Periódico Todo por Hacer (Madrid)
Hace ya más de un mes recibimos con alegría la noticia de la victoria del sí en el referéndum llevado a cabo en Irlanda por la derogación de la Octava enmienda a su Constitución, la cual implica la prohibición total del aborto en cualquier supuesto salvo (y sólo desde 2014) el riesgo de muerte de la mujer. Esta derogación dará paso a un proyecto de ley que permitiría el aborto libre en las 12 primeras semanas y bajo el supuesto de riesgo para la salud de la madre o del feto en las 24.
Un par de semanas después, el Congreso argentino nos sorprendió aprobando un proyecto de ley que permitirá la interrupción del embarazo hasta la semana 14, siempre que sea ratificado por el Senado, lo cual está aún pendiente.
Ambos países han abierto el camino a la despenalización del aborto, si bien el contexto en el que lo hacen no puede ser más antagónico: mientras que Irlanda es uno de los últimos países europeos en los que el aborto continúa prohibido (junto con Malta, Andorra, y cómo no, el Vaticano), Argentina va camino de convertirse en una de las pioneras en Latinoamérica, donde los únicos países que despenalizan el aborto o lo regulan con una ley de plazos similar son Uruguay, Cuba, Guyana y Guyana Francesa.
Una lucha con historia
Es importante recordar que estas victorias no vienen de la buena voluntad o del progresismo de un gobierno de turno, sino que son conquistas peleadas duramente por muchos años. En el caso de Argentina, hay que remontarse a los primeros grupos feministas que exigieron el aborto legal en los años 70, los primeros Encuentros Nacionales de Mujeres en los años 80 (que continúan celebrándose anualmente a día de hoy) y a la creación en 1988 de la Comisión por el Derecho al Aborto, colectivo que puso en el centro el debate sobre el aborto durante sus casi dos décadas de existencia.
Con estos antecedentes, en 2005 se crea la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que adopta como insignia el hoy famoso pañuelo verde, descendiente del mítico pañuelo blanco de las abuelas de Plaza de Mayo. Esta Campaña presentó desde entonces en seis ocasiones un Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que nunca llegó a ser debatido en el Congreso hasta este séptimo intento que acaba de ser aprobado.
Las masivas movilizaciones en 2015 contra la violencia machista con el lema #NiUnaMenos, surgidas tras el feminicidio de la adolescente Chiara Pérez, el primer Paro Internacional de Mujeres de 2017, o las 350.000 personas que salieron a la calle sólo en Buenos Aires el 8 de marzo de 2018, son algunas muestras de la fuerza popular feminista que ha forzado a la clase política argentina a aprobar una medida que en ningún modo entraba en la agenda parlamentaria.
Para abortar nos tenemos entre nosotras
Más allá del reclamo, necesario pero insuficiente –como todo reclamo legalista-, de la despenalización del aborto, hay mujeres que tienen claro que se puede y se debe hacer más. Socorristas en Red (feministas que abortamos) es una red de colectivos feministas argentinos que se dedican a realizar acompañamientos en abortos seguros mediante el medicamento Misoprostol. Desde 2014 hasta 2017, las “socorristas” han acompañado, según sus propias estadísticas (www.socorristasenred.org) a 12.081 mujeres en sus procesos abortivos medicamentosos, informando telefónica y presencialmente acerca del correcto uso del Misoprostol y de cómo conseguirlo con mayor facilidad (compartiendo información acerca de centros o profesionales médicos “amigables”, farmacias que no impongan precios abusivos, etc.) y acompañando a las mujeres antes, durante y después del aborto.
Uno de los colectivos integrantes de Socorristas en Red, ubicado en Buenos Aires, es Línea Simona. Algunas de sus integrantes explican, en un artículo publicado en Píkara Magazine1, por qué han optado por esta estrategia basada en el apoyo mutuo: “Siempre intentamos juntar a dos o tres mujeres, para que dimensionen la realidad del asunto. Es una muy buena manera de entender que interrumpir un embarazo es muy común, olvidarse del mito de ‘esto sólo me pasa a mi’ ”. Además, uno de los objetivos de Línea Simona es “fomentar un aborto feminista, que sea un proceso de empoderamiento, de contacto con otras mujeres”, explica Andrea. “La idea es trascender el proceso más allá del aborto, crear redes.”
La despenalización sería un paso adelante para Argentina, pero estaría lejos de solucionar el problema. “No creo que Línea Simona desaparezca si se aprueba la ley”, comenta Andrea. “El sistema médico sigue siendo patriarcal, misógino, machista, maltratador y violento”, explica Andrea con convicción. “Estamos muy lejos de poder decir ‘no hace falta trabajar más en esto’.”
Realidades no tan lejanas
En el territorio que nos ha tocado habitar, puede que muchas mujeres (especialmente las más jóvenes) consideren la lucha por el aborto libre algo del pasado o de otras latitudes, algo que aquí por suerte ya se ha superado.
Por desgracia, no es así. Por un lado, aún está fresca en la memoria la embestida de Gallardón para eliminar la ley de plazos, que hace tan solo cuatro años estuvo cerca de echar por tierra toda esta ilusión del “aborto libre y gratuito”. Por otro, no se suele hablar de aquellas realidades que demuestran que ese aborto libre y gratuito no lo es para todas: migrantes que no tienen derecho a tarjeta sanitaria, menores de edad sin consentimiento paterno o materno, clínicas y profesionales médicos que se declaran objetores/as de conciencia, o la violencia médica ejercida en muchos casos durante todo el proceso.
Sin olvidar que, en el contexto social en el que vivimos, como decíamos en el artículo Qué hablamos y que no hablamos las que nos oponemos a la Ley del Aborto, para muchas mujeres abortar sencillamente no puede ser una decisión plenamente libre. “… las decisiones que tomamos se supeditan al sustrato social al que pertenecemos cada una separadas de las demás. No es lo mismo tomar una decisión supeditada a una existencia oprimida por el patriarcado y el capitalismo (mujeres sin recursos económicos, sin el apoyo y consentimiento de sus seres queridos, con la presión de un ideal religioso, etcétera) que elegir libremente una maternidad sustentada con todo el apoyo de los seres más queridos y el enriquecimiento de un entorno adecuado de alimento, educación, salubridad…”
Por eso, tras celebrar esta victoria de las mujeres en Argentina e Irlanda, no vale bajar la guardia. Toca seguir tejiendo redes de solidaridad entre nosotras como las “socorristas” del otro lado del charco, no abandonarnos a la protección de unas instituciones que sostienen el patriarcado en su estructura misma. Hacernos fuertes y estar preparadas aquí y ahora, sin esperar a que los nubarrones sean aún peores que los que ya tenemos sobre nuestras cabezas.
[Tomado de https://www.todoporhacer.org/hacia-el-aborto-libre.]
Hace ya más de un mes recibimos con alegría la noticia de la victoria del sí en el referéndum llevado a cabo en Irlanda por la derogación de la Octava enmienda a su Constitución, la cual implica la prohibición total del aborto en cualquier supuesto salvo (y sólo desde 2014) el riesgo de muerte de la mujer. Esta derogación dará paso a un proyecto de ley que permitiría el aborto libre en las 12 primeras semanas y bajo el supuesto de riesgo para la salud de la madre o del feto en las 24.
Un par de semanas después, el Congreso argentino nos sorprendió aprobando un proyecto de ley que permitirá la interrupción del embarazo hasta la semana 14, siempre que sea ratificado por el Senado, lo cual está aún pendiente.
Ambos países han abierto el camino a la despenalización del aborto, si bien el contexto en el que lo hacen no puede ser más antagónico: mientras que Irlanda es uno de los últimos países europeos en los que el aborto continúa prohibido (junto con Malta, Andorra, y cómo no, el Vaticano), Argentina va camino de convertirse en una de las pioneras en Latinoamérica, donde los únicos países que despenalizan el aborto o lo regulan con una ley de plazos similar son Uruguay, Cuba, Guyana y Guyana Francesa.
Una lucha con historia
Es importante recordar que estas victorias no vienen de la buena voluntad o del progresismo de un gobierno de turno, sino que son conquistas peleadas duramente por muchos años. En el caso de Argentina, hay que remontarse a los primeros grupos feministas que exigieron el aborto legal en los años 70, los primeros Encuentros Nacionales de Mujeres en los años 80 (que continúan celebrándose anualmente a día de hoy) y a la creación en 1988 de la Comisión por el Derecho al Aborto, colectivo que puso en el centro el debate sobre el aborto durante sus casi dos décadas de existencia.
Con estos antecedentes, en 2005 se crea la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que adopta como insignia el hoy famoso pañuelo verde, descendiente del mítico pañuelo blanco de las abuelas de Plaza de Mayo. Esta Campaña presentó desde entonces en seis ocasiones un Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que nunca llegó a ser debatido en el Congreso hasta este séptimo intento que acaba de ser aprobado.
Las masivas movilizaciones en 2015 contra la violencia machista con el lema #NiUnaMenos, surgidas tras el feminicidio de la adolescente Chiara Pérez, el primer Paro Internacional de Mujeres de 2017, o las 350.000 personas que salieron a la calle sólo en Buenos Aires el 8 de marzo de 2018, son algunas muestras de la fuerza popular feminista que ha forzado a la clase política argentina a aprobar una medida que en ningún modo entraba en la agenda parlamentaria.
Para abortar nos tenemos entre nosotras
Más allá del reclamo, necesario pero insuficiente –como todo reclamo legalista-, de la despenalización del aborto, hay mujeres que tienen claro que se puede y se debe hacer más. Socorristas en Red (feministas que abortamos) es una red de colectivos feministas argentinos que se dedican a realizar acompañamientos en abortos seguros mediante el medicamento Misoprostol. Desde 2014 hasta 2017, las “socorristas” han acompañado, según sus propias estadísticas (www.socorristasenred.org) a 12.081 mujeres en sus procesos abortivos medicamentosos, informando telefónica y presencialmente acerca del correcto uso del Misoprostol y de cómo conseguirlo con mayor facilidad (compartiendo información acerca de centros o profesionales médicos “amigables”, farmacias que no impongan precios abusivos, etc.) y acompañando a las mujeres antes, durante y después del aborto.
Uno de los colectivos integrantes de Socorristas en Red, ubicado en Buenos Aires, es Línea Simona. Algunas de sus integrantes explican, en un artículo publicado en Píkara Magazine1, por qué han optado por esta estrategia basada en el apoyo mutuo: “Siempre intentamos juntar a dos o tres mujeres, para que dimensionen la realidad del asunto. Es una muy buena manera de entender que interrumpir un embarazo es muy común, olvidarse del mito de ‘esto sólo me pasa a mi’ ”. Además, uno de los objetivos de Línea Simona es “fomentar un aborto feminista, que sea un proceso de empoderamiento, de contacto con otras mujeres”, explica Andrea. “La idea es trascender el proceso más allá del aborto, crear redes.”
La despenalización sería un paso adelante para Argentina, pero estaría lejos de solucionar el problema. “No creo que Línea Simona desaparezca si se aprueba la ley”, comenta Andrea. “El sistema médico sigue siendo patriarcal, misógino, machista, maltratador y violento”, explica Andrea con convicción. “Estamos muy lejos de poder decir ‘no hace falta trabajar más en esto’.”
Realidades no tan lejanas
En el territorio que nos ha tocado habitar, puede que muchas mujeres (especialmente las más jóvenes) consideren la lucha por el aborto libre algo del pasado o de otras latitudes, algo que aquí por suerte ya se ha superado.
Por desgracia, no es así. Por un lado, aún está fresca en la memoria la embestida de Gallardón para eliminar la ley de plazos, que hace tan solo cuatro años estuvo cerca de echar por tierra toda esta ilusión del “aborto libre y gratuito”. Por otro, no se suele hablar de aquellas realidades que demuestran que ese aborto libre y gratuito no lo es para todas: migrantes que no tienen derecho a tarjeta sanitaria, menores de edad sin consentimiento paterno o materno, clínicas y profesionales médicos que se declaran objetores/as de conciencia, o la violencia médica ejercida en muchos casos durante todo el proceso.
Sin olvidar que, en el contexto social en el que vivimos, como decíamos en el artículo Qué hablamos y que no hablamos las que nos oponemos a la Ley del Aborto, para muchas mujeres abortar sencillamente no puede ser una decisión plenamente libre. “… las decisiones que tomamos se supeditan al sustrato social al que pertenecemos cada una separadas de las demás. No es lo mismo tomar una decisión supeditada a una existencia oprimida por el patriarcado y el capitalismo (mujeres sin recursos económicos, sin el apoyo y consentimiento de sus seres queridos, con la presión de un ideal religioso, etcétera) que elegir libremente una maternidad sustentada con todo el apoyo de los seres más queridos y el enriquecimiento de un entorno adecuado de alimento, educación, salubridad…”
Por eso, tras celebrar esta victoria de las mujeres en Argentina e Irlanda, no vale bajar la guardia. Toca seguir tejiendo redes de solidaridad entre nosotras como las “socorristas” del otro lado del charco, no abandonarnos a la protección de unas instituciones que sostienen el patriarcado en su estructura misma. Hacernos fuertes y estar preparadas aquí y ahora, sin esperar a que los nubarrones sean aún peores que los que ya tenemos sobre nuestras cabezas.
[Tomado de https://www.todoporhacer.org/hacia-el-aborto-libre.]
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