Héctor Caldera
Arde
El Furrial [Edo. Monagas]. Sin embargo, en esta oportunidad, no es debido al
calor de la zona donde se esparce
gran cantidad de mechurrios de la industria petrolera. Esos que emanan fuego e
irradian un resplandor
apabullanteque desesperan a
cualquiera, provocando, además, asfixia entre los animales. No: esta vez la rabia y la frustración de
los pobladores de El Furrial, equivalente a la furia de las llamas de gas metano que colorean al lugar,
la genera otra causa.
La mañana del jueves había mucha gente vestida de
negro en las calles. Ya las personas no se encontraban
bajo las sombras de la mata de pumalaca o de mango, tampoco se hallaban
sentadas viendo pasar a
cientos de carros a la espera de que alguno de los viajeros quisiera hacer trueque o comprar un guarapo, una agüita de cacao con
maizena, algún dulce de la fruta de la temporada; o, con suerte, cachapa, aguacate o queso.
Lo que se observaba en las calles
era una profusión de caras largas, confundidas, burladas, desorientadas:
las caras de quienes se hacían preguntas y trataban de responderse a sí mismos.
—¡Ustedes
lo conocían!
—¡No
es así como lo escribieron!
—¡Qué
embusteros son!
—¡Vimos
que se lo llevaron de su casa!
El miércoles, cuando salió el
sol, fue cuando empezó a arder
todo el pueblo al leer lo que informaban
los diarios de Monagas:“
La plomazón se presentó
aproximadamente a las 9:30 de la mañana del martes, el grupo delictivo integrado por varios delincuentes se
introdujoen una hacienda de la
zona ganadera Mata Linda, para llevarse las reses y luego
sacrificarlas y comercializar su carne”.
Cada palabra de los rotativos
infligía una herida, que dolía y causaba ardor, que aumentaba el deseo de seguir leyendo sin importar cuánto daño
provocara.
“El plan no tuvo éxito puesto que los afectados
llamaron rápidamente a los policías; los pandilleros estaban fuertemente armados y al parecer
habían efectuado varios disparos para intimidar a las víctimas”.
La versión impresa fue la que
ofrecieron las autoridades policiales.
“Las FAES [Fuerzas de Acciones
Especiales de la Policia Nacional Bolivariana] arribaron al hato, sorprendieron
en flagrancia al grupo hamponil intentando sacar a los animales del lugar. El reporte oficial
refiere que estos se resistieron a la autoridad, desobedeciendo la voz de alto y abrieron fuego contra la comisión identificada, produciéndose la
fuerte refriega”.
Un periodista en Monagas gana
sueldo mínimo, lo cual se traduce a menos de diez dólares. Con algo de suerte tiene un bono adicional. Con
esos ingresos, es natural que le den prioridad a la pauta quebrinde
un desayuno, también a aquella que garantice un “tigrito”. Un político del
régimen o de la oposición
puede pagar un dinerito extra si se envía una nota de prensa a un medio de comunicación nacional.
Siempre el transporte es un
problema, es más fácil
conseguir la información por medio de las autoridades
que ir al lugar. Luego de una llamada, siempre se puede llenar una página; la
foto la envía el jefe de
prensa del organismo público. Si el muerto es alguien reconocido o si hay más
de un occiso, el periodista se mueve un poco más, quizá por el
morbo o por la responsabilidad de informar o
por ambas. Algunos se comportan como si no quisieran meterse en problemas.
La mayoría de estos profesionales prefieren recibir
información de la fuente oficial y así,
con suerte, retornar más
temprano a casa.
“Ajusticiaron dos delincuentes
que se apodaban Pata e’ rata y El Gregori, el resto de los antisociales huyeron. Los funcionarios alegaron que a
los supuestos malhechores los llevaron malheridos al hospital de El Furrial, Doña Felicia Rondón de Cabello,
donde fallecieron cuando recibían atención médica”.
El jueves, luego del mediodía,
cuando el sol estaba sobre ella, justo en la entrada del pueblo que la vio nacer y al lado de sus muertos, se paró
con gallardía Leida. Vestía un
pantalón negro y una camisa
del mismo color, con lunares blancos. Peinada y arreglada, con canas, pero muy “güenamoza”. El dolor trataba de ocultarlo
con la fuerza de su voz y apretando la toallita que le servía para limpiarse el sudor.
Leida se paró justo en medio de la calle,
mirando hacia el puesto de la Guardia Nacional. Estaba frente a la alcabala que normalmente
resguarda la zona. Pidió que le prendieran un teléfono celular con cámara y que le grabaran un video.
—Yo
soy la madre de Gregory Daniel
Velásquez. Mi hijo tenía 32 años, era un hombre soñador, todo el mundo lo conoce. Asesinaron a mi
hijo por placer, porque vinieron a El Furrial fue a matar.
Ella no conoce mucho de Internet
ni qué son las redes sociales. Solo sabe que la gente se entera de todo
por medio de “esos aparatos”. Ella sentía que a través de esa vía podía
canalizar las “llamas” de la
indignación y el dolor:
—A
mi hijo lo acribillaron hasta que se acabaron las balas. Lo hicieron con saña.
Pusieron que fue en un enfrentamiento y eso es mentira porque lo
asesinaron cerca de su casa. Luego que lo mataron lo tiraron en el hospital. Todo el mundo
sabe quién es mi hijo y hoy dejaron a mi nieta huérfana. Esos asesinos gritaron: “Somos unos héroes”.
Sus palabras después de que lo
asesinaron fueron: “Ya lo
matamos, ya logramos el cometido”, porque vinieron fue a matar, a destruir.
Mientras se grababa el video, el
testimonio de Leida fue interrumpido por una niña que caminaba desorientada. Trataba de refugiarse en la
abuela. Su tristeza se veía
entre la gente, entre grupos de personas
con cacerolas, con pitos, todas dispersas y volátiles en medio de la carretera
nacional.
Las últimas grandes protestas en
Monagas habían ocurrido por demanda de gas doméstico, aunque muy pocos se atreven a reclamarle a las fuerzas de
seguridad del Estado. La exigencia por servicios públicos
es casi cotidiana: todos los pueblos trancan la vía con bombonas de gas
propano, un gas muy
comerciable y costoso en el exterior. En El Furrial, no obstante, abunda y hasta lo botan.
Los pueblos monaguenses cuentan
20 años de promesas. En cada campaña, los
candidatos chavistas llamados
en la localidad como “los rojos” les dicen a los pobladores que el gas metano que se quema en los mechurrios de El
Furrial y Punta de Mata
serviría como gas doméstico, y que les
llegaría directo por tuberías. Hoy
los cielos del oeste de Monagas se ven cada vez más en videos espaciales: asociaciones civiles
internacionales denuncian la emisión de gases de efecto invernadero por parte
de Pdvsa, fundamentadas en los registros satelitales.
Aunque muchos no protestan en
Monagas contra las FAES, la situación causa preocupación y miedo en las comunidades. Registros de los medios digitales detallan
que en la entidad han ocurrido 16
asesinatos en menos de cinco
meses.
“En abril hubo dos muertes: el
primer caso del que se tuvo conocimiento sucedió en Caripito, en el municipio Bolívar, cuando la familia de José
Félix Gamboa denunció que los policías lo ultimaron por equivocación, sin esperar a que la víctima les explicara que no era el
hombre al que buscaban”.
Leida, ese jueves al mediodía,
quería mostrar de alguna forma que su muchacho era un inocente más. Como abuela, sostuvo a la niña y la
mostró a la cámara. Limpió su sudor, mientras la protegía entre
sus brazos. Con sus ocho o casi nueve años, su inmenso mundo que se llama El
Furrial se le venía encima,
con toda la furia del cielo
granate que lo envuelve.
—Están
mandando a asesinar a los hombres, a los padres de familia de tu pueblo.
Seguía la abuela con su testimonio a la cámara,
sin cambiar el tono agudo y caliente. Necesitaba confesarse
ante el ojo digital para tratar de limpiar su dignidad, cada palabra
representaba en ella años de
entrega, de crianza. Ella soñaba con ver a Gregory bailar el vals con su nieta, con que la viera crecer y la llevara al altar.
—No
me gustaba pensar mal de ti, pero si un día me encuentro... delante de ti, voy
a preguntarte: ¿por qué
mandaste a matar a mi hijo? Tú me conoces, Diosdado Cabello, tú me conoces a mí muy bien...
y David Cabello también me conoce.
Los conductores que podían pasar
entre la protesta trataban de entender la situación, algunos hasta se paraban a preguntar. Otros solo veían,
tomaban fotos y grababan videos.
No es conocido El Furrial por hacer protestas, para algunos es una
población afortunada. En el lugar nació
y creció Diosdado Cabello, el segundo a bordo del PSUV, partido hegemónico en
la conducción del poder, eje
central del régimen venezolano.
Entre los habitantes de Monagas,
la localidad es famosa por el
Pdval que allí opera, que muchas veces
cuenta con más productos que los abastos de la zona. También El Furrial es
conocido más allá de sus predios
por tener un centro de salud “a todo trapo”. Las mujeres mayores dicen que está
mejor acondicionado que el Hospital Central de
Maturín.
El Furrial también fue titular en
muchos medios de comunicación nacional e internacional cuando celebró sus 147 años. En agosto de 2017,
Diosdado Cabello convocó a más de 12 agrupaciones musicales: Omar Acedo,
Bonny Cepeda, Omar Enrique,
Armando Martínez, Vitico Castillo y Guaco. La polémica fiesta fue realizada luego de las protestas que se
escenificaron en Venezuela durante más de tres meses, arrojando más de 100 homicidios.
Para esa fecha, los principales titulares de los diarios de la localidad
narraban desnutrición y hambre.
La sección de espectáculos, por el contrario, describía la agenda de conciertos
y servicios gubernamentales.
Fue tanto el derroche de comida y licor que muchos pobladores terminaron intoxicados. Ante la polémica que
sobrepasaba las fronteras por la presentación de la famosa banda Guaco, el grupo musical emitió un
comunicado:
“Nos sorprende tanto odio y
ensañamiento por llevar a El Furrial nuestro espectáculo, que fue, por demás, altamente
satisfactorio y celebrado por más de 20.000 personas. Vaya hasta ellos nuestro más profundo agradecimiento”.
En las redes sociales recordaban
la Fiesta de El Furrial con Guaco al ver las imágenes que se publicaban de las protestas de ese jueves, en las que la señora Leida dejaba salir su
dolor. Los manifestantes, por
su parte, pedían la presencia de los periodistas. Alguien respondió que los
había llamado pero que estaban
atendiendo un operativo importante en La Voz del Río, otra población cercana
de la región monaguense. Todos trataban de buscar difundir por cualquier vía el
testimonio de la señora Leida.
—Yo
no soy mascota, yo no me callo la boca. Yo no hago lo que ellos quieren. Yo no
me les arrodillo a los pies. Y
nunca me les he arrodillado, ni
mi hijo tampoco se arrodillaba. Por eso me lo acribillaron
de la forma más vil. Como guatero. Mi hijo no era ningún guatero. Mi hijo era
un hombre de trabajo.
Con la esperanza de ser
escuchada, Leida seguía “expulsando gas metano” con cada una de sus enérgicas recriminaciones.
—¿Por
qué tú tiras migajas al pueblo? Quieres que nos arrodillemos ante ti, pues no.
Nos quitaron el derecho a la
comida. Nos están matando silenciosamente y de manera cómplice. Mientras nosotros no hablemos, aquí van a seguir pasando las cosas más horribles que hay.
Leida insistía en que no era una
mujer cobarde. Ese jueves de agosto enterraba a su hijo pero se negaba callarse.
—Mi
corazón no está lleno de odio, pero sí me quiero encontrar contigo Diosdado
Cabello, y preguntarte: por qué matas o permites que en El Furrial
se hagan estas masacres tan tristes y tan dolorosas,
tan sangrientas. No me voy a callar la boca...Nadie
me va a callar... Todo el mundo sabe
que soy una mujer valiente.
Tal vez la madre de Gregory no
sabía si el video sería visto,
quizás tampoco se enteraría de que meses
después estaría en el país la Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle
Bachelet. La mañana del cuatro
de julio, los portales de Venezuela y el mundo titularían con el pronunciamiento de la funcionaria.
El titular del portal digital venezolano Aporrea se repetiría en muchos diarios
:“Informe
de Bachelet pide a Maduro
disolver la FAES”.
Coincidiría con el titular de The New York Times, que dentro de sus
páginas describiría lo expuesto en
las tribunas internacionales:
“Las Fuerzas de Acciones
Especiales (FAES), que los
testigos describen como ‘escuadrones de la muerte’,
asesinaron a 5.287 personas en 2018 y a otras 1.569 para mediados de mayo, como
parte de las Operaciones de
Liberación del Pueblo, según informaron los investigadores de las Naciones Unidas”.
Amanece en El Furrial. Es viernes y, como de
costumbre, todo se tiñe de rojo. Los trabajadores petroleros madrugan diariamente y mientras
los gallos cantan se van formando pequeñas colas para tomar el transporte. A lo largo de la vía
que comunica a los taladros o a
los campos de la industria se
observan filas de bragas rojas.
Las filas de personas se forman
por la gran cantidad de “policías acostados”. Allí se apuesta la guarichera con pocos periódicos, guarapo,
arepas o empanadas. Todos a la espera de la primera venta gracias al trabajador petrolero que
va en su carro, en una cola, o en la parte trasera de un camión.
Los susodichos trabajadores van
uniformados, todos con sus bragas del color oficialista, con un bolso tricolor lleno de libritos de
pasatiempos, estampitas o
alimentos. Muchos de ellos buscan el periódico
para matar el ocio o sofocar el “calorón”. Parte de la distracción, en tantas
horas dentro de un taladro, es
narrar los sucesos y llevar estadísticas propias de asesinatos.
Todos buscan el periódico del viernes. Como se consiguen pocos, uno
de los obreros lo compra y se lo
comparten en el taladro. El diario pasa por muchas manos y rueda tanto como los
vehículos de carga. Este
viernes hay pocos sucesos en las páginas principales. No hay casi nada, pero con suerte pueden
enterarse de las próximas acciones contra los malhechores que matan y roban.
“Funcionarios de la FAES llevaron
alegría a niños de La Voz del Río”.
Ese es el titular que abarca
parte del impreso, acompañado con varias imágenes. En una de ellas, se ve
a un grupo de niños parados firmes frente a funcionarios del FAES a la espera
de alimentos.
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