Patrick Bond
[Nota previa de El Libertario: Nos pareció de interés presentar este post que analiza una realidad sobre la que hay poca información en nuestro idioma, y que, para quienes sobrevivimos en esta orilla sur del Caribe, podría aportar luces significativas en cuanto a eventuales y tenebrosas escenarios de nuestro porvenir, habida cuenta de las desdichadas similitudes que el caso de Zimbabwe -nación situada en la parte central del Cono Sur africano- presenta con nuestro país, especialmente en cuanto a mostrarnos lo que todo apunta a esperar en la evolución futura del régimen chavomadurista en caso de fosilizarse en el disfrute del poder del Estado. No está demás mirarse en este espejo, aunque ciertamente asusta.]
El golpe de palacio, la desaparición de Mugabe y ‘el escenario de pesadilla' frente al escenario de 'unidad nacional'
En Harare, Bulawayo y otras ciudades de Zimbabwe más pequeñas, cientos de miles de ciudadanos salieron a la calle con alegría el sábado 18 de noviembre para apoyar el semi-golpe de las Fuerzas de Defensa de Zimbabwe (ZDF) que resuelve una vieja lucha faccional dentro del partido de gobierno y pone fin a la extraordinaria carrera de Robert Mugabe a la edad de 93.
En un principio, Mugabe se negó a dimitir, su laberíntico discurso la noche siguiente reveló un hombre ya fuera de contacto con la realidad , o que intentaba obligar a sus enemigos a un golpe de estado en toda regla, o - como la CNN especula - retrasarlo para asegurarse inmunidad jurídica y evitar la confiscación de sus propiedades. Sin embargo, el proceso de destitución parlamentaria comenzó el 21 de noviembre.
Después de más de 37 años en el poder en el país de Africa del Sur cuya liberación dirigió en la década de 1980, Mugabe ha sido sustituido por su compañero de muchos años en su partido, ZANU-PF, Emmerson Mnangagwa (de 75 años). El domingo en la reunión de emergencia del comité central del ZANU-PF, Mnangagwa fue proclamado presidente. Para facilitar su salida, a Mugabe se le ofreció el exilio en Sudáfrica, donde su familia y compinches también poseen abundantes bienes raíces de lujo, como una mansión al borde del mar cerca del aeropuerto de Durban.
[Nota previa de El Libertario: Nos pareció de interés presentar este post que analiza una realidad sobre la que hay poca información en nuestro idioma, y que, para quienes sobrevivimos en esta orilla sur del Caribe, podría aportar luces significativas en cuanto a eventuales y tenebrosas escenarios de nuestro porvenir, habida cuenta de las desdichadas similitudes que el caso de Zimbabwe -nación situada en la parte central del Cono Sur africano- presenta con nuestro país, especialmente en cuanto a mostrarnos lo que todo apunta a esperar en la evolución futura del régimen chavomadurista en caso de fosilizarse en el disfrute del poder del Estado. No está demás mirarse en este espejo, aunque ciertamente asusta.]
El golpe de palacio, la desaparición de Mugabe y ‘el escenario de pesadilla' frente al escenario de 'unidad nacional'
En Harare, Bulawayo y otras ciudades de Zimbabwe más pequeñas, cientos de miles de ciudadanos salieron a la calle con alegría el sábado 18 de noviembre para apoyar el semi-golpe de las Fuerzas de Defensa de Zimbabwe (ZDF) que resuelve una vieja lucha faccional dentro del partido de gobierno y pone fin a la extraordinaria carrera de Robert Mugabe a la edad de 93.
En un principio, Mugabe se negó a dimitir, su laberíntico discurso la noche siguiente reveló un hombre ya fuera de contacto con la realidad , o que intentaba obligar a sus enemigos a un golpe de estado en toda regla, o - como la CNN especula - retrasarlo para asegurarse inmunidad jurídica y evitar la confiscación de sus propiedades. Sin embargo, el proceso de destitución parlamentaria comenzó el 21 de noviembre.
Después de más de 37 años en el poder en el país de Africa del Sur cuya liberación dirigió en la década de 1980, Mugabe ha sido sustituido por su compañero de muchos años en su partido, ZANU-PF, Emmerson Mnangagwa (de 75 años). El domingo en la reunión de emergencia del comité central del ZANU-PF, Mnangagwa fue proclamado presidente. Para facilitar su salida, a Mugabe se le ofreció el exilio en Sudáfrica, donde su familia y compinches también poseen abundantes bienes raíces de lujo, como una mansión al borde del mar cerca del aeropuerto de Durban.
Pero de inmediato surgieron preocupaciones de que la celebración del golpe por arriba y la adoración popular, al menos momentánea, del ejército relegitimase la brutal red clientelar del ZANU-PF de Mnangagwa y por lo tanto retrasase una transición más sostenible a la democracia y la justicia económica. Aparte del levantamiento de masas del sábado, la única otra salvaguardia sería la (muy poco probable) designación de un auténtico gobierno de unidad nacional, capaz de conseguir el crédito que tan desesperadamente se necesita, tanto de China como de los principal los donantes occidentales en Washington y la Unión Europea.
El golpe de gracia de ‘Cocodrilo’ Mnangagwa
En el contexto de una crisis de liquidez financiera cada vez más grave, el golpe militar de 15 de noviembre fue catalizado por el nepotismo familiar de Mugabe, que intentó designar a su esposa “Gucci Gracia” (52 años) a la vicepresidencia con la intención evidente de sucederle. Los manifestantes anti-Mugabe que salieron a las calles de la capital, Harare, tres días más tarde, llevaban carteles impresos profesionalmente, con el mensaje: “El liderazgo no se transmite sexualmente.”
Despreciada por jugar un papel similar al de Lady Macbeth, la facción del ZANU-PF de Grace Mugabe se conoce como “Generación 40” (G40), sugiriendo la disposición de un equipo más joven dentro del partido gobernante para hacerse con el poder. Mugabe estaba estrechamente alineado con este grupo. Por el contrario, Mnangagwa dirige la facción conocida como el “Equipo Lacoste”, cuyo logo hace referencia a su apodo, “El cocodrilo”.
Mnangagwa es ampliamente impopular debido a su responsabilidad por (y la negativa a reconocen) las masacres “Gukhurahundi” de 1982-85, en las que murieron más de 20.000 personas en las provincias occidentales del país (en su mayoría miembros de la minoritaria etnia ndebele, a cuyos disidentes armados denominó “cucarachas”que necesitaban una dosis de militar de ‘DDT’); su manipulación de las elecciones presidenciales de 2008, que perdió inicialmente Mugabe; su posterior presidencia del Comité de Operaciones Conjuntas que dirigía en secreto el país, saboteando cualquier iniciativa democráticas; así como por su permisividad - como ministro de Defensa - al saqueo generalizado y contrabando de diamantes en 2008-16. Hasta el propio Mugabe se quejó el año pasado de la caída de ingresos de la explotación de diamantes en los campos de Marange, al este de Zimbabwe: “No creo que hemos superado los 2 mil millones de dólares, más o menos, y, sin embargo, creo que se sacan bastante más de 15 mil millones en esa zona”.
No sólo se ha confirmado este saqueo gigantesco gracias al activista anti-corrupción local Farai Maguwu. Para que Mnangagwa pudiera crear una empresa mixta en Marange chino-zimbabweña, con el famoso (y ahora al parecer encarcelado inversor chino), Sam Pa, el ejército ocupó por la fuerza los campos de Marange. En noviembre de 2008, las tropas mataron a varios cientos de mineros artesanales. (En una visita de solidaridad a Marange el 10 de noviembre, dos docenas de activistas progresistas -incluyendo a Maguwu y a 21 extranjeros de la red Diálogo Popular, que incluye al Movimiento de los Sin Tierra de Brasil - fueron detenidos por entrar sin autorización en la zona, aunque posteriormente fueron puestos en libertad después de pagar 100 dólares cada uno de multa.)
Mnangagwa había luchado contra el colonialismo rhodesiano en la década de 1970, y pronto se convirtió en uno de los secuaces principales de Mugabe, llegando a la vicepresidencia en 2014. Pero Mugabe lo cesó el 6 de noviembre, como señal del ascenso absoluto de Grace, a pesar de las repetidas advertencias de Chiwenga desde principios de 2016. Hace tres años, bajo las presiones de Grace, Mugabe cesó a otra aliada cercano del periodo revolucionario, la vicepresidenta Joice Mujuru (62 años). (Mujuru lanzó posteriormente un nuevo partido que demostró no tener la menor capacidad para influir en los acontecimientos, pero se creía que finalmente forjaría una alianza con las fuerzas democráticas de la oposición para participar en las elecciones previstas para 2018).
Dada la rápida degeneración económica y política, el cese de Mnangagwa fue el detonante de un viaje a Beijing de su aliado, el jefe del ejército Constantino Chiwenga (61 años), para consultas con el mando militar chino. Mnangagwa recibió entrenamiento militar en China en la época de Mao y China posee activos sustanciales en Zimbabwe, además de la venta de armas al ejército e intereses en los sectores del tabaco, la infraestructura y la minería. Sus exportaciones han sido una las causas de la desindustrialización de Zimbabwe.
El periódico Global Times de Beijing, que a menudo repite como un loro la linea oficial, era cada vez más prudente con Mugabe. Según el columnista Wang Hongwi de la Academia China de Ciencias Sociales, “Mnangagwa, que es un reformista, va a terminar con errónea política de inversiones de Mugabe. En un país con una economía en quiebra, sea quien asuma la dirección, necesita poner en marcha las reformas económicas y abrirse a la inversión extranjera ... La inversión china en Zimbabwe también ha sido víctima de la política de Mugabe y algunos proyectos se vieron obligados a cerrar o trasladarse a otros países en los últimos años, provocando enormes pérdidas.”(Hongwi no menciona si Sam Pa representa los intereses de dichos inversores chinos.)
La idea de que Mnangagwa pudiera ser la versión zimbabweña de Deng Xiaoping y sus reformas de mercado – identificando a Mugabe con Mao– es dominante en estos círculos chinos. Pero la verdadera cuestión es si, en el caso de que Mnangagwa se niegue a formar un gobierno de unidad nacional, China concederá créditos en moneda convertible por valor de varios millones de dólares (aunque tiene más de 3 billones de dólares en sus reservas) para reducir la crisis de liquidez de Zimbabwe.
La posibilidad de nuevos benefactores potenciales debe haber jugado un papel en los cálculos de los golpista. Mnangagwa no sólo está siendo agasajado en Beijing, sino también por oportunistas geopolíticos conservadores en Londres. A pesar de que muchos británicos se oponen a ello, su embajadora en Zimbabwe, Catriona Laing, lleva tres años tratando de “reconstruir puentes y asegurar que se facilita así el ascenso de Mnangagwa al poder”, prometiendo para ello un rescate de " 2.000 millones de dólares".
Los cálculos de los golpistas
Chiwenga evitó ser detenido por la policía en el aeropuerto de Harare a su regreso de Beijing. A medida que el plan del golpe de estado - inicialmente prevista para el mes de diciembre antes del próximo congreso del ZANU-PF - fue concretándose, el 13 de noviembre condenó las “declaraciones irresponsables de los políticos del partido en el poder denigrando a los militares” - a los que calificó de “infiltrados contrarrevolucionarios” - e insistió en que los ataques de Mugabe “a los miembros del partido veteranos de la lucha de liberación deben acabar”. Despreciando esta advertencia, al día siguiente, el G40 se hizo con el control del aparato del ZANU-PF y emitió un provocativo comunicado muy crítico con Mnangagwa y Chiwenga.
El principal asesor político de Mugabe en las últimas dos décadas ha sido el errático Jonathan Moyo, un ex académico formado en Estados Unidos. Moyo ha sido responsable de algunos de los ataques retóricos más extremos del ZANU-PF contra los opositores políticos, incluyendo la represión de los medios de comunicación hace una década. Pero sus prolíficos twitters de repente enmudecieron el 14 de noviembre cuando los tanques del ZDF entraron en Harare. El ejército ocupó rápidamente las oficinas de Mugabe y la emisora nacional anunció al país que el ZDF estaba al mando y que 'protegería' a Mugabe, al mismo tiempo que buscaría a los 'delincuentes' que le rodeaban. Moyo se había enfrentado repetidamente a Chiwenga, incluso alegando varias veces que su tesis doctoral sobre Ética de la Universidad de KwaZulu-Natal de 2015 había sido escrita por otra persona.
Solo algunos leales a Mugabe en la policía y la Organización Central de Inteligencia, y los guardaespaldas del ministro de Finanzas, Ignatius Chombo, ofrecieron resistencia armada. Uno de los guardaespaldas fue asesinado por tropas del ejército durante la detención de Chombo. Moyo y otro dirigente del G40, previamente considerado posible sucesor presidencial, Salvador Kasukuwere, al parecer, fueron detenidos en la madrugada del 15 de noviembre y llevados a los cuarteles del ejército. De acuerdo con una información privilegiada obtenida por el periodista Sipho Masondo, “La gente está idealizando el golpe y diciendo que no hubo derramamiento de sangre. No es así. Los detenidos han sido muy maltratados y golpeados”.
El 16 de noviembre, el nerviosismo de la sociedad se expresó en un tuit de Tendai Biti (51 años), un socialdemócrata que en 2014 se separó de líder de la oposición Morgan Tsvangirai (65 y en tratamiento contra el cáncer), después de haber servido como ministro de Finanzas en el gobierno de unidad nacional de 2009-13: “En estos años defendiendo una Autoridad Nacional de Transición, he escrito mucho acerca de la posibilidad de una implosión en Zim. Sin embargo nada de lo que he escrito o leído me había preparado para la realidad surrealista de los últimos dos días. Simplemente ha sido una pesadilla, un período de incertidumbre, ansiedad y duda”.
Pero después de que el polvo comenzó a asentarse y se convocó una manifestación masiva el 18 de noviembre, Biti entró en éxtasis: “Hoy los wananchi [ciudadanos] han tenido un baño de libertad. Han salido miles de personas a la calle. Nadie los controlaba pero no arrojaron una sola piedra. No se rompió una sola ventana. El amor y la solidaridad eran palpables. Se podía notar la felicidad de los ciudadanos por doquier. Hoy los tanques eran un instrumento de resistencia y no de represión del poder. Mañana quizás sea una pesadilla, pero hoy respiramos libremente”.
Esa pesadilla - la nueva habilidad de Mnangagwa para relegitimar al ZANU-PF con el apoyo del ejército - está teniendo lugar ahora, y sólo la crisis económica le obliga a negociar.
¿Colapso económico o gobierno de unidad nacional?
Este escenario de pesadilla refleja el peligro de que los gobernantes post-Mugabe del ZANU-PF mantengan las viejas costumbres, que combinen el saqueo de activos estatales y la represión dictatorial. Algo más que probable, teniendo en cuenta las tradiciones que Mnangagwa y Chiwenga representan. Así lo explica un dirigente pro-Mnangagwa del ZANU-PF, Patrick Chinamasa, “Tenemos la mayoría del Parlamento, podemos expulsar al Presidente y seguir siendo el partido en el poder, ¿Para que queremos una coalición? No los necesitamos”. (De hecho, para recusar a Mugabe, como estaba previsto el 21 de noviembre, se necesitó una mayoría de dos tercios - por lo que técnicamente se equivocó, pero es esta actitud del partido gobernante la que preocupa a los zimbabwenses.)
Si no hay ayuda de los donantes al nuevo régimen, rápidamente cundirá la desesperación, porque las barreras económicas al saqueo burocrático se saltan periódicamente en Zimbabwe. Por ejemplo, cuando la peor hiperinflación del mundo (500 mil millones por ciento) acabó con la antigua moneda en 2008, fue necesaria recurrir al dólar estadounidense y al rand sudafricano. La única otra opción es recuperar la riqueza saqueada por Mugabe y sus compinches - pero esa búsqueda de activos podría resultar muy embarazoso para Mnangagwa y Chiwenga también.
A finales del año pasado, 200 millones de dólares de la nueva moneda (el 'billete Bond') fueron emitidos por el Banco de la Reserva de Zimbabwe. La razón fue que los dólares estadounidenses y los rand sudafricanos oficialmente aceptados, que la mayoría de zimbabwenses han utilizado desde 2009, escasearon, causando bloqueos de los sistemas de pago y despertando de nuevo el miedo a la hiperinflación.
Las élites y la gente por igual están retirando dinero en efectivo de los bancos lo más rápido posible. Tienen un límite diario de 20 dólares para sacar de sus cuentas, y se imponen regulaciones periódicamente para obligar a hacer compras electrónicas e incentivar el ahorro efectivo. En su lugar, el acaparamiento de divisas en el colchón representa una forma de almacenamiento de valor durante la crisis, ya que la colocación de dichos fondos en cuentas bancarias formales corre el riesgo de las convulsiones del Banco de la Reserva. Otras estrategias de supervivencia incluyen las compras de bienes de consumo duraderos al contado. También hay una enorme especulación en Bitcoin, bienes raíces y la Bolsa de Zimbabwe, que era la bolsa emergente de mayor crecimiento del mundo en 2017 a pesar del declive económico, hasta la semana pasada cuando el mercado se desplomó.
Si no se consigue liquidez financiera fresca en las próximas semanas, la economía formal y vasto sector informal sufrirán un bloqueo peor y el mercado negro florecerá hasta el punto de pánico, al igual que a finales de 2008. Durante casi dos décadas, el gobierno de Zimbabwe ha tenido una mora de más de $ 9 mil millones de deuda internacional y hoy en día no es capaz de pagar a las empresas extranjeras las remesas de beneficios a las que tienen derecho. Incluso la restricción estricta del estado de la importación de productos básicos que debería ser fabricados en Zimbabwe ha sido incapaz de aliviar la escasez de divisas convertibles.
Parece ser que en este contexto, sólo la relegitimación plena del gobierno de Zimbabwe puede atraer la suficiente ayuda externa como para evitar una crisis económica. Para ello, el escenario ideal es el gobierno de 'unidad nacional'- que parece poco probable, pero que sin embargo vale la pena contemplar. Para ello, Chiwenga tendría que rápidamente enviar sus tropas a los cuarteles y el presidente interino Mnangagwa nombrar a dos vicepresidentes: uno del ZANU-PF, Mujuru y, para mantener el equilibrio étnico, a Dumisa Dabengwa (77 años ) de la Unión Popular Africana de Zimbabwe (ZAPU). Este último partido es la reconstrucción del que aplastó y cooptó Mugabe en 1987, cuando intentó sin éxito establecer un gobierno monopartidista. Otro aliado de Mnangagwa en ascenso es Sydney Sekeramayi (73 años).
Pero lo más importante, el gobierno de unidad nacional tendría que incluir al menos a tres dirigentes del recientemente reunificado Movimiento para el Cambio Democrático (MDC): Tsvangirai como primer ministro (como en 2009-13), Biti en el Ministerio de Finanzas para aumentar el apoyo de los donantes occidentales, y Welshman Ncube (56 años) que goza de un amplio apoyo entre los miembros de la tribu Ndebele.
Si las elecciones se llevan a cabo de hecho como estaba previsto antes de mediados de 2018, el MDC bien podría derrotar al ZANU-PF en una votación limpia y libre. Pero en que medida puedan tener lugar unas elecciones “fundacionales” de este tipo depende del poder de negociación del MDC y la creencia por parte de Mnangagwa y sus incondicionales aliados militares de que podrían repetir su decisiva victoria de 2013 (debido en gran parte a la movilización del ejército financiado por el el robo de diamantes), o manipularlas, como ocurrió en 2008, cuando Tsvangirai derrotó a Mugabe por más del 10% de los votos.
No sólo se requieren donantes, también será necesaria la tolerancia internacional con la deuda y la repatriación de beneficios atrasados del país. Además, debe haber acuerdo por parte de los vecinos regionales de la Comunidad de Desarrollo del África Meridional (SADC), que preside este año Jacob Zuma, de Sudáfrica. A diferencia de las controversias electorales anteriores, cuando - con la excepción del dirigente de Botswana - todos los líderes de SADC y la mayoría de la Unión Africana (AU) apoyaron a Mugabe (mereciendo el calificativo de Biti de un 'sindicato de dictadores'), nadie se ha opuesto al golpe .
De hecho, tras el juego de palabras de Chiwenga, los gobernantes africanos ni siquiera lo llaman un “golpe”, ya que daría lugar a la suspensión automática de Zimbabwe de la UA, además de nuevas sanciones. Zuma y Mugabe han sido históricamente aliados muy estrechos aunque predeciblemente, ni el presidente de Sudáfrica ni su ex mujer, Nkosazana Dlamini-Zuma - ex-presidenta de la UA, que actualmente hace campaña para suceder a Jacob Zuma como líder del partido gobernante en las elecciones internas del próximo mes - han intervenido para defender a Mugabe.
Aún así, el sentimiento generalizado evidente en las ciudades de Zimbabwe es que Zuma y SADC deben mantenerse al margen de las negociaciones, teniendo en cuenta los lazos históricos existentes- como puso de manifiesto la huida de la justicia de Grace, después de golpear a una modelo de Johannesburgo en agosto pasado, con autorización de Zuma -, así como el papel de potencia sub- imperialista ejercido regularmente por Pretoria en la región. En cualquier caso, la crisis fiscal sudafricana está empeorando rápidamente con la declaración de bono basura de su deuda, lo que hace mucho menos probable que Zuma pueda prestar ninguna ayuda financiera.
Zuma también ha sido criticado por no detener los brotes periódicos de violencia xenófoba contra los emigrantes de Zimbabwe en Sudáfrica, lo que en 2015 provocó airadas protestas ante la Embajada de Sudáfrica en Harare. Mientras tanto, el 18 de noviembre miles de personas se manifestaron ante la Embajada de Zimbabwe en Pretoria y sus consulados en Johannesburgo y Ciudad del Cabo (y también en Londres), en solidaridad con las manifestaciones de Harare y Bulawayo.
Quiebra capitalista, ¿pero también de la democracia y la justicia social?
Incluso antes de que se negocia un nuevo paquete de ayuda, dos de las decisiones económicas más importantes a las que se enfrentará un gobierno de unidad nacional son si continuar con la introducción de 300 millones de dólares de la nueva moneda del Banco de la Reserva, en devaluación rápida, y el pago de una multa masiva a la Oficina de control de Activos Extranjeros del Tesoro de Estados Unidos. El secretario del Tesoro de Donald Trump, Steven Mnuchin (antes de Goldman Sachs), está exigiendo el pago inmediato de 385 millones de dólares - de una cifra inicial de 3.800 millones - por parte del banco más grande del país, el Banco Comercial de Zimbabwe, como consecuencia de 15.000 casos separados de incumplimiento de las sanciones de Bush y Obama por violaciónes de derechos humanos.
En una tercera controversia financiera, Biti sospecha que su sucesor en 2013-17, Patrick Chinamasa (que fue transferido del ministerio de finanzas el mes pasado por Mugabe a una nueva cartera de seguridad cibernética), ha emitido de manera fraudulenta Letras del Tesoro y respaldado la nueva moneda con créditos ilegítimos del Eximbank de África. Biti ha pedido una auditoría total de la deuda.
Para empeorar las cosas, el mercado de valores Harare cayó un 18% la semana pasada, ya que el valor del capital de las acciones cayó de 15.1 mil millones a $ 12.4 mil millones de dólares, causado principalmente por la venta internacional de inversores en pánico.
Mientras tanto, los activistas democráticos están preocupados de que lo que había sido un conjunto formidable de organizaciones progresistas de la sociedad civil - sindicatos, grupos comunitarios urbanos, de mujeres y jóvenes - en 1999, cuando la “Convención de los Trabajadores” del MDC, ya no puede influir en esta transición. El último intento en 2016, con el meme “Esta bandera” del pastor local Evan Mawarire, pronto se agotó en si mismo.
Por otra parte, advierte Maguwu en un nuevo ensayo, “El amanecer de un nuevo error”, el MDC es una “oposición débil, quebrada y vencida”, y si entra en un gobierno de unidad nacional, va a ser cooptado simplemente como en 2009-13 . Pide a sus lectores recordar que “Zimbabwe han luchado desde el 2000 para sustituir a Mugabe por un líder popular elegido democráticamente. Estos esfuerzos se han visto frustradas por el ejército y todo el aparato de seguridad.”
Pero ahora que los ciudadanos han dado al golpe de palacio mucha más legitimidad de la que merece, es aún más vital para los progresistas comprometidos con la democracia y la justicia social redoblar la organización de base y generar reivindicaciones claras, especialmente en las zonas urbanas. (El campesinado rural sufre sistemas de control socio-políticos estrictos del ZANU-PF, por lo que nunca han sido aliados fiables.)
Si no es así, dice Munyaradzi Gwisai, de la Organización Internacional Socialista de Zimbabwe, “Hay la posibilidad de que las élites del MDC y Mnangagwa y los militares puedan formar un gobierno de unidad nacional. En última instancia también tienen miedo de la clase obrera, porque la austeridad podría dar lugar a revueltas “.
Como el activista Tom Gumede de Harare me escribió en privado el 17 de noviembre antes de que las masas salieran a las calles, “Este es el momento de que los trabajadores, los estudiantes y los pobres de Zimbabwe construyan una unidad formidable para un futuro más allá de Mugabe. Una población dividida perderá las batallas del futuro ... Otro Zimbabwe es posible. A través de la acción de masas finalmente Mugabe será desalojado. Su actual coartada bajo la Constitución estallará cuando la gente hable más allá del golpe militar ... Viva la autogestión popular y no a la Transición de la élite”.
[Fuente original en inglés en https://www.counterpunch.org/2017/11/20/zimbabwe-witnessing-an-elite-transition-as-economic-meltdown-looms. Traducción al castellano de Enrique García.]
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