Rocio Montes
Al menos 329 monumentos públicos han sido dañados por los manifestantes en los tres meses del estallido social en Chile, que ha puesto contra las cuerdas la institucionalidad del país para exigir reformas a fondo. Sobre todo en ciudades como Santiago y Valparaíso, las esculturas de calles, avenidas y plazas se han transformado en un gran pizarrón de proclamas y las más disímiles demandas sociales. Las obras casi desaparecen detrás de decenas de rayados, pintadas de aerosol o elementos adheridos. Algunas han sido deformadas y agrietadas. Según el catastro del Consejo de Monumentos Nacionales, 24 se han perdido por completo y han sido retiradas o reemplazadas. Así ocurrió en la ciudad de La Serena, a unos 450 kilómetros al norte de la capital, donde los manifestantes retiraron un monumento en honor al conquistador español Francisco de Aguirre y en su lugar instalaron la escultura Milanka, en homenaje a la mujer de la cultura indígena diaguita.
Al menos 329 monumentos públicos han sido dañados por los manifestantes en los tres meses del estallido social en Chile, que ha puesto contra las cuerdas la institucionalidad del país para exigir reformas a fondo. Sobre todo en ciudades como Santiago y Valparaíso, las esculturas de calles, avenidas y plazas se han transformado en un gran pizarrón de proclamas y las más disímiles demandas sociales. Las obras casi desaparecen detrás de decenas de rayados, pintadas de aerosol o elementos adheridos. Algunas han sido deformadas y agrietadas. Según el catastro del Consejo de Monumentos Nacionales, 24 se han perdido por completo y han sido retiradas o reemplazadas. Así ocurrió en la ciudad de La Serena, a unos 450 kilómetros al norte de la capital, donde los manifestantes retiraron un monumento en honor al conquistador español Francisco de Aguirre y en su lugar instalaron la escultura Milanka, en homenaje a la mujer de la cultura indígena diaguita.
“Como institución, lamentamos el daño al patrimonio y monumentos. Se trata de bienes públicos y comunes que son parte de un legado, de una historia y memoria colectiva que se desdibuja o se pierde”, indica Consuelo Valdés, ministra de Cultura del Gobierno de Sebastián Piñera. Pero añade: “Junto a esa lectura y definición, también creemos que los hechos recientes vienen a confirmar que el patrimonio es un bien simbólico, dinámico y en permanente reflexión. Su significado está constantemente abierto a la discusión democrática, ya que estos bienes existen, se protegen, tienen sentido y vigencia en la medida que representan algo para la sociedad”. La ministra defiende que “cada generación y comunidad puede someter su valor a revisión y debate, pero siempre a través de un diálogo republicano amplio, tolerante y respetuoso de la institucionalidad vigente”. Para el Gobierno, la recuperación del patrimonio debería adaptarse a estos criterios.
El asunto ha abierto un profundo debate en la sociedad chilena. Depende de quien lo mire, se señala que las esculturas han sido intervenidas, dañadas o directamente vandalizadas. Instituciones como el Colegio de Arquitectos ha manifestado su rechazo a lo sucedido desde el 18 de octubre: “Detengamos la destrucción del espacio urbano de todos”.
Los alrededores del epicentro de las concentraciones en Santiago de Chile, la zona de plaza Italia —o de la Dignidad, como parte de la ciudadanía ahora la llama—, resultan irreconocibles incluso para quienes han nacido en la ciudad. Parece una urbe luego de la explosión de una bomba. En este escenario, el 31 de diciembre pasado un grupo utilizó cuerdas y herramientas para intentar derribar el monumento del general Manuel Baquedano, mientras era observado en directo por miles de usuarios de las redes sociales.
Erguida en homenaje a un militar y político del siglo XIX, se trata de una de las esculturas que ha sufrido mayores alteraciones por encontrarse en el centro de las protestas. Construida de bronce, no existe espacio ni de la base ni de su cuerpo que no esté llena de rayados y carteles. Luego de un arduo debate técnico, las autoridades decidieron mantener la escultura, aunque con refuerzos. “Remover el monumento del general Baquedano no solo puede afectar la seguridad de su estructura y de las personas, sino también es no dar cuenta del dinamismo del patrimonio”, señala Carlos Maillet, director del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural.
En la misma zona, en uno de los espacios verdes de mayor tradición de la capital, el Parque Forestal, no existe ni una estatua que se encuentre igual que antes del 18 de octubre: desde Lincoln a Rubén Darío. Algunas tienen pintados los ojos rojos, en protesta por los heridos oculares de las protestas. Las consignas parecen infinitas: “Pacos (policías) asesinos, Anarquía, Resistencia, No + AFP (sistema de pensiones), arriba los que luchan”.En un recorrido por el barrio, el académico de la Universidad de Chile y doctor en Escultura, Luis Montes Rojas, reflexiona así: “Se ha utilizado la escultura y el monumento como lugar de representación del conflicto”. Según este investigador, lo que ha sucedido en el espacio público de Chile expresa la falta de pertenencia y desafección de los ciudadanos con signos que no consideran propios. Es uno de los asuntos que analiza en su muestra Contra la razón, que se presenta actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago (en un edificio histórico rayado en todo su frontis), en una exposición considerada anticipatoria. Para Montes Rojas, de ninguna forma resultan equivalentes los ataques a las estatuas y los que ha sufrido la infraestructura pública: “Determinados símbolos, por su carácter monumental, permiten amplificar la demanda, y la demanda política desde el 18 de octubre se ha subido al pedestal en Chile. Nos habíamos malacostumbrado a entender los monumentos como objetos ornamentales y no como hitos políticos”.
De acuerdo con el académico, el objetivo de la revuelta es hacer patente la demanda de una serie de desigualdades. Se observa en la que, para muchos, es la mejor escultura que existe en un espacio público chileno: la Fuente Alemana, del escultor Gustavo Eberlein, en la misma zona del epicentro de las protestas en Santiago.
Símbolo de la revuelta
Regalo de la colonia de Alemania en Chile por el centenario de la independencia, en 1910, hoy se ha transformado en un símbolo multicolor del estallido: las reivindicaciones cívicas saturan esta obra de comienzos del siglo XX, que en cada manifestación masiva vuelve a transformarse en un espacio del que la gente se apropia. Según un análisis de las estatuas que han sido alteradas en todo Chile, Montes Rojas observa una arremetida antiinstitucional, antimilitar y anticolonial. En el sur del país, en la ciudad de Concepción, en noviembre cientos de personas lograron derribar la escultura del colonizador español Pedro de Valdivia, en una acción que quedó registrada en cientos de vídeos que circulan hoy en día por las redes sociales.
El artista visual Bernardo Oyarzún se explica lo ocurrido por la desidia que produce la estatuaria pública que, en la mayoría de los casos, no representan a la ciudadanía. “Por otro lado, en los últimos años en Chile ha explotado una nueva camada de historiadores que han levantado la historia que estaba escondida, la que no se enseña en las escuelas y, por lo tanto, existe mayor información sobre los supuestos próceres”. Para Oyarzún —un escultor que en su obra ha cuestionado la historia oficial de Chile—, en el marco de las protestas “los ciudadanos han intentado corregir un falso imaginario, como ocurrió con Stalin, Sadam Hussein y tantas veces”. Y anticipa: “Sería un error volver a instalar los monumentos derribados. El espacio público debe repensarse esta vez de una forma democrática”.
[Tomado de https://elpais.com/cultura/2020/01/23/actualidad/1579806166_111949.html.]
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