George Yancy
*
Entrevista aparecida originalmente en el diario New York Times del miércoles 5 de julio de 2017.
En
los últimos meses, a medida que la perturbadora perspectiva de una
administración de Trump se convertía en perturbadora realidad, decidí ponerme
en contacto con Noam Chomsky, el filósofo cuyos escritos, intervenciones y
activismo han proporcionado un entendimiento y desafíos sin parangón del
sistema político norteamericano y del sistema global desde hace más de
cincuenta años. Nuestra conversación, tal como aquí aparece, se llevó a cabo
mediante el intercambio de una serie de correos electrónicos en los dos últimos
meses. Aunque el profesor Chomsky se encontraba
extremadamente ocupado, gracias a nuestros intercambios intelectuales
del pasado, tuvo la gentileza de sacar tiempo para esta entrevista.
El
profesor Chomsky es autor de numerosas obras políticas de gran éxito de ventas,
traducidas a decenas de lenguas. Entre sus libros más recientes se encuentran Hegemony
or Survival [Hegemonía o supervivencia, Ediciones B, Barcelona, 2004], Failed
States [Estados fallidos, Zeta Bolsillo, Barcelona, 2017] Hopes and
Prospects, Masters of Mankind y Who Rules the World? [¿Quién domina
el mundo?, Ediciones B, Barcelona, 2016]. Es profesor emérito del Massachusetts
Institute of Technology. --- George Yancy.
- G.Y.:
Considerando nuestro momento político de “post-verdad” y el creciente
autoritarismo del que estamos siendo testigos con el presidente Trump, ¿qué
papel público cree que podría desempeñar la Filosofía a la hora de encarar de
manera crítica esta situación?
N.Ch.: Tenemos que ser un poco precavidos en lo que respecta a no matar
mosquitos a cañonazos atómicos. Los comportamientos son tan completamente
absurdos por lo que toca al momento de “post-verdad” que la respuesta más
adecuada podría ser la mofa. Por ejemplo, resulta pertinente el reciente
comentario de Stephen Colbert: cuando la asamblea legislativa de Carolina del
Norte respondió a un estudio científico que preveía un aumento del nivel del
mar prohibiendo a los organismos municipales y del estado que desarrollaran una
regulación o planificaran documentos para arrostrar el problema. Y respondía
Colbert: “Brillante solución ésta. Si tu ciencia te da un resultado que no te
gusta, apruebas una ley declarando ilegal el resultado. Y problema resuelto”.
De
modo bastante general, así es cómo se enfrenta la administración de Trump a una
verdadera amenaza existencial a la supervivencia de la vida humana organizada:
prohibamos las formas de regulación y hasta la investigación y discusión de las
amenazas medioambientales y corramos hacia el
precipicio todo lo rápido que podamos (en interés del poder y el
beneficio a corto plazo).
- A
este respecto, me parece que el “trumpismo” resulta un tanto suicida.
Por
supuesto, no basta con ridiculizarlo. Hace falta enfrentarse a las
preocupaciones y creencias de los que se tragan el engaño, o que no reconocen
la naturaleza y significado de los problemas por otras razones. Si por
Filosofía entendemos análisis razonado y reflexivo, entonces puedes encarar el
momento, aunque no enfrentándote a los “hechos alternativos” sino analizando y
clarificando lo que está en juego, cualquiera que sea la cuestión. Más allá de
eso, lo que se necesita es actuar, de modo urgente y entregado, de acuerdo con
las muchas formas que nos están abiertas.
- Cuando yo era estudiante de Filosofía
en la Universidad de Pittsburgh, donde me formaron en la tradición analítica,
no me quedaba claro qué quería decir Filosofía más allá de la clarificación de
conceptos. Pero me he mantenido en la posición marxiana de que la Filosofía
puede cambiar el mundo. ¿Alguna reflexión acerca de la de la filosofía para
cambiar el mundo?
No
estoy seguro de en qué estaba pensando Marx cuando escribió que “los filósofos
sólo han interpretado hasta ahora el mundo de diversas formas; la cuestión
estriba en transformarlo.” ¿Quería decir que la Filosofía podía cambiar el
mundo, o bien que los filósofos debían volverse hacia la prioridad superior de
cambiar el mundo? Si se trata de lo primero, entonces quería decir
presumiblemente la Filosofía en un sentido amplio del término, incluido el
análisis del orden social y las ideas acerca de por qué habría que
transformarlo. En ese sentido amplio, la Filosofía puede cumplir un papel, en
realidad un papel esencial, a la hora de cambiar el mundo, y los filósofos,
incluidos los de tradición analítica,
han llevado a cabo ese esfuerzo, en su labor filosófica lo mismo que en su vida
de activistas: Bertrand Russell, por mencionar un ejemplo destacado.
Sí.
Russell era filósofo e intelectual público. En esos términos, ¿cómo se describiría
usted mismo?
La
verdad es que no pienso en eso, francamente. Me comprometo con el género de
trabajo y las actividades que me parecen importantes y que me plantean un
desafío. Algunas de ellas entran en esta categoría, tal como se entiende
generalmente.
- Hay veces en que la pura magnitud del
sufrimiento humano resulta insoportable. Como alguien que habla de tanto
sufrimiento como hay en el mundo, ¿cómo se da testimonio de ello y se mantiene
a la vez la fuerza para seguir?
Dar
testimonio es suficiente para que proporcione una motivación para seguir. Y
nada resulta más inspirador que ver cómo los pobres y la gente que sufre, que
vive en condiciones incomparablemente peores que las que nosotros soportamos,
continúa tranquila y humildemente su lucha comprometida y valerosa en favor de
la justicia y la dignidad.
- Si tuvieras que hacer una lista de dos
o tres formas de actuación política que sean necesarias bajo el régimen de
Trump, ¿cuáles serían? Te lo pregunto porque este momento nuestro parece tan
increíblemente desesperanzado y represivo.
Yo
no creo que las cosas sean tan sombrías. Mira el caso de la campaña de Bernie
Sanders, el rasgo más notable de las elecciones de 2016. Al fin y al cabo, no
tiene nada de sorprendente que un “showman” con amplio respaldo mediático
(incluyendo a los medios liberales, embelesados por sus payasadas y los
ingresos publicitarios que eso permitía) consiguiera la designación como
candidato del ultrarreacionario Partido Republicano...
La
campaña de Sanders, no obstante, rompió espectacularmente con un siglo de
historia política norteamericana. Exhaustivas investigaciones de ciencia
política, sobre todo las del trabajo de Thomas Ferguson, han demostrado de modo
convincente que las elecciones están en buena medida compradas. Así por
ejemplo, ya sólo el gasto en las campañas constituye un pronosticador bastante
bueno del éxito electoral, y el apoyo del poder empresarial y la riqueza de
particulares es prácticamente requisito previo hasta de la participación en la
escena política.
La
campaña de Sanders demostró que un candidato con programas moderamente
progresistas (básicamente del New Deal) podía alcanzar la designación como
candidato, y acaso haber ganado las elecciones, aun careciendo del respaldo de
financiadores de envergadura o de cualquier apoyo mediático. Hay buenas razones
para suponer que Sanders habría logrado la designación como candidato de no
haber sido por los chanchullos de los gestores del partido de Obama-Clinton.
Hoy es la figura política más popular del país por un amplio margen.
El
activismo generado por la campaña está empezando a hacer progresos en la
política electoral. Con Barack Obama, el Partido Demócrata se derrumbó muy
mucho a escala local y de los estados, que son cruciales, pero se puede
reconstruir y convertir en una fuerza progresista Esto supondría revivir el la
herencia del New Deal e ir más allá, en vez de abandonar a la clase trabajadora
y convertirse en Nuevos Demócratas del clintonismo, que más o menos se asemejan
a los que solían llamarse republicanos moderados, una categoría que ha
desaparecido en buena medida con el desplazamiento de ambos partidos a la
derecha a lo largo del período neoliberal.
Puede
que esas perspectivas no resulten inalcanzables, y los esfuerzos por llegar a
ellas se pueden combinar ahora mismo con el activismo directo, que se necesita
urgentemente, para contrarrestar las acciones legislativas y ejecutivas de la
administración republicana, ocultas a menudo tras las fanfarronadas de la figura
nominalmente al mando.
De
hecho, hay muchas formas de combatir el proyecto de Trump de crear una
Norteamérica minúscula, aislada del mundo, que se encoge de miedo tras los
muros a la vez que prosigue con las medidas políticas internas al estilo de Paul
Ryan que representan el ala más salvaje del estamento de poder republicano.
- ¿Cuáles son las cuestiones de mayor
peso a las que nos enfrentamos?
Las
cuestiones más importantes que encarar son las amenazas verdaderamente
existenciales a las que nos enfrentamos: el cambio climático y la guerra
nuclear. Sobre el primero, los líderes republicanos, en espléndido aislamiento
del mundo, se dedican de modo casi unánime a destruit las posibilidades de
supervivencia decente; palabras contundentes, pero sin exageración. Se puede
hacer mucho a escala local y en los estados para contrarrestar su malévolo
proyecto.
Respecto
a la guerra nuclear, las acciones en Siria y en la frontera rusa suscitan
amenazas muy serias de enfrentamiento que podrían desencadenar una guerra, una
perspectiva impensable. Por ende, la prosecución por parte de Trump de los
programas de Obama de modernización de las fuerzas nucleares plantea
extraordinarios peligros. Tal como hemos sabido recientemente, la fuerza
nuclear norteamericana modernizada está
deshilachando gravemente el tenue hilo del que cuelga la supervivencia.El
asunto se discute detalladamente en un artículo de importancia crucial en el Bulletin of Atomic Scientists del mes de
marzo, que debería haber sido, y seguir siendo, noticia de portada de los
medios. Los autores, analistas enormemente respetados, hacen notar que el
programa de modernización de armas nucleares ha incrementado “el poder
mortífero total de capacidad nuclear de las fuerzas de misiles balísticos
norteamericanos hoy existente triplicándolo más o menos, y crea exactamente lo
que uno esperaría ver si un Estado dotado de armas nucleares estuviera
planeando tener la capacidad de librar y vencer en una guerra nuclear
desarmando a los enemigos con un ataque preventivo por sorpresa”.
El
significado queda claro. Significa que en un momento de crisis, de los que hay
demasiados, los planificadores militares rusos pueden llegar a la conclusión de
que, a falta de un disuasor, la única esperanza de supervivencia consiste en un
ataque preventivo…lo que supondría el fin de todos nosotros.
En
estos casos, la acción ciudadana puede revertir problemas enormemente
peligrosos. Puede presionar a Washington para que explore opciones diplomáticas
— que las hay disponibles — en lugar del
recurso casi como un reflejo a la fuerza y la coacción en otras zonas, Corea
del Norte e Irán incluidos.
- Pero ¿qué es, Noam, puesto que tú
continúas mostrando un compromiso crítico frente a un amplio abanico de
injusticias, lo que motiva el sentido de justicia social en tu caso? ¿Hay
alguna motivación religiosa que encuadre tu trabajo de justicia social? Y si
no, ¿por qué no es así?
No
hay motivaciones religiosas, y por razones sólidas. Se puede elaborar una
motivación religiosa prácticamente para cualquier forma de actuar, del
compromiso con los más elevados ideales a apoyar las más horrendas atrocidades.
En los textos sagrados podemos encontrar edificantes invocaciones a la paz, la
justicia y la misericordia, junto a los pasajes más genocidas del canon
literario. Nuestra guía es la conciencia, sean cuales fueren las trampas con la
que optemos por vestirla
- Volviendo
a la cuestión de dar testimonio de tanto sufrimiento, ¿qué recomiendas que
comparta con mis estudiantes de licenciatura para que desarrollen la capacidad
de dar testimonio de formas de sufrimiento que son peores que las que
soportamos? A muchos de mis estudiantes solo les preocupa licenciarse y a
menudo parecen olvidarse del sufrimiento en el mundo.
Mi
sospecha es que los que parecen olvidarse del sufrimiento, ya sea que esté
próximo o en rincones remotos, no son conscientes, cegados acaso por la
doctrina y la ideología. Para ellos la respuesta consiste en desarrollar una
actitud crítica hacia artículos de fe,
seculares o religiosos; para alentar su capacidad de cuestionar, de
explorar, de ver el mundo desde el punto de vista de otros. Exponerse
directamente es algo que nunca queda muy lejos, dondequiera que sea que
vivamos…quizás sea la persona sin techo que se arrebuja en el frío o que pide
unos céntimos para comer, o muchísimos otros.
- Valoro y secundo tu razonamiento
acerca de exponerse al sufrimiento de otra gente que no anda lejos de nosotros.
Volviendo a Trump, entiendo que le consideras fundamentalmente imprevisible.
Yo, desde luego, sí. ¿Deberíamos temer alguna clase de intercambio nuclear en
este momento contemporáneo nuestro?
Yo
sí, y apenas sí soy la única persona en albergar esos temores. Quizás la figura
más destacada que expresa esos temores y preocupaciones sea William Perry, uno
de los principales estrategas nucleares contemporáneos, con muchos años de
experiencia en el escalón más elevado de planificación bélica. Es hombre
reservado y precavido, nada dado a exageraciones. Ha salido de su semiretiro
para declarar enérgica y repetidamente que está aterrado tanto por las amenazas
extremas y crecientes como por el fracaso a la hora de preocuparse por ellas.
En palabras suyas. “Hoy, el peligro de algún género de catástrofe nuclear es
mayor de lo que era durante la Guerra Fría, y la mayoría de la gente vive
felizmente inconsciente de este peligro”.
En
1947, el Bulletin of Atomic Scientists estableció su famoso Reloj del Juicio
Final (Doomsday Clock), que calculaba a cuánto estamos de la medianoche de la
aniquilación. En 1947, los analistas pusieron el reloj a siete minutos de la
medianoche. En 1953, movieron la manecilla a dos minutos antes de la medianoche
después de que los EE. UU y la URSS hicieran explotar bombas de hidrógeno.
Desde entonces, ha oscilado sin llegar nunca a este punto de peligro. En enero,
poco después de la toma de posesión de Trump, la manecilla se movió a dos
minutos y medio antes de la medianoche, lo más cercano a un desastre terminal
desde 1953. A estas alturas los analistas están consideraban no sólo la amenaza
en ascenso de guerra nuclear sino también la firme entrega de la organización
republicana a la hora de acelerar la carrera hacia la catástrofe
medioambiental.
Perry
tiene razón en sentirse aterrado. Y aterrados deberíamos estar también todos,
en no menor medida por la persona con el dedo en el botón y esos surrealistas
socios suyos.
Pero, a pesar de su imprevisibilidad, Trump
dispone de una base sólida. ¿Qué produce esta servil deferencia?
No
estoy seguro de que “servil deferencia” sea la frase correcta por una serie de
razones. Por ejemplo, ¿quién forma esa base?
La mayoría de ellos son relativamente ricos. Tres cuartas partes tenían
ingresos por encima de la media. Cerca de un tercio tenía ingresos de más de
100.000 anuales, y se situaban así en el 15% superior de renta personal, en el
6% superior de los que sólo tienen instrucción hasta el instituto. Son en su
abrumadora mayoría blancos, sobre todo, gente mayor, y por tanto de sectores
históricamente más privilegiados.
Tal
como informa Anthony DiMaggio en un cuidadoso estudio de la riqueza de
información hoy disponible, los votantes de Trump tienden a ser republicanos
típicos, con “una agenda social proempresarial y reaccionaria”, y “un segmento
pudiente, privilegiado del país en términos de ingresos, pero que es
relativamente menos privilegiado de lo que era en el pasado, antes del derrumbe
de la economía en 2008”, de aquí que sienta cierto malestar económico. La renta
media ha caído casi un 10% desde 2007.
Eso aparte del enorme segmento de los evangélicos y dejando a un lado los
factores de supremacía blanca — profundamente enraizada en los Estados Unidos —
racismo y sexismo.
Para
la mayoría de su base, Trump y el ala más salvaje del estamento de poder
republicano no están lejos de sus actitudes comunes y corrientes, aunque cuando
nos fijamos en preferencias políticas concretas, surgen preguntas más
complejas.
Un
segmento de la base de Trump procede del sector industrial al que ambos
partidos han dejado en la cuneta desde hace decenios, a menudo de zonas rurales
en las que la industria y el empleo estable se han venido abajo.Hubo muchos que
votaron a Obama, creyendo en su mensaje de esperanza y cambio, pero se vieron
rápidamente desilusionados y se han vuelto desesperados hacia su amargo enemigo
de clase, agarrándose a la esperanza de que, de algún modo, su líder formal
acudirá a rescatarlos.
Otra
consideración es la que tiene que ver con el actual sistema de información, si
es que se puede incluso utilizar esta frase. Para buena parte de esa base, las
fuentes de información son Fox News, las tertulias radiofónicas y otros
profesionales de los “datos alternativos”. La denuncia de las maldades y
absurdos que levanta a la opinión liberal se interpreta rápidamente como
ataques de una élite corrupta contra el defensor del hombre común que es, de
hecho, su cínico enemigo.
¿Cómo opera en esto la ausencia de
inteligencia crítica, es decir, del género que el filósofo John Dewey
consideraba esencial para una ciudadanía democrática?
Podríamos
hacernos otras preguntas sobre la inteligencia crítica. Para la opinión
liberal, el crimen político del siglo, tal como a veces se le denomina, es la
interferencia rusa en las elecciones norteamericanas. Los efectos de ese delito
son indetectables, a diferencia de los efectos masivos de la interferencia del
poder empresarial y la riqueza de particulares, que no se considera delito sino
el normal funcionasmiento de la democracia. Y eso dejando incluso a un lado el
historial de “interferencias” norteamericanas en elecciones extranjeras, Rusia
incluida; la palabra“interferencia” entre comillas, porque es tan risiblemente
inadecuada, como debe saber cualquiera que tenga la más ligera familiaridad con
la historia reciente.
Eso,
desde luego, plantea las contradicciones de nuestro país.
¿Es
el sabotaje informático ruso de verdad más importante que lo que hemos
discutido, por ejemplo, la campaña republicana para destruir las condiciones de
la existencia social organizada, desafiando al mundo entero? ¿O incrementar la
amenaza ya extrema de una guerra nuclear terminal? O incluso esos crímenes de verdad, aunque de
menor calado, como la iniciativa republicana para privar a decenas de millones
de atención sanitaria y sacar a la gente sin amparo de las residencias de
ancianos con el fin de enriquecer todavía más a su electorado real de poder
empresarial y opulencia? ¿O desmantelar el limitado sistema regulatorio
establecido para mitigar las repercusiones de la crisis financiera que es
probable que sus preferidos vuelvan a provocar? Y así una tras otra,
sucesivamente.
Resulta
fácil condenar a quienes situamos al otro lado de cualquier divisoria, pero más
importante, corrientemente, es explorar lo que entendemos que nos queda cerca.
[Tomada
de http://www.sinpermiso.info/textos/trump-y-el-estado-de-la-union-entrevista-completa-a-noam-chomsky.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.