Anarquismo en pdf
Antonio
Soto (8 de octubre de 1897. La Coruña, España // 11 de mayo de 1963 Punta
Arenas, Chile) fue uno de los principales militantes anarquistas en las huelgas
rurales de la Patagonia argentina en 1921.
Antonio
Soto nació el 8 de octubre de 1897 en El Ferrol, La Coruña, España. Hijo de
Antonio Soto y Concepción Canalejo. Llega a Bs.As cuando tenía 13 años.
Huérfano
de padre comenzó junto con su hermano Francisco, una vida de miserias y
privaciones en aquella Argentina del centenario. Antonio pudo concurrir muy
poco a la escuela primaria. Hizo de los más diversos oficios (tal como otros
chicos y adolescentes de aquel tiempo) en la escuela de las privaciones, la
explotación y el castigo, desde muchacho fue atraído por las ideas anarquistas
y el anarcosindicalismo. En 1914 ya con 17 años Soto se resiste a ingresar en
la milicia para ir a combatir a Marruecos. En 1919 (a los 22 años de edad) se
embarcó con la compañía teatral Serrano-Mendoza, que hacía el recorrido de los
puertos patagónicos argentinos y continuaba su periplo por Punta Arenas, Puerto
Natales, Puerto Montt, etc. Ida y vuelta, llevando el arte dramático a los
aislados villorrios australes. En enero de 1920 se desata una verdadera
rebelión popular en la ciudad de Trelew, Chubut. Todo comienza con una huelga
de empleados de comercio a la que se adhiere casi toda la población, en contra
del gobernador, la policía y los grandes comerciantes. La cita adquiere
características de gran escándalo por las mutuas recriminaciones, y, como en
todo pueblo chico, salen a relucir problemas personales.
En ese
momento aparece Antonio Soto, arengando a la gente y apoyando a los
trabajadores en huelga. Esa actitud le valió su detención y expulsión del
territorio chubutense. Poco después llegará a Río Gallegos. El clima obrero que
reina en la capital santacruceña lo atrae. Antes y después de las funciones
teatrales concurre al local de la Sociedad Obrera. Allí escuchará al asesor,
doctor José María Borrero, quien habla como los dioses y deja siempre
estupefacto al auditorio. Borrero lo incita a quedarse e integrar el sindicato;
él se ha dado cuenta de que Soto es hombre de lucha, que tiene preparación
ideológica y que sabe expresarse bien en las asambleas. Y, cuando la compañía
teatral parte, Soto se queda. El futuro dirigente de las huelgas rurales se
inscribe como estibador en el puerto, o, mejor dicho, como “trabajador de
playa”. Hasta que el domingo 24 de mayo de 1920 es elegido secretario general
de la Sociedad Obrera de Gallegos. En julio de ese año. La Sociedad Obrera, en
connivencia con todos los sindicatos de las otras ciudades santacruceñas,
declara la huelga del personal de hoteles de todo el territorio y del personal
de playa de los puertos. Piden mejoras salariales. La cosa no es fácil.
Principalmente en Río Gallegos. En el sector de playa se pierde la huelga. En
cambio, el gremio de mozos, peones y cocineros de hoteles, siguen adelante.
Primera huelga
La
situación al comenzar el año 1921, el año más trágico de los años vividos en la
Patagonia, era la siguiente: el paro en Río Gallegos y Puerto Deseado era
total, además habían declarado el boicot a 3 comercios. El 16 de enero el
marino Malerba, bajo las órdenes de Correa Falcón barre todo lo que tenga olor
a huelguista. El primero que cae es el asesor de la Sociedad Obrera, José María
Borrero. Después se llevan a todos los amigos de Antonio Soto, a quien no
pueden apresar (estaba refugiado en la casa de doña “Máxima Lista”) Antonio Soto
decide viajar a Buenos Aires para aclarar las cosas en el congreso
sindicalista. Para eso saldrá de su refugio en lo de doña “Máxima Lista” y será
escondido del vapor “Asturiano” por los obreros de máquinas. Al llegar a Puerto
Deseado el subprefecto se entera de su presencia y decide bajarlo con un grupo
de marineros. Pero toda la tripulación se declara en huelga y el policía
marítimo, burlado, tiene que hocicar. Al desembarcar en Bs. As. Un pesquita
trata de detener a Soto pero 300 estibadores y obreros del puerto lo impiden.
La organización obrera, órgano de la FORA sindicalista, en su número 29 de
enero, consigna su llegada. Soto participará del congreso nacional como
delegado de los afiliados de la Sociedad Obrera de Río Gallegos. Pero más que
al congreso nacional, Soto viene a agitar el ambiente sindical de Bs.As. para
ayudar a sus compañeros del campo que están en lo más bravo de la primera
huelga. El congreso obrero, con representaciones de todo el país, se realizó en
La Plata desde el 29-01 hasta el 05-02 de 1921.Es allí donde Soto les faltará
el respeto a los jefes del gremialismo nacional. Todo el congreso escucha
estupefacto la profunda crítica que hace el delegado patagónico para con la
falta de solidaridad del consejo federal y la orfandad en que se tuvo que mover
el movimiento obrero del sur durante el difícil año de 1920. Esta intervención
de Soto no le fue perdonada nunca. Pero el paro del campo seguirá “hasta sus
últimas consecuencias.” El gobierno radical, aliado de los estancieros, envía al
Ejército hacia la Patagonia al mando del Teniente Coronel Varela para evaluar
la situación que se estaba viviendo. Este al llegar y evaluar antecedentes,
finaliza informando que los responsables de todo eran los estancieros, por la
explotación a la que sometían a los trabajadores rurales y que la patronal
debía humanizar el trato, obligando a ambas partes a deponer las armas y a los
estancieros a cumplir con las demandas. El 10º de Caballería se retira.
Segunda huelga
Los
estancieros se niegan a cumplir con su parte, siguiendo con despidos y no
pagando los sueldos atrasados, ni hablar de mejoras en condiciones laborales.
Antonio Soto se entera de las condiciones y deciden volver a la huelga y al
paro indefinido. El 25 de marzo de 1921 se produce un paro general en el
frigorífico. No había que perder más tiempo. Lo único que podía llevarlos al
triunfo era la acción. Al enterarse de esto Varela tiene que regresar a la
patagonia, pero esta vez para “arreglar los problemas definitivamente”. El 15
de septiembre Soto y sus compañeros parten rumbo a las estancias de la
cordillera en una interminable y degradante gira, en auto y a caballo. Esta fue
la ruta hasta el 5 de octubre. Al 31 de octubre, Soto había levantado las
peonadas de las estancias “Buitreras”, “Alquinta”, “Rincón de los Morros”,
“Glencross”, “La Esperanza” y “Bella Vista”.
En menos
de 7 días esos hombres sublevaron toda la extensísima región del sudoeste del
territorio santacruceño. Esta primera parte es absolutamente pacífica: se entra
a las estancias, se habla con peones, se requisan las armas, se llevan los
alimentos necesarios que son documentados por vales que firma Soto y, cuando en
los establecimientos se encuentran propietarios o administradores, éstos son
llevados como rehenes. Al 5 de noviembre todo el sur de Santa Cruz está
paralizado. No hay estancia que trabaje. Los obreros dominan los caminos,
varias son columnas de 60, 100 y 200 hombres que marchan con la bandera roja y
negra por las regiones desoladas santacruceñas. Soto se encuentra en Punta Alta
con Graña, Sambucetti y Mongilnitzky. Allí resuelven que mientras Soto continúe
dirigiendo el movimiento en el campo, los 3 restantes deben intentar entrar en
Río Gallegos para reemplazar a los dirigentes presos y tener un punto de apoyo
en la ciudad. Los 3 compañeros fracasan en Gallegos, al ser golpeados y
apresados por policías. Para ese entonces las columnas de Pintos, Outerelo y
Argüelles habían sentido en carne propia la energía del capitán Viñas Ibarra y
el teniente coronel Hugo Varela, que se dedicaron a la limpieza de las columnas
huelguistas, pero sabían muy bien que la zona sur no estaría definitivamente
pacificada hasta que no se capturara a Antonio Soto. Ahora el movimiento
quedaba dividido en dos (la columna Antonio Soto y la columna “Facón Grande”)
Hasta principios de diciembre Soto dominaba toda la zona sur del Lago Argentino
y del Lago Viedma y la navegación de estos.
Su
contingente llegó a ser el más numeroso de todos los huelguistas: alcanzó a
tener más de 600 obreros. Soto organizó bastante bien toda esta abigarrada
multitud. Tomó como base la estancia “La Anita”. Esa noche del 6 al 7 de
diciembre será tal vez la más terrible en la vida de Antonio Soto. Sabe que
tiene al ejército encima. No hay que perder tiempo. Por eso llama a una
asamblea. Al amanecer Juan Farina, chileno, dice que la cosa no da para más y
decide entregarse. La peonada lo apoya, mientras que Pablo Schulz insiste en
combatir al ejército. Soto toma la palabra y hace esfuerzos tremendos para
convencer al “chilotaje” que evidentemente no quiere más enfrentamientos. Soto
juega su última carta: propone que se envíen 2 hombres con bandera blanca hasta
donde estén las tropas del ejército y que pidan condiciones ante el jefe
militar pero sobre la base de la libertad de los compañeros de Río Gallegos y
el cumplimiento de cláusulas del convenio del año pasado. Al Llegar a Cerro
Comisión, el suboficial Viñas Ibarra se encuentra con una sorpresa: Dos
chilenos delegados de los huelguistas piden una entrevista con el jefe de la
tropa, de igual a igual, para conversar por las condiciones del arreglo. Viñas
Ibarra tiembla de indignación al ver que extranjeros, 2 chilenos “rotosos y
malolientes”, venían a pedirle condiciones. Condiciones de qué, si ellos eran
“bandoleros alzados” y extranjeros. Los hombres son fusilados al instante. El
suboficial llega a “La Anita” y pide rendición incondicional a todos los
huelguistas. Los dirigentes piden plazo de una hora y reúnen la asamblea.
Farina está por la aceptación, Schulz más que nunca, por resistir. Soto
pronunciará el discurso de su vida. En tono más que dramático, a los gritos,
llama la atención de todos:
“Os
Fusilarán a todos, nadie va a quedar con vida, huyamos compañeros, sigamos la
huelga indefinidamente hasta que triunfemos. No confiéis en los militares, es
la traílla más miserable, traidora y cobarde que habita la tierra. Son cobardes
por excelencia, son resentidos porque están obligados a vestir uniforme y a
obedecer toda su vida. No saben lo que es el trabajo, odian a todo aquel que
goza de libertad de pensamiento. No os rindáis compañeros, os espera la aurora
de la rendición social, de la libertad de todos. Luchemos por ella, vayamos a
los bosques, no os entreguéis.”
Se golpea
los puños, se pega en el pecho, grita, hasta se le caen las lágrimas al gallego
cuando la gente no responde nada. Ahí está Antonio Soto, alto, con una gorra
revolucionaria, hablando de lo que es la libertad. Trata de levantar con sus
palabras un ánimo definitivamente muerto y conforme ya con su suerte. Soto no
quiere darse por vencido, es ésa su última asamblea, allí, frente a ese paisaje
maravilloso.
“Sois
obreros, sois trabajadores, a seguir con la huelga, triunfar definitivamente
para conformar una nueva sociedad donde no haya pobres, ni ricos, donde no haya
armas, donde no haya uniformes ni uniformados, de haya alegría, respeto por el
ser humano, donde nadie tenga que arrodillarse ante ninguna sotana ni ante
ningún mandón. ”
La
asamblea vota y por gran mayoría se acepta la moción de Farina de rendirse en forma
incondicional. Schulz dice que está absolutamente en contra pero que acatará la
decisión de la mayoría. Soto, en cambio se va a rebelar contra la decisión y se
despide diciendo: “yo no soy carne para tirar a los perros, si es para pelear
me quedo, pero los compañeros no quieren pelear”. Lo siguen apenas doce hombres
(Otra versión dice que fueron 47) guiados por el “guatón” Luna. Montan a
caballo en las primeras penumbras del atardecer. Se van como fantasmas. Se
dirigen a la cordillera. No saben qué destino les aguarda pero muestran una
última rebeldía: no aguantar la humillación. Los compañeros fueron en gran
parte fusilados, torturados, humillados y apresados. Otros se los devolvió al
trabajo y se les bajaron los salarios. A Antonio Soto jamás lo encontrarán.
Evasión y escondite
Luego de
cinco días de ser perseguido por los militares argentinos y por los carabineros
chilenos, el grupo del “guatón” Luna entrará en Puerto Natales (Chile).Allí es
escondido en una goleta y llega a Punta Arenas, donde es refugiado por la
Federación Obrera Magallánica. Intenta viajar a Buenos Aires, escondido por la
tripulación del vapor “Argentino” pero (ante una denuncia) se moviliza la
policía patagónica y la de Buenos Aires a la espera del buque. En un canasto de
ropa huye en un barco desde Punta Arenas a Valparaíso. De allí partirá al norte
chileno, a Iquique, donde trabajó como obrero en las salitreras.
Pero se
accidentó y sufrió grandes quemaduras. Luego de una larga cura regresó a
Valparaíso. Pero siempre su intención fue volver a Río Gallegos para explicar
su actuación en la huelga de 1921. Lo conseguirá 12 años después. Ese día
atravesará la frontera y se hospedará en el hotel “Miramar”, de la capital
santacruceña. Desde allí toma contacto con antiguos compañeros y preparan un
acto que fue un rotundo fracaso. Es que ya se vivían otros tiempos. El
sindicalismo y las ideas de reivindicación social habían sido ahogadas en
sangre por más de medio siglo en la Patagonia. A pesar que Soto dijo el mejor
discurso de su vida, lo escucharon apenas un grupo de españoles que habían
salvado milagrosamente su pellejo en 1921. Soto fue expulsado de inmediato por
el gobernador Gregores, quién además dio órdenes de que no se lo dejara entrar
más a territorio argentino. Soto hasta su muerte siguió fiel a sus ideas
libertarias aunque ya no actuó públicamente.
En sus
últimos años poseyó un pequeño hotel en Punta Arenas, que fue lugar de
encuentro de periodistas, artistas, libre pensadores y españoles republicanos.
El 11 de mayo de 1963 falleció en Punta Arenas a los 65 años de edad. Una
verdadera multitud acompañó sus restos, encabezando el cortejo, las banderas
del centro republicano español, de la cruz roja (de la que era miembro) y del
centro gallego. Columnas de estudiantes le seguían ya que Soto había sido el
inspirador de la primera huelga estudiantil en Punta Arenas, para lograr el
aumento de los magros sueldos de los maestros.
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