Eligio Damas
En el pasado reciente, sólo los empresarios privados, por cierto entre ellos Pérez Abad, quien sólo ha sido hasta ahora sepamos un pequeño empresario, se encargaban de la distribución del gas en la conurbación Barcelona, Lecherías, Puerto La Cruz y Guanta. Entre esas empres privadas existía una que se llamaba Vengas, la cual desde que mi compañera y yo nos residenciamos en Barcelona, hace casi 52 años, nos prestaba el servicio. Desde que nos hicimos usuarios de esa empresa, nos asignaron una clave, D-1. Esta da muestra de lo que he afirmado antes con respecto a los años de nuestra relación con Vengas. La letra D, es la inicial de mi apellido y el número indica fui el primero, de esa serie, que me relacioné con aquella empresa.
En el pasado reciente, sólo los empresarios privados, por cierto entre ellos Pérez Abad, quien sólo ha sido hasta ahora sepamos un pequeño empresario, se encargaban de la distribución del gas en la conurbación Barcelona, Lecherías, Puerto La Cruz y Guanta. Entre esas empres privadas existía una que se llamaba Vengas, la cual desde que mi compañera y yo nos residenciamos en Barcelona, hace casi 52 años, nos prestaba el servicio. Desde que nos hicimos usuarios de esa empresa, nos asignaron una clave, D-1. Esta da muestra de lo que he afirmado antes con respecto a los años de nuestra relación con Vengas. La letra D, es la inicial de mi apellido y el número indica fui el primero, de esa serie, que me relacioné con aquella empresa.
Recalco al lector que, no eran esas empresas de grandes capitales, menos productoras de gas, sólo pequeñas distribuidoras privadas. Bastaba que llamásemos al teléfono de nuestro servidor, suministrar la clave y, a más tardar, veinticuatro horas después a nuestra casa arribaba el camión con lo solicitado. Y así funcionó esa relación cordial por varios años.
Pero un buen día, no sé exactamente los motivos, esa empresa fue tomada por el Estado o creo que por PDVSA y crearon un monstruo, ya veremos por qué así la califico, que dieron en llamar como pomposamente GAS-COMUNAL. Una de esas "ingeniosas" formas de promover el socialismo que se dice construido en Venezuela. Como los cambios para bien o para mal, porque siempre se parte de lo existente, el servicio por un tiempo, no sabría calificar ahora si breve, siguió prestándose casi con la misma eficiencia de cuando la empresa era privada. Además eran los tiempos del petróleo del barril a cien o más dólares.
Uno llamaba y del otro lado respondían:"GAS-COMUNAL a su orden y disposición". De seguidas, después de explicar las razones de la llamada, a uno le solicitaban, como antes: "Por favor, suministre su clave". Cumplida la solicitud, quien atendía por la empresa comunal, se despedía con un saludo "revolucionario", algo así como "Patria o muerte" o "Rodilla en tierra", no sin antes sin advertir que tres días después recibiríamos lo pedido. Empezó el desorden por no pedir esa clave, como cuando era privada, que remitía a una tarjeta donde estaban asentados el nombre del cliente, la dirección de habitación del mismo y lo relativo al tamaño de la bombona.
Los cambios consistieron además que Vengas, pasó a llamarse GAS-COMUNAL, y el número de empleados aumentó abruptamente con respecto a cuando era privada, lo demás parecía a quien no manejaba intimidades, igual que antes, sólo que el plazo para atender la solicitud del cliente se alargó dos días o 48 horas. Lo que pareció un pequeño y hasta insignificante retroceso o intento de volver a la semilla. Con el avance del tiempo siguieron produciéndose sustanciales cambios que nada parecían tener relación con lo que debe ser el servicio comunal; calificación que lo distingue del privado. Pero empezó a deteriorarse, en lugar de mejorar en provecho de los usuarios, como demanda la calificación, más si pensamos en socialismo, empezó a convertirse como en un instrumento de tortura y fabricante de angustias. Llegó un momento que llamar a la empresa en solicitud del servicio se volvió inútil. Comencé a notar que no me solicitaban la vieja clave D-1, la que yo inocente me ocupaba de suministrársela para facilitarles la tarea de buscar la dirección y el tipo de bombona.
Parecía que lo "Comunal" estaba produciendo efectos negativos y los supuestos "socialistas" que la empresa manejaban, se empeñaban en convencernos de la vieja prédica, que tiene mucho de verdad, según la cual el Estado es mal administrador. "Patria o muerte" y "Rodilla en tierra", no sólo desaparecieron del saludo de despedida, sino este también dejaron de dar. Porque no fue que a la empresa socializaron sino que la adquirió el Estado; este puso unos partidarios "patria o muerte y rodilla en tierra" a manejarla y como no hay quien cuide, porque esa vaina no es mía", entró en estado comatoso. Es decir, la nueva empresa llamada GAS COMUNAL, pasó a ser una bajo relaciones capitalistas de Estado, donde el dueño se vuelve un fantasma, casi inmaterial, curiosamente gaseoso, que no puede cuidar por los colmillos de su cabalgadura. Como solemos decir los venezolanos, se intentó hacer una gracia y salió una morisqueta. A GAS COMUNAL le pasó lo mismo que a la enlatadora de sardinas y atún, "La Gaviota" de Cumaná.
Llegó el momento en que llamar a la empresa en solicitud del servicio se volvió inútil. Si uno llamaba era frecuente que nadie atendiese y en caso contrario, cumplidos los trámites de rigor, en las condiciones expuesta antes, es decir ser uno mismo quien se empeñase anotasen la clave, no te daban plazo alguno, sino: "Espere su turno. No podría decirle cuando llegará a su casa el servicio." Lo de "patria o muerte y rodilla en tierra", dejó, "por ahora", de escucharse.
Poco tiempo después, cansado de llamar para pedir un servicio que GAS COMUNAL no prestaba, llegamos al colmo de los malestares de recibir como respuesta: "De vueltas por la ciudad, localice y póngase de acuerdo con algún repartidor para que atienda su pedido". Es decir, aquella forma satisfactoria de servir feneció, hubo un cambio "Cualitativo", pero no en sentido positivo o eficiente, ni siquiera de vuelta a "la semilla", sino hacia la "Ley del más fuerte". La bella ilusión de lo comunal se esfumó y se transformó en una salvaje práctica mafiosa y capitalista.
Dando y dando vueltas por la ciudad, un buen día de ausencia de gas en nuestra cocina, se me atravesó un camión de GAS COMUNAL, digo así porque lo hallé o él a mí, cuando menos lo esperaba, ya cansado y dispuesto a regresar a mi casa vencido. Le hice señas parase y el conductor, muy "amablemente", atendió mi solicitud. Lo que habían dejado de hacer en la oficina. "Hermano, solicito de usted por favor, lleve a mi casa dos bombonas de las grandes", le expresé al camionero. "¿Dónde vive usted?", me preguntó. "En tal parte", respondí. "Bueno", comenzó de nuevo a hablar el prestador de servicio de GAS COMUNAL, con titubeo, "esa no es mi ruta. Pero justamente me sobran dos bombonas. Podría llevárselas dentro de dos horas como mínimo. Pero como usted comprenderá, la bombona tiene un costo de tanto y de allí en adelante lo que usted considere justo".
Como "la necesidad tiene cara de hambre", como decimos nosotros, respondí casi con alegría, más estábamos en diciembre: "No hay problema hermano. Entonces espero que vaya". Anotó mi dirección y número de teléfono. Me despedí dándole las gracias, como quien está recibiendo un regalo del niño Jesús o una buena atención. Me dirigí a mi casa, parando antes en la panadería, cuando todavía no era un drama hallar pan. Al llegar a la esquina de la cual se divisa mi casa, vi con sorpresa que en la puerta estaba parado un camión distribuidor de gas. Era el conducido por el personaje que pocos minutos antes había acordado conmigo. Fue tan eficiente que "las dos horas como mínimo" las redujo a unos pocos minutos, conducta poco habitual en quienes prestan servicios al Estado.
Cuando hube de pagarle el "servicio", después de conversar para que se fuesen contentos y volviesen, porque en verdad eran dos, cuando los llamase, lo hice con una cantidad aproximadamente ocho veces superior a su precio. Eso fue lo acordado en una conversación enrevesada y sugerente de no volver "si no me bajaba de la mula" como debía ser. No sólo yo salía estafado, sino también la empresa, no quienes estaban comprometidos en aquella oscura trama. Pues lo que pudiera recibir la empresa, si oficialmente me hubiesen aumentado el precio del gas, le serviría para el mantenimiento de la flota de camiones y hasta la planta de llenado, se lo quedaba una mafia.
Y seguimos hacia atrás, a la semilla o la privatización del "servivio comunal". Ya los camioneros de quienes tengo teléfonos no atienden y quien lo hace explica que está parado porque no tiene unidad de transporte. El gobierno o PDVSA, que en fin de cuentas la misma cosa son, ha convenido con dos empresas privadas, las únicas de este tipo que quedaron, para que vendan el gas a los usuarios. Pero como es tan grande la demanda, no tienen suficientes camiones para atenderla. Entonces uno, hasta un viejo como yo, estaría obligado a echarse la bombona, por lo menos una, al hombro, llevarla hasta allá para que se la llenen. Pero como el sitio es muy lejos y en mi pequeño carro, el cual generalmente está averiado, no puedo meter el cilindro, debería contratar un camión o camioneta que me haga el servicio. Si hago los cálculos, tendría que gastar, por dos bombonas que cuestan un mil doscientos bolívares, unos treinta mil bolívares, mucho más que si privatizasen a PDVSA, digo esto porque el GAS-COMUNAL, ya lo está. No tengo dinero para comprar una cocina eléctrica, las razones para explicar esto son obvias. Si hace falta un detalle diré que soy docente jubilado. Además, llevamos varios años recibiendo clases de mantenernos en la banda verde, gastar poca energía eléctrica. Como también que estamos en transición al socialismo.
Estando así las cosas, no nos queda sino volver, no tanto a la semilla, pero si a hacer un fogón en nuestra casa y tragarnos la humareda, después de gasta pulmones encendiendo la candela para cocinar con leña. Pero hallar leña y en la abundancia requerida es tan difícil como el gas. ¿Entonces qué hago? ¿Dejo qué me coma el tigre? ¿Cojo monte, retornó a la selva? Por lo anterior y muchas cosas más, pido por favor a quienes gobiernan, no sigan aplicándole a este drama nacional, este capitalismo atroz y más que salvaje, el calificativo de socialismo porque se le ve "como arrastrando la cobija".
[Tomado de https://www.aporrea.org/contraloria/a245479.html.]
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