Humberto Decarli
Muchos sectores de la izquierda en América Latina manifiestan recurrentemente sus simpatías por el régimen venezolano. Son expresiones de solidaridad automática en una disyuntiva donde se inclinan, a su juicio, por el mal menor. Experiencias nacionalistas enfrentadas a los Estados Unidosdeben ser apoyadas porque a fin de cuentas, ejercen la orientación de la siniestra del espectro político colegida del final de la guerra fría. Sucedáneo al browderismo se asumió la ocupación de un espacio dentro de la confrontación Este-oeste al lado del bloque soviético, haciendo abstracción de la naturaleza totalitaria del socialismo real.
La izquierda marxista ortodoxa en la región
Al concluir la segunda guerra hubo la distribución del poder en el mundo efectuado en la conferencia de Yalta. Stalin liderizó el sector socialista y su brazo ejecutor como lo fue el Kominform. Dirigió al movimiento comunista internacional desde Moscú y los partidos proletarios fueron un apéndice de las directrices soviéticas y auxiliares de sus embajadas en todo el mundo.
Muchos sectores de la izquierda en América Latina manifiestan recurrentemente sus simpatías por el régimen venezolano. Son expresiones de solidaridad automática en una disyuntiva donde se inclinan, a su juicio, por el mal menor. Experiencias nacionalistas enfrentadas a los Estados Unidosdeben ser apoyadas porque a fin de cuentas, ejercen la orientación de la siniestra del espectro político colegida del final de la guerra fría. Sucedáneo al browderismo se asumió la ocupación de un espacio dentro de la confrontación Este-oeste al lado del bloque soviético, haciendo abstracción de la naturaleza totalitaria del socialismo real.
La izquierda marxista ortodoxa en la región
Al concluir la segunda guerra hubo la distribución del poder en el mundo efectuado en la conferencia de Yalta. Stalin liderizó el sector socialista y su brazo ejecutor como lo fue el Kominform. Dirigió al movimiento comunista internacional desde Moscú y los partidos proletarios fueron un apéndice de las directrices soviéticas y auxiliares de sus embajadas en todo el mundo.
América
Latina no fue la excepción, los comunistas cerraron filas con el estalinismo y el
primero de enero de 1959 unos guerrilleros barbudos tomaron el poder en La
Habana derrocando al dictador Fulgencio Baptista. Fue la oportunidad del bloque
socialista de tener un país bajo su control en esta zona apenas a noventa
millas de los Estados Unidos.
Sin
embargo, los antillanos aspiraban elaborar proyectos propios y de allí la
celebración de la Tricontinental con un organismo encargado de coordinar los
movimientos guerrilleros de África, Asia y Latinoamérica, denominada OSPAAL.
Promovieron la lucha armada para acceder al poder en casi todas las naciones
excepto en Chile donde ganaron una elección posteriormente enervada por el
golpe de Estado de septiembre de 1973. En general las insurgencias fueron derrotadas
debido al foquismo y el vanguardismo, amén de la asesoría represiva de los
Estados Unidos a través de la Escuela de las Américas y el auxilio financiero
por intermedio del programa social denominado Alianza para el progreso, destinado
a quebrar conflictos sociales existentes y potenciales.
El
castrismo se consolidó como una referencia leninista así como el guevarismo.
Fidel Castro y el Che Guevara fueron los líderes simbólicos de las formaciones
armadas aunque el argentino fue sacrificado por los soviéticos y se inmoló en
Bolivia. El resto de la izquierda, el trotskismo, el maoísmo y el anarquismo
apenas si presentaron alguna figuración. Los seguidores de la IV Internacional
estuvieron activos en Guatemala bajo el liderazgo de Yon Sosa, en Perú con Hugo
Blanco y en el ERP argentino cuya cabeza fue Roberto Santucho. Los maoístas
hicieron acto de presencia en Perú con Sendero Luminoso y en Colombia con el
EPL. Hubo un denominador común en sus resultados: la represión militar y policial
los derrotó y los barrió. En movimiento ácrata, aparte de su aporte en
Argentina y Perú no tuvo una connotación e incluso en Cuba fueron perseguidos.
Se vio influenciado por los exiliados de la revolución española y de otros
europeos como los italianos.
El Foro de Sao Paulo
Finalizada
la pugna significada por el combate Estados Unidos versus la Unión Soviéticaa
muchos revolucionarios les ocurrió un blackout.
Se les perdió el significante del martillo y la hoz y quedaron realmente
huérfanos de ideología porque se había derrumbado sin disparar ningún tiro el
país donde se materializó los postulados del marxismo, demostrando que un
modelo económico, social y político basado en el autoritarismo era
inviable.
No
obstante, en el hemisferio occidental los restos de esa izquierda a la deriva
asumieron posiciones. Algunos, los influenciados por el eurocomunismo como el
MAS de Venezuela, se dirigieron a actividades ya alcanzadas por la socialdemocracia
hacía mucho tiempo cuando se produjo la división de la II Internacional. Grupos
guerrilleros siguieron empleando la violencia como las FARC y el ELN en
Colombia pero otros apelaron a la participación en los procesos electorales
dado el fracaso de los partidos tradicionales en varias naciones.
Así
se crea el Foro de Sao Paulo donde convergen quienes, aun sosteniendo tesis
estalinistas, creían en salidas diferentes dando un tratamiento distinto al
Estado y a las fuerzas armadas. El resultado fue exitoso comenzando por
Venezuela, luego Bolivia, Ecuador, Brasil, El Salvador y Nicaragua con eco en Chile,
Paraguay, Argentina y Uruguay.
El
auge de esta clase de movimiento se da por varios motivos. Primero, la
ineficacia de las organizaciones socialdemócratas y socialcristianas en la zona,
generando un vacío a llenar; segundo, la expansión económica generada por la
subida de los precios de las materias primas, producidas esencialmente en
economías primarias como las nuestras; tercero, el clientelismo político nacional
e internacional inferido de los precios petroleros y la minería; cuarto, el
empleo de un discurso radical y de cambio, atractivo para las grandes mayorías
para encubrir sus verdaderas finalidades.
El fracaso
El
apogeo de la izquierda monitoreada por Cuba se ha estancado e incluso es
regresiva. La defenestración de Lula por negocios indebidos, la derrota
electoral de la FARC y Gustavo Petro en Colombia, el surgimiento de Lenin
Moreno en Ecuador liquidando a Correa, la victoria de Sebastián Piñera en Chile,
el triunfo de Abdo Benítez en Paraguay, constituyen entre otros casos, la
debacle del Foro de Sao Paulo. Apenas si en México el pragmático López Obrador
y Tabaré Vásquez en Uruguay se han sumado, con ciertas resistencias, a tal
sitio de confluencia.
El
régimen atávico cubano, El Salvador, Nicaragua y Bolivia, son quienes se
mantienen gobernando con el estilo izquierdoso. Pero la crisis económica
deducida de la baja de los precios de las materias primas, el desastre
petrolero venezolano que ejercía el subsidio clientelar con su chequera y la
desbandada moral de Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Chile, son
los factores que determinan la caída de esta clase de gobierno.
Estas
experiencias tienen un basamento ideológico bien abigarrado. Ante el descenso
del marxismo en todas sus variantes (castrismo, guevarismo, estalinismo,
leninismo, trotskismo, pro albaneses y maoísmo), emergen transversalmente ideas
nacionalistas, étnicas, religiosas e históricas como reemplazos. Esos espacios
deteriorados por el fracaso se pueden llenar con planteamientos de esas
etiquetas. Y eso es lo ocurrido en la izquierda de América Latina,
especialmente en Venezuela.
El
chavismo es un pastiche ideológico donde convergen una mirada reaccionaria,
mítica y épica de la historia venezolana, un culto a la personalidad del líder,
el estímulo del concepto de patria, el empleo de ideas de Marx, Lenin, el Che
Guevara y Fidel Castro mezcladas con el peronismo, el nacionalismo militarista
y el neofascismo, el incentivo del resentimiento social, la promoción de valores
conservadores propios de nuestros planos de inmanencia, el autoritarismo
acompañado de un neolenguaje limitado para racionalizar contenidos, y en
general, una concepción muy pedestre del mundo contemporáneo.
Una mirada detenida
en la historia
El
llamado “proceso” venezolano no es otra cosa que un conjunto de pasos del
populismo con soporte financiero llegando a su fin por la baja de los precios
del crudo además de la escasa producción de PDVSA y la ausencia de liderazgo
después del fallecimiento de Chávez. En todos los órdenes ha habido una
verdadera regresión hacia estadios lejanos convirtiendo a Venezuela en un erial
llenado con aguas de sentinas de la corrupción, del narcotráfico, de
actividades delictivas internacionales y de vinculación con regímenes
dictatoriales. Es una de las tantas especies del totalitarismo con una ingente
capacidad destructiva, quizá mayor a la de los Jemeres rojos en Camboya, lo
cual es bastante decir.
Esa
izquierda huérfana de ideas y de identidad cuyo paraíso se desmoronó con la
caída del muro de Berlín consiguió en la trayectoria militarista autoritaria de
la región su señal de salvación. Además, el pasado de lucha se trata de
mimetizar con la gestión madurista para darle un soporte racionalizador al
despotismo implícito en las políticas del Estado venezolano.
Existen
distintas orientaciones de los llamados revolucionarios de respaldo al
bolivarianismo. Por supuestos, todas las versiones del estalinismo y el
marxismo leninismo. Asimismo, sectores sobrevivientes del maoísmo y algunas
ramas del fraccionado trotskismo, al nivel internacional con la fuerza dirigida
por el británico Alan Wood y en lo interno los representantes de esa tendencia,
amén de que Marea Socialista y el portal Aporrea se declaran chavistas no
maduristas. Incluso, grupos plataformistas en Colombia, Chile, Perú y Uruguay,
no tienen empachos en defender la administración venezolana. Igualmente algunos
intelectuales europeos todavía se identifican con el régimen, como Ignacio
Ramonet y Eric Toussaint y de esta zona Atilio Borón, Adolfo Pérez Esquivel,
Teothonio Dos Santos y Frei Betto, sempiternos defensores incondicionales de
esa expresión política.
Panorámica general
El
dogmatismo es la explicación del por qué todavía existan fuerzas,
autodenominadas de izquierda, apoyando a un esquema político oprobioso como el
venezolano. Es autoritario, militarista, ineficaz, violador de los derechos
humanos, practicante de un genocidio sistemático contra la población, con
políticas económicas y sociales generadoras de pobreza, hiperinflación,
recesión, escasez, desabastecimiento, hambre, desempleo y múltiples asuntos
donde se ha involucionado al país. Conforma una postura conservadora de la
sociedad tendiente, en el caso venezolano, a seguir la saga del militarismo
iniciada con el proceso de independencia, refundada en el siglo veinte por Juan
Vicente Gómez y apuntalada por el mesianismo militar de inicios del actual
siglo.
Son
atributos bien conocidos y probados que delatan al chavomadurismo como una
manifestación dictatorial sin lugar a dudas y además, es un cartabón
conservador en materia política, social, económica y cultural. Asimismo, la
otrora chequera petrolera era algo muy atractivo para quienes les gusta la praxis
clientelar de la política. Ahora que se encuentra al descubierto y en una fase
de implosión por el agujero negro donde se encuentra el país, aún existen
sectores cercanos al chavismo haciendo tangible actos de fe propios de
convicciones y no de razones. Son las paradojas que manifiestan la asimetría en
la cual se desenvuelve el devenir político de la región. Pero hay algo
rigurosamente cierto: ante la frustración de la caída del muro de Berlín la
izquierda no le ha quedado otra opción que seguir los lineamientos de un modelo
autoritario donde se absolutiza el poder en manos de una cúpula aberrante.
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