Jason Adams
* Este
texto recoge la conclusión de la obra Anarquismos no occidentales: Reflexiones
sobre el contexto global, que en versión completa es accesible en la
sección de Descargas de la web www.laneurosis.net
En este trabajo hemos
demostrado que uno de los factores fundamentales en el desarrollo de las ideas
y movimientos anarquistas ha sido la migración global de los pueblos, que, por
supuesto, es el resultado del desarrollo de un sistema mundial capitalista e
imperialista.
En toda Asia Oriental, se ha
puesto de manifiesto que las redes anarquistas globales entre San Francisco,
Tokio y París tuvieron una importancia primordial en el desarrollo del
sindicalismo anarquista y de las formas anarquistas puras del comunismo
libertario. En el contexto del Sur de Asia, sabemos que durante su estancia en
Sudáfrica Gandhi se involucró por primera vez en la lucha que mantuvo toda su
vida contra el dominio británico: en esta época la organización
anarcosindicalista Industrial Workers of Africa había alcanzado su apogeo. El
desarrollo del propio anarquismo africano surgió originalmente de los movimientos
importados de los trabajadores inmigrantes en el país, tanto en Sudáfrica como
en las ciudades portuarias mediterráneas del norte de África. Los pocos
movimientos anarquistas que existieron en Oriente Medio tuvieron su origen
sobre todo en los trabajadores inmigrantes italianos que se habían sentido
atraídos por el pensamiento anarquista, principalmente dentro de su propia
comunidad. Por toda América Latina, fueron especialmente importantes las migraciones
de los pueblos, entre las que puede considerarse paradigmática la estancia y
agitación de Malatesta en Brasil, Uruguay, Argentina, México y Cuba.
Se ha demostrado, además,
que en el contexto no occidental, la primera ola del anarquismo surgió tanto
formando parte del paquete del proyecto de la Modernidad como a partir de la
reacción contra él, proporcionando paradójicamente a los países oprimidos un
arma moderna con la que luchar contra la Modernidad y la occidentalización mismas.
Una dialéctica similar está presente en la segunda y tercera ola del
anarquismo, que surgieron fundamentalmente alrededor de las contraculturas
globales de finales de la década de 1960 y de nuevo a finales de la década de 1990.
En la década de 1960, Estados Unidos estaba ocupado afianzando su posición como
la única superpotencia del planeta: las brutales intervenciones en el Sudeste
Asiático y otras regiones demuestran la importancia que este objetivo tuvo para
Estados Unidos durante dicha época. Además, no satisfechos con meras
operaciones militares para asegurar su poder, la promoción de la cultura
americana como universal —también entendida como la activación del espectáculo—
se convirtió en un elemento central de su estrategia. Como en la primera ola,
escondido bajo la sociedad del espectáculo se encontraba su antídoto: la
contracultura del espectáculo. Esta contracultura había surgido como parte
integrante del ascenso de la cultura del espectáculo en un sentido más amplio,
pero, como en el caso del surgimiento de la Modernidad, se entendía también
como reacción frente a ella. Por ejemplo, en los países de Oriente Medio, como
Israel, las organizaciones anarquistas como Black Front surgieron de la
contracultura juvenil, publicando revistas como Freaky. Estas revistas, aun formando ostensiblemente parte de la cultura
del espectáculo general de la Pax Americana, eran también de las pocas
publicaciones del país que se oponían activamente y criticaban guerras como la
de Yom Kipur (Do or Die: 1999).
En general, se considera
que la tercera ola del anarquismo también surge como un fenómeno cultural, que comenzó
a gestarse en la decadencia de la década de 1980 con la contracultura
independiente del punk y sus redes globales. Al contrario que la segunda ola
del anarquismo, esta contracultura valoraba la independencia de las
corporaciones al menos en la misma medida que el internacionalismo, y trabajó
para construir redes independientes entre punks, grupos musicales, fanzines y
escenas locales de todo el mundo. Los pequeños fanzines de producción propia se
convirtieron en un medio para intercambiar ideas en tiendas de discos, espacios
de distribución y sellos discográficos no empresariales. En países como Brasil,
Israel y Sudáfrica, la contracultura punk fue fundamental para la
reconstrucción del movimiento anarquista. Mientras que la invasiva Pax Americana
llevaba un McDonalds a casi cada ciudad del planeta, también traía a las
tiendas de discos locales —mediante sus ramas de distribución, revistas
culturales e incesante promoción del inglés como lengua franca— grupos
anarcopunk como Crass, Conflict y otros. Para muchos, la guerra del Golfo de
1991 significó la primera oportunidad real de poner estos ideales en práctica,
organizando manifestaciones masivas y acciones directas por todo el mundo.
Precisamente al año siguiente le siguieron las acciones motivadas por el 500 aniversario
de la colonización de las Américas por Europa. Y solo unos pocos meses después
se produjeron los disturbios de Los Ángeles. En las repercusiones continentales
y globales que les sucedieron, los punks anarquistas comenzaron a involucrarse
más en la organización y el activismo social directos. Esto supuso no solo una
politización del punk, sino también una punkificación concomitante del
activismo radical, así como un enfrentamiento entre ambos.
El levantamiento zapatista
de enero de 1994 consolidó esta tendencia, al formarse redes de apoyo
descentralizadas radicadas en Internet que tenían alcance mundial y ayudaban a
asegurar el éxito, de otro modo improbable, de un movimiento autonomista
mayoritariamente no violento en el sur de México. Para finales de la década de
1990, muchos punks anarquistas habían diversificado sus afiliaciones
culturales, y comenzaban a identificarse más con el activismo y el anarquismo
en sí que con la contracultura punk independiente, que en gran medida estaba
muriendo. Muchos se involucraron en la lucha zapatista, viajando a Chiapas y trabajando
como observadores internacionales o asistiendo a los encuentros internacionales
celebrados en México y España. La nueva tradición antipolítica del zapatismo,
con su rechazo a la universalidad tanto del socialismo como del anarquismo,
tuvo una gran influencia en los anarquistas de todo el mundo. En el momento en
que se produjo la revuelta contra la cumbre de la OMC de 1999 en Seattle,
muchos anarquistas ya estaban entrando en el paradigma anarquista postoccidental,
rechazando etiquetarse como anarquistas per se, pero identificándose aun así
fuertemente con sus ideas básicas. Muchos comenzaron a referirse a sí mismos
como «autónomos», más que como específicamente «anarquistas» en sí. El cambio
real provocado por este proceso consistió en que la resistencia contracultural
trascendió como proceso de transformación en la consecución de un nuevo
anarquismo, que puede caracterizarse como posthegemónico o, como algunos lo han
denominado, postoccidental.
Para concluir, pues, me
gustaría evaluar brevemente los resultados de la síntesis de los nidos sociales
que ha formado la primera ola del anarquismo y el surgimiento de la segunda y
tercera ola del anarquismo como un contraespectáculo entre los anarquismos no
occidentales. A pesar del habitual rechazo de casi todo el anarquismo de
principios del siglo XX como un anarquismo clásico monolítico y, por tanto, sin
valor y anticuado en el contexto de la tercera ola del anarquismo actual, este
estudio del anarquismo no occidental temprano demuestra que, de hecho, el
anarquismo de esa época no era menos ideológicamente diverso de lo que lo es
ahora, a principios del siglo XXI.
El anarquismo puro de
Japón, por ejemplo, prefiguraba en muchos sentidos el desarrollo actual de un
anarquismo más verde, cuyos elementos están presentes en las corrientes
anarquistas de la ecología profunda y de la ecología social. De hecho, John Crump
recalcó las extraordinarias similitudes del equilibrio de la autosuficiencia
económica y el comercio intercomunitario de Bookchin con el anarquismo puro
(Crump, 1976: 203). El primer anarquismo japonés también ayudó a preparar el
camino para el desarrollo, a finales de la década de 1960, de Zengakuren, una
organización estudiantil militante ensalzada por los situacionistas por su
unión de las luchas estudiantiles y de la clase obrera. Al centrarse en la
cultura, el movimiento anarquista de China prefiguró la Revolución Cultural de
Mao, pero aún más lo hizo el Movimiento Democrático de la década de 1980, que
podría haber ayudado a inspirar el incidente de la Plaza de Tiananmén. Sin duda,
una renovación del interés por el anarquismo ha dado forma a la reevaluación de
la historia socialista de China incluso actualmente en el país. El movimiento
anarquista temprano de Corea puede entenderse como precursor del Levantamiento
de Gwangju de 1980. Tal y como ha recalcado George Katsiaficas, «igual que la
Comuna de París, el pueblo de Gwangju se rebeló espontáneamente y se gobernó a
sí mismo hasta su brutal represión a cargo de fuerzas militares nativas
inducidas por una potencia extranjera» (2001). Esta potencia militar era, como
cabe suponer, Estados Unidos. La influencia anarquista en el movimiento
Satyagraha de Gandhi en la India se transfirió al movimiento Sarvodaya de
Vinoba Bhave y Narayan en la década de 1960 y puede apreciarse también en
movimientos más recientes.
A finales de la década de
1960, Argentina experimentó un resurgimiento de su continuada tradición
anarquista a través del movimiento estudiantil. La división entre la FORU y la
USU en Uruguay después de la Revolución bolchevique significó que el anarquismo
no recuperaría lo que podríamos denominar un electorado hasta la década de 1960.
Sin embargo, esta vez no se basaba principalmente en los movimientos de la
clase obrera, sino que se cimentó más bien en los movimientos estudiantiles que
resultaron de la formación de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) en 1956.
Algunos de los que originalmente se involucraron en la FAU, que finalmente
tendería a marxismos más deterministas, continuarían para formar organizaciones
estudiantiles de orientación anarquista. Estos activistas ayudaron más tarde a
construir el Centro de Acción Popular (CAP) como un medio para involucrar a
sectores más amplios de la población en las luchas antiautoritarias sin las
presiones ideológicas de ser explícitamente anarquistas. Esta tendencia se
mantuvo alejada del universalismo ideológico a favor de un pluralismo más
subjetivo o panarquía, que, curiosamente, anticiparía la dirección de los
movimientos antiautoritarios en los albores del siglo XXI en todo el mundo. Uno
de los panfletos del CAP afirmaba: «En lugar de una unidad hipócrita ofrecemos
un campo abierto para que todos hagan lo que crean que es necesario [...] dejemos
que se definan las posiciones y que cada uno trabaje a su manera». Otro de los
cambios en la década de 1960 fue la expansión de los anarquistas hacia sectores
de la clase no obrera, como el movimiento campesino. Todos los grupos
anarquistas, y de hecho toda la izquierda, se involucraron en la construcción del
Movimiento por la Tierra (MT), uniendo así por vez primera a la clase obrera y
a los movimiento campesinos en una alianza. Por desgracia, la visión que estas
nuevas tendencias mostraron finalmente tendría una vida muy corta, al imponerse
una larga serie de dictaduras militares, destinadas a servir a los intereses
empresariales de EE. UU.
Solo recientemente, desde
diciembre de 2001, estas ideas se han puesto de verdad a prueba tras el
derrocamiento del régimen neoliberal de De la Rúa. Primero, el gobierno destruyó
las vidas de millones de personas en todo el país al aceptar varias medidas de
austeridad sucesivas impuestas por el FMI y el Banco Mundial. Además de no
pagar a los empleados estatales durante varios meses seguidos, a muchos
trabajadores solo se les permitió retirar una cantidad limitada de dinero de
sus cuentas bancarias. Y entonces llegó la gota que colmó el vaso: el gobierno
le arrebató a la gente la plena libertad para protestar, declarando el estado de
sitio. En este punto, el movimiento asumió el cambio radical de exigir que se
destituyese a todos los políticos y que no se les sustituyese simplemente por
un conjunto más aceptable de trajes. Este también es el momento en el que la
gente comenzó a tomar el poder en sus propias manos, creando asambleas
vecinales autónomas estructuradas horizontalmente, así como redes a nivel
nacional, regional y urbano de estas asambleas de barrios. Cada vez que
diferentes facciones ideológicas intentaron apoderarse del control de estas asambleas,
se les dijo que nadie quería seguir su ideología, que ellos solo querían el
control directo de su país (Federación Libertaria Argentina).
Hoy, en Oriente Medio, el
anarquismo ha crecido especialmente en aquellos países en los que surgieron
movimientos relativamente pequeños a principios del siglo XX, en su mayoría
entre inmigrantes. Las comunidades anarquistas italianas en las ciudades
portuarias de Turquía y Líbano se han extendido desde la década de 1980 hasta
las poblaciones locales, a menudo a través de la cultura punk. Por ejemplo, desde
mediados de la década de 1990, un grupo libanés llamado Libertad Alternativa
(Al Badil al Thariri) ha enviado delegados a encuentros anarquistas
internacionales, así como redactando informes sobre el movimiento anarquista
local y traduciendo obras anarquistas al árabe.
Desde aproximadamente la
misma época, el anarquismo se ha convertido también en una fuerza reconocida en
la política turca, con la aparición de representación anarquista en las
celebraciones del 1o de mayo y con su participación en encuentros anarquistas
internacionales. Los inmigrantes anarquistas italianos y griegos ayudaron a
difundir sus ideas en torno a la región mediterránea, hasta los países del
norte de África Túnez y Egipto, mayoritariamente en las ciudades portuarias.
Aunque su actividad hasta ese momento no parece haber tenido un efecto
importante sobre las poblaciones locales, para mediados de la década de 1960 da
la impresión de que al menos algunos ciudadanos tunecinos estaban abiertos a
las ideas anarquistas. En 1966, un situacionista tunecino llamado Mustapha
Khayati ayudó a escribir el texto seminal Sobre la miseria de la vida
estudiantil mientras estudiaba en París. La sección argelina de la
Internacional Situacionista estuvo representada por Abdelhafid Khatib en su conferencia
de 1958 (Stiobhard).
El anarquismo africano se
ha desarrollado tanto a partir de la primera ola del anarquismo como de la
sociedad tradicional. En Nigeria, la naturaleza comunalista de ciertas sociedades
tribales tradicionales formó un entorno social que proporcionaría un marco para
la transformación en 1990 de la hasta entonces marxista Awareness League en una
rama anarcosindicalista de 1000 miembros de la Asociación Internacional de los
Trabajadores, radicada principalmente en la parte meridional del país. Además
del comunalismo nativo, la caída del marxismo también formó una base importante
para el surgimiento de la Awareness League. Curiosamente, los miembros de la
Awareness League han manifestado su interés no solo por el anarcosindicalismo
de la AIT, sino también por el más reciente anarquismo ecológico en la línea de
Murray Bookchin y Graham Purchase. A la Awareness League le precedió en la
década de 1980 una coalición anarquista que se hacía llamar El Hacha (Mbah,
1997: 52). En 1997, en medio de una gran agitación social, al parecer, según el
delegado local Bright Chikezie, que había entrado en contacto con el miembro
británico de la IWW Kevin Brandstatter, más de 3200 trabajadores de Sierra
Leona se unieron a la IWW. Más adelante el mismo año, un golpe militar provocó un
exilio en masa de estos miembros de la IWW a Guinea, país vecino en el que
Bright inmediatamente comenzó a tratar de organizar a los trabajadores del
metal para que se uniesen al sindicato. Tras su llegada a Guinea, el secretario
de tesorería general de la IWW viajó a Guinea para reunirse con él y discutir
la situación (Brandstatter, 1997).
El fuerte movimiento
anarquista sudafricano de principios del siglo XX también llevó a la actual
proliferación del anarquismo por los medios de comunicación, librerías y otras
organizaciones anarquistas. Sirva de ejemplo el Bikisha Media Collective o la
Workers Solidarity Federation sudafricana. Gran parte surgió de los miembros
blancos e indios de la escena punk urbana que querían poner sus ideas en práctica.
El punto álgido de esta renovación fue el año 1986, cuando se produjo la mayor
huelga general en la historia del país, con el paro de más de millón y medio de
trabajadores y estudiantes para exigir el reconocimiento del 1o de mayo como
fiesta nacional (Mbah, 1997: 64). Por toda África en general, el capitalismo se
está volviendo más y más inviable, un proceso descendente del que el socialismo
africano ya ha caído en gran medida como resultado. Más allá de las crisis del
capitalismo y del socialismo, el sistema de Estado-nación postcolonial también
amenaza con ceder inminentemente bajo el peso de la presión desde abajo: las
sociedades sin Estado sobre las que se apuntaló con el fin de facilitar el imperialismo
y el capitalismo no pueden funcionar en el contexto de semejante cuerpo
extraño. De hecho, Mbah ha afirmado bien claramente que la violencia y los
disturbios étnicos que se ven por todo el continente representan «el principio del
colapso del sistema de Estado-nación moderno». Continúa diciendo que «el
surgimiento de una nueva generación furiosa durante este caos es un factor
importante para determinar cómo y en qué dirección se resuelve la crisis
actual» (Mbah, 1997: 104). Una situación así está lista para la (re) introducción
de la naturaleza descentralizada, democrática y autodeterminada de un sistema
anarquista sintetizado con el sistema africano nativo de sociedades sin Estado
autónomas pero interconectadas.
Cuando llegue el momento de
la verdad, la relevancia de este trabajo para el futuro de los movimientos sociales
puede no ser tan compleja, sino, alternativamente, podría simplemente consistir
en «conservar los mapas que indican los caminos no seguidos», en palabras de
Edward Krebs (1998: xiii). Los académicos a menudo tienden a ver todo lo que
desarrollan como algo nuevo y sin precedentes. Creo que este trabajo ha
demostrado que, aunque hay varias corrientes nuevas dentro del anarquismo
actual, muchas de ellas estuvieron precedidas por otros caminos que no se
siguieron o que se olvidaron convenientemente en la construcción de lo que se
ha convertido en el fenómeno del anarquismo occidental. Confabulándome con los otros
intentos más específicos de un proyecto semejante en el pasado reciente,
afirmo: «dejad que comience la deconstrucción ». Aunque no sabemos exactamente
a dónde nos llevará este proyecto finalmente, sabemos que será un lugar radicalmente
más holístico, global y en consonancia con los orígenes del anarquismo como
fuerza contrahegemónica que lo que se desarrolló en la tradición del anarquismo
occidental en las últimas décadas.
Bibliografía citada
Brandstatter, K. (1997): «Anarchism in Turkey» [en línea]. Disponible en http://www.spunk.org/texts/places/turkey/sp001840.html
Do or Die (1999): «Direct Action in Israel»,
Federación
Libertaria Argentina (2002): Argentina: Between Poverty and Protest [Panfleto].
Katsiaficas, G. (2001): «Myth and Implications of the Gwangju People’s Uprising»
Krebs, Edward (1998): Shifu, Soul of Chinese Anarchism, Rowman &
Littlefield Publishers, Nueva York.
Mbah, Sam & I. E. Igariwey (1997): African Anarchism: The History
of a Movement, See Sharp Press, Tucson.
Stiobhard (2001): «Libertarians, the Left and the Middle East»
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