Romi
Altamirano
Compañeros, Ya sería bueno que se pongan las pilas,
pues si no hablan del patriarcado, lo reproducen...
Aquí, algo que les puede dar luces, a propósito de
todo el repugnante machismo, agresiones y violencia machista (y otros
prejuicios igual de repugnantes) que he presenciado en los espacios liberados.
Cualquier varón que señale identificarse, adherir o
pertenecer a algún grupo o ámbito del movimiento anarquista, y que pretenda
debatir o cuestionar algún problema, situación, de cualquier naturaleza, que
ocurra en espacios liberados, hágalo, por favor, partiendo desde donde debe.
Aquí copio un texto escrito por varones que
“trabajan activamente por su desconstrucción y la de sus pares”.
«En los espacios comunes creados por los
movimientos sociales propugnamos relaciones de libertad e igualdad; pretendemos
relaciones alternativas y opuestas a las dominantes en nuestra sociedad injusta
y opresiva; intentamos construir relaciones en donde a las personas se nos
valore por lo que hacemos y no sólo por lo que decimos. Hemos avanzado en
muchos aspectos, como, por ejemplo, en fomentar la amplia participación en
nuestras diversas actividades, pero en lo referente a la igualdad de género los
activistas varones avanzamos muy poco y a trompicones. Las compañeras nos
critican, y con razón, las constantes resistencias que mostramos para evitar
los comportamientos aprendidos. Se quejan de que ‘decimos’ mucho pero ‘hacemos’
menos para no repetir las dominantes relaciones patriarcales (basadas en la
dominación masculina y en la norma heterosexual) también en nuestros espacios,
relaciones que discriminan, oprimen y crean inseguridad y desconfianza. Entre
los hombres activistas apenas pervive la figura del “machorro” típico, pero nos
recuerdan que la violencia y la discriminación de género no sólo consisten en
palizas, acosos, violaciones, insultos, gritos... También existe un machismo de
‘baja intensidad’, invisible, homófobo, que desgraciadamente reproducimos todos
nosotros, un comportamiento varonil que permite que las discriminatorias
relaciones y normas patriarcales perduren en nuestros espacios.
En nuestros espacios perduran las relaciones patriarcales
Que en colectivos y asociaciones, asambleas y coordinadoras, en nuestras
actividades, exista una presencia mayoritaria de hombres lo vemos ‘normal’. No
pensamos su relación con el sistema patriarcal que ha socializado a los hombres
para la ‘vida pública’ y no para las tareas de los cuidados, los afectos...
No pensamos que nuestras formas de expresión habituales
responden a códigos masculinos que priman las jerarquías, el egocentrismo, el
énfasis en los decires más que en los haceres.
Sabemos que para la cohesión y estabilidad de
nuestros grupos necesitamos cuidarnos, atendernos, ayudarnos, querernos... pero
este sobreesfuerzo recae en nuestras compañeras. Fuimos educados más
competitivos, más narcisistas, más ególatras...y reproducimos estos
estereotipos demasiado fácilmente. ¿Por qué identificamos y respondemos con
facilidad ante agresiones policiales, nazis... y nos cuesta cuando son
agresiones machistas, especialmente cuando el machito es ‘nuestro compañero’?.
Nos cuesta descubrir las señales cuando una compañera se encuentra mal, incomodada.
Nos cuesta la empatía y solemos confundir el silencio con el consentimiento ante
acosos, abusos, discriminaciones...
Lo que no discutimos, lo reproducimos En los
movimientos sociales, como en la sociedad, los varones gozamos de mayores
privilegios, beneficios. Estamos más seguros que las compañeras, y ello nos
facilita mayor libertad de movimientos. No existe igualdad real y efectiva.
¿Nos preocupa o no? Nuestros espacios (‘liberados’) no están exentos de
agresiones. No hemos superado las actitudes machistas. La experiencia cotidiana
lo confirma. Nuestras compañeras están cansadas de pedirnos que cambiemos.
Que no basta un interés momentáneo, durante un tiempo,
y luego volvemos ’a nuestro cómodo machismo de siempre’, eso sí, ahora sutil,
de baja intensidad.Descubrir y combatir nuestras resistencias colectivas y
personales, construyendo prácticas y discursos antipatriarcales.
Que si los movimientos sociales se definen igualitaristas
y antipatriarcales, ello nos debe obligar individualmente a cambiar. Necesaria
nuestra ‘buena intención’, pero no suficiente. No basta con apoyar la lucha
feminista: ¡tenemos que transformarnos! Y que además de descubrir nuestros
privilegios varoniles, es necesario conocer qué es el patriarcado y cómo actúa
para reconocer nuestro lugar en la opresión patriarcal. Saber desde donde
involucrarnos en la lucha antipatriarcal. Interpelarnos personalmente.
Si entre nosotros el orden y las normas
patriarcales siguen invisibles, seguiremos practicando y reforzando nuestra
‘posición de poder’ en los espacios sociales, perpetuando la
educación-socialización que recibimos. O nos transformamos o no crearemos espacios
mixtos seguros y libres de opresiones para nuestras compañeras y de privilegios
para nosotros. Los problemas de género y la homofobia, son problemas que los
varones ocasionamos. Son nuestros problemas. Y basta de tratarlos como menos importantes.
Os invitamos a construir respuestas colectivamente. Os invitamos a crear
espacios propios (y/o mixtos) de reflexión e intercambio de experiencias sobre
el género, que ayuden a nuestra transformación personal y colectiva. Hoy apenas
existen. Descubramos y evitemos nuestro machismo invisible. Afrontar nuestras
resistencias, y si lo hacemos colectivamente nos será más sencillo
conocer-reconocer nuestras dudas, nuestros temores… Para conseguir la transformación social que anhelamos, también
es necesaria nuestra transformación personal. Sería una obligación prioritaria:
dejar de ser agentes ejecutores del patriarcado.»
¡¡SI NO HABLAMOS DEL PATRIARCADO, LO REPRODUCIMOS!!
[Publicado originalmente en el periódico Acracia # 78, Valdivia, junio 2018. Número
completo accesible en https://periodicoacracia.files.wordpress.com/2018/07/acracia78-online.pdf.]
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