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sábado, 4 de mayo de 2019

Luchas sociales en Venezuela: Entre la dictadura y la subordinación a la contienda por el poder estatal



Nelson Méndez

 [Nota previa de El Libertario: Este artículo fue escrito a petición de la revista libertaria Al Margen de Valencia, España, para incluirse en su # 109, primavera 2019, que hace poco comenzó a circular en la Península Ibérica. Agradecemos al autor por facilitarnos el texto para su difusión.]

El período reciente en Venezuela, específicamente después de 2013, con la muerte de Hugo Chávez, el ascenso de su heredero Nicolás Maduro y el colapso económico por la caída tanto de precios como de producción de petróleo, se ha visto marcado por una significativa agudización de la movilización social, señaladamente expresada en términos de conflictos y protestas de calle. De hecho, al momento de escribir este artículo (comienzos de marzo de 2019) la tensión palpable en las calles del país es signo fundamental de una crisis política que pudiera representar el fin del régimen que se pregona como “socialista, revolucionario y bolivariano”.

Tales expresiones del descontento social han sido presentadas por quienes detentan el poder estatal y por sus rivales con aspiraciones de sustituirlos en función a su pugna por controlar ese poder. Así, la gavilla de civiles y militares al mando, con un discurso endeble de apócrifo progresismo anticapitalista pero conduciéndose según patrones de autoritarismo represivo y corrupto propios de lo que viene a ser despreciable arquetipo para las dictaduras latinoamericanas del siglo XXI, alega que esas manifestaciones serían el resultado de “un complot orquestado por la derecha fascista y el imperialismo para derrocar al proceso revolucionario”, negándose a reconocer la existencia de una auténtica disconformidad por parte de los movimientos sociales de raíz popular, que supuestamente aún adhieren con fervor al gobierno bolivariano. Del lado de la oposición estatista –ideológicamente una mezcolanza confusa de centroderecha y socialdemocracia- se presenta la conflictividad social como resultado de la aspiración colectiva por el restablecimiento de la democracia representativa y por el cese de la experiencia totalitaria de tinte comunista.
 
Lo que callan los políticos de gobierno y oposición

Entre lo que unos u otros argumentan en su pugna, se ocultan y tergiversan aspectos fundamentales para entender la movilización social en el país. Mencionemos que históricamente los movimientos sociales en Venezuela han tenido que soportar la apetencia sostenida de los actores políticos –en particular el Estado y los partidos- por someter su posible voluntad de autonomía. Esto venía de antes de 1998, época previa a la primera presidencia de Chávez, pero en las dos décadas posteriores de ningún modo se detuvo, pues al debilitado control de los viejos partidos (principalmente el socialdemócrata Acción Democrática y el democristiano COPEI) sobre las preexistentes expresiones de organización colectiva, se buscó substituirlos por un aparato sometido al Estado (del cual son símbolos las llamadas comunas, los consejos comunales y los comités locales de abastecimiento y producción CLAP), que han resultado una perversión evidente de su fingido propósito de articular la acción autónoma de los movimientos sociales, pues claramente han funcionado como mecanismo clientelista de sujeción burocrática, a través del cual se ofrecía mucho y se concedieron sólo migajas de la renta petrolera en nombre del Estado.

Juzgándolas por la verborrea que ha acompañado su imposición, esas estructuras de engañoso “socialismo comunal” han servido para desorientar a muchos que las ven desde fuera de Venezuela,  desconociendo sus cotidianas prácticas caracterizadas por corrupción, autoritarismo frente a esas colectividades a las que supuestamente están sometidas, y reiterado incumplimiento de las múltiples promesas demagógicas que en aras de ese ilusorio poder de las comunidades se hacen desde el alto gobierno.

Decir lo anterior puede ser sorprendente o inadmisible para quienes no tienen modo de acercarse directamente a la realidad venezolana actual, pero basta con buscar los estudios académicos disponibles sobre el funcionamiento de las comunas, consejos comunales y CLAP –por ejemplo los exhaustivos reportes de la investigadora María Pilar García Guadilla, accesibles vía Google Académico https://scholar.google.com- para constatar lo que realmente ha sido el saldo de estos mecanismos de control social sujetos al Estado. Si se sospecha de esos estudios por considerarlos parcializados, digamos que no existen trabajos de parecido alcance o rigor que los desmientan respaldando las triunfales afirmaciones de la propaganda oficial, siendo especialmente notable la ausencia de reportes contrastantes por parte de las instituciones oficiales que teóricamente impulsan y orientan la organización social de base (por ejemplo del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Movimientos Sociales https://www.mpcomunas.gob.ve o del que lleva el apropiado cognomento orwelliano de Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo http://www.presidencia.gob.ve/Site/Web/Principal/paginas/classVice_Suprema_Felicidad_Social_Pueblo.php. Vale agregar que, consecuente con su raíz autoritaria, la oposición partidista no suele presentar objeciones de fondo a la existencia de esas estructuras de control estatal, limitándose por lo general a criticar su operación corrupta, sectaria e ineficiente, sugiriendo de alguna manera que con ellos al timón existiría algo parecido pero que cumpliría cabalmente con las promesas de reparto clientelar de las mercedes provenientes del Estado.

¿Por qué el chavismo contuvo en el pasado la protesta popular?

En los inicios de su régimen, el chavismo fue muy eficiente en cooptar la movilización social autónoma, que en la década de 1990 daba importantes signos de presencia al debilitarse el previo yugo al que la habían sometido los partidos políticos y el Estado, ambos entonces padeciendo una evidente crisis de legitimidad asociada a los vaivenes negativos del rentismo petrolero y al desgaste por el ejercicio del poder. En ese contexto, la aparición de Chávez en el panorama político fue un espejismo que deslumbró al descontento colectivo que había tenido su cénit en el “Caracazo” de 1989 y siguió palpitando en años posteriores. La verborrea demagógica del golpista de 1992, que apenas respondió con una breve pasantía carcelaria por el fracaso de su asonada, y las ilusiones –teñidas de esperanzas mesiánicas- de la mayor parte de la población, le ganaron al militar masiva y acrítica adhesión, con lo cual las muestras de un rumbo autónomo para los movimientos populares fueron sometiéndose casi totalmente al control del ascendente poder político del chavismo. Esa subordinación de las organizaciones populares es un objetivo claro una vez esa nueva fuerza política llega al control del Estado en 1999, teniendo a su favor el enorme incremento de los ingresos petroleros de la siguiente década, gracias a lo cual el Estado endulza convenientemente las pócimas para liquidar las iniciativas sociales fuera de su dominio.

Así, al poder estatal le fue posible abatir en gran medida las manifestaciones de disidencia social pues contó con el aparentemente inagotable flujo de recursos que manaban del “oro negro”, cuya extracción estaba a cargo del Estado venezolano desde la década de 1970. Incluso, tal circunstancia permitió a Chávez presentarse a escala continental y mundial como adalid de una recuperación del proyecto socialista para el nuevo siglo, proclamando que bajo su liderazgo el “socialismo petrolero” era una realidad de cambio positivo en marcha para Venezuela. Hacia dentro del país, esa perorata de envoltura radical se traducía, entre otras cosas, en un incremento de los recursos orientados a subsidios, becas, bonos y prebendas varias con las cuales más que procurar la satisfacción eficiente de las necesidades colectivas se quería lograr la compra de conciencias y la pasividad clientelar. Semejante fórmula pudo funcionar para garantizar la tranquilidad social mientras los enormes recursos originados en la renta petrolera pudieron costearla, aún con el peso de una burocracia creciente, ineficaz y vorazmente corrupta que se estaba convirtiendo en característica esencial del régimen bolivariano, llegando a superar en esos rasgos nefastos a los gobiernos precedentes. A quien le parezca que no se puede insistir tanto en el papel dominante de la corrupción sin aportar evidencias precisas al respecto, le remitimos a http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/Estado%20y%20corrupci%C3%B3n%20en%20Venezuela, donde se documentan reportes y testimonios más que esclarecedores sobre el tema.

El espejismo demagógico se deshace

Al cabo, el recurso a la zanahoria provista por la renta petrolera fue imposible de sostener para el Estado venezolano, que entonces ha recurrido al palo de la dictadura bajo la conducción de Maduro, sucesor designado por Chávez y quien ejerce el mando desde 2013. Poco después de la muerte del teniente coronel, comenzó el declive tanto de la producción de hidrocarburos como de los recursos allí generados, resultados tanto de la situación mundial del mercado petrolero como de la torpe y putrefacta gestión del chavismo para hundir esa actividad extractiva, la cual además había quedado como casi único recurso productivo en el país por obra de la ruinosa y errática  política económica gubernamental, que se las arregló para llevar a pique el sobreprotegido aparato productivo no petrolero previamente existente, a pesar de la ola estatizadora (con pretextos seudo socializantes) y de haberse emprendido la ejecución de cuantiosas inversiones en los más diversos proyectos de desarrollo económico e infraestructura, lo que los gobernantes dijeron ponía al país en la vía de ser la “Venezuela potencia del siglo XXI”.

Semejantes ensoñaciones se tornaron pesadilla, pues claramente a partir de 2014 el gobierno no podía mantener el tinglado circense de demagogia populista que pavimentó el ejercicio presidencial de Chávez, mucho menos considerando la desenfrenada codicia de la élite gobernante y del aparato militar-represivo que se fue constituyendo en su cada vez más indispensable soporte. Las menguantes finanzas son entonces destinadas a fortalecer prioritariamente la porra represiva y hay mucho menos para las dádivas de consolación a los de abajo, de modo que el encanto de aquellos gobernantes que parecían estar concediendo, o al menos prometiendo atender, todas o muchas de las demandas que podrían causar malestar y alboroto en las calles fue desapareciendo a ojos de una creciente porción de la colectividad que vio cómo terminaba ese artificioso paternalismo oficial y sus condiciones de vida se veían afectadas por una desastrosa crisis, sin paralelo al menos en los últimos 100 años de historia venezolana y cuya imagen no asoma en estadísticas oficiales pues el régimen ha optado por no publicarlas, así que debe recurrirse a fuentes alternativas, como los estudios anuales ENCOVI, realizados por investigadores universitarios independientes (ver https://encovi.ucab.edu.ve.

Tal panorama espantoso, que ha originado una enorme migración-huida de población al extranjero sin parangón en la trayectoria demográfica del país, ha querido ser explicada por la dictadura como el resultado de una “guerra económica” provocada por el imperialismo norteamericano y sus aliados locales, negando la capital responsabilidad que corresponde al chavismo y su calamitosa gestión de 20 años, durante buena parte de los cuales malbarató recursos como nunca antes hubo en el país. Tan mediocre excusa también es el centro de la coartada a la brutal saña con que el aparato represivo-militar del gobierno chavista ha enfrentado las luchas sociales, traducida en esas centenares de víctimas a las cuales los apologistas de la dictadura aparentemente no ven, o son despreciables en tanto actuaban como agentes del enemigo,

La protesta popular renace pero sin brújula

Cuando colapsa el paternalismo clientelar que había servido al chavismo para lograr una relativa tranquilidad social, se reactiva y amplifica la protesta social de calle. Ese colapso fue su detonante esencial y a partir del malestar y desencanto que originó se hicieron evidentes para sectores sociales cada vez más amplios otros inocultables aspectos perniciosos del régimen, como por ejemplo su reforzado talante represivo-militarista, el descarado reparto de botín a cuenta del erario público por obra de la corrupción, o la recurrente incapacidad para gestionar, aún con mínima eficiencia, servicios y funciones con los que el Estado quiere justificar su rol ante la sociedad. En tales circunstancias, la lucha social en sus expresiones más conflictivas reaparece en las calles venezolanas, a pesar de no contar con articulaciones organizativas, pues el chavismo las deshizo o tornado en hueca instancia de tutela  burocrática. Quien desee comprobar estas aseveraciones, puede ir a los websites del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social http://www.observatoriodeconflictos.org.ve y del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA) www.derechos.org.ve, donde encontrará año a año el registro cuantitativo pormenorizado de la protesta social en Venezuela.

Para la oposición partidista ha sido relativamente fácil cabalgar sobre la ola de la protesta colectiva y usarla para revitalizar sus maniobras tendientes a desalojar al chavismo del poder; ello por cuanto se ha aprovechado de la creciente y urgente percepción popular de que la dictadura debe ser desalojada del gobierno, sentir que se refuerza día tras día ante la ascendente magnitud de la catástrofe que se vive. Dicho de otra manera, a esa abrumadora mayoría de la población que es esencial e impacientemente anti-Maduro, no es trabajoso convencerla que ello es lo mismo que estar en favor de la oposición partidista y sus jugarretas para hacerse del gobierno, maniobra que se facilita debido a la gran debilidad de eventuales propuestas para encauzar por rumbos de autonomía a la movilización social.

Lamentablemente gran parte de las voluntades que otrora parecían apuntar hacia salidas de autonomía fueron seducidas por la alucinación chavista, donde terminaron de enterrarse las esperanzas en lo que ofrecía la izquierda venezolana de fines del siglo XX. Como si eso fuera poco, el panorama actual de desmoronamiento de la sociedad genera tan gran desesperanza y agobio que se suele despachar como absolutamente fantasioso tan siquiera asomar opciones distintas a las de la dictadura corrupta con disfraz de revolucionaria, socialista antiimperialista y de sus opositores igualmente estatistas, quinese sueñan con retomar aquella democracia representativa vergonzantemente neoliberal cuyo descalabro padeció Venezuela, si bien el fracaso aún mayor de la mascarada del socialismo autoritario ha hecho el milagro de lavarle el rostro y atemperar malos recuerdos. De tal modo que es enorme la tarea de quienes desde la minoría libertaria propugnamos en lo inmediato que los movimientos sociales orienten sus expresiones de protesta fuera del control e intereses de cualquier estructura de poder autoritario (sea el Estado, los partidos políticos, las iglesias, u otras de parecida ralea), pues entendemos que en ese eventual andar autónomo la protesta social encontrará necesarias coincidencias con los ideales anarquistas de autogestión, apoyo mutuo, acción directa y democracia plena no mediada por la estafa de la representatividad.

Nota final: Dadas las limitaciones de espacio,  tratándose de un artículo periodístico y no de presentar resultados de una pesquisa académica, se dejan fuera citas bibliográficas y hemerográficas, estadísticas e informaciones concretas sobre hechos y situaciones que dilucidarían mas cabalmente el cuadro presentado sobre Venezuela, algo sin duda necesario para lectores ajenos a la realidad del país. Para cubrir esa ausencia, véase el blog de El Libertario https://periodicoellibertario.blogspot.com, con amplia información al respecto, donde, por ejemplo, se expone contundente evidencia para caracterizar al régimen de Nicolás Maduro como dictadura (ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/search?q=dictadura+en+venezuela&max-results=11), o se describe la truculenta y oportunista trayectoria de la oposición partidista (http://periodicoellibertario.blogspot.com/2017/10/testimonios-para-un-retrato-hablado-de.html). También vale remitir a un trabajo que realizamos años atrás, donde se examina la trayectoria de los movimientos sociales y su acción en Venezuela hasta la década anterior (ver


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