Vanessa Graell (diario El Mundo, Madrid)
* Casi pierde las manos cuando explotó una bomba en un taller clandestino de 1921. Fue condenado a muerte e indultado por la República. Un ensayo -escrito como la crónica de una investigación- rescata al olvidado Shum, el esquivo artista de las identidades, exiliado y con una biografía que parece ficción.
¿Shum? Suena a un ouch de cómic, a la onomatopeya de un estornudo. Pero fue uno de los dibujantes más esquivos, enigmáticos y rocambolescos de la República y la Guerra Civil, con un exilio forzoso que le llevó a Francia y por todo el Caribe. Y pareció desvanecerse. A Shum se le conoce de varias maneras: Joan Baptista Acher, El Poeta o L'artista de les mans trencades. No se trataba de una colección artística de heterónimos como Pessoa, sino de la necesidad de ocultar su verdadera identidad. Formó parte de los cenáculos anarquistas más radicales de los años 20 y mientras estaba en un taller clandestino de fabricación de explosivos, una bomba detonó accidentalmente. Casi muere. Sus manos quedaron como un manojo de carne y heridas (de ahí lo del artista de "les mans trencades"). Fue condenado a muerte, pasó años en prisión -donde reaprendió a dibujar- y fue indultado en 1931 por la República. No fue hasta los años 70, después de su muerte, cuando por fin se descubrió su verdadero nombre: Alfons Vila i Franquesa (1897 - 1967).
* Casi pierde las manos cuando explotó una bomba en un taller clandestino de 1921. Fue condenado a muerte e indultado por la República. Un ensayo -escrito como la crónica de una investigación- rescata al olvidado Shum, el esquivo artista de las identidades, exiliado y con una biografía que parece ficción.
¿Shum? Suena a un ouch de cómic, a la onomatopeya de un estornudo. Pero fue uno de los dibujantes más esquivos, enigmáticos y rocambolescos de la República y la Guerra Civil, con un exilio forzoso que le llevó a Francia y por todo el Caribe. Y pareció desvanecerse. A Shum se le conoce de varias maneras: Joan Baptista Acher, El Poeta o L'artista de les mans trencades. No se trataba de una colección artística de heterónimos como Pessoa, sino de la necesidad de ocultar su verdadera identidad. Formó parte de los cenáculos anarquistas más radicales de los años 20 y mientras estaba en un taller clandestino de fabricación de explosivos, una bomba detonó accidentalmente. Casi muere. Sus manos quedaron como un manojo de carne y heridas (de ahí lo del artista de "les mans trencades"). Fue condenado a muerte, pasó años en prisión -donde reaprendió a dibujar- y fue indultado en 1931 por la República. No fue hasta los años 70, después de su muerte, cuando por fin se descubrió su verdadero nombre: Alfons Vila i Franquesa (1897 - 1967).
Shum era una leyenda. Y le han sacado de las sombras los veteranos estudiosos del cómic Josep Maria Cadena y Lluís Solà i Dachs, junto al dibujante Jaume Capdevila (alias Kap). Acaban de publicar Shum. El dibuixant anarquista (Diminuta Edicions), que se lee casi como un cuaderno de espionaje, la crónica de una investigación más que una biografía al uso. ¿Pero quién fue Shum? «Hasta el año 1979 se creía que Shum era un personaje cuyo recuerdo se movía entre la fantasía y la realidad, que firmaba con este anagrama incomprensible», apunta Lluís Solà, que tras años de investigación (y algunas casualidades) ha podido trazar una biografía que parece de ficción y que empieza en el campo de Lleida, en el pueblecito de Sant Martí de Riucorb. Ya de niño, Alfons demostró una sensibilidad especial por el dibujo y la escritura. Con sólo 12 años, al morir su madre, hizo las maletas y se marchó a la industrial Terrassa, donde ganaba algunos céntimos haciendo dibujos en los cafés. «Si en Terrassa pasó hambre, en Barcelona aún más», apunta Solà. Así que acabó marchándose a París, cruzando la frontera de Portbou.
Rebelde y autodidacta, pronto se acercó a los grupos libertarios y anarquistas. Tantas fueron sus identidades como sus estilos, hasta que comenzó a firmar con el anagrama de Shum. Publicó en algunas revistas de la época, pero fue en la cárcel donde ganó toda su popularidad. «Shum, el dibujante, nació en la prisión», apunta Jaume Capdevila. En un capítulo titulado Disparos en la madrugada, Josep Maria Cadena reconstruye de forma literaria los hechos que acabaron llevando a Shum a prisión: el ataque al concejal conservador Salvador Anglada (un compañero y él, le dispararon), un atentado fallido durante una manifestación y la explosión de una bomba en la calle Toledo de Sants, en un taller clandestino. El joven Alfons fue rápidamente juzgado -bajo el nombre de Joan Baptista Acher- y condenado a muerte con pruebas cuando menos dudosas. Sólo tenía 19 años. Sectores obreros y de izquierda comenzaron una campaña para pedir un indulto. Campaña que llegó incluso a Francia y a las páginas del Industrial Pioneer de Chicago. Ahí explotó su fama. Y empezó a enviar dibujos a los principales medios del país. Se le conmutó la pena de muerte por cadena perpetua, pero hasta el advenimiento de la II República no obtuvo la libertad.
De ese Shum de los años 20 y 30 sorprende la modernidad del dibujo y su capacidad de síntesis: su trazo «minimalista y afilado», con «aire de alambre». «Busca la expresividad de sus dibujos con elementos limitados: el trazo, la composición y el ritmo (...) No hay perspectiva, no hay capacidad de crear volúmenes, no hay proporciones. Y él, de forma muy inteligente, consigue convertir estas limitaciones en ventajas», considera Capdevila.
autocaricatura de los años 20.
Shum vivió una época de turbulencias sociales, años de mano dura borbónica, dictadura, la ansiada (y efímera) República, la Guerra Civil y el exilio. Un largo exilio del que no volvería jamás y que le llevó de Francia a las Américas (República Dominicana, Estados Unidos, Cuba y México). En Nueva York colaboró con la revista Por esas Españas y dibujó tarjetas de navidad, caricaturas y publicidad para la Metro Goldwyn Mayer. «Se pasaba el día entre el Casino Español, un restaurante español y consumiendo 1.000 cigarrillos», recuerda el pintor Josep Bartolí, uno de los expatriados. Pero fue en México, en Cuernavaca, donde encontró la tranquilidad que nunca tuvo en España. Se dedicó a pintar e incluso abrió la primera galería de arte de la ciudad. Y ahí fue enterrado en 1967, mientras España seguía en otra dictadura.
[Tomado de https://www.elmundo.es/cataluna/2019/03/16/5c8cc8b5fdddffcc698b4608.html.]
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