Alguien del Ateneo Libertario Al Margen (Valencia, Península Ibérica)
Estimada gente: Últimamente tengo la impresión de que, en cierto modo, en nuestras filas va calando la idea de que la crisis y la paralización que padece la izquierda más o menos radical, la vieja y la pretendidamente nueva, nos hubiera afectado incluso más al movimiento anarquista que a los propios partidos políticos. Digo esto porque alguna de nuestra gente parece como si asumiera los errores de la izquierda parlamentaria, además de compartir y exagerar los nuestros propios, que como libertarios los hemos tenido también.
Así, cuando las ideologías clásicas de la izquierda (tanto el marxismo-leninismo como la socialdemocracia) se debaten entre la progresiva pérdida de influencia en la sociedad al modelo neoliberal triunfante, con su carga de productivismo, desigualdad e insolidaridad, salen voces desde el anarquismo para decir que no es para tanto y que más nos valía ver la paja en nuestro ojo. La izquierda se hunde porque ha ido tirando por la borda todo su bagaje ideológico y olvidando sus proyectos de transformación social. Sin embargo muchos líderes e ideólogos achacan su retroceso a la falta de adaptación a los tiempos modernos; unos tiempos de racismo, xenofobia, nacionalismos, fronteras cerradas y sometimiento a la ley de los mercados.
Estimada gente: Últimamente tengo la impresión de que, en cierto modo, en nuestras filas va calando la idea de que la crisis y la paralización que padece la izquierda más o menos radical, la vieja y la pretendidamente nueva, nos hubiera afectado incluso más al movimiento anarquista que a los propios partidos políticos. Digo esto porque alguna de nuestra gente parece como si asumiera los errores de la izquierda parlamentaria, además de compartir y exagerar los nuestros propios, que como libertarios los hemos tenido también.
Así, cuando las ideologías clásicas de la izquierda (tanto el marxismo-leninismo como la socialdemocracia) se debaten entre la progresiva pérdida de influencia en la sociedad al modelo neoliberal triunfante, con su carga de productivismo, desigualdad e insolidaridad, salen voces desde el anarquismo para decir que no es para tanto y que más nos valía ver la paja en nuestro ojo. La izquierda se hunde porque ha ido tirando por la borda todo su bagaje ideológico y olvidando sus proyectos de transformación social. Sin embargo muchos líderes e ideólogos achacan su retroceso a la falta de adaptación a los tiempos modernos; unos tiempos de racismo, xenofobia, nacionalismos, fronteras cerradas y sometimiento a la ley de los mercados.
Por parte del anarquismo es posible que tampoco se haya sabido organizarse para representar una realidad mucho más presente y potente en este cambio de milenio; es más que probable, desde luego. Lo que nadie nos puede negar (ni desde fuera ni desde un difuso adentro) es que el pensamiento libertario no haya acertado en sus críticas al capitalismo, al poder estatalizado, al desarrollismo y al sistema electoralista.
Y es que el anarquismo no pretende (o no debe buscar) constituirse en una vía eficaz y rápida para instaurar unos gobiernos más justos y democráticos. Su papel, nuestro papel, es difundir ideas y proyectos basados en la participación, la solidaridad, la justicia y la paz entre pueblos y personas. Siempre hemos creído más útil formar mentes libres y críticas, que diseñen y levanten proyectos de autogestión, en lugar de dirigir rebaños hacia el teórico paraíso final.
Los adversarios políticos de la idea anarquista siempre nos han acusado de que nuestro modelo es muy lento y costoso, añadiendo que por este camino nunca lograremos grandes cambios. Hoy ya podemos contestarles documentadamente que por el suyo no es que se avance poco, sino que jamás saldremos del servilismo y la explotación. Alemania, con un Oeste socialdemócrata y un Este comunista, puede mostrarnos diáfanamente hacia dónde llevan ambas versiones de socialismo por la vía estatal.
Mientras tanto, experiencias de autogestión surgen y crecen (en algún caso también fracasan) por todo el mundo, demostrando que los cambios revolucionarios son posibles en cualquier momento y circunstancia. Se aprende más y se es más feliz viviendo esas mejoras cotidianas que organizando improbables y lejanas tomas del poder. No indicaré cuántos ni dónde hay proyectos populares y horizontales de transformación social, levantados al margen de instituciones y disciplinas, porque cada cual seguramente tiene varios de ellos en su entorno personal y geográfico.
Si esa parte de compañeros de viaje quiere apostar por sendas más clásicas de cambio no seré yo quien excomulgue a esos compañeros y compañeras que, sin renunciar a sus orígenes libertarios, ahora se ven atraídos por proyectos de no tan nueva política o que entienden que es desde emergentes y más pequeños Estados desde donde puede retomarse con garantías de éxito la lucha por una sociedad más justa y libre. Estas opciones, ambas, son muy respetables porque dicha gente las ha asumido personal y libremente, pero lo que ya cuesta digerir –por lo menos a mí- es que tales propuestas sean más revolucionarias o progresistas que un anarquismo que nunca se rinde (aunque fracase o sea derrotado una y otra vez) y siempre está en proceso de elaboración, nutriéndose de las experiencias y el debate.
En definitiva, queridos y añorados amigos de la familia ácrata, os reitero que confío en vuestra honradez y que espero mantengáis una permanente y clara postura de análisis y actualización de ideas y compromisos.
Un abrazo.
[Tomado de http://www.ateneoalmargen.org/index.php/134-portada/2068-carta-abierta-a-libertarios-democratas-y-o-nacionalistas.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.