Carlos San Diego
La labor de las empresas dedicadas a la explotación petrolera en la jurisdicción de San Diego de Cabrutica, municipio José Gregorio Monagas del estado Anzoátegui, que comprende parte del área Junín de la Faja Petrolífera del Orinoco, ha sido poco bondadosa con el ambiente, por decir lo menos.
La acción de exploración y extracción de hidrocarburos en esa zona perjudica principalmente las aguas, los suelos, la forestación de bosques y la fauna, mientras las condiciones sociales de las comunidades se ven deterioradas y seriamente agredidas.
La labor de las empresas dedicadas a la explotación petrolera en la jurisdicción de San Diego de Cabrutica, municipio José Gregorio Monagas del estado Anzoátegui, que comprende parte del área Junín de la Faja Petrolífera del Orinoco, ha sido poco bondadosa con el ambiente, por decir lo menos.
La acción de exploración y extracción de hidrocarburos en esa zona perjudica principalmente las aguas, los suelos, la forestación de bosques y la fauna, mientras las condiciones sociales de las comunidades se ven deterioradas y seriamente agredidas.
El afán de explotar cada día más petróleo, sin importar la ruina ecológica que se siembra ha tocado la pureza de cursos de agua, en casos dramáticos que llegan al desastre ecológico como sucedió a finales de 2016 en el derrame de crudos en el río Aribí. Hechos a los que no escapan o permanecen expuestos los recursos hídricos como los morichales de Mapirito, La Danta y Borbollón, ríos y lagunas de bosque como Quebradón, Cabrutica, Jengibral, Guatire y Caño Amarillo. Cada caso va acompañado de deforestaciones, que sumándolas darían más de mil árboles devastados.
Aunque a través de la tecnología las perforaciones pueden hacerse de manera direccional, se observa que a menos de cuatrocientos metros de ríos, lagunas y manantiales instalan taladros de perforación de pozos y macollas petroleras. Conectan bombas de agua y extraen con cisternas sin reparar en el daño que ocasionan. Parece loca obsesión por el estiércol del diablo.
Supuestamente el Ministerio del Poder Popular del Ambiente [¡si es que existe!] y la Guardia Nacional Bolivariana, deberían ser más exigentes en resguardar ese tesoro llamado soberanía ambiental del país. Por el contrario, en el caso de la GNB se nota más efectiva en perseguir a humildes campesinos que cortan un árbol con hacha para reparar el rancho a donde no ha llegado ni llegará la Gran Misión Vivienda o para reparar una empalizada para proteger sus animales de la atroz acción del abigeato, el cual ha crecido de manera alarmante en los campos después que comenzó la expansión demográfica con la explotación petrolera. A los campesinos sí los persiguen, les decomisan sus bienes, jamás los regresan y cuando el afectado va a reclamarlos es vejado por algunos funcionarios de turno.
Frente a esta situación los productores agropecuarios de la jurisdicción de San Diego de Cabrutica, están contra la espada y la pared. La industria petrolera destruye las fuentes de agua y los suelos, por otra parte, la GNB y los abigeos arremeten con lo que les queda de esperanza.
Existen sitios ecológicos emblemáticos de reserva ambiental en la zona que han sido afectados para instalar áreas petroleras. Entre estos se encuentra el Cerro de La Danta, el más alto de la geografía cercana a San Diego de Cabrutica; fue derrumbado lateralmente por maquinaria pesada. Allí también se encuentra el reservorio de aguas del morichal de El Hoyo, que representa uno de los paisajes naturales con vista más hermosa del sur de Anzoátegui. Otro caso es un campo de macollas que fue construido sobre los manantiales de las quebradas de Guatire y El Rosario. En el caso de Guatire, es la única fuente de agua potable que en época de sequía queda en la jurisdicción de Cabrutica. De ocurrir la desgracia de un derrame petrolero, más de siete mil personas se verían perjudicadas. La cruz de la sed acompañaría al ya pesado martirio que padecemos por el hambre los venezolanos enclavados en la Faja del Orinoco.
[Tomado de https://www.aporrea.org/pachamama/a241750.html.]
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