Secretariado Permanente del Comité Confederal de la CGT
En estos días estamos viviendo
una situación que parece sacada de una peli americana, de esas tremendistas,
que acostumbran a producir con catástrofes de gran magnitud. Pero hoy no
asistimos a la proyección de una película sino a la experiencia vital, en
nuestras carnes, con familiares y amistades afectadas. En general, estamos
padeciendo una clausura que no es voluntaria sino por orden del Gobierno, quien
asegura que de seguir estas instrucciones podremos atajar el agente que amenaza
a nuestra salud, o eso es lo que se está difundiendo hasta el momento porque se
desconoce el origen de este virus “Covid-19”.
Esta situación excepcional y sus
consecuencias la estamos padeciendo y la padeceremos durante bastante tiempo,
la clase trabajadora principalmente. Buena parte de ella encerrada en sus
casas, haciendo el trabajo desde sus domicilios, habitualmente con medios propios,
a la vez que cuidan de sus hijos y mayores y otras teniendo que desplazarse al
trabajo, poniendo en riesgo su salud. Sin esperar nada de la clase política,
podremos estar más o menos de acuerdo con las medidas que está tomando el
Gobierno, o mejor dicho, los Gobiernos estatales y autonómicos, pero al menos
la intención que muestran tener es la de hacer cualquier cosa que pueda
solventar los males que se derivan de esta situación en la que nos encontramos.
Pero, ¿qué podemos decir de la
Monarquía española? ¿Qué podemos pensar de esta institución medieval en estos
momentos de crisis sanitaria en la que llevamos ya casi 1000 personas
fallecidas y casi 20.000 contagiados por el Covid-19? ¿Qué están haciendo
nuestros monarcas, eméritos o no, por las personas que están en primera línea
de sufrimiento como sanitarios, trabajadores despedidos, ancianos, personas
precarias, etc.?
Esta forma de traspaso de
funciones y privilegios por línea sanguínea, en la que no es necesaria ningún
tipo de valoración, ni capacidades de la persona que hereda la corona para
“representar” al pueblo español y “trabajar” por su bienestar (no deberíamos,
suponemos, utilizar el “femenino” para referirnos a esta “casa” puesto que es
bien conocida a estas alturas la Ley Sálica, por la que el varón predomina
sobre la hembra a la hora de heredar, incumpliéndose el principio de igualdad).
El caso es que solo el hecho de ser “hijo de” ya te habilita en este país para
tener en tus manos todo el poder del Estado. Esta Monarquía, para más inri, se ha
declarado heredera de un dictador y jamás ha mostrado su rechazo a la forma en
la que se instauró, por decisión de un genocida que mantuvo en la miseria y el
miedo a todo un pueblo durante 40 años. Franco le dejó en herencia a Juan
Carlos I centenares de personas enterradas en cunetas, miles de personas
represaliadas en cárceles, miles de mujeres cuyos maridos o compañeros no
estaban declarados “fallecidos” por no conocer su paradero y por lo tanto,
mujeres que tuvieron que salir solas adelante, sin ningún tipo de ayuda por
parte del Estado, con hijos e hijas a su cargo y sin pensión de ninguna clase
que pudiera ayudarlas a vivir con un poco de dignidad. También heredó Juan
Carlos I de Francisco Franco la vergüenza de los miles de bebés robados a sus
legítimas madres y miles de personas esclavas del franquismo, muchas de ellas
encontraron la muerte trabajando en lugares tan siniestros como el Valle de los
Caídos.
Hoy más que nunca se ha
demostrado la inutilidad de una figura como la de nuestros reyes, el mejor
preparado de la historia de los Borbones (Felipe VI), y del emérito (vividor a
costa del sacrificio de su pueblo). Hoy más que nunca ha tenido más sentido una
de las muchas caceroladas que en este país se han organizado para protestar
contra los Borbones, la que protagonizaron ayer, desde sus balcones, miles de
ciudadanos y ciudadanas españoles, hartos y hartas de tanta hipocresía,
mentiras y robos. El pueblo pidió ayer, desde sus ventanas y con sus cacerolas
y sartenes, que Juan Carlos I devolviera el dinero sustraído a base de
operaciones opacas disfrazadas de “representación estatal” a lo largo de sus
muchos años como titular de una corona obsoleta. El pueblo exigió anoche al
viejo emérito que esa gran cantidad econó- mica, que en absoluto le es necesaria
para cubrir sus necesidades más básicas, se ponga a disposición del pueblo
español en estos momentos de alerta sanitaria en la que los hospitales
públicos, colapsados por los enormes recortes sociales de los nostálgicos del
régimen que regaló la corona a Juan Carlos, más lo necesitan. Hoy más que nunca
se ha demostrado que el discurso del Rey Felipe VI es un discurso vacío, sin
contenido real ni efectivo para ayudar a la gente que hace posible su vida de
privilegios. Más bien ha sido al contrario, con su discurso ha demostrado que
el dinero empleado en la Casa Real, para mantener a su familia al completo
desde hace más de cuatro décadas, ha sido un dinero despilfarrado a costa de
las necesidades más básicas de muchísimas personas que lo han pasado y lo están
pasando muy mal.
Es un buen momento este, ahora
que estamos en casa cumpliendo un confinamiento por razones sanitarias, por la
amenaza invisible de un enemigo letal para nuestros mayores y para las personas
más vulnerables de nuestra sociedad, para reflexionar sobre “nuestra”
Monarquía. Sobre si no ha llegado el momento de mandar a toda esta familia a
dedicarse a los negocios que tantos beneficios han traído a unos y a otras
desde hace siglos. Sobre si ha llegado el momento o no de permitir a la ciudadanía
española librarse de “servir” con sus impuestos a estos canallas con coronas,
títulos y reconocimientos, mandándolos a continuar viviendo lejos de palacetes
y chalets lujosos, a casitas más modestas donde también cumplan la cuarentena
como el resto de ciudadanos y ciudadanas de este país, sin plantillas de
trabajadores y trabajadoras que no puedan quedarse guardándola junto a sus
familias por tener que “atender” a la realeza.
Desde CGT, en estos momentos
complicados, queremos manifestar que no nos creemos en absoluto la dignidad del
monarca Felipe Uve Palito, y por eso no nos conformamos con su renuncia a las
herencias familiares. Lo que exigimos al Borbón es su dimisión, que abdique y
deje de ser el representante de una institución medieval para entrar de pleno
en la modernidad. Desde CGT creemos que no hay mejor gobernante para un pueblo
que su unión a la hora de tomar las riendas de su futuro como tal. Y lo creemos
porque ya lo pusimos en práctica hace no demasiado tiempo, con las
colectividades que surgieron durante la Guerra en 1936, donde quedó demostrado
que el pueblo puede dirigirse a sí mismo sin necesidad de tener un monarca que
le represente, decida o “vele” por sus intereses.
Como no podía ser de otra manera,
CGT exige que la Casa Real y todos los miembros que hayan estado vinculados a
negocios “raros” con los que se han lucrado durante años, conozcan el peso de
la ley, esa que según los discursos navideños de nuestros monarcas “es igual
para todas las personas”. Exigimos que entregue al pueblo todo el dinero que ha
recolectado durante años de expolio y la abdicación inmediata de Felipe de
Borbón para dejar a este país libre en cuanto a la decisión de cómo gobernarse.
[Públicado originalmente en el
periódico Rojo y Negro # 344, Madrid,
abril 2020. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20344%20abril.pdf.]
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