Bram Ebus
Venezuela no tiene un elaborado histórico de minería, a diferencia de sus vecinos Colombia y de Brasil. Pero si hay un lugar en el país que respire tradición minera, ese es El Callao. La cara de este pueblo villa en el estado Bolívar cambió para siempre cuando en 1853 fue descubierto el oro ahí e incluso se convirtió en el principal productor mundial de oro en 1885. Varias empresas extranjeras operaron en minas de la zona, pero es Minerven, una compañía en 1970 y nacionalizada cuatro años después, la que ha explotado más el oro de El Callao.
Mineros locales afirman que trabajar para Minerven acostumbraba significar un estatus y que empleados usaban con honor el uniforme de la compañía, pero las cosas han cambiado en los años recientes. Minerven se ha venido abajo. Las plantas de producción han sido desmanteladas y no se alcanzan las metas anuales de producción, ni de cerca. Mientras tanto, muchos grupos armados comenzaron a tomar el control en minas más grandes que rodean el pueblo. Hace un año, el ejército venezolano reforzó su presencia en la zona – para su propio beneficio, según muchos alegan – y no se ha detenido en combatir las bandas armadas y en matar a sus miembros desde entonces.
Venezuela no tiene un elaborado histórico de minería, a diferencia de sus vecinos Colombia y de Brasil. Pero si hay un lugar en el país que respire tradición minera, ese es El Callao. La cara de este pueblo villa en el estado Bolívar cambió para siempre cuando en 1853 fue descubierto el oro ahí e incluso se convirtió en el principal productor mundial de oro en 1885. Varias empresas extranjeras operaron en minas de la zona, pero es Minerven, una compañía en 1970 y nacionalizada cuatro años después, la que ha explotado más el oro de El Callao.
Mineros locales afirman que trabajar para Minerven acostumbraba significar un estatus y que empleados usaban con honor el uniforme de la compañía, pero las cosas han cambiado en los años recientes. Minerven se ha venido abajo. Las plantas de producción han sido desmanteladas y no se alcanzan las metas anuales de producción, ni de cerca. Mientras tanto, muchos grupos armados comenzaron a tomar el control en minas más grandes que rodean el pueblo. Hace un año, el ejército venezolano reforzó su presencia en la zona – para su propio beneficio, según muchos alegan – y no se ha detenido en combatir las bandas armadas y en matar a sus miembros desde entonces.
La minería en El Callao pertenece al proyecto del Arco Minero. Unas cuatro empresas mixtas reclaman su parte, pero una visita a El Callao basta para entender que la minería legal y la ilegal van de la mano. No solo es que la mayoría de la población la que está involucrada directa o indirectamente con el proceso rudimentario de extracción de oro, sino que la minería y la vida del pueblo están estrechamente vinculadas. En cualquier parte de El Callo, probablemente no se consiga caminar más de un minuto sin encontrar a un comerciante de oro, pero sí encontrar una panadería o un supermercado.
En las noches, cuando la mayoría del comercio cierra y cuando muchos mineros se dedican a su actividad favorita, beber, se verán personas barriendo el piso frente a las tiendas de oro, no solo para limpiar, sino para encontrar oro. Trozos de oro pueden caer por accidente por un vendedor descuidado y pequeñas virutas se pierden al quemar la amalgama de mercurio, que es una actividad que se prefiere hacer frente a la tienda para que el humo tóxico del mercurio no quede puertas adentro.
En 2017, el Banco Central de Venezuela (BCV) recibió 8,5 toneladas de oro, todos de Minerven. “El Callao está manteniendo a Venezuela”, comenta el dueño de empeño de oro en la plaza central del pueblo. Sin embargo, de acuerdo con varios mineros y personal de Minerven entrevistados para este reportaje, el oro no proviene originalmente de Minerven, sino de minas ilegales y de pequeña escala. “No puedo afirmar que Minerven lo compra de las minas ilegales, porque en papel no es así”, afirma una fuente en Minerven. “Estamos autorizados para comprar de 17 a 18 asociaciones de productores artesanales de oro, pero sabemos que se lo compran a mineros ilegales. Así es como se trabaja ahora. Todos los días las personas buscan tener negocios con nosotros para convertirse en legales”.
Los mineros explican que solo una menor porción de la producción de oro de Venezuela termina en las arcas del BCV. La mayoría es traficada para el extranjero por el ejército y por el crimen organizado. “Ocho mil kilos no son nada”, afirma el general retirado Clíver Alcalá Cordones. “Se va a Aruba y a Curazao”. Cerca de 80 por ciento del oro de Venezuela se va ilegalmente del país en aviones de contrabando, de acuerdo con Alcalá.
Desde el siglo XIX, varias compañías internacionales de Francia, del Reino Unido y de Rusia entraron en la región para minar las vetas ricas en oro que no solo circundan al pueblo, sino corren justo debajo de él. Los vecindarios cerca del centro se han convertido en minas. Es común que una casa tenga unos pocos molinos en su patio, cerca de hoyos en el suelo. Estos hoyos no deben entenderse como un mal sistema de aguas residuales – son túneles que conducen a varias galerías horizontales de minas.
“Por dos años ha habido confrontaciones, estas ocurren porque hay muchas zonas mineras”, dice un minero local de El Callao. “Muchas zonas son grandes, son vecindades con minería. Si una comunidad tiene mucho oro, otra querrá entrar en ella no solo para trabajar, sino a robar con armas en mano y deshacerse de la gente que tiene el oro y que ellos quieren llevarse”. Los pueblos se convierten en minas y las minas se convierten en pueblos. Áreas mineras a El Callao son llamados Colombia, Perú, Chile, entre otros nombres dados por compañías mineras presentes en el pasado. De momento, estas minas son operadas por mineros ilegales de pequeña escala. Trabajan bajo presión de bandas armadas locales que colaboran con el ejército. Mientras tanto, intrusos desconocidos que se pelean por años por las minas de oro han manchado de sangre a El Callao. “Estos grupos armados son llamados bases aquí. Antes había tres, ahora hay solo una [a cargo]”, explica un minero de El Callao. Varias zonas están llenas de recuerdos de otras bandas armadas. “Pequeñas bases todavía están activas entre la gente”. De acuerdo con el minero, las que están en El Perú son las más terribles. Los choques violentos ocurren con frecuencia. En septiembre, antes de nuestra visita a El Perú, un sector que está bajo el dominio del criminal conocido como “el Toto” – ocho personas murierones en un enfrentamiento con el ejército.
Nuestra camioneta pick-up es conducida por el personal de Minerven y deja El Callo para visitar las minas – no las controladas por Minerven, sino las ilegales, cerca del pueblo. Aquí, las plantas de extracción mineral basadas en el uso prohibido de mercurio producen oro que venden a la estatal.
“Venga con nosotros”, grita nuestro conductor a un comandante del ejército, quien ya espera por nosotros en el jeep negro. Manda a un soldado armado en la parte trasera de la camioneta y nos escolta. Pasamos varias alcabalas antes de entrar en El Perú. El área está completamente militarizada, pero el peligro viene de las colinas donde las bandas armadas pueden bajar a tomar control de las minas. Este peligro que acecha se hace evidente cuando, en la noche anterior a nuestra visita, seis locales fueron abatidoses en una balacera entre bandas. “Si uno se porta bien nada le pasa a uno”. Uno de los mineros que opera en un molino pequeño explica que la “vacuna” – un pago de extorsión de cuatro o cinco gramas mensuales de oro por cada molino – es pago a una de las bandas armadas. Con calma en su cara, añade: “Si no, uno sube [al cerro] y ellos prenden la motosierra”. Las historias de horror sobre tumbas masivas y desmembramientos son comunes. Las bandas son conocidas por bajar al pueblo y desaparecer con personas en los cerros circundantes.
Muchos de ellos son trabajadores migrantes que vinieron a la región como resultado por la crisis y la falta de oportunidades de empleo en cualquier otra parte del país. Uno de esos trabajadores sale trepando de un túnel improvisado, seguido de su sobrino de 15 años. “Si no trabajo en las minas no tengo manera de mantener a mi familia”, apunta el antiguo carpintero. Cerca de él descansa Minorca Maurera, una madre soltera de 23 años que trabajó en una panadería antes de venir a El Callao. “El salario mínimo no me alcanza. Soy la madre de tres niños. Renuncié [a la panadería] por el bajo salario y vine a este lugar. Es un poco duro, pero me ha ido bien. Independientemente, ahora, puedo sostener a mis hijos”.
Vecindarios polvorientos que parecen barrios con chozas de madera improvisadas y pequeñas que solo tienen un techo delgado corrugado están llenas de migrantes mineros y además de nativos de El Callao. Más de un siglo y medio de extracción de oro ha traído a la población local todo, menos a ricos, lo que hace que aun un chavista acérrimo desconfíe del Arco Minero. “El Arco Minero prácticamente ha funcionado para cubrir muchas cosas”, razona Darwin Lizardi Tabor. A sus 28 años es coordinador local de Juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido de gobierno, y usa una gorra roja de Minerven cuando lo conocemos. “Hombre, el Arco Minero como tal no ha funcionado. Te lo digo yo, que soy un chavista revolucionario pero hay que decir las cosas como son. Esto es un camuflaje. No sé por qué. Porque al final nos daña a los mineros y al pueblo”. Lizardi es un oriundo orgulloso de El Callao, pero los tiempos han cambiado. Él explica que su madre creció en una época más calmada. “Así era cuando uno podía dejar la puerta de la casa abierta toda la noche y nadie entraba”. La madre de Lizardi, de 66 años, contempla dejar su lugar, que ambos llevan en su corazón.
La violencia y la pobreza hacen de El Callao un lugar difícil para vivir. “El minero todavía es un sucio que camina en las calles. Gana 300 mil bolívares, bebe cerveza y al próximo día no tiene nada y necesita 0,3 o 0,4 gramas de oro para traer comida a su hogar. Un minero no debería vivir así si el Arco Minero estuviera funcionando”. Seguimos hablando en un bar cerrado para foráneos; mineros y alcohol pueden ser una combinación muy explosiva. Lizardi ordena más cerveza y sigue su discurso sobre la falta de infraestructura estatal y de medicinas, todo mientras los locales le entregan su oro al gobierno. “Gracias al minero, el que baja en un túnel de 100-120 metros, gracias a este minero, el Estado tiene cuatro toneladas de oro”.
El Arco Minero recibió muchísimas críticas en la prensa venezolana, más que todo por su impacto ambiental futuro, por involucrar a bandas armadas y por su presencia en territorios indígenas. En octubre, el ministro para la Información y Comunicación salió al contraataque y publicó un artículo en el que acusa a la prensa de criminalizar a los mineros artesanaleses y de pasar por alto que 250 mil personas dependen directa o indirectamente del Arco Minero. “Todo el oro sería invertido en trabajo social en el municipio de El Callao y, ahora, ni siquiera ha llegado una ambulancia”, explica Lizardi, quien sostiene que el Gobierno le ha prometido mucho al pueblo de El Callao. “Minerven ya tiene el dinero del estado para comprar el oro de los pequeños mineros. Lo que Minerven prácticamente hace es recoger el oro y llevarlo al Banco Central de Venezuela. No están asumiendo su papel como compañía minera porque todas sus plantas se han detenido”.
Tener el ingreso determinado por la suerte y el trabajo duro en vez de solamente trabajar por horas es parte de la cultura minera. “De momento nadie recibe un salario. Uno trabaja para conseguir oro y el dinero es de uno”, dice Eduardo Gutiérrez, un hombre 43 años de El Callao que trabaja en uno de los molinos en El Perú. Gutiérrez está satisfecho con el precio que ofrece Minerven por su oro y aguarda con esperanza que el proyecto del Arco Minero le envíe más recursos y equipos, pero él aún siente falta de un ambiente de trabajo seguro. Gutiérrez toca agua mezclada con mercurio con las manos desnudas, mientras raspa una masa de amalgama de oro de un plato. Él entonces calienta los residuos con gas para apartar el oro, sin hacer ningún esfuerzo por cubrir su rostro del humo tóxico del mercurio.
Desórdenes neurológicos y problemas en los riñones, pulmones y en la piel son las consecuencias más comunes en la salud, afirma Marianella Herrera, directora del Observatorio Venezolano de la Salud, en Caracas. “Un problema importante es la exposición al mercurio por parte de las mujeres embarazadas en la primera fase de embarazo. Investigadores también han vinculado la exposición de metales pesados, como el mercurio, al autismo”. Un estudio en varias zonas mineras del estado Bolívar halló que solamente 32 por ciento de los niños tenían niveles de mercurio debajo del límite de seguridades en su sangre. Severos problemas de salud, batallas sangrientas entre bandas y áreas controladas por los militares. La minería ilegal de oro en El Callao contribuyó con circunstancias inseguras e insalubres, pero el Arco Minero tiene un interés en todo. “Todo el oro que lleva a Minerven es legal, en papel, aun cuando es ilegal”, explica Lizardi.
Bandas armadas y el ejército han dominado el sectores. El oro minado ilegalmente es comprado por compañías “mineras” que de hecho no minan, lo que esencialmente significa que funcionan más bien como grandes tiendas de empeño. “Aquí en El Callao tenemos mucho oro, pero no tenemos máquinas ni los recursos necesarios [para poder explotarlo]”, se jacta Darwin. La oscura simbiosis entre la minería legal y la ilegal es casi obvia. Del otro lado del pueblo, somos llevados a una mina controlada por una banda armada llamada “Nacupay”. Antes de entrar, se nos dice que no tomemos “fotos de los hombres armados” ni de la maquinaria que usa el mercurio. Justo antes de la entrada, una señal dice MunSol – “Empresa minera aliada a la patria bolivariana en el Arco Minero del Orinoco”. Detrás de la señal, encontramos docenas de mineros informales que trabajan en los embarrados hoyos al aire abierto. Solo estamos autorizados a fotografiar a los mineros que laboran con las tablas de lavar, características de la minería artesanal. No quieren que mostremos ni documentemos las instalaciones más grandes. Podemos, sin embargo, retratar los campamentos donde viven los mineros, cerca de los fosos llenos de agua estancada y contaminada.
La situación en El Callao no es una excepción. Cerca de 91 por ciento del oro explotado en Venezuela es ilegal, de acuerdo con una investigación de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Trasnacional. Pequeños lotes de oro se vuelven en joyería y luego se contrabandean, por ejemplo, para las islas del Caribe. Así como en diferentes partes de Venezuela, el ejército corrupto transporta grandes lotes a rutas costeras, Colombia y Brasil. Apenas una pequeña porción del oro termina en las manos del Estado. Esto demuestra, según mencionó Lizardi antes, cómo el Arco Minero funciona como una fachada. “Recuerdo cuando el comandante Chávez habló del Arco Minero [en 2011] y que el estado Bolívar debía convertirse en una potencia en Venezuela. ¡Y así no dependeríamos del petróleo!”, rememora el joven – quien está desilusionado del Arco Minero. “Aquí hay cosas que están pasando y el Arco Minero ha servido para cubrir la corrupción dentro del gobierno”.
[Fragmento de un reporte mucho más extenso, titulado "Explorando el Arco Minero", que en versión completa está disponible en https://arcominero.infoamazonia.org.]
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