Enrique Contreras
Lo que
está convocando el Presidente Maduro es más de lo mismo, es la trampa
organizada, planificada, orquestada, por no querer ser desalojado del poder,
poder que ha utilizado para establecer y consolidar la nueva burguesía que se
ha alimentado del saqueo del erario público.
Una
Constituyente Originaria no surge del poder constituido, la convocatoria es
tramposa y lo que se busca es consolidar el modelo de dominación, donde
oposición y gobierno sólo se diferencian en su forma de actuar, pues en el
fondo ambas tendencias coinciden en el pensamiento neoliberal del paradigma del
mundo globalizado y de allí que tanto la oposición de la llamada MUD y el
llamado gobierno “revolucionario” solo responden a los intereses de ese capital
a cambio de las cuotas de poder que los dueños de ese imperio del capital les
otorgan a costa del sufrimiento de nuestro pueblo.
Una
Constituyente Originaria, no reconoce el poder constituido y por lo tanto convocar
una Constituyente Originaria desde la presidencia de la República es falaz y
perverso, pues su objetivo es confundir, enredar, barajar la triste realidad
que los venezolanos de abajo vivimos por culpa de gobiernos que tanto ayer como
hoy sólo han servido para originar una clase dominante ladrona y malévola, que
han utilizado lo que ellos llaman democracia, para engañar, reprimir, asesinar
a un pueblo, que cuando se alza, inmediatamente lo condenan.
Una
Constituyente Originaria surge de abajo y no de arriba, es producto de las
luchas sociales que poco a poco va registrando hechos constituyentistas donde
el pueblo muestra su verdadera fuerza y poder, para decirle a la clase
dominante y sus respectivos partidos políticos que hasta aquí les llego ese juego
macabro que durante muchos años solo ha servido para esclavizar a la población.
Una
Constituyente Originaria, genera un proyecto de país distinto a los que hemos
tenido y debe ser profundamente nacionalista y patriótico, libre de la
influencia retorcida de lo que es el capitalismo y el llamado socialismo, que
sólo sirvieron para que una clase en nombre de ambos modelos se enquistaran en
el poder para someter a la población a vivir en pobreza, mientras ellos
utilizan el poder para saquear los recursos propiedad de los pueblos.
Se trata
de elaborar un nuevo proyecto de país, una nueva civilización distinta a las
conocidas hasta ahora y la misma necesariamente pasa por la eliminación de esa
figura bribona y siniestra llamada Estado -ya lo hemos
dicho- en
el nuevo plano societario que ha de nacer, producto de una verdadera y
auténtica revolución impulsada por la voluntad colectiva de nuestros pueblos,
donde las relaciones de mando vertical entre dominante-dominado,
opresor-oprimido desaparezcan para siempre, no tiene cabida el llamado Estado,
pues éste no permitiría nunca que el poder descanse realmente en los pueblos,
donde surja de manera jurídica la reapropiación social de la ley, para darle
horizontalidad a ese poder que ha de descansar en las comunidades.
En ese
mismo plano jurídico político no podrá tener cabida la figura presidencial, a
cambio ha de nacer –por ejemplo- una junta de administración elegida
nominalmente. Los partidos políticos tampoco tendrán cabida y serán eliminados,
igualmente gobernadores, diputados regionales y concejales ya que son expresión
de una clase parasitaria y los alcaldes electos harán el papel de legisladores
en cada estado y planificaran junto a las comunidades su propio desarrollo de
manera que el pueblo y sus expresiones genuinas sean los propios protagonistas
de su historia y evitar que estos le roben los espacios de organización social
a la población. Toda representación popular, no podrá tener privilegios
económicos ni políticos, pues la nueva civilización, habrá de abrir los caminos
para que esa democracia, sea realmente una práctica para la libertad
inquebrantable, indisoluble, firme y sólida. Esa libertad, esa democracia,
tiene que ser por naturaleza antiimperialista, que haga honor al legado
histórico dejado por nuestros libertadores
Una
Constituyente Originaria, debe expresar el real sentimiento del pueblo, que no
es otro que producir un proyecto de país desde abajo, que resuma el ideal
bolivariano de “mayor suma de felicidad posible, de mayor suma de estabilidad
política y la mayor suma de bienestar social”.
El juego
político venezolano ha llegado a tal extremo, por parte de la clase política,
que las propias leyes que ellos hacen las irrespetan, las pisotean y las
interpretan cada quien a su propia conveniencia y valoración. Esas mismas leyes
las arman para montar las trampas jurídicas, que responden simple y llanamente
a mantener los privilegios que da el poder. Son trampas que descansan sobre
falacias de autoridad donde se incluye el Presidente, el Tribunal Supremo, la
Asamblea Nacional, la alta jerarquía militar, y los propios Organismos
Internacionales “custodios de la democracia”, donde unos y otros se acusan de
violadores del llamado hilo
Constitucional.
[Tomado
de la publicación electrónica Ruptura
Continental, Caracas, mayo de 2017. Recibido vía e-mail.]
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