Carlos Solero
Desde
mediados de la década de 1940 en el pasado siglo XX algunos sectores políticos
acuñaron una consigna falaz: “alpargatas sí, libros no”.
Esta
concepción plantea como disociadas las necesidades humanas.
En
efecto, necesitamos de algún tipo de calzado, alimentos, sustancias curativas y
también elementos simbólicos que nos permitan sobrevivir a las inclemencias
climáticas y comprender la realidad social para modificarla.
Desde la
antigüedad, quienes detentan los poderes establecidos se empeñaron en
monopolizar los conocimientos, para emplearlos en la dominación.
En el
presente, en la región Argentina, la educación pública está siendo asediada por
políticas claramente regresivas. Políticas sociales que también retacean
medicamentos a personas de la tercera edad y exponen a la incertidumbre a miles
jubiladas y jubilados.
Los
despidos masivos en la órbita pública y privada han lanzado al abismo de
pobreza y la indigencia a decenas de miles de personas.
La lógica
mercantil hace de la desigualdad y el egoísmo sus principios fundamentales, de
la competencia cerril una bandera.
Todo esto
lleva a la fragmentación social, acrecienta la exclusión e instala la anomia y
hasta la descomposición social, aumenta exponencialmente los niveles de
violencia.
El camino
a transitar debe ser el inverso a los discursos dominantes. Es de la lucha
social solidaria que se oriente a la defensa sin dobleces de la dignidad
humana.
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