Petra Rabadán
El feminismo se posiciona frente al machismo
de forma militante y combativa,
alejado de las ideas conservadoras que no
pretenden otra cosa que conservar el statu quo
patriarcal judeocristiano devenido en misógino a través de los siglos y que se
filtra cual lluvia fina en todos los usos y costumbres de nuestras
sociedades modernas.
He
aquí una de las cuestiones troncales para entender la resistencia de amplios
sectores sociales a declararse
militantemente feminista. En sociedades
binarias como la nuestra que nada se entiende si no es por contraposición, ¿cómo solucionar la
paradoja de ser conservador a
u hombre y declararse feminista a un tiempo? La respuesta como tantas otras veces tendrá que venir de mano de la
docencia, habrá que hacer
hincapié en que el feminismo no
es “hembrismo”, aunque desde distintos grupos de
poder quieran hacerlo ver así.
El
movimiento, la sociedad en su conjunto ha
conseguido estigmatizar al machista (qué difícil encontrar a alguien que
se declare machista y esté orgulloso de serlo), pero ni mucho menos
acabar con sus prácticas, usos
y costumbres, que aunque más difíciles
de detectar no cesan en su resistencia al
cambio. Es en este papel detectivesco, incisivo y reivindicativo donde hay que poner todo el
esfuerzo, insistiendo, resistiendo
y persistiendo hasta conseguir un mundo mejor. Un mundo donde más de la mitad de la población no sea tratada de
facto como personas de segunda
que no son soberanas ni de sus
propios cuerpos.
Ser
hombre y declararse feminista no debería suponer ningún problema, de la misma
forma que ser blanco en los
oscuros años de la esclavitud no inhabilitaba para militar en posiciones
abolicionistas. El feminismo no es solo una cuestión de
género como muchos intentan
hacernos creer. Es una cuestión
de derechos y los derechos no se debaten,
no se matizan, ni requieren de explicación. El feminismo es en este momento en
que todas las ideologías parecen perniciosas y censurables por cualquiera que no milite activamente en una
de ellas, un movimiento
transversal que viene a iluminar los más oscuros pasajes de nuestra cotidianidad,
que por normalizados y repetidos en el tiempo
transitamos sin prestar la menor atención.
Es
fácil asumir como propias reivindicaciones básicas como la igualdad de derechos
y oportunidades, tan fácil como desear la paz en el mundo al ganar un concurso de belleza, pero otra
cosa muy distinta es plantarse
con honestidad frente al espejo y evaluar con la minuciosidad de un
dermatólogo revisando cada uno
de nuestros lunares, cuál de las
innumerables manchas que arrastramos desde el
nacimiento puede ser letal para una vida plena.
El
feminismo aparece entonces ofreciéndonos una imagen de nosotras y nosotros
mismos extraña, incómoda, una
identidad machista con la que no
nos identificamos, pero que nos acompaña todo el
tiempo asomando la patita cada vez que bajamos
la guardia.
Ser
mujer no es un antídoto que nos proteja de
ejercer el machismo, pero ser feminista me prepara para combatirlo dentro y fuera de mi yo,
porque no es que el feminismo
haya venido a rascar donde picaba, el feminismo ha venido a rascar donde ni imaginaba que podría picarme.
[Artículo
originalmente publicado en el periódico Rojo
y Negro # 336, Madrid, julio-agosto 2019. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20336%20julio.pdf.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.