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martes, 30 de octubre de 2018

Desmontando mitos de la historiografía tradicional sobre el anarquismo




Fran Fernández



El milenarismo” anarquista



Una de las teorías de los historiadores sobre el anarquismo es su supuesto carácter religioso y milenarista. Interpretando la retórica de emancipación que usaban algunos de sus medios, a menudo llenos de referencias a la redención y a un futuro paraíso, se entiende que el carácter idealista y místico que adquiere el discurso anarquista está unido a unas formas religiosas relacionadas al milenarismo cristiano, del que se desprende ese “fanatismo” místico, irracional, intransigente, dogmático [1], etc. Dichos estudios no se detienen a considerar el por qué se hacía este tipo de expresiones, presente solo en algunos medios dentro de la prensa anarquista. Consideramos que la construcción de esos términos en el ideario libertario es solo retórica para acercarse a las clases bajas, que se presumía que era de cultura cristiana, hasta entonces familiarizadas con unas manifestaciones discursivas determinadas culturalmente. Adaptarse a esas expresiones, e invertir sus propios significados, se mostraron como buenas armas de convicción, y no solo fue usado por el anarquismo, sino por la mayoría de los movimientos políticos europeos. No solo hubo credos y cristos anarquistas: también los hubo liberales y comunistas. Por otra parte, consideramos que este supuesto milenarismo irracional y espontáneo se ve negado por la existencia de publicaciones científicas, culturales, modernistas y sociales, de gran rigor, que ya en la práctica y más allá de la propaganda, exponía un modo de ver la vida para los hombres nuevos, que hacían realidad.



Los anarquistas promovieron desde el siglo XIX en España las ideas del aborto, igualdad de la mujer, ecologismo, nudismo, higiene, métodos anticonceptivos, planificación familiar, escuelas libres, y un largo etcétera [2]. En cuanto a la organización social, Temma Kaplan [[3]toma una posición clara y considera que no hay nada de “milenarismo” en el movimiento anarquista andaluz, organizado en sindicatos y todo tipo de asociaciones,

completamente racional.



Es interesante señalar la existencia de importantes revistas científicas y modernas dentro del anarquismo español, tales como Estudios, Generación Consciente, Brazo y Cerebro, o Iniciales, con la participación de importantes intelectuales como el médico Isaac Puente o Félix Martí Ibáñez, éste último fundador de Medical Doctor News, revista pionera en monografías y novedades de carácter médico-cultural, gran referente internacional durante buena parte del siglo XX [4]. Como dice Fernández Gómez: “el pensamiento científico y positivista de izquierdas más complejo y avanzado de su época en España” [5].



¿Cómo se llega a considerar al anarquismo como movimiento milenarista? Se entiende el milenarismo como la tendencia social que espera la llegada del nuevo milenio, de diferentes tiempos, recordando mucho a los movimientos medievales que se produjeron en torno al año 1000, o mejor dicho, en torno a partir del siglo XIV, donde realmente se desenvolvieron estas agitaciones apocalípticas, y fue posteriormente cuando se inventó la leyenda de los movimientos milenaristas en torno al Año Mil histórico, que realmente no existieron más allá de ciertos círculos intelectuales [6]. Por otra parte, se ha malinterpretado el movimiento milenarista, cuya realidad histórica es prácticamente desconocida y tergiversada, pues ha sido caricaturizada por los historiadores, pero su derrota fue por el aplastamiento militar y no por la supuesta pobreza de sus ideas [7]. Efectivamente, estas agitaciones colectivas de entonces llevaron consigo unos grandes procesos de renovación, más relacionados con reivindicaciones sociales que religiosas, que no contenían, como se cree bajo los prejuicios actuales, arcaísmos ni elementos primitivos, generando unas críticas al mundo, que poco después se renovará bajo la luz del Renacimiento. Con todo, aunque reivindiquemos una connotación positiva del milenarismo alejado del concepto de la histeria colectiva, es un movimiento distinto al anarquismo: uno es hijo de la Ilustración y la modernidad; el otro de la renovación espiritual y cognitiva medieval.



Este milenarismo se relaciona con el anarquismo que arraigó en los sectores populares más desfavorecidos. El historiador Constancio Bernaldo de Quirós [8] lo califica como desorganizado, caótico y violento, resultado del carácter individual del andaluz, que es consecuencia de su ser biológico, que lo lleva a la delincuencia subversiva anarquista, determinado por el clima del sur hispánico [9]. Díaz del Moral y otros historiadores destacarán el aparente resurgimiento de las insurrecciones anarquistas decimonónicas cada diez años, que lo interpreta como síntoma claro de misticismo apocalíptico [10].



El anarquismo español era un movimiento completamente racional incluso entre sus sectores Rurales [11]. Es cierto que impulsaban cualquier levantamiento, a menudo sin estrategia alguna y de una forma espontánea, pero como se ha señalado a menudo, el hambre y la desesperación motivaban más la impaciencia en la revuelta, que una mística de la espontaneidad. Se pensaba racionalmente que ante tanta miseria un levantamiento provocaría una adhesión general [12]. Asimismo, es tendencioso creer que esta “espontaneidad” sea inferior a una organización permanente, como pretende Hobsbawn. A menudo incluso los movimientos espontáneos tuvieron mucho más éxito que los movimientos disciplinados, como muestran prácticamente las grandes revoluciones de la historia, solo apareciendo la organización posteriormente.



Los primitivos



Para explicar el triunfo del anarquismo en ciertos lugares frente a las ideologías que defienden una modernidad basada en el progreso, han realizado una teoría, ya clásica en la historiografía, sobre el carácter primitivo de muchos sectores sociales para explicar cómo una teoría como el anarquismo les rompe los esquemas y ha llegado a triunfar entre la población, teniendo un protagonismo histórico indiscutible.



Rebeldes Primitivos de Eric Hobsbawn, es quizás el mejor ejemplo de todo esto. En el apartado que dedica específicamente a los anarquistas, basado fundamentalmente en  El Laberinto Español de Gerald Brennan, Hobsbawn se aventura en un campo que a todas luces desconoce: llega a situar anacrónicamente acontecimientos como la sublevación de Casas Viejas como parte de un movimiento anarquista aislado del siglo XIX, cuando era un movimiento previamente coordinado de la CNT, ya en los años treinta, a la que se reconoce ya una planificación, estallando la rebelión no solo en el pueblo gaditano, sino en otras zonas de Cataluña, Valencia y Aragón, a pesar que fue cancelado previamente por haberse detenido sus organizadores con antelación al inicio del movimiento [13]. Hobsbawn llega a calificar a los campesinos sublevados en Loja en 1861 como de “indígenas” [14], como de brutos y salvajes, en contraste al estudio de Bernaldo de Quirós, que los describe como disciplinados y nobles [15]. El texto tiene más interpretaciones políticas que otra cosa, de manera que Hobsbawn, tras confundir los hechos, llega a unas conclusiones bastante discutibles y señala que si hubiera estado presente una organización política disciplinada -que para Hobsbawn no puede ser otra cosa, por supuesto, que un partido comunista- hubieran llegado estos “rebeldes primitivos” a su ansiada emancipación. El autor, a pesar de ser marxista -o quizás por ello- no llega a comprender las peculiaridades de una organización distinta, y que los campesinos, anarquistas o no, tienen formas de lucha distintas a las urbanas.



De la opinión de Hobsbawn tenemos una amplia gama de historiadores convencidos de que el anarquismo y otros movimientos reivindicativos y rebeldes no marxistas de la Edad Contemporánea son manifestaciones pre-industriales que han sobrevivido a la destrucción de Antiguo Régimen. Creen que la vida rural en la sociedad estamental es semejante a la vida agrícola

de la edad contemporánea, por ser en ambos casos de carácter rural. Sin embargo, el mundo campesino es mucho más complejo que ese panorama, y desde luego el mundo rural contemporáneo

es muy distinto al que existía un siglo antes: las tierras comunales fueron desamortizadas y vendidas, y con ellas desaparecieron las formas de vida de por entonces y la gestión local de los

comunales. El Estado contemporáneo se hizo omnipresente, eficaz y poderoso. Hay mejora de medios de transportes y de herramientas. Nuevos inventos y comodidades. Surgimiento de las ciudades industriales que afectan al campo. Y un sin fín más de factores que distinguían a la vieja y nueva ruralidad.



Sin embargo, el anarquismo español se desarrolló especialmente en la Cataluña industrial y las capitales de casi todas las provincias españolas, las zonas más “avanzadas” e industrializadas; que fuese más pequeño en comparación con otros países no quita que se pueda comparar con las áreas más agrícolas de España, y ciertamente, los hechos parecen desmentir absolutamente ese primitivismo, por mucho que se quiera matizar. En Andalucía, donde se centra Hobsbawn, tuvo ciertamente influencias en las áreas rurales, pero en general las capitales de provincia andaluzas tenían más militancia y afiliados que en las zonas rurales. En Granada, la CNT controlaba principalmente Granada capital y la socialista UGT era indudablemente superior en las áreas rurales [16]. Los territorios valencianos tiene muchas zonas rurales donde la CNT domina, pero también la capital, Valencia, así como ciudades industriales como Alicante o Alcoy, que son claramente feudos tradicionales del anarquismo desde los tiempos de la Internacional. En los Congresos de la central anarquista son los sindicatos urbanos los que tienen el mayor peso de decisión, debido a su número de afiliación, casi siempre superior [17].



Con todo lo dicho, no pretendemos cometer la simpleza de invertir la afirmación y declarar que el anarquismo es un movimiento netamente urbano. El anarquismo, como cualquier otro movimiento social y político, surge en cada lugar por la combinación de una diversidad de factores que no siempre están relacionados con las características económicas que marca la visión burguesa del progreso.



Los incontrolados



Considerado como uno de los mejores especialistas en la violencia política durante la Guerra Civil Española, José Luis Ledesma no está libre de ciertas confusiones sobre los “incontrolados” que le lleva a cometer varios fallos [18] que hereda de una literatura harto repetida. Si bien Ledesma reconoce las implicaciones políticas y la arbitrariedad del término, sorprende que al mismo tiempo lo emplee una y otra vez en los contextos que se denuncia. Algunas de sus afirmaciones se refiere a la violencia pre-bélica, que sin duda acierta cuando señala que no justifica el golpe de Estado ni se vivía realmente en una situación de caos. Pero sí llega a decir que “lo que parece incuestionable es que esas violencias y sus anejas retóricas bélicas minaron gravemente la estabilidad del régimen republicano” [19], pareciendo que Ledesma olvida que esa violencia fue ejercida también por el gobierno de la República. No solo nos referiremos a la represión brutal contra los campesinos de Casas Viejas, justificado desde el gobierno republicano (“en Casas Viejas no ha ocurrido (...) sino lo que tenía que ocurrir ” dijo Azaña [20]) sino también a la represión que se ejerció contra los proclamadores del comunismo libertario en Mas de las Matas o los mineros de Figols. Todos estos casos de represión no desestabilizaron el régimen republicano, sino más bien lo contrario: solo perjudicaron a elementos de algunos partidos políticos por las campañas de la oposición. Desgraciadamente, es frecuente entre los historiadores confundir la República con unos partidos políticos (Acción Republicana, Izquierda Republicana, PSOE, etc.) y no con otros (CEDA, Acción Popular, Renovación Española, Partido Agrario...).



Muchos historiadores [21] también llegan a creer que la reducción de la violencia a lo largo de los meses de la Guerra se debía a un mayor control efectivo del gobierno republicano, que frenaría la violencia incontrolada. Sin embargo tal decrecimiento obedecía sencillamente a que la mayor parte de los represaliados ya habían sido ejecutados, quedando en las cárceles solo aquellos que se consideraban no muy peligrosos. Y ya no eran muy numerosos: el desarrollo de la guerra no era muy favorable a la República y la cantidad de presos que llegaban era ínfima comparada a la que se hizo a inicios del propio conflicto.



La palabra “incontrolado” tiene indudablemente un trasfondo político. Ello es debido a que se politizó el término en un contexto de lucha ideológica entre partidarios de un modelo revolucionario y los partidarios de mantener el gobierno republicano tal como estaba antes de la guerra, marcando a los incontrolados como una consecuencia -voluntaria o involuntaria- de la política de los primeros. Se suele ignorar por ello los numerosos casos de bondad “incontrolada”, que por ejemplo cita Izard en uno de sus recientes trabajos [22], debido a que es un término propagandístico y despectivo. Cuando el Golpe de Estado se dio en el verano de 1936 por parte de los militares, el gobierno republicano se desplomó, y fue por la intervención de la población civil como se salva la situación [23]. Esto produjo un vacío de poder en el bando republicano, que afectó a todas sus instituciones: en el gobierno, en el ejército, en la policía y en la economía. Es entonces cuando los anarquistas aprovechan la oportunidad y comienzan a realizar sus proyectos políticos y económicos, creando colectividades, gestionando pueblos enteros, haciendo redes de intercambio, y otras muchas iniciativas más. Sin embargo, los anarquistas también se integraron en la estructura estatal, pues el gobierno republicano se convirtió en el nexo de unión de la lucha contra los golpistas. Se exigía entonces disciplina y control para ganar la guerra. Quien no siguiera esa disciplina y ese control, era un “incontrolado”, un agente, consciente o inconsciente, “del fascismo”. Incluso para los anarquistas. Pero pronto observarán que el término se politiza contra ellos, y no faltan, entonces, referencias sarcásticas al término, como hace el periódico  Hombres Libres (Granada) cuando cita a un colectivista que devuelve una billetera llena de grandes cantidades de dinero a su propietario [24].



Mientras tanto, el interés por atraer el apoyo internacional y de captar partidarios, generó una guerra de propaganda, donde cada bando, además de alabar su respectiva causa, acusaba al contrario de atrocidades, mostrando lo inadecuado que era apoyarles. Cuando los eficientes servicios de propaganda franquistas denunciaron con cierto éxito en Europa, especialmente en Inglaterra, sobre los crímenes del bando republicano [25], solo fue cuestión de tiempo usar el concepto de los “incontrolados” para convertirlos en chivos expiatorios donde el bando republicano no tenía nada que ver.



Sin duda en los primeros momentos del conflicto civil, el derrumbe de las instituciones que hasta entonces habían regido la sociedad, promueve una situación que, mezclada con la violencia iniciada por el golpe, muchos decidiesen arreglar viejas cuentas personales. La violencia de “incontrolados” que a menudo se mencionan a principios de la guerra, es más bien una violencia de carácter personal y acaso económico; rara vez de carácter ideológico o político, y no muy extendida en comparación con la violencia que predominó: la intrínseca y consecuente con un conflicto bélico. La violencia, incluso la descontrolada, tiene sin embargo un trasfondo social, marcado por el contexto del caciquismo, el aspecto político más importante de la España del siglo XX, que se desarrolló especialmente en las áreas rurales menos politizadas. Los descontrolados obviamente actuaban bajo su cuenta y riesgo, pero no eran ni irracionales ni perversos. Eran por lo general personas que reaccionaban ante una serie de agravios sociales. No mataban a nadie ni por su ideología ni por su religión. Lo hacían por su propio beneficio personal, o por saldar viejos agravios de carácter económico. La violencia política que se ejerció al margen de las instituciones republicanas, se efectuó con mucho control y lógica, y de facto, con la colaboración y apoyo de los agentes de lo que quedaba de las infraestructuras republicanas, y por supuesto, de las organizaciones sindicales y políticas.



Se da por hecho que de haber tomado el control desde el primer momento, la República hubiera sido menos sangrienta. Pero la República en los años previos a la guerra no se mostró menos arbitraria, descontrolada ni sangrienta que los famosos incontrolados, como vemos en la revolución de Asturias.



Los Matacuras



La violencia anti-clerical es uno de los temas estrellas. La enorme proporción de religiosos víctimas de las represalias en la retaguardia republicana, sumado a la antigua tradición cristiana de victimización [26], ha provocado una serie de estudios sobre el tema que ha llegado incluso a considerarse dentro de la disciplina antropológica como un fenómeno de “ritual”, una serie de costumbres y experiencias colectivas de largo recorrido en los sectores sociales [27]. Tales estudios afirman que algunos actos sádicos se ejercieron solo contra los religiosos. Sin embargo existieron actos de esta índole contra fascistas laicos y no religiosos. La quema de casinos, de locales derechistas y de algunas bancos o casas nobiliarias, no ha trascendido tanto, por no resultar tan espectacular [28]. Sin embargo, esos casos existieron, y habría que preguntarse si también responden a rituales religiosos de las clases populares. O eran acciones de simple afirmación política contra los representantes del Golpe de Estado, o aún más frecuente, una re-afirmación de lucha de clases, un término que parece ser más ignorado entre los historiadores de hoy que el de “rituales religiosos” anti-religiosos. No vamos a negar el simbolismo en la violencia no solo contra el clero, sino contra derechistas en general, pero tal violencia no tiene ningún trasfondo ritual ni se ejerció por motivos religiosos. Tal simbolismo era meramente propagandístico y de humillación al rival político.



La propaganda de la Iglesia pretende que tal persecución era de carácter religioso y no político. Sorprende en una institución que niega el reconocimiento de martirio de los párrocos vascos, los cuales para ellos sí fueron ejecutados por tales motivos. Del mismo modo, las ejecuciones de Martín Usero, José Pascual Duaso o Jeroni Alomar por los franquistas. Por otra parte, entre los mártires hay personas implicadas en casos de violencia anteriores a la guerra como Gabino Olaso Zabala, torturador de un sacerdote filipino, Mariano Dacanay. Y en general, una serie de hechos que demuestran el conflicto en sus verdaderas dimensiones: el político, y no el religioso. Por eso, no existen víctimas de los cristianos protestantes o evangelistas en la retaguardia republicana; en contraste con el bando nacional, donde fueron represaliados [29].



Dentro del bando republicano, donde los anarquistas ejercieron un papel muy activo en las calles, los motivos del odio anti-clerical era, sencillamente, la actividad política de la Iglesia española. No era una institución política neutra, como hoy en día se pretende o cree. Estaban aliados con los caciques locales de cada pueblo y ciudad. Los párrocos solían ser activos militantes que organizaban partidos de derechas [30]. Asimismo llegaron a tomar parte en la violencia derechista antes y durante la guerra. Asignados como los ideólogos de los movimientos reaccionarios, era previsible que los ataques políticos se dirigieran en primer lugar contra ellos. Sin embargo, muchos republicanos y anarquistas protegieron a religiosos y párrocos, pero tal dato no resulta tan morboso en la historiografía derechista o eclesiástica. Tenemos numerosos ejemplos, como el de Jesús Arnal, que escribió unas memorias (Yo fui secretario de Durruti, 1972 [31]), donde relata su paso de párroco a secretario de la Columna Durruti. O la protección de Joan Peiró al marista Salvador Oller o a las pasionistas de Tafalla. Y hay muchísimos más, como vemos en la obra ya mencionada de Izard [32].



Si observamos las zonas de mayor virulencia anticlerical, comprobaremos que se dan especialmente en las áreas rurales con una fuerte presencia caciquil y donde el clero forma parte de una manera directa en las relaciones de poder locales. Cuando estalla el conflicto bélico y con ella la percepción de encontrarse en medio de una lucha a muerte, en los pequeños pueblos se persigue inmediatamente al pequeño grupo que ha ejercido el poder local, constituido principalmente por los grandes propietarios, sus amigos políticos, y el clero. Este último era el símbolo definitivo de ese Poder a ojos de la población, por lo cual, quienes se sintiesen oprimidos e injuriados, desatan su

furia contra ellos. De esta manera, los momentos más dramáticos de la violencia anti-clerical en la provincia de Granada se da precisamente en la Alpujarra, con una sindicación y afiliación política prácticamente inexistente, pero con una pobreza muy aguda y un caciquismo feroz, que se traducirá durante guerra civil granadina en la zona de la provincia con más incendios de parroquias y exterminio del clero que conocemos a día de hoy [33].



Los terroristas



Se entiende por terrorismo como la sucesión de actos de una manera sistemática con el fin de infundir el terror. Sin embargo tiene hoy connotaciones sociales y emocionales muy claras que van más allá de esta definición, y existe una visión del terrorista como un elemento oscuro que aterroriza a la población de una manera indiscriminada como modo de influir y presionar a los gobiernos o a las sociedades. No sorprende que la prensa burguesa decimonónica hiciera descripciones terroríficas en este sentido de famélicos y siniestros anarquistas con bombas en la mano.



El término de la “propaganda por el hecho” (y el de la “acción directa”) ha sido usado constantemente por los historiadores como sinónimo de violencia y como justificante eufemístico del terrorismo, ignorando que incluso en el Congreso de Londres de 1881, donde aparece el concepto, nunca hablan de ello como sinónimo de violencia, sino como una multiplicad de estrategias y acciones definidas por la práctica y no por teorizaciones [34]. La violencia es, obviamente, una posibilidad, pero solo una entre otras muchas. También se entendía como “propaganda por el hecho” a crear cooperativas económicas, realizar huelgas, ocupaciones de tierras, y en general cualquier acto que animase a la población a seguir el ejemplo de lo que se pretende propagar. Aparte, el movimiento anarquista reaccionó de muy distintas maneras a los

atentados, desde la aceptación bajo la óptica de la violencia como motor de la historia; como del más enérgico rechazo por obstaculizar el desarrollo de la organización pública del anarquismo, al promoverse la represión estatal [35].



Quienes señalan estas actuaciones como “terrorismo”, no hace lo propio cuando las ejerce el Estado. Efectivamente, algunos atentados fueron montajes policiales, repletos de informadores de la policía e infiltrados. El ejemplo más claro, pero no el único, es el caso Rull. Un antiguo anarquista se convierte en confidente de la policía, y necesitando dinero que podría conseguir con “soplos”, se dedicó él mismo a preparar bombas, para luego denunciarlas e informar a la policía [36]. En un libro imprescindible para conocer este tema [37] se señalan numerosos casos de montajes y un análisis de los acontecimientos que nos lleva a pensar la más que probable responsabilidad de los agentes policiales en muchos de los atentados que se realizaron.



Otra forma de la violencia anarquista se dio en España en los años veinte con el fenómeno del pistolerismo. Los propios dirigentes anarquistas, no involucrados en todo esto, pensaban que la violencia con pistolas fue iniciada por sus propios compañeros más violentos, creyendo que era la reacción natural ante el encarcelamiento de los huelguistas y el consecuente fracaso derivado por ello, produciendo una enorme frustración en la clase trabajadora [38]. Hoy en día sabemos que las hostilidades fueron iniciadas por los patronos que recurrieron a todo tipo de sicarios, policías, mercenarios y hasta de sindicalistas de los llamados Sindicatos Libres, para ejecutar a los dirigentes anarquistas más pacíficos a cambio de una remuneración económica. Los libertarios respondieron organizando a sus grupos de pistoleros, que no atacaron a los autores materiales, sino a los principales financiadores de lo que llamaban “el terrorismo blanco” [39].



Notas



[1] Gerald BRENNAN: El Laberinto Español. Versión electrónica, Editions Ruedo Ibérico, s/f, p. 110.



[2] Ideas que en algunos casos se materializaron por primera vez bajo el Ministerio de la anarquista Federica Montseny en la Guerra Civil.



[3] Temma KAPLAN: Los orígenes sociales del anarquismo en Andalucía, 1868-1903. Ed. Crítica, 1977, pp. 25 y 230-237.



[4] Fernando A. NAVARRO: “Félix Martí Ibáñez (1911-1972)”, en Laboratorio del Lenguaje, 2011, disponible en Internet: http://medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/2011/12/31/felix-marti-ibanez



[5] Francisco de Paula FERNÁNDEZ GÓMEZ: Oleadas terroristas. Ed. Aldarull, 2012, p. 42.



[6] Georges DUBY: El Año Mil. Ed. Gedisa, 1989.



[7] Yves DELHOYSE y George LAPIERRE: El incendio milenarista. Ed. Pepitas de Calabaza, 2008, p. 9.



[8] Constancio BERNALDO DE QUIRÓS: El espartaquismo agrario andaluz. Ed. Turner, 1974, p. 44.



[9] Jorge RAMOS TOLOSA: “La cuestión del milenarismo en el anarquismo andaluz”, La Protesta nº 9 de Agosto-Septiembre de 2008, p. 10. Seguramente se referirá a la obra ya citada de Quirós, donde nos encontramos con términos como “Criminalidad colectiva” y factores térmicos en p. 44. “Estigma de raza (por ser gitano), del nacimiento” p. 60. “In vino veritas” (relaciona el éxito de las ideas anarquistas con el consumo del vino, p. 62. Raza y folclore en p. 73, con implicaciones de género.



[10] Temma KAPLAN: Los orígenes sociales..., p. 233. Juan DÍAZ DEL MORAL: Historia de las Agitaciones Campesinas Andaluzas. Ed. Alianza, 1969, p 44. Si bien, es conocida la simpatía de Díaz del Moral al anarquismo, pero mantiene una visión e interpretación basada en tópicos; pero en tópicos que le gustan, y que de hecho, en su nota al capítulo 8 de su obra citada, defiende ese milenarismo frente a los reproches disciplinantes del marxismo y

socialismo.



[11] Temma KAPLAN: Los orígenes sociales..., p. 235-236.



[12] Francisco OLAYA: Historia del movimiento obrero español, siglo XIX. Ed. Nossa y J. Editores, 1994, pp. 176-178 y 567-574. Posteriormente, lo que se denominaría por Joan García Oliver como “gimnasia revolucionaria”. Si bien los propios anarquistas reconocían que el hambre más bien acobardaba que agitaba, rompiendo otro tópico, no es menos cierto que arrastraba a la población no concienciada a los movimientos insurreccionales o revolucionarios. El caso de Casas Viejas es paradigmático, pues aunque es cierto que fue planificado e instigado por los anarquistas, no es menos cierto la siguiente carta dirigida al Comité Nacional de la CNT, que escribió un obrero del mencionado pueblo, en Octubre de 1932, unos meses anteriores al levantamiento: “El paro obrero es cada vez mayor, elevándose el número de trabajadores parados en ambos pueblos, próximo al millar; el Monterilla no atiende, el Gobernador tampoco, los Panzudos no siembran y los trabajadores también se mueren de hambre; creemos que para alimentar los estómagos preparan balas;... así no es posible vivir; los hombres perecen de inanición. ¿Qué hacemos?”.



[13] Julián CASANOVA: De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931.1936). Ed. Crítica, 1997. Pp. 108-109.



[14]Eric J. HOBSBAWN: Rebeldes Primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX. Ed. Ariel, 1983. P. 122



[15] Bernaldo CONSTANCIO DE QUIRÓS, El espartaquismo agrario andaluz, pp. 46-47



[16] José Antonio ALARCÓN CABALLERO: El movimiento obrero en Granada durante la II República (1931-1936), Ed. Diputación de Granada, 1990.



[17] M. GONZÁLEZ URIÉN y Fidel REVILLA GONZÁLEZ: La C.N.T. a través de sus Congresos. Editores Mexicanos Unidos, 1981, pp. 282-307.



[18] Cuando habla, por ejemplo, del caso de Luis Bonilla.



[19] José Luis LEDESMA: “Qué violencia para qué retaguardia o la República en guerra de 1936”, en Ayer 76/2009, p.89.



[20] En Julián CASANOVA: De la calle al frente..., p. 113.



[21] José Luis LEDESMA: Qué violencia para qué retaguardia..., pp. 94-95.



[22] Miquel IZARD: Que lo sepan ellos y no lo olvidemos nosotros. Ed. Virus, 2012. Pp. 271-353.



[23] A pesar de lo que diga el historiador militar Gabriel Cardona en un artículo publicado en una revista de Historia (Grandes Enigmas del siglo XX nº 9, Clío: Revista de Historia nº 58, de 2006, pp 42-50), afirmando que el triunfo lo consiguieron los policías y militares que quedaron leales al gobierno, pero que fue adjudicado por los revolucionarios en Madrid y Barcelona debido a que contaban con mayores medios de propaganda y a que tomaron el poder que quedó vacío. Lo cierto es que no podemos compartir la visión de Cardona, ya que su relato no es preciso, y olvida acontecimientos y datos importantes, ignorando que las tropas leales salieron a la calle solo cuando la batalla estaba ya muy avanzada y el enemigo cansado y sin municiones, ocurriendo tan solo que los militares “leales” solo se limitaron a ver quién era el bando vencedor para sumarse a él. Por el momento nos bastará recordar las palabras de un falangista que luchó en Barcelona contra los revolucionarios, García Teresa, que aparece en el documental “La Vieja Memoria”, donde relata él mismo que 
perdieron la batalla por “Murcia y Almería. Es decir, la CNT-FAI”, por tanto, el pueblo revolucionario, interviniendo los militares y policías republicanos solo al final cuando ya estaba todo decidido. Minuto 59 del documental.



[24] Hombres Libres nº 36, de 13 de Agosto de 1937: Cómo proceden los “incontrolados”

.

[25] Hugo GARCÍA FERNÁNDEZ: “Seis y media docena: propaganda de atrocidades y opinión británica durante la Guerra Civil Española”, en HISPANIA. Revista Española de Historia, 2007, volumen LXVII, nº 226, mayo-agosto, pp. 671-692



[26] Vicente CÁRCEL ORTÍZ: La persecución religiosa en España durante la II República (1931-1939). Antonio MORENO MORENO Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939

.

[27] Víctor LUCEA AYALA: Un pueblo en movimiento, p. 209. Ed. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2009. Ejemplos de estudios de este tipo en Bruce LINCOLN: “Exhumaciones revolucionarias en España, Julio 1936” en Historia Social nº 35, pp. 101-118.



[28] En Granada, el casino fue el principal blanco de los ataques incendiarios, y son notorios las quemas a principios del régimen republicano de los locales del Noticiero Granadino o del Ideal, el primero por su posición monárquica. En ALARCÓN CABALLERO: El movimiento obrero en Granada..., p. 362.



[29] Juan Bautista VILAR RAMÍREZ: “La persecución religiosa en la zona nacionalista. El caso de los protestantes españoles”, en Los nuevos historiadores ante la Guerra Civil española, volumen 2, Ed. Diputación de Granada, 1990. Pp. 169-188.



[30] Caso de Santiago Megido Suárez (Mallorca), Mariano Silvestre (Lliria) o el famoso caso de Fermín Yzurdiaga. E innumerables casos en investigaciones sin citar nombres, en lugares como Grado (Asturias).



[31] Jesús ARNAL: Yo fui secretario de Durruti. Ed. Mira, 1995.



[32] Ver cita de la obra de Miquel IZARD, Que lo sepan ellos...

.

[33] Rafael GIL BRACERO: Revolucionarios sin revolución. Ed. Universidad de Granada, 1998, p. 143-144.



[34] No se conservan las actas en sí de este polémico pero importante Congreso internacional, tan solo algunas publicaciones de periódicos anarquistas, entre las que destaca La Révolté que protagonizaba Kropotkin desde Ginebra, no mostrando tampoco un gran entusiasmo por el congreso; también encontramos La Revolution Sociale de un confidente de la policía, Serreaux, que se mostró, como otros tantos, como un entusiasta de la violencia. No fue el único confidente policial del Congreso, y hubo hasta un caso de espía en su comité organizador, que nuevamente, empujaba a la violencia. Asimismo, existe un informe de la policía francesa sobre el Congreso. Ninguno de estos documentos, así como los diversos testimonios, son satisfactorios sobre un congreso que no gustó a nadie, pues por su carácter, se pretendió abarcar a todos, tanto como los partidarios de la organización pública, como los partidarios de la violencia, y finalmente, de tanto abarcar, no agarró nada, y nadie salió contento, llevando a sus respectivas organizaciones y regiones, lo que interpretaron de las resoluciones, tan amplias, que ninguno mintió. Con todo, es de destacar que en tal comicio nunca jamás se llegó a confundir o convertir en sinónimo la propaganda por el hecho con la violencia; si bien el entusiasmo de unos por las “ciencias químicas” fue notorio y no dejaron de recomendar, dentro de las resoluciones, el uso de tal violencia como una de las formas de propaganda. Para las resoluciones de la violencia: La Révolté, 23-07-1881. Para no buscar un documento de tan difícil acceso, se puede recurrir a la obra Oleadas terroristas, p. 40.



[35] José ÁLVAREZ JUNCO:

La ideología política del anarquismo español (1868-1910)

. Ed. Siglo XXI, 1991, p. 508-

510. Se puede añadir mucho más, ya que la bibliografía del conflicto entre la FTRE y el grupo violento de Los Desheredados

es abundante y bien conocido.



[36] Antoni DALMAU:

El cas Rull. Viure del terror a la ciutat de les bombes (1901-1908)

. Ed. Columna 2008.



[37] Marc VIAPLANA y Raj KUTER: La Barcelona de la dinamita, el plomo y el petróleo 1884-1909. Ed. Grupo de Afinidad de Quico Rivas, 2009.



[38] Ángel PESTAÑA: Trayectoria Sindicalista. Ed. Tebas, 1971, p. 401. Es un ejemplo claro de militante que creyendo conocer todos los antecedentes, no conocía los inicios del pistolerismo como tal, iniciado por la burguesía en 1917, tal como denunció uno de sus primeros integrantes, Epifanio Casas, el cual más tarde se incorporará a la banda de Bravo Murillo. Esto no quita la existencia de la violencia política anteriormente, traducido en represión y muertes contra los trabajadores, y atentados anarquistas, pero son fenómenos diferentes al del pistolerismo.



[39] Pere FOIX, Los Archivos del Terrorismo Blanco. El fichero Lasarte 1910-1930. Ed. La Piqueta, 1978.



[Extraído del texto más extenso titulado “Las negras tormentas de la Historia”, que en versión original completa está disponible en https://anarkobiblioteka3.files.wordpress.com/2016/08/las_negras_tormentas_de_la_historia_-_francisco_josc3a9_fernc3a1ndez_andc3bajar.pdf.]




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