Humberto Decarli
[Nota previa de El Libertario: Este post fue publicado originalmente en un foro virtual que reune a personas nativas o muy vinculadas a la ciudad de Puerto Cabello, de donde es originario el autor. Al conocer el texto, y entendiendo que se refiere a un hecho de interés en la historia politica reciente de Venezuela sobre el cual no abunda la visión de testigos directos en Internet, pedimos a H.D. que nos permitiera difundirlo también por este Blog.]
He visto los testimonios producidos sobre el “Porteñazo” y estimo conveniente, en aras del diálogo e intercambio de opiniones, escribir el mío puesto que vivía en Puerto Cabello el 2 de junio de 1962. Se cumplen en efecto, 58 años de este acontecimiento.
[Nota previa de El Libertario: Este post fue publicado originalmente en un foro virtual que reune a personas nativas o muy vinculadas a la ciudad de Puerto Cabello, de donde es originario el autor. Al conocer el texto, y entendiendo que se refiere a un hecho de interés en la historia politica reciente de Venezuela sobre el cual no abunda la visión de testigos directos en Internet, pedimos a H.D. que nos permitiera difundirlo también por este Blog.]
He visto los testimonios producidos sobre el “Porteñazo” y estimo conveniente, en aras del diálogo e intercambio de opiniones, escribir el mío puesto que vivía en Puerto Cabello el 2 de junio de 1962. Se cumplen en efecto, 58 años de este acontecimiento.
Era un día sábado y yo -entonces de 12 años- había concurrido a bañarme en la piscina del colegio San José La Salle. Era una entrada de mar hacia un espacio delimitado por muros de piedras permitiendo pasar el agua por uno de ellos. Mi padre, quien tenía un establecimiento mercantil de venta de línea blanca al frente este del colegio, me había llevado como a las ocho de la mañana. Mientras nadaba y me divertía, y aproximadamente a las diez de la mañana de repente vi a mi papá haciéndome señas para salir del estanque. Cuando lo alcancé me manifestó la necesidad de irnos porque había un alzamiento en la base naval. Cerró su negocio y nos dirigimos hacia nuestra vivienda, situada en Rancho Grande, específicamente frente a la fuente de soda El Cubanito, reproductora de los cafetines americanos muy en boga en ese momento, muy recordada por sus sándwich, merengadas, malteadas, gaseosas, perros calientes y hamburguesas. Toda la batería de la comida rápida y chatarra.
En la tarde vi a un vecino que vivía en un edificio al frente, vociferar contra el gobierno en estado de ebriedad y sus familiares le impidieron salir por su situación personal. Luego vi aviones pasando encima del Liceo Miguel Peña y supe de un muerto por esa acción y resultó ser el estudiante Alfredo Capriles. Durante la noche se apagaron las luces de las viviendas y celebramos en la oscurana el cumpleaños de un vecino. Partimos una torta y la bebida era Cuba Libre y unos infantes de marina de los insurrectos participaron de la breve fiesta.
Nos acostamos temprano por la coyuntura y me desperté en la madrugada con dolor de oídos por una fuerte gripe padecida. Mi madre me dio unas pastillas analgésicas y volví al sueño pero el intenso ruido del bombardeo aéreo sobre el Fortín Solano me llevó al estado de vigilia. Unos volantes lanzados por los aviones recomendaban hacer mutis de la zona previendo alguna contingencia y nos fuimos para un sector del sur de Puerto Cabello, Valle Seco, y regresamos al final de la tarde cuando avisaron no haber peligro. Por cierto ese bombardeo fue inútil porque en esa fortificación solo había un cañón, llamado coloquialmente el Burro Negro, toda una reliquia de museo, y unos soldados insurrectos.
Evoco también que al prefecto de la ciudad, de apellido Márquez si mal no recuerdo, le quemaron el carro en Rancho Grande, y destruyeron la antena de Radio Puerto Cabello, en manos rebelde, mediante disparos vía aérea. Igualmente bombardearon el edificio del Seguro Social donde se había alojado parte de los militares alzados. También es rememorable la masacre de la Alcantarilla donde unos oficiales improvisados entraron con tanques y los soldados iban detrás como si el vehículo blindado los protegía y efectivamente, desde los edificios de ese sector los guerrilleros liberados del Castillo Libertador liderados por LubenPetkoff, hicieron caída y mesa limpia obligando al repliegue y cuando regresaron hicieron rugir sus cañones y ametralladoras sin contemplación.
Muchos de los oficiales de la armada acantonados en Puerto Cabello eran conocidos de mi familia porque un cuñado, el Contralmirante en retiro Carlos Luengo Romero, estuvo en esa base naval pero al momento del Porteñazo se encontraba en Italia junto a su esposa, mi hermana Marisol, en un curso en Livorno. Muchos de ellos fueron presos y perdieron su carrera, como los hermanos Pichardo y un Alférez de Navío de apellido Ramos. Recuerdo que visitamos a mi abuela quien vivía en la Calle Plaza al lado del partido Acción Democrática y dos policías navales desarmaron a los militantes y cerraron el local. Precisamente, cuando la temible Digepol efectuó allanamientos en Rancho Grande buscando evidencias del alzamiento, mi casa fue un objetivo de los gendarmes. Había dos infantes de marina, de los sublevados, escondidos en una alacena y comenzó la visita domiciliaria. Al entrar a una de las habitaciones quien fungía como jefe preguntó sobre una foto de mi cuñado con su indumentaria militar y mi padre le respondió que estaba en Italia y al consultar por radio confirmó la noticia y suspendió la actuación. Los soldados salieron sanos y salvos en la noche.
El movimiento contra el gobierno de Betancourt fue derrotado por improvisado. Los tres oficiales cabeza del alzamiento, el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, quien ulteriormente murió en prisión al no ser atendido por un infarto, el capitán de fragata Pedro Medina Silva y el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, habían sido detenidos por otro oficial disfrazado de sacerdote el sábado 3 de junio pero la gente, sin líderes, continuó el combate hasta una semana después. Nos habíamos acostumbrado al tableteo de las ametralladoras y al cesar las actuaciones nos parecía raro no escuchar los disparos.
El Porteñazo fue un hecho relevante en aquellos años de la Guerra Fría. Era una iniciativa de la izquierda putchista sin muchas ideas y a la postre favoreció a Rómulo Betancourt porque logró galvanizar a unas fuerzas armadas golpistas ymacartistas y el caudillo de Guatire les demostró que era tan anticomunistas como ellos formados en la Escuela de las Américas donde se les enseñó a torturar y desaparecer a la gente. Luego de la derrota de la insurrección de izquierda Betancourt fue aceptado por los militares neofascistas y pudo culminar su mandato. Lo cierto es que esa democracia populista no fue tan acertada como lo argumentan sus simpatizantes porque seis años después, en 1968, un partido perezjimenista sin invertir nada, Cruzada Cívica Nacionalista, logró una sorprendente votación de 400 mil electores quienes lamentablemente añoraban la dictadura pero fue la ineficacia de la dinámica clientelar quien determinó esta votación sorpresiva.
Puerto Cabello ha sido históricamente un lugar relevante en nuestra historia. Primero, cuando se perdió la Primera República por la traición de Vinoni; después fue uno de los últimos lugares bajo soberanía española en 1823, el último lugar donde vivió Pedro Carujo y fue objeto del bloqueo de las potencias europeas reclamando indemnizaciones en 1902. El Porteñazo simbolizó un alzamiento desordenado que aspiraba a derrocar al gobierno. Los muertos fueron en vano como también los de la guerra de secesión de España porque siguió el mismo modelo social de dominación ahora a través de los mantuanos, los de la guerra federal entre bandas del mismo nivel y el Caracazo, el mayor genocidio conocido por el país. Nuestro país ha sido un pasto de cultivo de arbitrar los conflictos sociales mediante la violencia por la inexistencia de institucionalidad democrática hasta llegar a la actual distopía que hubiese servido del mejor modelo a George Orwell.
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