Jordi Serrano
Leí el artículo de Santiago Alba Rico en CRÍTIC “La izquierda y el islam:
malentendidos y fanatismos” el 14 de diciembre de 2016 y quedé estupefacto. No
me podía creer que fuera posible escribir desde la izquierda argumentos de este
tipo. Vaya por delante que el señor Alba es un filósofo y escritor de
izquierdas que demuestra casi siempre un nivel intelectual y una sensibilidad
que me merece un respeto reverencial. Si lo hubiera escrito alguien del Opus
Dei, no habría hecho el esfuerzo de rebatirlo.
Tiene razón al afirmar que en Europa ha
habido islamofobia del mismo modo que ha habido antisemitismo. Ahora bien, hay
que decir que han sido los ateos, los anticlericales y la gente izquierdosa los
que desde siempre han luchado por la libertad religiosa y de conciencia. ¿Quién
si no? Cómo dice Matthew Tree, “la mejor cultura se ha creado al margen de la
religión o directamente en contra de ella”. ¿Por qué afirma que la islamofobia
“compromete un amplio sector de izquierda”? En los campos de concentración
nazi, junto a los judíos había ateos —la mayor parte— comunistas, anarquistas y
socialistas españoles.
No entiendo que, al referirse a Francia, la
tilde de ”extremo-laica”. ¿Se puede ser laico de forma extremista? ¿Qué tipo de
concepto es este? Si se es "extremo laico", quiere decir que se
quiere la separación de la Iglesia y la religión del Estado de forma radical.
Y, ¿esto es malo? En Francia hay una gente que quiere que las niñas vayan a la
escuela tapadas, que no vayan a clase junto con compañeros masculinos, que no
vayan a la playa, que no hagan natación, que no se les explique el darwinismo…
¿Con quién tenemos que estar? Creo que, cuando las críticas a Francia vienen
desde España, hay que ir con mucha cautela. En Francia se ha tenido respeto a
la libertad de conciencia y religiosa desde hace muchos años; aquí mientras tanto
se perseguían todas las religiones que no fueran la católica. Mientras en
Francia en las escuelas se explicaban todas las opciones religiosas y
filosóficas, aquí en los libros de texto se decían cosas como esta: “Los moros
no querían a Nuestro Señor Jesucristo ni a la Virgen. Los moros creían en un
hombre que se llamó Mahoma. Mahoma decía: ‘Matad a nuestros enemigos donde los
encontréis’. Y un rey muero les mandó que devorarán a los cristianos hasta que
no quedara uno” (Sopeña Monsalve, Andrés. El florido pensil. Ed.
Crítica, Barcelona, 1994).
Si en España ha habido históricamente
islamofobia y antisemitismo, es gracias fundamentalmente al catolicismo
intolerante. ¿Recordamos la expulsión de los moriscos y de los judíos?
¿Recordamos el Tribunal de la Inquisición? ¿Proponer la separación de la
Iglesia del Estado es malo? ¿Volvemos al nacionalcatolicismo y al hecho que nos
mande en la vida personal la Conferencia Episcopal Española? ¿O, lo que es lo
mismo, los gobiernos teocráticos y dictatoriales del golfo Pérsico?
Alba Rico defiende la idea de Alain Gresh de
que hay una “creciente islamofobia de izquierdas” y habla que hay una auténtica
“fobia en relación con el islam”. Debe de haber de todo, pero creo que es
tramposo acusar de racismo a aquellos que criticamos la religión musulmana con
los mismos argumentos que hemos criticado y criticamos la católica. La extrema
derecha coge, precisamente, la bandera que ha abandonado la izquierda. La
izquierda ha sido crítica con el catolicismo acertadamente; ¿ahora no puede
criticar al islam? La extrema derecha no es laica, es racista.
A ver si nos entendemos: el laicismo, el
anticlericalismo y el feminismo son principios que han inspirado a la izquierda
desde el inicio del siglo XIX en nuestro país. Y forma parte de las páginas más
brillantes de esta izquierda. ¿Qué es el anticlericalismo? La reacción de las
izquierdas ante el poder ilimitado de la Iglesia católica en las instituciones
de todos. “Por la gracia de Dios”, decía en las monedas referidas a Franco.
Sólo nos faltaría que Alba ahora reivindique como parte de la izquierda Sardà y
Salvany y su libro El liberalismo es pecado. ¡Acabáramos!
Afirma que “El laicismo y el feminismo son,
por lo tanto, los argumentos “de izquierdas” que nutren la islamofobia rampante
europea”. Si a la izquierda le sacamos la lucha por la laicidad y por el
feminismo, qué nos queda? Superstición, teocracia y machismo.
Santiago Alba hace esta afirmación: “Cuando
se utiliza el laicismo para perseguir y criminalizar un credo determinado, en este
caso el islam, el laicismo deja de ser laico y pasa a ser tan “religioso” como
el wahabismo en la Arabia Saudí o el chiismo duodecimano en Irán”. De
aquí derivamos que Francia es como Arabia Saudí. Quizás nos hemos pasado
tres pueblos, ¿no? "Laicismo religioso" es un oxímoron. Además, ¿por
qué no decimos que son las dictaduras teocráticas del petróleo del golfo
Pérsico los que financian una determinada concepción de extrema derecha del
islam?
Alba tiene una capacidad bestial para girar
los argumentos a la inversa e intentar desconcertar los lectores: “En cuanto al
feminismo, hay que recordar de entrada que las víctimas preferidas de la
islamofobia europea son las mujeres musulmanas”. Esto es hacer trampa: las
mujeres musulmanas son principalmente víctimas de la religión musulmana que las
anula y que les quita todos los derechos humanos que puedan tener. No entiendo
que una persona de izquierdas defienda, en el conflicto entre mujeres
librepensadoras y mujeres alienadas, el punto de vista de la alienación. Es
como si la izquierda actual cogiera como referencia política, ideológica y
ética los esquiroles revienta-huelgas. Lo encuentro inaceptable. Las mujeres
que vienen huyendo de países musulmanes quieren derechos humanos universales,
hacer lo que quieran con su cuerpo, no tener que pedir permiso al marido, no
sujetarse a las barbaridades de los imanes radicales —las mismas que tuvimos
que sufrir aquí de los obispos nombrados por Franco. Ahora bien, afirmar que
defender el feminismo equivale a defender el colonialismo es una barbaridad
inaceptable. Las feministas de estos países, señor Alba, no son tan diferentes
de las de aquí. Hablaremos de ello más adelante.
El velo, los velos, impiden la comunicación
de las mujeres y les anulan su identidad. Las chicas obligadas o alienadas que
llevan velos un día se darán cuenta de la cantidad de patologías psiquiátricas
que les comporta su invisibilidad, algunas ya no estarán a tiempo de recuperar
el tiempo perdido. Las mujeres tapadas sufrirán todo tipo de problemas hasta
que mueran. Sufren depresiones brutales derivadas de su invisibilidad social en
el entorno. Las niñas de estos ambientes de extrema derecha ideológica crecen
en ambientes violentos y misóginos que las marcan para toda la vida y les
dificultarán tener relaciones personales razonables. La expresión verbal, como
nos ha explicado muy bien Sebastià Serrano, es sólo una pequeña parte de
nuestra capacidad de relacionarnos. El velo, los velos, impiden la
comunicación, anulan la identidad. Encuentro alucinante tenerlo que decir en
respuesta a uno de los más notables intelectuales de izquierdas.
Podéis pensar: ¿por qué eres tan radical?
Pues porque todo esto pasaba durante la dictadura franquista. Viudas de 21 años
obligadas a vestir de negro de pies a cabeza para toda la vida. Yo lo he visto.
El feminismo es igual aquí que en Marruecos, Irán o Arabia Saudita. Si no lo
sabéis, os recomiendo dos libros: ‘Cosas que he callado’ y ‘Leer Lolita en
Teherán’, de la escritora iraní Azar Nafisi.
Qué cultura! Todos aquellos que hablan de
“las culturas” lo tendrían que hacer después de leer a una mujer como ésta.
Tendrían muchas dudas: la cultura es un lenguaje universal. Nos explica que en
Persia había un partido comunista lleno de jóvenes —como ella— que
protestaban contra el Sah. Antes de la revolución de Jomeini, una parte muy
importante de las mujeres no llevaban ningún tipo de velo. La revolución la
iniciaron grupos marxistas y posteriormente la secundaron grupos islamistas
radicales. Cuando la revolución triunfó, los primeros que cayeron fueron los
militantes de izquierdas, iniciadores de la revuelta, que fueron perseguidos,
encarcelados y fusilados de mala manera por los que en teoría habían sido sus
aliados. Y, una vez consolidada, los partidarios de Jomeini empezaron a pegar a
las mujeres que no llevaban velo. Los colegas progres “laicos y progresistas”
(dice textualmente) les decían: “¿Por qué se tienen que hacer tantos
aspavientos por un trozo de tela?”. ¿Os suena? Lo mismo que dice ahora Santiago
Alba. Poco a poco la revolución islámica se fue desarrollando. Jomeini
consideraba el sufragio femenino una forma de prostitución. Después hizo un
edicto por el cual promulgaba la obligatoriedad del velo, y se tuvo que
retractar cuando vio la potencia de las organizaciones de mujeres y de las
grandes manifestaciones al grito de: “La libertad no es oriental ni occidental;
la libertad es global”. Al final, los policías atacaban a las mujeres que no
traían velo con todo tipo de enseres: ácido, tijeras o navajas. ¡Valientes, estos
guardianes de la religión! Después rebajó la edad de matrimonio para las
mujeres de los 18 a los 9 años, legalizó la poligamia y volvió a la lapidación
para castigar el adulterio y la prostitución. Después de ser vencidas en todas
las batallas contra el velo, no vale que ahora gente demócrata y
pretendidamente bienintencionada diga que es una decisión libre de las mujeres
que vienen de estos países.
Alba dice: “La islamofobia de izquierdas, en
definitiva, legitima las prácticas racistas”. Lo que yo encuentro racista es
tener dos varas de medir, una para las que son como nosotros y otra para las
que vienen de lejos. Ningún catalán no toleraría que su hija fuera tapada y
limitada en su expresión. Esto es violencia machista, aquí y allá; ¡no usemos
más eufemismos!
Alba dice: “En todas partes, la izquierda,
aislada y sin contacto con la realidad, tiene que romper —junto a otras
tradiciones nefastas— con su herencia antireligiosa”. Perdone, pero yo soy
ateo, gracias a Dios, como decía aquel. Venimos de la tradición racionalista de
izquierdas del siglo XIX y gracias a estos militantes ateos ahora tenemos
libertad religiosa. ¿Quién luchó por la libertad de conciencia, para que se
construyeran capillas protestantes en Barcelona? Quienes tradicionalmente han
defendido los judíos —con quienes se encontraron a los campos nazis, como
decíamos antes—, han sido los ateos y los anticlericales. O ahora
reescribiremos la historia y diremos que los carlistas luchaban por la libertad
religiosa.
Alba dice: “El laicismo puede ser fanático,
teológico y colonial, y la religión puede ser laica, republicana y
anticolonial”. Sí, y los perros maúllan y los gatos ladran. Todo es posible en
el pensamiento irracional posmoderno, pero la realidad histórica es la que es.
Si el laicismo es fanático, un concepto que se inventó en Cataluña el Opus Dei,
por cierto, es que no es laicismo: será otra cosa, pero no laicismo. Alba nos
habla de “laicismo arrogante” y no de “catolicismo arrogante” y de “islamismo
arrogante”. Se retrata. Podríamos hacer ahora una larga lista de países donde
la religión dominante se opone a la libertad de pensamiento y a la libertad
religiosa; de hecho, en casi todos los países musulmanes declararse ateo,
feminista o gay, por ejemplo, es suficiente para ir a la prisión. En algunos
incluso para que te maten por tu bien. ¿En qué país laico se ha perseguido
alguna religión? ¿Alguien cree sinceramente que la URSS era un país laico? De
ninguna forma. Ahora bien, creer que la laicidad es un asunto europeo y de
ahora es desconocer la historia entera. Veamos que nos decía Ala al-Maari,
poeta librepensador ciego, gran figura de la literatura árabe, muerto en 1057: “Los habitantes de la tierra se dividen en
dos: Los que tienen cerebro y no religión Y los
que tienen religión, pero nada de cerebro”.
Alba dice: “La izquierda no tendría que ir
por este camino”. El problema para mí es que una gran parte de la izquierda ya
va por el camino que nos señala el señor Alba. ¿Y qué ha pasado? Pues que la
izquierda se suicida. Ante el pasmo de las feministas de los países árabes que
lo miran con rabia, dolor y la más alta incomprensión posible. A mí me recuerda
mucho aquellos turistas europeos que, cuando venían a España durante el
franquismo, al volver a sus países confortables decían a sus amigos: la gente
está muy contenta; nadie te dice nada de malo de Franco.
Alba escribe: “En un mundo sin corazón,
desnudadas de ’espíritu’, no es posible ni cambiar el mundo ni transformar
estas condiciones sin negociar con los corazones y los espíritus”. ¿Y quién le
ha dicho al señor Alba que la laicidad aspira a construir sociedades sin
corazón? ¿Y dónde ha visto que las sociedades mandadas por todo tipo de
ayatolás o miembros de la Conferencia Episcopal Española, se preocupen de los
corazones y de los espíritus? Sólo con políticas laicas es posible la
espiritualidad, laica, también está claro. Nos lo ha explicado muy bien
Salvador Panikkar.
Cito unas cuantas feministas que, a mi
parecer, tendrían que ser nuestro norte: la somalí, inicialmente socialista,
Ayaan Hirsi (‘Mi vida, mi libertad’; en la versión original, ‘Yo acuso’),
Chahdortt Djavann (‘Abajo el velo’), la feminista iraní que había militado en
la Juventud Comunista, Azar Nafisi, la feminista tunecina Fawzia Zouari, la
argelina feminista y socialista Marieme Hélie-Lucas, la marxista iraní Mina
Ahadi, etc. ¿Con quién estamos, con este grupo de mujeres luchadoras,
brillantes, optimistas o con los talibanes de extrema derecha como nuestros
Roucos Varelas? Yo lo tengo claro, señor Alba. Quizás no se da cuenta,
pero estos argumentos lo que hacen es ayudar a todo tipo de integristas que a
usted y a mí, si pudieran, nos eliminarían. ¿Por qué lo sé? Porque ya lo
intentaron durante 40 años.
[[Tomado de http://www.sinpermiso.info/textos/reivindicacion-del-anticlericalismo-respuesta-a-santiago-alba-rico.]
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