Grain
Dicho
de la manera más simple, la crisis climática implica que necesitamos cambios
¡ya! La organización de la sociedad en torno a la obtención de ganancias ha
demostrado ser un sistema corrupto y necesitamos construir sistemas
alternativos de producción y consumo, que se organicen de acuerdo a las necesidades
de los pueblos y la vida en el planeta. La transformación de este sistema
alimentario no ocurrirá mientras el poder de éste siga en manos de las
corporaciones. Tampoco podemos confiar en nuestros gobiernos, que permiten que
la distancia entre lo que los científicos dicen que hay que hacer para detener
el desastre climático y lo que los políticos realmente hacen se haga cada vez
mayor. Las fuerzas del cambio están en nuestras manos, en nuestras comunidades,
que se organizan para recuperar el control sobre nuestros sistemas alimentarios
y nuestros territorios.
En
la lucha por lograr un sistema alimentario diferente, los obstáculos
principales son políticos, no técnicos. Hay que volver a poner las semillas a
manos campesinas, eliminar los pesticidas y fertilizantes químicos, integrar al
ganado a formas de producción mixta, y organizar nuestros sistemas alimentarios
de forma tal que todos tengamos suficientes alimentos sanos y nutritivos. Las
capacidades para producir tales transformaciones han quedado demostradas en los
miles de proyectos y experimentos que desarrollan comunidades del mundo entero.
Incluso la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la
Tecnología en el Desarrollo Agrícola —llevada a cabo bajo la dirección del
Banco Mundial— no puede sino reconocerlo. A nivel de finca son bastante claras
y directas las formas de lidiar con el cambio climático.
Los
desafíos políticos son más difíciles. Pero hay mucho que ya está pasando a
nivel local. Enfrentadas incluso a la represión violenta, las comunidades
locales están resistiendo los megaproyectos, las represas, la minería, las
plantaciones y la tala de los bosques. Aunque rara vez se reconozcan como
tales, sus resistencias están en el corazón de la acción por el clima, al igual
que el movimiento por la soberanía alimentaria, que se van uniendo para
resistir la imposición de políticas neoliberales y desarrollar visiones
colectivas de futuro. Es en estos espacios y a través de esa resistencia
organizada que emergerán las alternativas al destructivo sistema alimentario
actual y podremos hallar la fuerza y las estrategias comunes que nos saquen del
ciclo suicida en que la agricultura industrial y el sistema alimentario
industrial nos tienen hundidos.
5 pasos urgentes
1.
Un viraje hacia métodos sustentables e integrados de producción. Las
separaciones artificiales y las simplificaciones que trajo consigo la
agricultura industrial deben deshacerse, y deben de reunirse de nuevo los
diferentes elementos que conforman los sistemas agrícolas sustentables. Los
cultivos y los animales deben reintegrarse de nuevo en la finca. La
biodiversidad agrícola tiene que tornarse el fundamento de la producción
alimentaria, una vez más, y el sistema de cuidado e intercambio de semillas
debe reactivarse. Los fertilizantes y lo plaguicidas químicos deben sustituirse
por formas naturales de mantener el suelo saludable y de controlar plagas y
enfermedades. reestructurar así el sistema alimentario ayudará a crear las
condiciones que permitan emisiones cercanas a cero en las fincas.
2.
Reconstituir el suelo y retener el agua. Tenemos que tomar el suelo en serio.
Necesitamos un esfuerzo global masivo para volver a juntar materia orgánica en
los suelos, y así devolverle fertilidad. Décadas de maltrato de suelos con
químicos en algunos lugares, y la erosión de los suelos en otras partes,
dejaron los suelos exhaustos. Los suelos saludables, ricos en materia orgánica,
pueden retener enormes cantidades de agua, que serán necesarios para crearle
las necesarias flexibilidad y aguante al sistema agrícola como para resistir
las crisis climática y de agua que ya se ciernen sobre nosotros. Aumentar la
materia orgánica en los suelos de todo el mundo ayudará a capturar cantidades
sustanciales del actual exceso de CO2 que hay en la atmósfera.
3.
Desindustrializar la agricultura, ahorrar energía y mantener a la gente en su
tierra. La agricultura familiar en pequeña escala debe volver a ser el
fundamento de la producción de alimentos. Haber permitido la enorme acumulación
de empresas de agricultura megaindustrial que producen mercancías para el
mercado internacional en lugar de comida para la gente, provoca ámbitos rurales
vacíos, ciudades sobrepobladas y la destrucción de muchos modos de sustento y
de cultura en el proceso. Desindustrializar la agricultura ayudaría también a
terminar con el tremendo desperdicio de energía que ahora produce el sistema de
agricultura industrial.
4.
Cultivar en las inmediaciones y cortar el comercio internacional. Uno de los
principios de la soberanía alimentaria es priorizar los mercados locales sobre
el comercio internacional. El comercio internacional de alimentos en consorcio
con industrias de procesamiento y supermercados en cadena son los principales
contribuyentes a la crisis climática. Todo esto puede detenerse en gran medida
y situar la cadena alimentaria en la producción de alimentos más orientada a
los mercados locales. Lograr esto es probablemente la lucha más dura de todas,
ya que el poder corporativo se ha concentrado en mantener el sistema de
comercio creciendo y en expansión. Y muchos gobiernos están felices con esto.
Algo que debe cambiar si somos serios en nuestra respuesta a la crisis
climática.
5.
Cortar la economía de la carne y buscar una dieta más sana. Tal vez la transformación
más profunda y destructiva que conlleva el sistema alimentario industrial, es
la industrialización del sector ganadero. Lo que solía ser una parte integral y
sustentable de los modos de vida rurales, es ahora un sistema de fábricas
mega-industriales de carne diseminadas por todo el mundo, controladas por unos
cuantos. La economía de la carne a nivel inter-nacional, que ha crecido cinco
veces en las últimas décadas, contribuye a la crisis climática de un modo enorme.
Ha ayudado a provocar el problema de obesidad en los países ricos, y ha
destruido —mediante subsidios y comercio desleal— con la producción local de
carne en los países pobres. Esto debe detenerse, y las tenencias de consumo,
especialmente en los países ricos deben alejarse de la carne. El mundo necesita
regresar a un sistema descentralizado de producción y distribución de carne,
organizado de acuerdo a las necesidades de la gente. Deben restaurarse y
recuperarse los mercados que surten carne a los mercados locales procedente de
pequeñas fincas a precios justos. Debe de frenarse el comercio desleal
internacional.
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