Grupo Anarquista De BUTEN
Durante decenios, la ignorancia ha sido considerada como uno de los principales enemigos de las personas y de los movimientos sociales que, a través del conocimiento, buscaban desde su afirmación y libertad, hasta la satisfacción del más pequeño de sus deseos o necesidades. Hoy, sin embargo, tal inquietud se desprecia ante la creencia común de que el conocimiento es accesible ilimitadamente a todo el mundo por igual. No obstante, son numerosas las nuevas apariencias que adopta en nuestros días la ignorancia. Es el engaño mediante el cual son conducidas nuestras vidas por los derroteros de la sumisión, la inanición y la desesperación, para mayor consuelo y tranquilidad de las élites de poder.
Los gobiernos y sus oposiciones parlamentarias impiden la difusión del conocimiento de todo aquello que pudiera causar, si fuera conocido por el “Pueblo soberano”, inconvenientes al “estado” o a la “clase política”; desde los tratados y acuerdos intergubernamentales, hasta las más elevadas predicciones que les informan con increíble precisión a ellos y a sus gestores económicos y militares, del estado de cosas en el futuro. Desdeñan, ocultan o desvirtúan los datos ante el cuerpo social sobre la naturaleza y los efectos de enfermedades, accidentes o riesgos industriales, energéticos y militares, en un afán permanente de marginación del saber para aquellos que forman la mayor parte del colectivo social.
Se oculta o se encubre el uso, destino y negocios emprendidos con parte del dinero recaudado como pago al trabajo de los/las habitantes del país. Toleran y fomentan la “educación confesional” para los más amplios sectores y, al tiempo restringen el acceso a la formación científica, técnica y humanística a la mayoría de los jóvenes. Se niegan y esconden los trabajos e investigaciones efectuadas en los laboratorios de las principales empresas comerciales e industrias militares. A la vez, los protagonistas de tales descubrimientos, se encierran en su torre de marfil con el beneplácito de los directivos que los conducen.
Las nuevas tecnologías se presentan como señuelo que anuncia un inusitado progreso, cuando se viene marginando sistemáticamente de ellas todo uso y aplicación que no s oriente hacia la perpetuación del sistema político, industrial, económico y militar imperante, cada vez más en contraposición con los intereses individuales de la población. La informática, pudiendonos facilitar un libre acceso a la información, puede acarrear, de continuar el imperio de las grandes multinacinles, que termine por centralizarla y mantenerla bajo control susceptible de manipulación, concluyendo or delegar la “verdad” en las máquinas.
Y, finalmente se nos aturde desde los medios con una aparente multiplicidad de puntos de vista que esconden una única explicación de las cosas. Es su realidad cargada de unos valores que se ocultan y que sólo persigue que todo siga igual haciendosenos creer que vivimos en un cambio permanente. En ella, por ejemplo, los excluidos de los procesos productivos que ellos mismos proporcionan, y a los que llaman “parados”, son culpables por no progresar en una sociedad con iguales oportunidades; pretenden hacernos ver que su sacrificio unido al éxito y prosperidad del empresario es la única garantía de progreso; hay creaciones sociales que aparecen como consustanciales a la vida, así ocurre con el trabajo, el estado y la religión; la energía nuclear se nos presenta como la única energía capaz de solucionar lso problemas energéticos actuales; el aborto se trata como un crimen, ignorando las tragedias personales, los malos tratos…; la explotación del tercer mundo se explica como un simple fenómeno comercial, etc.
De vez en vez, una persona o grupo acierta a descubrir cualquier patraña o niega el respeto a tanta verdad doctrinal. Lo habitual entonces es que, o bien se le tache de infantil, loco/a o senil, o se le impida toda posibilidad de comunicación, castigando su osadía con la marginación, Pero también ocurre en no pocas ocasiones que, desposeyéndosele de su intención inicial, se manipula su discurso, ofreciéndosele a cambio el ingreso en la élite de las autoridades intelectuales, administrativas o económicas.
Concluyendo: sólo nos es permitido discutir y actuar sobre cuestiones dispersas y marginales a la marcha de nuestras vidas y de la sociedad. Sin embargo, observamos cómo nuestras razones y acciones, por más radicales que sean, terminan redundando en beneficio del sistema contra el que se levantan.
De la acción
Pero por más que nos digan que las cosas no pueden ser de otra forma, los corazones no cesan de sentir lo contrario. Ese irracional sentimiento de saberse con la razón, de que las cosas no son como las pintan, crece desde lo más hondo pugnando incesantemente por salir. En ocasiones, no logrando expresarlo o no pudiendo hacerse entender por nadie, la razón se transforma en rabia, angustia o desesperación. Esto nos puede volcar a la desilusión, pasividad y abandono, o a la violencia indiscriminada. Ambas alternativas, igualmente manipulables, se utilizan desde el poder para justificar, a causa de la pretendidamente innata maldad de todos los seres humanos, sus métodos de alienación y represión.
Ese sentimiento es también el que mantiene viva la llama de la rebeldía. Esta se expresa individualmente o en grupos de estudiantes, sindicalistas, feministas, antimilitaristas, ecologistas o cualquier otro colectivo en lucha contra su marginación. Sin embargo, no ha llegado a alcanzar la fuerza necesaria para generalizar ni un discurso ni una horma de vida crítica y alternativa a la sociedad imperante. Y es que, pese a su intención, siguen moviéndose dentro de los cauces que marca el sistema.
De ordinario, el discurso rebelde se separa de la conducta personal. Cualquiera puede ser un machista o portador de otra conducta autoritaria y no entrar en contradicción con su militancia o discurso político, Las relaciones internas en el seno de cualquier grupo político alternativo pueden basarse en la competencia, en la delegación de responsabilidades o, encontrarse totalmente jerarquizadas. A veces, el trabajo o la acción social se basan en conceptos tales como el sacrificio, obligándoseles a todos por igual, independientemente de su capacidad y posibilidad. La individualidad y particularidad de cada persona se niega, en esas ocasiones, en aras de la necesidad del grupo. La acción se orienta puntual y sectorialmente hacia eso que se ha dado en llamar estructuras, es decir específicas relaciones laborales, legislativas o industriales.
Si como vimos, los discursos pueden ser circulares redundando siempre en beneficio del sistema que supuestamente atacan, con este comportamiento pasa lo mismo. Por ello, el individuo lejos de practicar una doble moral, debiera asumir ante sí mismo la responsabilidad de sus decisiones, única vía para autoaceptarse lúdicamente. Nuestra conducta cotidiana, el hacer de cada día y de cada momento, así como y las relaciones que mantenemos en nuestros medios sociales son las más importantes formas de producir y crear realidades. Pero cuando éstas no se cuestionan ni cambian con criterios liberalizadores y críticos, se tornan igualmente circulares, reproduciéndose y recreándose a sí mismas, y por lo tanto al sistema autoritario y despectivo de donde surgen.
Es lógico, por otra parte, que replantearse la conducta individual sea una costumbre en desuso dado el sentido cuasi religioso, de sacrificio, que muchas opciones políticas han acabado dándole. Sin embargo recobra un nuevo sentido cuando se orienta de una forma lúdica y placentera hacia el cultivo colectivo de la individualidad. Algo a lo que ya numerosos grupos y personas tienden en sus actuaciones.
La sectorialización de las luchas, último reducto de la rebeldía, se viene denotando también ineficaz. El sistema, funcionando como tal, es capaz de ceder y modificar algunos de sus aspectos o elementos, sean económicos, energéticos o jurídicos, sin que ello le suponga ningún problema. Rápidamente modificará otro, de aquellos sobre los que no exista presión alguna en sentido contrario, retornando al equilibrio y manteniéndose en sus fines.
Cuando se ha intentado superar esta parcelación se ha recurrido siempre al Parlamento y a la acción política electoral. Hasta tal punto se ha extendido este proceder que los planteamientos o propuestas de acción integral, es decir simultánea en todos los ámbitos sociales, han acabado identificándose con participación electoral, lo cual termina por darle la puntilla a cualquier movimiento social. La participación electoral es el más eficaz mecanismo de sumisión, anulador de iniciativas e integrador de voluntades. Obliga a recurrir a métodos manipuladores de las conciencias; la publicidad, en especial la electoral, es su más descarnada forma; refuerza la conducta de la delegación de responsabilidades creando “listos” especialistas, y una informe y anónima opinión pública. Sus intereses serán entonces radicalmente opuestos a los de quienes le votaron. Termina finalmente legitimando al estado que colmará de atenciones a sus nuevos siervos, aupándolos a los puestos reservados a las élites privilegiadas.
La anterior forma de ver las cosas remite claramente a la perspectiva creada por el sentir y hacer anarquista. Las facetas negativas reseñadas no indican sino ausencias de ese ser anárquico, en el que el culto a la autoridad, aún sea de la autoridad de la ciencia, la confianza en las vías parlamentarias, la ignorancia de la individualidad, la separación entre medios y fines, no caben dentro de su pensamiento. De la mano del pensamiento y acción anárquicas se desarrollaron las alternativas más globales a los sistemas de opresión y de autoridad, como producto del debate y de la acción colectiva en un intento simultáneo de transformar la sociedad transformándose individualmente. Hoy ha de reconocerse la marginación que sufre esta forma de ver, de comportarse y de actuar sobre el mundo, marginación que entre otras, conduce a la falta de respuestas adecuadas a la realidad en cada uno de los planos en que se manifiesta la sociedad y los individuos.
Al retomar este pensamiento se pueden abrir nuevas vías en la búsqueda de un modelo de vida y sociedad distinto. Para ello se hace necesario describir y analizar desde la ética anárquica el mundo en que nos hallamos inmersos. Pero para ser consecuentes con el pensamiento anarquista, esa descripción y análisis no puede prtir de un grupo de iniciados/as, para después expandirse a los demás. Ha de ser el resultado de un hacer común de individualidades y colectivos. No puede consistir tan sólo en propuestas de cambio estructural, económico o social de cualquier tipo, sino que más bien, éstas deberían orientarse hacia la preocupación por el cambio personal que las propicie. Sin temor a cualquier calificativo de utópicos/as han de perseguir el sueño de una sociedad sin “stado” ni “autoridad”, basada en la mutua confianza y acuerdo. La práctica a la que de origen y sobre la que se asiente, debería igualmente basarse en todo lo lúdico que encuentre en su camino. Y finalmente, debería articularse sobre el máximo respeto y consideración hacia la dignidad ajena.
Al experimentar en esta dirección, la rebeldía puede llegar a alcanzar sus más altas cotas de expresión, impidiendo toda apropiación por el sistema, ya que de intentarlo, éste acabaría por introducir en su seno el ácido que le corroería sus entrañas, disolviéndolo en la nada, de donde resurgiría por fin nuestra libertad.
[Tomado de http://www.aurorafundacion.org/?De-la-ignorancia-y-sus-causas.]
Durante decenios, la ignorancia ha sido considerada como uno de los principales enemigos de las personas y de los movimientos sociales que, a través del conocimiento, buscaban desde su afirmación y libertad, hasta la satisfacción del más pequeño de sus deseos o necesidades. Hoy, sin embargo, tal inquietud se desprecia ante la creencia común de que el conocimiento es accesible ilimitadamente a todo el mundo por igual. No obstante, son numerosas las nuevas apariencias que adopta en nuestros días la ignorancia. Es el engaño mediante el cual son conducidas nuestras vidas por los derroteros de la sumisión, la inanición y la desesperación, para mayor consuelo y tranquilidad de las élites de poder.
Los gobiernos y sus oposiciones parlamentarias impiden la difusión del conocimiento de todo aquello que pudiera causar, si fuera conocido por el “Pueblo soberano”, inconvenientes al “estado” o a la “clase política”; desde los tratados y acuerdos intergubernamentales, hasta las más elevadas predicciones que les informan con increíble precisión a ellos y a sus gestores económicos y militares, del estado de cosas en el futuro. Desdeñan, ocultan o desvirtúan los datos ante el cuerpo social sobre la naturaleza y los efectos de enfermedades, accidentes o riesgos industriales, energéticos y militares, en un afán permanente de marginación del saber para aquellos que forman la mayor parte del colectivo social.
Se oculta o se encubre el uso, destino y negocios emprendidos con parte del dinero recaudado como pago al trabajo de los/las habitantes del país. Toleran y fomentan la “educación confesional” para los más amplios sectores y, al tiempo restringen el acceso a la formación científica, técnica y humanística a la mayoría de los jóvenes. Se niegan y esconden los trabajos e investigaciones efectuadas en los laboratorios de las principales empresas comerciales e industrias militares. A la vez, los protagonistas de tales descubrimientos, se encierran en su torre de marfil con el beneplácito de los directivos que los conducen.
Las nuevas tecnologías se presentan como señuelo que anuncia un inusitado progreso, cuando se viene marginando sistemáticamente de ellas todo uso y aplicación que no s oriente hacia la perpetuación del sistema político, industrial, económico y militar imperante, cada vez más en contraposición con los intereses individuales de la población. La informática, pudiendonos facilitar un libre acceso a la información, puede acarrear, de continuar el imperio de las grandes multinacinles, que termine por centralizarla y mantenerla bajo control susceptible de manipulación, concluyendo or delegar la “verdad” en las máquinas.
Y, finalmente se nos aturde desde los medios con una aparente multiplicidad de puntos de vista que esconden una única explicación de las cosas. Es su realidad cargada de unos valores que se ocultan y que sólo persigue que todo siga igual haciendosenos creer que vivimos en un cambio permanente. En ella, por ejemplo, los excluidos de los procesos productivos que ellos mismos proporcionan, y a los que llaman “parados”, son culpables por no progresar en una sociedad con iguales oportunidades; pretenden hacernos ver que su sacrificio unido al éxito y prosperidad del empresario es la única garantía de progreso; hay creaciones sociales que aparecen como consustanciales a la vida, así ocurre con el trabajo, el estado y la religión; la energía nuclear se nos presenta como la única energía capaz de solucionar lso problemas energéticos actuales; el aborto se trata como un crimen, ignorando las tragedias personales, los malos tratos…; la explotación del tercer mundo se explica como un simple fenómeno comercial, etc.
De vez en vez, una persona o grupo acierta a descubrir cualquier patraña o niega el respeto a tanta verdad doctrinal. Lo habitual entonces es que, o bien se le tache de infantil, loco/a o senil, o se le impida toda posibilidad de comunicación, castigando su osadía con la marginación, Pero también ocurre en no pocas ocasiones que, desposeyéndosele de su intención inicial, se manipula su discurso, ofreciéndosele a cambio el ingreso en la élite de las autoridades intelectuales, administrativas o económicas.
Concluyendo: sólo nos es permitido discutir y actuar sobre cuestiones dispersas y marginales a la marcha de nuestras vidas y de la sociedad. Sin embargo, observamos cómo nuestras razones y acciones, por más radicales que sean, terminan redundando en beneficio del sistema contra el que se levantan.
De la acción
Pero por más que nos digan que las cosas no pueden ser de otra forma, los corazones no cesan de sentir lo contrario. Ese irracional sentimiento de saberse con la razón, de que las cosas no son como las pintan, crece desde lo más hondo pugnando incesantemente por salir. En ocasiones, no logrando expresarlo o no pudiendo hacerse entender por nadie, la razón se transforma en rabia, angustia o desesperación. Esto nos puede volcar a la desilusión, pasividad y abandono, o a la violencia indiscriminada. Ambas alternativas, igualmente manipulables, se utilizan desde el poder para justificar, a causa de la pretendidamente innata maldad de todos los seres humanos, sus métodos de alienación y represión.
Ese sentimiento es también el que mantiene viva la llama de la rebeldía. Esta se expresa individualmente o en grupos de estudiantes, sindicalistas, feministas, antimilitaristas, ecologistas o cualquier otro colectivo en lucha contra su marginación. Sin embargo, no ha llegado a alcanzar la fuerza necesaria para generalizar ni un discurso ni una horma de vida crítica y alternativa a la sociedad imperante. Y es que, pese a su intención, siguen moviéndose dentro de los cauces que marca el sistema.
De ordinario, el discurso rebelde se separa de la conducta personal. Cualquiera puede ser un machista o portador de otra conducta autoritaria y no entrar en contradicción con su militancia o discurso político, Las relaciones internas en el seno de cualquier grupo político alternativo pueden basarse en la competencia, en la delegación de responsabilidades o, encontrarse totalmente jerarquizadas. A veces, el trabajo o la acción social se basan en conceptos tales como el sacrificio, obligándoseles a todos por igual, independientemente de su capacidad y posibilidad. La individualidad y particularidad de cada persona se niega, en esas ocasiones, en aras de la necesidad del grupo. La acción se orienta puntual y sectorialmente hacia eso que se ha dado en llamar estructuras, es decir específicas relaciones laborales, legislativas o industriales.
Si como vimos, los discursos pueden ser circulares redundando siempre en beneficio del sistema que supuestamente atacan, con este comportamiento pasa lo mismo. Por ello, el individuo lejos de practicar una doble moral, debiera asumir ante sí mismo la responsabilidad de sus decisiones, única vía para autoaceptarse lúdicamente. Nuestra conducta cotidiana, el hacer de cada día y de cada momento, así como y las relaciones que mantenemos en nuestros medios sociales son las más importantes formas de producir y crear realidades. Pero cuando éstas no se cuestionan ni cambian con criterios liberalizadores y críticos, se tornan igualmente circulares, reproduciéndose y recreándose a sí mismas, y por lo tanto al sistema autoritario y despectivo de donde surgen.
Es lógico, por otra parte, que replantearse la conducta individual sea una costumbre en desuso dado el sentido cuasi religioso, de sacrificio, que muchas opciones políticas han acabado dándole. Sin embargo recobra un nuevo sentido cuando se orienta de una forma lúdica y placentera hacia el cultivo colectivo de la individualidad. Algo a lo que ya numerosos grupos y personas tienden en sus actuaciones.
La sectorialización de las luchas, último reducto de la rebeldía, se viene denotando también ineficaz. El sistema, funcionando como tal, es capaz de ceder y modificar algunos de sus aspectos o elementos, sean económicos, energéticos o jurídicos, sin que ello le suponga ningún problema. Rápidamente modificará otro, de aquellos sobre los que no exista presión alguna en sentido contrario, retornando al equilibrio y manteniéndose en sus fines.
Cuando se ha intentado superar esta parcelación se ha recurrido siempre al Parlamento y a la acción política electoral. Hasta tal punto se ha extendido este proceder que los planteamientos o propuestas de acción integral, es decir simultánea en todos los ámbitos sociales, han acabado identificándose con participación electoral, lo cual termina por darle la puntilla a cualquier movimiento social. La participación electoral es el más eficaz mecanismo de sumisión, anulador de iniciativas e integrador de voluntades. Obliga a recurrir a métodos manipuladores de las conciencias; la publicidad, en especial la electoral, es su más descarnada forma; refuerza la conducta de la delegación de responsabilidades creando “listos” especialistas, y una informe y anónima opinión pública. Sus intereses serán entonces radicalmente opuestos a los de quienes le votaron. Termina finalmente legitimando al estado que colmará de atenciones a sus nuevos siervos, aupándolos a los puestos reservados a las élites privilegiadas.
La anterior forma de ver las cosas remite claramente a la perspectiva creada por el sentir y hacer anarquista. Las facetas negativas reseñadas no indican sino ausencias de ese ser anárquico, en el que el culto a la autoridad, aún sea de la autoridad de la ciencia, la confianza en las vías parlamentarias, la ignorancia de la individualidad, la separación entre medios y fines, no caben dentro de su pensamiento. De la mano del pensamiento y acción anárquicas se desarrollaron las alternativas más globales a los sistemas de opresión y de autoridad, como producto del debate y de la acción colectiva en un intento simultáneo de transformar la sociedad transformándose individualmente. Hoy ha de reconocerse la marginación que sufre esta forma de ver, de comportarse y de actuar sobre el mundo, marginación que entre otras, conduce a la falta de respuestas adecuadas a la realidad en cada uno de los planos en que se manifiesta la sociedad y los individuos.
Al retomar este pensamiento se pueden abrir nuevas vías en la búsqueda de un modelo de vida y sociedad distinto. Para ello se hace necesario describir y analizar desde la ética anárquica el mundo en que nos hallamos inmersos. Pero para ser consecuentes con el pensamiento anarquista, esa descripción y análisis no puede prtir de un grupo de iniciados/as, para después expandirse a los demás. Ha de ser el resultado de un hacer común de individualidades y colectivos. No puede consistir tan sólo en propuestas de cambio estructural, económico o social de cualquier tipo, sino que más bien, éstas deberían orientarse hacia la preocupación por el cambio personal que las propicie. Sin temor a cualquier calificativo de utópicos/as han de perseguir el sueño de una sociedad sin “stado” ni “autoridad”, basada en la mutua confianza y acuerdo. La práctica a la que de origen y sobre la que se asiente, debería igualmente basarse en todo lo lúdico que encuentre en su camino. Y finalmente, debería articularse sobre el máximo respeto y consideración hacia la dignidad ajena.
Al experimentar en esta dirección, la rebeldía puede llegar a alcanzar sus más altas cotas de expresión, impidiendo toda apropiación por el sistema, ya que de intentarlo, éste acabaría por introducir en su seno el ácido que le corroería sus entrañas, disolviéndolo en la nada, de donde resurgiría por fin nuestra libertad.
[Tomado de http://www.aurorafundacion.org/?De-la-ignorancia-y-sus-causas.]
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