Mará
P. García Guadilla
Me
propongo compartir algunas ideas sobre “la inclusión de los excluidos y la participación,
que son los principales objetivos del Socialismo del Siglo XXI”; con ello,
pretendo enriquecer el diagnóstico necesario sobre la coyuntura. Comenzaré
señalando que en la medida que el modelo sociopolítico se va volviendo más
excluyente y centralista, la pregunta básica a plantear es: ¿cuál es el potencial
para incluir a todos los ciudadanos independientemente de su ideología y clase
social que tiene el modelo constitucional, económico-político y organizativo
actual?
Comenzaré
señalando brevemente, que el “Puntofijismo” excluyó a los sectores populares de
los pactos fundacionales de la democracia representativa a pesar de su
importancia numérica y de sus luchas junto al movimiento ciudadano por la
Reforma del Estado y por la “profundización de la democracia”. Después de 1989,
los sectores populares rechazaron los programas de ajuste estructural
propuestos. A partir de 1990, la resistencia frente al modelo neoliberal llevó
a crear espacios organizativos en los barrios populares como las Asambleas de
Barrio cuyos miembros, se reconformaron en algunas de las organizaciones
posteriormente promovidas por el Presidente Chávez para incorporar a dichos
sectores, como fue el caso de los Círculos Bolivarianos
En este
contexto, entre 1999 y 2016, pueden identificarse, al menos tres modelos de
incorporación de los sectores populares: a) el constituyente, b) el
asistencialista-paralelo y el c) de inclusión excluyente y tutelada. Es preciso
destacar que los movimientos sociales autónomos han rechazado y vienen
resistiendo no solo estos modelos de incorporación, sino el modelo detrás de
los mismos como lo es el desarrollismo-neorentista-neoextractivista.
I. Veamos
el primer modelo de incorporación, el modelo constituyente a través del
cual se intentó legitimar y darle protagonismo constitucional a los actores
excluidos, así como también reconocer sus derechos. Si bien el proceso
constituyente venía siendo promovido desde abajo por las organizaciones y movimientos
sociales, la oportunidad política para implementarlo fue dada por la coyuntura
chavista y por el propio presidente Chávez quien convocó tal proceso. Sin
embargo, la existencia de este marco constitucional participativo e incluyente,
que apoyó y todavía apoyan tanto la oposición como el gobierno y que por tanto,
debería ser la base del diálogo y los compromisos entre las partes, no garantiza
per se ni la inclusión ni la participación de todos los constituyentes, o del
Soberano; es quizás, por esta razón, que en vez de la sociedad incluyente y
participativa que plantea la Constitución Bolivariana de 1999, se observa una
Inclusión- Excluyente y una participación tutorada en uno casos y cooptada, en otros
Quizás
algunas razones se encuentran en el propio texto constitucional donde se
definió un Soberano Único o un único sujeto de la democracia participativa y
protagónica en vez de definirse a un Soberano que reflejara la pluralidad
de religiones, genero, etnicidad e intereses de clase social. Esto llevó a la
creación de dos Sujetos o actores sociopolíticos distintos quienes han
intentado asumir la representación y expresión de ese Soberano constitucional:
UNO, el chavista quien apoya el proyecto propuesto por el presidente Chávez y
el OTRO, la oposición quien lo rechaza. Por otro lado, en la praxis
gubernamental y sobre todo después del golpe de Estado de 2002, este Único
Soberano fue identificado por el gobierno o el presidente Chávez con los
sectores excluidos, principalmente, los sectores populares a los que se
identificó con el Pueblo, dejando afuera o excluyendo, a las clases media y
altas.
Adicionalmente, estos dos Soberanos, supuestamente “ambos
constitucionales” encarnaron dos proyectos sociopolíticos y modelos de
democracia antagónicos y por tanto, mutuamente excluyentes: el liberal basado
en la democracia representativa y apoyado por la elite desplazada perteneciente
básicamente a la clase media y alta y el radical o comunal basado en la democracia
protagónica que de acuerdo con el presidente Chávez sería el pilar para la
transición al socialismo y el estado comunal como punto de llegada. Los dos
proyectos son como dos trenes en marcha uno frente a otro.
Si bien
la constitución incorporó tanto la democracia representativa como la
participativa, no quedó clara su articulación debido a la falta de tiempo de la
Asamblea Constituyente ya que la presión de Chávez por terminar el proceso
constitucional, dejó muchos cabos sueltos que hasta el día de hoy, son fuente
de conflicto y llevaron a diferencias substantivas entre las dos proyecto
sociopolíticos que ambas partes intentaron dirimir en la calle mediante movilizaciones.
Ello dejó sin pautas a seguir sobre cómo lograr la articulación de estas dos
formas de democracia en caso de conflictos y la interrogante acerca de ¿es en
la Asamblea Nacional o es en las Comunas donde debe debatirse y hacer propuestas para enfrentar la crisis?, ¿quién de estos
dos Actores tiene la legitimidad?
Otra dificultad se vincula con el proceso de toma de decisiones a la
hora de dirimir conflictos que envuelven diferentes tipos derechos
constitucionales. El proyecto de democracia representativa hace énfasis en los
derechos cívico-políticos mientras que el de democracia participativa enfatiza
los derechos socioeconómicos y culturales lo que supone que cuando se enfrentan
derechos liberales, como la propiedad privada y los derechos sociales como el
derecho a la vivienda por ejemplo, resulta difícil de resolver el conflicto sin
supeditar uno a otro. Si bien todos los derechos tienen el mismo rango y por
tanto, todos deben ser satisfechos, la forma en que el gobierno viene
resolviendo los conflictos que involucran derechos humanos ha sido supeditando
los derechos cívico-políticos a los socio-económicos.
II. Un
segundo modelo de incorporación es el asistencialista-paralelo que se ha
expresada en una gran diversidad de Misiones Sociales como La Misión Barrio
Adentro o La Misión Sucre. Se trata de programas sociales paralelos (en salud,
educación,..etc.) que a pesar de haberse definidos como programas “temporales”,
han venido para quedarse y están contribuyendo a la desinstitucionalización y
debilitando de la instituciones formales del Estado debido al solapamiento de
funciones y a la competencia por financiamiento entre ambas. Este modelo
vertical no escapa a las prácticas asistencialistas-populistas que estimulan el
clientelismo, la cooptación política y sobre todo, la exclusión de los no
afines ideológicamente.
III. El
Tercer Modo de incorporación es la inclusión excluyente y tutelado, quizás
el más importante después del Constituyente. Lo defino como Tutelado porque se
basa en la creación y promoción de organizaciones por parte del presidente
Chávez para ejercer la democracia participativa o construir el poder popular.
Tal modo de inclusión es también excluyente, porque los objetivos de control
político y movilización llevaron a excluir a los no alineados ideológicamente,
a la continuidad de las prácticas populistas y cooptadoras y a cercenar la
democracia representativa a nivel local e intermedio y las autonomías de los
movimientos sociales. Más aun, en algunos casos, estas modalidades de
incorporación han comprometido la autonomía frente al Estado a través de la
trasferencia de recursos económicos hacia las organizaciones como los consejos
comunales o las comunas, o más recientemente, los Comités Locales de Abastecimiento
y Producción (CLAP), a los que se les ha asignado para empezar 8.400 millones
de bolívares. Además de la exclusión y cooptación, este modo de incorporación
se caracteriza por la falta de transparencia y de rendición de cuentas de los
recursos asignados y la corrupción.
Una de
las paradojas del Poder Popular que constituye supuestamente esta red
organizativa y que conforma el sujeto y objeto del proyecto chavista, es que se
estaría promoviendo una red organizativa tutelada y cooptada sin capacidad de
tomar decisiones más allá de lo micro-local y sin autonomía frente a un Estado
que es quien toma unilateralmente las decisiones estratégicas o las políticas a
nivel nacional en nombre del Pueblo-Soberano, equivalente, al menos en el
discurso, al Poder Popular.
La construcción de la red organizativo de consejos
comunales y comunas (organizaciones base
del utópico Estado Comunal) ha sido facilitada, como ya se ha señalado, por las
trasferencia de cuantiosos recursos
económicos que se utilizan, al igual que en las misiones sociales, de forma clientelar y sirven para la cooptación de los no
alineados ideológicamente; tampoco existe un sistema transparente de rendición de cuentas. Por tanto, este poder Popular es profundamente
excluyente y no tiene la capacidad para incentivar
nuevas formas de ciudadanía y la construcción de hegemonía para la
transformación social, condiciones
necesarias para hacer realidad el Poder Popular visionado en la Constitución. El
ejemplo más reciente de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción
(CLAP) creados según Decreto No. 6227 (Decreto
de Estado de Excepción y de la Emergencia Económica), extraordinario, del 13 de mayo/2016). Los CLAP se
vinculan con el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación y están compuestos por un responsable de UNAMUJER,
Unidades de Batalla Bolívar-Chávez (UBCHs), Frente Francisco de Miranda,
y Consejos Comunales. Adicionalmente, pueden
contar con el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para encargarse
del Sistema Popular de Distribución de
Alimentos al que el presidente Maduro otorgó, para comenzar, 10.000 millones de bolívares. ¿Qué esperar de estas
instancias que se imbrican en organizaciones politizadas como las UBCHs, o en instancias sesgadas ideológicamente a
favor del gobierno como el Frente
Francisco de Miranda o que se encuentran cooptadas y carecen de falta de
transparencia como es el caso de los consejos comunales
constituidos bajo
la Ley de los Consejos
Comunales de 1999 que los declaró socialistas y la cual substituyó a la Ley Orgánica de 2007 que no se pronunció
ideológicamente sobre la naturaleza de tales consejos comunales?
En teoría, e incluso, en los discursos
gubernamentales, estas organizaciones sociales que llamamos bolivarianas, deberían enriquecer el concepto de ciudadanía y estimular
la emergencia de subjetividades sociales asociadas con identidades
socio-territoriales basadas en la diversidad cultural, la democratización de la sociedad y nuevas dimensiones como la
inclusión en los aspectos materiales y post-materiales, la igualdad dentro de las diferencias y pluralidad cultural, y la participación en los procesos de toma de decisiones. En la práctica, sin embargo, se observan exclusiones por
razones ideológicas, no solo de los opositores políticos pertenecientes
mayormente a las clases medias y alta,
sino también de aquellos sectores populares que no concuerdan ideológicamente con el proyecto chavista.
Los modos
de incorporación del Socialismo del Siglo XXI implican la existencia de fuertes
tensiones entre los objetivos de hacer realidad los preceptos constitucionales
de la inclusión, la equidad y la participación y la constatación empírica
del autoritarismo y la exclusión por razones políticas. También existen
tensiones entre los objetivos de autogobierno y autonomía de las organizaciones
y los requerimientos de control, apoyo y movilización partidaria que llevan al
gobierno a estimular la cooptación política y las prácticas clientelares. En
tiempos de crisis económica y de escasez de recursos como los que atravesamos,
se acentúa el uso de las vías clientelares para amedrentar a los más
necesitados y excluir a todos aquellos no alineados ideológicamente con el
Proyecto Revolucionario Bolivariano así sean los sectores populares. Un ejemplo
ya señalado son los CLAP los cuales resultan profundamente excluyentes por
razones ideológicas las cuales, además, se solapan con la exclusión por clase
social.
En
consecuencia, los modos de incorporación de los sectores populares han
reflejado una inclusión que implica la satisfacción de las necesidades básicas
y materiales (y que hoy en día, tampoco puede satisfacerse) pero que no
contempla las necesidades post- materiales y que además excluye a aquellos grupos
de la población que no sean afines ideológicamente al gobierno, una equidad
identificada con la igualdad formal difícil de concretar; decisiones
asamblearias que en ocasiones vulneran el principio de la minorías, y una
participación que al concentrarse en lo local no permite trascender a niveles
superiores.
Hasta
aquí sobre los modos de incorporación propuestos por el Socialismo del Siglo
XXI para lograr la inclusión y participación. Ahora deseo referirme brevemente
a las organizaciones y movimientos sociales que han rechazado estos modo se
incorporación verticales y promovidos por el gobierno bajo el argumento de la
autonomía. Se trata de aquellos organizaciones y movimientos sociales que para
ser incluidos, debieron construir desde abajo la constitución bolivariana y que
a pesar de ser parte importante de los actores previamente excluidos, por
haberse resistido a estos modos de incorporación y defendido su autonomía
frente al estado, incluso si apoyan ideológicamente los objetivos del proyecto
chavista, están siendo, de nuevo, excluidos. Excluidos por ser minorías (la
democracias asamblearias donde minorías terminan tomando la decisión no las
reconocen) y excluidos por ser críticos a las políticas del gobierno como les
corresponde dada su definición como movimientos sociales.
Estos
movimientos sociales se han pronunciado contra el modelo económico que sustenta
el modelo de incorporación o de bienestar social implícito en los planes de
desarrollo de la nación como lo es el Plan de la Patria que supuestamente debe
orientar el desarrollo económico y social para el periodo 2013-2017. Se trata
de un modelo desarrollista-extractivista-rentista, diseñado verticalmente o
desde arriba, sin la participación ciudadana, que paradójicamente ha sido
definido como la clave para “incluir a los excluidos” a través de la generación
de la renta petrolera o rentismo, hoy en crisis. La renta petrolera o el
Petróleo Revolucionario Rojo, como lo llama el gobierno, es el principal motor
que alimenta las Misiones Sociales y que financia a la diversa y compleja red
de las organizaciones sociales bolivarianas.
El modelo
extractivista vulnera los derechos ambientales, indígenas y sociales debido a
los graves impactos negativos que genera. No obstante, la propuesta frente a la
baja de los precios del petróleo y la aguda crisis económica que atraviesa
Venezuela, es la acentuación del modelo vía la política de Apertura Minera como
lo es el Arco Minero lo que implica el desconocimiento constitucional de los
derechos ambientales e indígenas entre otros. Sorprendentemente, el Decreto de
Excepción y Emergencia Económica 6227 (clausula 16) señala la necesidad de “ Dictar
medidas de protección de zonas boscosas para evitar la deforestación, la tala y
la quema que contribuyen a la disminución de las precipitaciones, alteran los
ciclos hidrológicos e impactan de forma negativa amenazando los ciclos
agroproductivos y cosechas, mermando los niveles de producción y
afectando el acceso del pueblo venezolano a bienes y servicios, cuya vigilancia
estará a cargo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana”.
De
acuerdo con esta cláusula, la culpa de los problemas ambientales y del fenómeno
del Niño, son la “quema y tala” responsabilizando así, incluso, a las
comunidades indígenas PEMON, por ejemplo, quienes como parte del ciclo de
producción del conuco utilizan la “quema controlada” sobre la que no hay
argumentos científicos contundentes de si es beneficiosa o no. En contraste,
nada se dice de la minería a gran escala como la denominada Apertura del Arco Minero
que además de implicar la pérdida de soberanía frente a las trasnacionales
chinas, canadienses y de otras nacionalidades de una parte importante del
territorio, contamina y destruye la cuenca de nuestros principales ríos y las
zonas de mayor biodiversidad que se encuentran protegidas en nuestros parques
nacionales y donde, además, se vulneran los derechos constitucionales de las
comunidades indígenas como lo son, el derecho a su identidad y a la propiedad
de sus tierras ancestrales.
Contradictoriamente
con la democracia participativa, los movimientos sociales, quienes fueron los
actores de la incorporación constitucional y apoyaron desde sus inicios el
proyecto discursivo anti-neoliberal bolivariano, están siendo divididos por las
políticas del estado y aquellos que son críticos de tales políticas, están
siendo excluidos. Esta exclusión implica, además, su “substitución” en los
Foros Mundiales, Cumbres y organismos internacionales (ALBA, UNASUR) por
para-movimientos afines al proceso, los cuales son financiados por el gobierno
y son su vocería oficial” mientras que los movimientos autónomas quedan
desplazados por falta de recursos para atender estas cumbres (esto paso con las
reuniones preparatorias del convenio de cambio climático aquí en Margarita,
luego en Perú y finalmente, en Paris donde se firmó el Acuerdo.
Una
paradoja a reflexionar es que sea un gobierno quien se autodenomina de Izquierda,
quien tomó prestada su agenda para ascender al poder y quien
constitucionalmente reconoció al movimiento social, quien los excluya,
“criminalice” sus protestas y cree organizaciones paralelas cuando éstos
mantienen una posición crítica y de autonomía para exigir los derechos
constitucionales. Para terminar, deseo comentar una medida que en mi opinión,
acentuará la criminalización de las ONG y movimientos sociales que son críticos
(el movimiento de derechos humanos, por ejemplo). Se trata de la cláusula 18
del citado Decreto 6227, de Estado de Excepción y Emergencia Económica, donde se
destaca: “Instruir al Ministerio de Relaciones Exteriores la auditoria e
inspección de convenios firmados por personas naturales o jurídicas nacionales
con entidades u organismos extranjeros para la ejecución de proyectos en el
país, y ordenar la suspensión de los financiamientos relacionados a dichos
convenios cuando se presuma su utilización con fines políticos o de
desestabilización de la República (subrayado nuestro) ”Esta medida, semejante
al proyecto de Ley de Financiamiento Internacional que ni el propio
presidente Chávez se atrevió a implementar en su momento, atenta contra la
esencia misma de los movimientos y organizaciones sociales críticos como lo son
las organizaciones de derechos humanos, de mujeres, ambientales e indígenas
entre otros al dejarlas sin financiamiento autónomo del gobierno y al
criminalizar a aquellas organizaciones que lo reciban.
La interrogante final que deseo dejar planteada es,
¿cómo resolver los conflictos vinculados con la inclusión
y la participación si se van cercenando en primer lugar, la vía de la
democracia representativa a través de
los intentos por deslegitimizar a la Asamblea Nacional elegida en diciembre de 2015 donde la oposición política
representa la mayoría y en segundo lugar, la vía de la democracia participativa como lo puede ser el
Referéndum Revocatorio que está planteando la oposición?. Mientras tanto, se siguen imponiendo, verticalmente, políticas y figuras organizativas que
acentuarán aún más la exclusión y los conflictos sociopolíticos.
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