Hernán Rebeque
¿Cuándo una pasión se vuelve un objeto de estudio? Es la pregunta que me viene atravesando desde el 2010, cuando mi fascinación por la cultura obrera y su prensa de fines de siglo XIX y principios del XX me deslumbró.
Sería erróneo pensar que un objeto de estudio es estático, inerte, maleable al antojo del investigador mediante su construcción, mucho más equivocados estaríamos si una pasión —algo que por definición harías gratis el resto de tu vida— se transformase en una tesis.
¿Cuándo una pasión se vuelve un objeto de estudio? Es la pregunta que me viene atravesando desde el 2010, cuando mi fascinación por la cultura obrera y su prensa de fines de siglo XIX y principios del XX me deslumbró.
Sería erróneo pensar que un objeto de estudio es estático, inerte, maleable al antojo del investigador mediante su construcción, mucho más equivocados estaríamos si una pasión —algo que por definición harías gratis el resto de tu vida— se transformase en una tesis.
Al calor de la sangre que bombeaba mi corazón excitado cada vez que me topaba con algún periódico obrero se fue forjando el desenlace que tendría por cúspide la tesis de grado* sobre la investigación de un periódico anarquista de la ciudad de Paraná que duró de 1908 a 1910, titulado La Ráfaga.
La Protesta (1897), La Vanguardia (1896) y La Voz de la Mujer (1896) fueron los primeros periódicos obreros a los que tuve acceso, periódicos interesantes por su poder de impacto hace ya más de un siglo, y rupturistas en una esfera pública que hasta su llegada hegemonizaban las posturas conservadoras y, en menor medida, disputaban las liberales.
Por otro lado, husmeaba entre revistas culturales como El Sol (1898), Martín Fierro (1904), Ideas y Figuras (1909) —estas tenían como editor al anarquista Alberto Ghiraldo—, Claridad (1922) —de vastos años de publicación, editada por el socialista Antonio Zamora—, y Nervio (1931), publicada por el anarquista Diego Abad de Santillán.
Si al principio me preguntaba cuándo una pasión se convierte en un objeto de estudio, ahora me pregunto cuándo un interés se convierte en una pasión. La primera respuesta que se me ocurre es: ante la insatisfacción, el querer más y más, el desear sentirse atravesado aún más, la certeza de que todavía no estaba todo visto. Deseaba iniciar un proceso de tesis sobre algo que me causara placer, inmediatamente sabía que tenía que ser sobre prensa obrera; no me importaba si era anarquista, socialista, marxista o sindicalista, si era de fines del siglo XIX o de los setenta, pero tenía que ser algo novedoso.
La cultura setentista produjo una prensa basada en otro paradigma, ya no era el periódico un dispositivo que promovía arte, letras, artículos científicos, como sí fue producido por la prensa de principios del siglo XX, sino que eran dispositivos de organización —en gran medida verticalista— al interior de la organización política y articulados en un programa donde la cultura, muchas veces por ser considerada burguesa, ya no tendría un papel predominante. Lejos había quedado esa perspectiva donde el teatro, la literatura y las artes eran innegociables dentro de una revolución social. Seguro se pensaría que el contexto era diferente y las demandas que se producían a la prensa se tenían que condecir con el momento social, sin embargo vale citar, a modo de ejemplo, que durante el momento más crucial de la guerra civil española las columnas de milicianos del anarcosindicalismo gastaba una gran porción de sus recursos en cuadros filodramáticos y libros. El setentismo poseía otra matriz cultural y política que se ve reflejado en su vasta y diversa prensa, que necesita ser abordado e indagado con el respeto que se merece, pero que no se condecía con la cultura en la que me había inmerso y apasionado.
«Es un trabajo para ratas de bibliotecas», relata Osvaldo Bayer en las páginas preliminares de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia —su primer libro, publicado en 1970— ante las críticas que había recibido por su indagación sobre la vida del anarquista italiano en la Argentina. Bibliotecas y archivos se convirtieron en sitios comunes para mí. Los viajes a la Ciudad de Buenos Aires entre la Biblioteca Nacional, el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), el archivo de la Biblioteca Popular José Ingenieros, las visitas al Ateneo Anarquista de Constitución (ex Federación Libertaria Argentina), fueron posibilitadores de una mayor apreciación de la diversidad de las producciones obreras.
Una noche de otoño, con el aroma de un té de bergamota y la luz de una vieja lámpara negra que iluminaba el papel ahuesado de un libro que estaba terminando de leer, aprecié en un apartado denominado «publicaciones revisadas» la siguiente línea: «La Ráfaga – Paraná». El libro, titulado Literatura y anarquismo en Argentina, 1879-1919, de Pablo Ansolabehere, fue el causante de la investigación que vendría.
¡Las innumerables veces que pasé de largo aquel libro que dormía desde hacía un año en mi biblioteca; las otras lecturas que fueron en detrimento de aquella página que guardaba un dato tan significativo para mí! Siento que a veces las páginas de un libro nos guían a ser leídas en un determinado tiempo y espacio, en ciertos momentos la pasión y los libros se unen produciendo encuentros que solo uno puede entender.
Al día siguiente, la indagación sobre aquel periódico obrero de tendencia anarquista crecía sin cesar. Entre mis viajes, algunos amigos y compañeros, había escuchado hablar de un instituto en Ámsterdam donde se encontraba una amplia colección de publicaciones anarquistas de todo el mundo. Un instituto que se hizo con el acervo del biógrafo de los anarquistas Mijaíl Bakunín, Eliseo Reclús y Errico Malatesta, un gran historiador del anarquismo de nombre Max Nettlau que recibía publicaciones de todas partes del mundo. Luego de la muerte de Nettlau sería Arthur Lehning, anarquista holandés, quien empezaría a ver las posibilidades de convertir todo el material en un archivo social dentro de un país que, por su raigambre liberal, consideraría un crimen de Estado quemar prensa y libros. Aquel instituto era el Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis (IISG), y únicamente en aquél sitio de Holanda se conservaban los doce periódicos de La Ráfaga que se produjeron en Paraná entre 1908 y 1910.
Después de un largo análisis y la labor de rata de biblioteca —aquél «agravio» que recibió Osvaldo Bayer—, todo devino en la producción de una tesis titulada "Historia del surgimiento, circulación y declive del periódico obrero La Ráfaga 1908-1910".
El intento de síntesis siempre me deja con sabor a poco, lo fue en la producción de la tesis y me sucede lo mismo para este artículo. Condensar una pasión es una empresa compleja y sufrida, pero el compartir vale el sudor y la angustia de todo lo que queda afuera para que algo llegue.
* Tesis para la obtención del título de grado de la Licenciatura en Comunicación Social (Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos).
[Tomado de http://www.170escalones.com/prensa-obrera-atravesado-por-la-utopia.]
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