Humberto Decarli
Es recurrente la postura de sectores opuestos al oficialismo en defender la constitución del 99 como respuesta al llamado constituyente hecho desde la cúpula militarista. Se habla con frecuencia de aplicar los artículos 333 y 350 como fórmula de guía de las luchas como si esas disposiciones constitucionales constituyen la piedra filosofal para desenmarañar la crisis política, económica, social y en todos los órdenes existente en la nación.
Es recurrente la postura de sectores opuestos al oficialismo en defender la constitución del 99 como respuesta al llamado constituyente hecho desde la cúpula militarista. Se habla con frecuencia de aplicar los artículos 333 y 350 como fórmula de guía de las luchas como si esas disposiciones constitucionales constituyen la piedra filosofal para desenmarañar la crisis política, económica, social y en todos los órdenes existente en la nación.
SIMBOLOGÌA DE UNA CONSTITUCIÒN
La carta magna configura el pináculo del ordenamiento jurídico de un Estado. Hans Kelsen, un teórico constitucionalista, la ubicaba en la cima de la pirámide de las expresiones del derecho, con niveles de prioridades en su aplicación siendo la más elevada la constitución siguiendo con las leyes (orgánicas, especiales y ordinarias), decretos, reglamentos, actos administrativos y actos jurídicos individuales. Es una manifestación de la cartilla del llamado Derecho positivo, vale decir, el vigente en un momento y espacio determinado.
Para la teoría liberal la constitución es producto de un pacto social donde diferentes actores se avienen a objeto de estatuir las reglas de orden para evitar la anomia. Es una ficción para racionalizar su existencia, es una manera de colorear la situación de sumisión.
Para el marxismo es un esbozo programático de la superestructura ideológica del modo de producir capitalista. Es un epifenómeno de lo esencial, ubicado en la base material de la sociedad concretada en las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Todo un catecismo bien consolidado como efluvio de un determinismo radicado en el factor económico como el alfa y la omega de la dinámica social.
Para quienes sostenemos tesis libertarias la constitución es una expresión normativa genérica creada por las élites controladoras y disciplinadoras de la sociedad. Es el vector de dominio de la cúpula detentadora del poder político sobre el resto de los humanos en un espacio físico concreto.
LA NORMA SUPREMA DE 1999
La máxima ley venezolana aprobada en el año de 1999 recibió la meliflua denominación de Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Se promovió como la más avanzada del orbe para darle realce en un país donde no se ha consolidado la institucionalidad democrática. En realidad su sintaxis fue supervisada por Hugo Chávez quien la orientó hacia su ideología nasserista en aquel momento, dicho de otra forma, fue hecha a su imagen y semejanza.
Uno de sus rasgos fundamentales fue la concentración de poder al concederle a la figura del jefe del ejecutivo las atribuciones más relevantes en la conducción del Estado desde la dirección de la política exterior hasta el nombramiento de los oficiales superiores de la fuerza armada. Además, soslayadamente dejó la probabilidad de privatizar PDVSA cuando se hacía con sus empresas filiales, dando un mentís a la supuesta postura nacionalista chavista de protección del ente público petrolero frente al sector privado. El militarismo se reflejó diáfanamente al estatuir una fiscalía militar fuera del ministerio público, supeditada a la disciplina castrense.
De tal manera que esa máxima ley cuya autoría es del fenecido presidente no puede ser blandida como una garantía de lucha porque sería convalidar el aberrante legado histórico del autoritario oficial. Es apuntalar el esquema autocrático, vertical y presidencialista previsto en ese instrumento normativo. Él solía afirmar que su programa de gobierno estaba contenido en la “bicha”, como la acostumbraba a llamar en su lenguaje ramplón y peyorativo que delataba su talante reaccionario porque se fundaba en un vector de coercibilidad.
OPCIÒN ANTE LA CONSTITUYENTE
El gobierno ha incursionado en un proceso constituyente para estructurar un modelo corporativo y estalinista porque la constitución del 99 le quedó corta. Esta representaba un esquema de la democracia clientelar y consideran los cubanos y la fuerza armada el requerimiento de un instrumento normativo jurídico que les garantice la eternización en el poder.
Frente al proceso constituyente anunciado por el oficialismo no puede proponerse el cumplimiento de la constitución vigente si queremos ser consecuente con una postura democrática e innovadora. Sería coincidir con Chávez en su apuesta política original.
Las posibilidades alternativas están presentándose en la praxis. Los jóvenes, los estudiantes, los adolescentes de la calle y un amplio radio de sectores sociales, se están batiendo en las calles frente a las balas homicidas de los cuerpos de seguridad del Estado. Es el ejercicio democrático materializado en el movimiento, en los espacios públicos, en la vibración de la gente, en fin, en consonancia con un sentir libertario.
Incursionar en la mentalidad rabulesca nada deja debido a manejar una dialéctica legalista en un país donde no hay institucionalidad por profundas razones históricas. La óptica del tinterillo puede tener vigencia en Estados donde relativamente funcionen las organizaciones institucionales como en algunos del primer mundo.
La esencia del devenir político contemporáneo nacional no es jurídica ni electoral. Se dirige más bien hacia una trayectoria de contenido de libertad como expresión directa de la voluntad de la gente. Se debe insistir en las alternativas frente al aciago pasado y el peor presente. Una propuesta justa reside en luchar por alcanzar niveles distintos al puntofijismo y al chavismo y por encima de todo, desaparecer para siempre la mentalidad militarista y autoritaria que ha regido a Venezuela a través de su historia. Los uniformados han sido amos y señores del país desde la independencia. Promover nuevas prácticas sociales para elaborar una subjetividad social y construir un orden simbólico muy distinto al actual, bien sórdido y abyecto por cierto.
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