Nelson Méndez
[Nota
previa de El Libertario: Este año
recordamos el cincuentenario del inicio del proceso de Renovación en la
Universidad Central de Venezuela, un movimiento transformador que estremeció la
estructura tradicional de la educación universitaria en Venezuela y que, tal
vez por lo fuerte de ese estremecimiento, recibió desde un primer momento el
calificativo de “anarquista”, una calificación poco común en un país donde el
anarquismo ha sido en general un ausente tanto en las luchas sociales como en
el debate de ideas, por lo que los eventos de la Renovación nos tienen que
resultar llamativos a quienes medio siglo después levantamos banderas anarquistas
en este país.]
[Nota del autor: El texto que sigue es parte
de de un trabajo más amplio sobre el tema que escribimos a mediados de la
década de 1990. No hemos querido corregirlo o modificarlo pues aunque hoy quizás
diríamos algunas cosas de manera diferente, en esencia seguimos sosteniendo la
visión que animó a estas líneas así como las conclusiones fundamentales que acá
se expresan. Por otra parte, se hace alusión en el texto a una reseña histórica
resumida de los sucesos de la Renovación
en la UCV, la cual puede consultarse en la versión original más extensa (“La Renovación en la Universidad Central de
Venezuela (1968-1969): Érase una vez el futuro”) que está disponible en https://www.nodo50.org/ellibertario/textos.html.]
Así como resultaba indispensable para los
fines de este trabajo describir lo esencial
de los
eventos de la Renovación a partir de 1968, nos es también obligatorio discutir
el balance de esa experiencia. A tal efecto, la mayor parte de lo escrito sobre
el tema apunta hacia un saldo negativo, apreciación que recorre diversos
matices de uno a otro autor; ello contrastando con el carácter de práctica
personal enriquecedora que le han atribuido muchos de los que vivieron los acontecimientos.
Para estos últimos, fueron tiempos conflictivos, divertidos e inolvidables
donde se inició una manera de pensar y vivir la universidad, al país, a la
militancia política, a sí mismos y a sus relaciones interpersonales que, en los
siguientes 10 ó 15 años, marcó a lo que podemos denominar la cultura de la
izquierda en la UCV y en Venezuela.
El pensamiento que se desarrolla y difunde con
la Renovación universitaria concibe al cambio revolucionario como resultado de
la toma de conciencia por parte de colectivos capaces de actuar armónica y
racionalmente, en ruptura con la visión ortodoxa leninista que propugnaba que
la acción revolucionaria sólo es posible bajo la guía de una vanguardia
dirigente, que es la depositaria sabia de la voluntad de las masas. Esa
concientización colectiva implica una actitud intelectual de cuestionar,
traducida en romper con los dogmatismos que hasta la Renovación acotaron al
pensamiento de la izquierda universitaria, proponiendo nuevos modos de
reflexión, lo que sin duda trae riesgos de oportunismo - con tantos ejemplos
ilustres de antaño y hogaño -, pero también abre enormes posibilidades
creativas para el análisis, la comprensión y la acción.
En tal sentido, hay que decir que al
proponerse la meta de asumir ese nuevo estilo de trabajo intelectual, el
resultado fue quizás la última vez que la UCV generó propuestas globales para
la transformación del país, que nutrieron a muchos de los aportes alternativos
más interesantes conocidos en las dos décadas posteriores en diversas ramas de
conocimiento y expresión [Ver, para el terreno de las llamadas "Ciencias
Duras", en (Cuadernos Lagoven, 1992), para el área de Ingeniería, en
(Pirela, 1984), y para las Ciencias Sociales, en (Castro, 1988)]. Pero también
debemos agregar que las audacias de la Renovación contrastaron abiertamente con
la paz social que imperaba entonces, y hasta el 27 de Febrero de 1989, en
Venezuela, por lo cual para los sectores hegemónicos resultó relativamente
sencillo e indoloro aislar ese virus crítico, en lo que de peligroso podía
tener para el orden establecido en nuestra sociedad. Para esa tarea, el poder
contó con el auxilio nada desdeñable de las direcciones de la izquierda partidista,
que nunca pudo comprender y asimilar lo que a su juicio fueron aspectos
impolíticos, irreales y anarquizantes que acompañaron a esa erupción pequeño
burguesa.
Entendemos que los censores de la Renovación
insisten con énfasis en tres puntos negativos que caracterizaron al proceso y
justificarían su completa condenación. De seguidas los describimos y tratamos
de analizar:
1) Esencia
destructiva y anárquica: Se atribuye al movimiento exaltar hasta niveles intolerables el
desbarajuste del funcionamiento universitario, como si antes y después del
proceso la institución estuviese organizada y operando de una manera que fuese,
sino la mejor, por lo menos la apropiada para responder ante el escenario
cambiante que le correspondía enfrentar, sin dejar de reconocer y procurar
corregir fallas inevitables. Pero la Renovación reveló un furtivo, insidioso y
agudo desorden estructural que ya estaba allí, como lo sigue estando muchos
años más tarde. Para sus oponentes, la tempestuosidad del proceso es signo de
un carácter destructivo e irracional, argumento siempre útil para condenar
cualquier intento radical de modificar un ordenamiento por lo general hostil
frente a las transformaciones como la universidad venezolana, ámbito tan
quisquilloso ante las irreverencias críticas pero indulgente con su propia
inoperancia orgánica.
No estamos seguros si es con intención o por
ignorancia, pero en esta clase de argumento hay una constante confusión entre
desorden y Anarquía - teoría y práctica del Socialismo Libertario -. De hecho,
y coincidiendo con la revalorización de este pensamiento a partir de los años
60, hubo coincidencias nada casuales entre las propuestas renovadoras y temas
clásicos del Anarquismo, llegados a la Renovación de distintas fuentes, pese a
que la referencia teórica explícita del movimiento seguía siendo el marxismo en
vertientes innovadoras y no dogmáticas, sin que ninguno de sus voceros aceptase
ser identificado como anarquista; no obstante, el sambenito de "Anarquía =
Bochinche" es de casi obligatoria mención en los reproches a la
Renovación, desconociendo que el Anarquismo es muy diferente al puro nihilismo
irracional, pues tiene una teoría y una práctica con proposiciones
constructivas coherentes [Ver (Tomassi, 1988)].
2) Vía
hacia la piratería, el oportunismo y el burocratismo: Se dice que el
movimiento renovador fue el atajo abierto para una camada de arribistas en el
escalafón académico y burocrático de la Universidad, que ascendieron por él a
costa de destruir buena parte del acervo humano, material y organizacional de
la UCV. Se señala que el cuestionamiento exaltado que se hizo norma en la época
abrió la ruta para el incremento de la piratería estudiantil, profesoral y
administrativa, como si esos males no se manifestaran en modos más aberrantes por
casi todo el resto de la Educación Superior venezolana pública y privada, en
especial en institutos que nunca han conocido nada ni remotamente afín a la
Renovación. Además resulta que, en términos generales, las personas y grupos
que rigieron y/o decidieron los destinos institucionales ucevistas antes y
después de la Renovación fueron esencialmente los mismos.
De ello cabe deducir que la raíz de este
problema debe buscarse en otra parte, a pesar que ciertos autonombrados
renovadores fuesen tan entusiastas en el tránsito de esa vía a posteriori, lo
cual no compromete a la Renovación en si, pues sería como decir que la
Independencia de Venezuela se combatió para satisfacer ansias terrófagas de un
grupo de caudillos militares, puesto que Páez y compañía acabaron convertidos
en grandes latifundistas.
3) La
falta de objetivos nítidamente definidos y la discordancia de lo que se hizo en
diferentes escuelas y facultades: Como en la mitología
griega, donde Atenea brotaba de la cabeza de Zeus adulta y armada, hay quienes
argumentan que la Renovación sólo sería razonable naciendo de un programa
denso, meditado y exacto en la profundidad y el tiempo de sus actuaciones. Se
olvida así que la fuerza y riqueza del movimiento estuvo en su capacidad de
expresar circunstancias, necesidades y voluntades sin encuadrarlas en esquemas
prefijados.
Como ya hemos indicado, abundaron las
publicaciones que definían objetivos inmediatos y formas de alcanzarlos, pero
estos intentos de reflexión respondían a coyunturas muy precisas, siendo
incluso divergentes entre facultades y escuelas distintas, pues lo que ocurría
y se enfrentaba de un modo en Ingeniería o Agronomía, era objeto de otras
valoraciones y acciones en Economía o Ciencias.
Sólo
unos pocos esbozaron enfoques más generales, pero la dinámica del proceso
concreto impidió que esas propuestas madurasen lo suficiente, pues el
movimiento renovador no alcanzó a superar limitaciones y adversarios que
terminaron siendo fatales para su desarrollo como posibilidad real, y también
para diseñar una perspectiva teórica más elaborada.
Los párrafos finales de esta parte del trabajo
serán para referirnos a un tema que la Renovación trajo al tapete, promoviendo
un reto que han debido responder todos sus críticos, y que hoy está tan
presente como en aquellos años: ¿Para qué Universidad?. La Renovación quería
una universidad para el mañana, desprendida del conservadurismo institucional y
del peso de los intereses de poder establecidos, que anunciase y prefigurase
rumbos a la Venezuela socialista futura. Por supuesto, todos los realismos
políticos de izquierda, derecha y centro se opusieron con vigor a esto que
calificaron de alucinación voluntarista y utópica, hasta que se vaporizó
después de 1975. Sus enterradores le enfrentaron un proyecto para hoy,
respetuoso de las tradiciones de ayer y de las hegemonías reinantes, eficiente
y racional ante las demandas de la sociedad contemporánea, donde la institución
operaría más como servidora técnica, productiva y virtuosa que como foro de
inteligencias críticas y creación alternativa.
Con el norte que fijó el modelo triunfante se
orientarán casi todas las propuestas y acciones vistas en el medio
universitario durante los siguientes 20 años, hasta cuando provenían de
sectores que en teoría se suponían más radicales. Pero ante la aparente
inevitabilidad de los supuestos de este proyecto, debe recalcarse que ya en
1969 se rebatieron con agudeza las objeciones tecnocráticas y al
"realismo" que proclama la imposibilidad/inutilidad de transformar la
Universidad sin que el país cambie [Ver el Manifiesto de Letras y otros documentos
del período en (Naime, 1974)], aparte que habiendo sufrido tantos experimentos
zozobrantes de neoliberales y demás fans
de lo factible, piensa uno si lo quimérico no es seguir con esa clase de
realismo, cuyo resultado ha sido que la UCV, y en general la Educación Superior
del país, esté más que ligada, hipotecada al presente de crisis que padece
nuestra sociedad.
De hecho, se ha perdido ese rango indiscutible
de primera referencia científica e intelectual nacional que tuvo nuestra Alma Mater hasta los años 70, lo que
obedece más a las vicisitudes de esa crisis propia y ajena que no ha podido
enfrentar y resolver con coherencia, que al crecimiento cualitativo y
cuantitativo de otras instituciones que ahora compiten por ese rol primado con
la veterana ocupante de la Hacienda Ibarra - IESA, IVIC, INTEVEP, USB, Centro
Gumilla, etc. -.
En vistas a las experiencias vividas en
nuestra Educación Superior, no se puede continuar rechazando como superado,
absurdo y/o peligroso el replanteamiento radical de la universidad venezolana y
sus problemas, pues a pesar de las propuestas cosméticas que de continuo
instrumentan gerentes y tecnócratas, la conservación del vigente modelo
académico y funcional nos ha llevado a un presente incierto, donde la
paralizante inercia de lo establecido es obstáculo principal para una
construcción positiva del futuro. Estimamos que desarrollar
opciones deseables de porvenir nos exigirá evitar las gimnasias retóricas de
moda y las soluciones formalistas que dejan lo esencial para después, lo cual será
posible a través de actuaciones políticas que involucren amplia participación
colectiva, emanadas no de la imposición iluminada de unos pocos sino de la
voluntad consciente de muchos. Para seguir esa senda, comprender lo que fue y
lo que propuso la Renovación tiene hoy para nosotros una pertinencia que debe
ir mucho más allá de la curiosidad anecdótica o el interés erudito.
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