María C. Parra-Sandoval
Calidad y productividad de los procesos universitarios
son principios que han sido deslegitimados por la acción del gobierno nacional,
el cual en la implementación de sus políticas, con relación a la ciencia y la
tecnología, al igual que como se ha señalado con respecto a las políticas
universitarias, ejerce un control previo que filtra todo proyecto a través del
Plan Nacional Socialista.
Tal como fue mencionado antes, la propuesta
de que el Estado venezolano sea un Estado Socialista no contó con el apoyo de
la población cuando fue sometida a referéndum, a pesar de que se hizo en un
momento de gran popularidad del Presidente Chávez. No obstante, poco después de
haber sido rechazada esta propuesta, la Asamblea Nacional aprobó el Primer Plan
Socialista 2007-2013, en el cual se destaca como una de las líneas estratégicas
el llamado Modelo Productivo Socialista, al cual debería responder la
producción de ciencia y tecnología. Este es el antecedente de lo que sería el
Segundo Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación,
2013-2019, hoy vigente.
Así, aunque el llamado Plan de la Patria no
define en qué consiste el mencionado modelo, si deja claro que se convierte en
la guía de la transición al socialismo bolivariano del siglo XXI, lo cual
supone que toda política del gobierno está orientada hacia ese objetivo. Esto
tiene como corolario, en la educación universitaria, la formación sociopolítica
de los cuadros que se requieren para ello y, en consecuencia, los conceptos de
calidad y productividad estarán mediados por los elementos ideológicos que
identifican al socialismo.
En tal sentido, la Universidad Bolivariana de
Venezuela, como modelo emblemático de universidad al servicio de la formación
de estos cuadros, declara que impulsará “[…] las transformaciones políticas,
ideológicas, académicas, institucionales, administrativas y legales necesarias
[…]” para acompañar e impulsar la edificación de la sociedad socialista
(REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA; MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA
EDUCACIÓN SUPERIOR, 2007). De allí que sea una institución que se presenta como
comprometida con el adoctrinamiento de los estudiantes, en la concepción socialista
del conocimiento y de la vida y niega la condición universalmente aceptada de
la universidad como espacio plural.
En la práctica, los resultados de esta
orientación ideológica de la universidad, que subordina la calidad y la
productividad a lo ideológico, indican que se ha producido un deterioro notable
en términos de resultados de investigación y del desarrollo de posgrados. En el
caso de la investigación hay varios efectos de esa concepción ideológica que
resaltan. En primer lugar, la eliminación del Programa de Promoción del
Investigador (PPI), el cual, a pesar de las fallas que presentaba, había
logrado generar una cultura de la investigación y de la publicación
incipientes, pero que hizo que de 740 profesionales que fueron certificados
como investigadores en la primera convocatoria en 1992, dos años después
(1994), para la segunda convocatoria, se pasara a 1.526 investigadores,
tendencia que fue creciendo hasta la última convocatoria en 2008, al alcanzar
los 8.869 investigadores. (REQUENA; CAPUTO; SCHARIFKER, 2015)
El Programa fue suprimido y sustituido por el
Programa de Estímulo a la Investigación (PEI), en el que se elimina la figura
del investigador, bajo la premisa de que lo importante es el producto, que es
la investigación. El PEI, mantuvo algunos elementos del PPI, sin embargo su
implementación y efectos no han sido todo lo transparentes que se espera, en
cuanto a la composición de las comisiones evaluadoras y la discrecionalidad en
la evaluación y comunicación de los resultados. No obstante, para la primera
convocatoria en 2011 fueron acreditados 11.338 investigadores (llamados
cultores en el lenguaje de la revolución), cifra que creció hasta ser 24.465
los reportados en 2013. Durante la vigencia del PPI, la cifra de investigadores
acreditados correspondía aproximadamente con el número de profesionales con dos
o más publicaciones en revistas reconocidas y realizadas desde Venezuela. A
partir del periodo 2004-2005 estas cifras comenzaron a disminuir, a pesar de
que, según lo reportado por el gobierno, el número de investigadores ha
aumentado (id.ib.). Esto pone en evidencia que la investigación producida, bajo
las condiciones impuestas por una política que privilegia lo ideológico y clientelar-partidista,
por lo menos carece de la visibilidad necesaria que garantice la difusión del
conocimiento producido, al tiempo que abona a la banalización de la
investigación.
Por otra parte, el deterioro que exhiben las
condiciones para la producción de conocimiento repercute en la calidad de los
posgrados, en tanto su desarrollo está estrechamente vinculado a la
investigación. De allí que aunque el número de programas autorizados de
posgrado se haya mantenido más o menos constante en los últimos años – 964
hasta 2017, segundo el Consejo Consultivo Nacional de Posgrado (2017) –, si no
están soportados por el desarrollo de la investigación y de las publicaciones
su existencia se limita, en el mejor de los casos, a la reproducción del
conocimiento producido por otros, cuando no a la repetición mecánica de
contenidos que se supone que han sido desarrollados en el pregrado.
A esta situación se añaden los efectos que
debe estar produciendo la descapitalización de recursos humanos, que está
afectando de manera notoria a las universidades. Cuestión que no ha sido
estudiada a fondo, pero de la que lo poco que se ha hecho se da cuenta del
incremento de la migración de científicos y académicos en los últimos años, en
Venezuela. Jaime Requena, uno de los autores que más ha investigado sobre estos
temas vinculados con el sistema de ciencia y tecnología en Venezuela, señala
con alarma que este “[…] está inmerso en una profunda crisis debido al
clientelismo político, la glorificación de la mediocridad, rechazo a la
excelencia y erradas medidas de financiamiento […]” (REQUENA; CAPUTO, 2016, p.
452).
Consideraciones
finales
El
proceso iniciado en 1999 en Venezuela, presentado como una alternativa
insoslayable para romper definitivamente con toda forma de colonización e
imposición de fuerzas extrañas al país, ha devenido en un proceso que, como
señalé al comienzo, ha profundizado las carencias y debilidades que exhibía la
universidad y la producción de conocimiento en los periodos previos. La
imposición de criterios clientelares-partidistas, el desconocimiento de la
pluralidad del pensamiento y de la autonomía académica, el acoso a las
universidades autónomas, a los profesores y estudiantes que expresan sus
opiniones contrarias al gobierno y la imposición autoritaria de una orientación
ideológica, con la cual obligatoriamente deben identificarse y comprometerse
las instituciones y las personas, dibuja un escenario en el que se mantienen
las desigualdades y la equidad es una palabra vacía.
Referencias
REQUENA, J.; CAPUTO, C. Y; SCHARIFKER, B. “Un
gobierno ajeno a sus obligaciones en ciencia, tecnología e innovación”. In:
ACADEMIAS NACIONALES DE VENEZUELA. Sobre corrupción, ética y desarrollo en
Venezuela. Caracas: Academias Nacionales de Venezuela, 2015. Disponible en:
Consultado en: 23 de Junio 2016.
REQUENA,
J.; CAPUTO, C. “Pérdida de talento en Venezuela: Migración de sus
investigadores”. Interciencia, Vol. 41 Nº 7, 2016. p. 444-453.
[Extraído de un artículo más extenso,
titulado “La reinstitucionalización de la educación superior en Venezuela:
¿Descolonización del conocimiento?”, que en versión completa es accesible en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6192027.pdf.]
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