Santiago Maldonado es un joven anarquista de
Argentina ahora detenido desaparecido DD.DD., como en las dictaduras de la
segunda mitad del siglo XX. Anarquista desaparecido por una de las policías
argentinas, su policía militarizada, la gendarmería. No sabemos con certeza si
lo han hecho desaparecer esos gendarmes por ser él un anarquista. Si sabemos
que por anarquista estaba allí, en el lugar del que fue desaparecido, haciendo
lo que motivó su desaparición: apoyar la justa causa mapuche por la tierra y el
territorio.
La categoría de Detenido Desaparecido (DD.DD.)
es la contribución latinoamericana al diccionario de las violaciones a los
derechos humanos. No hay muerte ni hay vida, no hay cuerpo ni hay voz. Se les
niega a los posibles deudos la posibilidad del duelo. Frente al dolor cierto de
la muerte, la incertidumbre como dolor. Las contribuciones europeas a ese
diccionario son muchas, y unas de ellas muy grandes, como la tortura y el
genocidio. Como los derechos humanos, las violaciones a ellos adquieren nombre
y categoría jurídica tras la segunda guerra mundial, el momento de mayor
creatividad para la industria del mal y del terror, impulsada por los Estados y
los Estados Mayores.
Tras esa guerra mundial, los genocidas se
cuidaron más de causar genocidios. Eso que hacían ya tenía nombre y por tanto
mala prensa y quizás juicios por delante. La desaparición forzada de personas
tras su detención por agentes del Estado no tenía nombre, aunque sucedía, hasta
que en Latinoamérica, y en especial en Sudamérica esta práctica represiva
adquiere método y nombre: Se detiene a alguien, se niega que se le detiene, se
niega su prisión, se niega su desaparición, se niega su muerte incluso, cuando
esta ha sucedido. Por negar se niega todo y es esa negación la matriz de la
represión social y sicológica a quienes acompañaban al desaparecido cuando este
era un aparecido. ¿Dónde está?, en este caso, es la pregunta del dolor y del
martirio, la inscripción en letras de la represión estatal.
¿Dónde está Santiago Maldonado? nos
preguntamos hoy, cuando existe un concepto para describir lo que le sucede y lo
que nos sucede: es un Detenido Desaparecido. Detenido por gendarmería
argentina, policía militarizada. Desaparecido por esa mismo institución.
Desaparecido de todos nosotros y de todas nosotras que preguntamos por él. La
represión estatal entonces se amplía en tanto ampliamos la pregunta. Porque lo
desaparecen de toda aquella persona, grupo o comunidad que pregunta por él. Y
hemos de devolver esa pregunta al Estado porque es la pregunta cuya respuesta
posibilita cierta justicia, pese a que la desaparición forzada de personas es
ya un delito en algunos países, como Argentina.
La desaparición forzada de personas existía
antes que existiera el nombre, y antes del momento histórico que posibilitó que
se le diera nombre. Por cierto, la más grande desaparición y genocidio al mismo
tiempo en Latinoamérica sucedió cuando ninguna de estas violaciones a los
derechos humanos tenía nombre: la desaparición de los pueblos indígenas del
Caribe.
El anarquismo tiene una larga historia de
sufrimiento en el tema desapariciones. Santiago Maldonado no es el primer
anarquista DD.DD., pero si esperemos sea el último. Desde que se instaló el
anarquismo con carácter propio en el mundo y en Latinoamérica especialmente, ha
venido sufriendo desapariciones. Como esto no tenía nombre, las masacres de
personas sin nombre no recibieron la denominación de desaparición. Los
anarquistas desaparecidos en el tránsito de orilla a orilla del Río de la Plata
no tuvieron ese nombre que si tendrían quienes sufrieron los vuelos de la
muerte en ese mismo Río cuando la operación Cóndor, o en las costas chilenas,
bajo esa misma operación. Auspiciados bajo otro Cóndor, en este caso la legión
alemana nazi que combatió a la España revolucionaria, en España las
desapariciones tampoco tuvieron ese nombre, pese a que aún hoy se buscan
cuerpos de gente desaparecida, anarquistas muchas de ellas, por campos y
cementerios españoles, como en las fosas clandestinas del cementerio de
Valencia, que anticiparon en tiempo y forma la exclamación ¡Pero qué economía
más grande! del dictador y humorista macabro Pinochet.
Para desaparecerlo al anarquismo, los Estados
y los estatistas, sin distingo pero si con distintos énfasis, han hecho
desaparecer a las personas que se dicen anarquistas y a la memoria que les
recuerda. Durante la revolución española, tanto se esforzaron por desaparecer
anarquistas el franquismo facistoide como las “chekas” estalinistas. Durante la
dictadura de Ibáñez del Campo, en Chile, rumbo a la Isla de Pascua en el mar
desaparecían los sindicalistas. Las bibliotecas anarquistas y los libros o
prensa anarquista en bibliotecas públicas se han hecho desaparecer con
entusiasmo bajo distintos y contrarios gobiernos.
Santiago Maldonado debe aparecer con vida.
Esa es la exigencia mínima en estos momentos, junto con una rápida
investigación judicial que castigue a los culpables del delito de su
desaparición. Lo que es una contradicción ciertamente, porque es el Estado quien
desaparece y quien investiga la desaparición.
Pero con esas contradicciones viviremos mientras haya Estado, con la
idea fija de que no habrá más desapariciones cuando los Estados hayan
desaparecido.
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