniel-Barret.
Cappelletti, A. (1990). El
anarquismo en América latina. Recuperado de https://vdocuments.mx/el-anarquismo-en-america-latina-5673108a6724d.html.
Méndez, N. (2012). “Anarquismo en
América Latina: consideraciones en torno a su historia, rasgos y perspectivas”,
Estudios. Revista de Pensamiento Libertario. Confederación Nacional del
Trabajo, (2), 129-141. [Número completo de la revista accesible en https://www.cnt.es/wp-content/uploads/2019/12/Estudios-2.pdf.]
[Versión
resumida y con algunas correcciones formales del artículo “¿Qué influencia ha tenido
y tiene el anarquismo en América Latina?: Un análisis desde finales del
siglo XIX hasta nuestros días”, publicado originalmente en la revista Cuaderno Jurídico y Político # 13, Managua,
enero-junio 2019. Texto original completo accesible en https://portalderevistas.upoli.edu.ni/index.php/4-CuadernoJuridicoyPolitico/article/view/326/302.]
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