Max Nettlau (1865-1944)
* Carta publicada originalmente en la publicación ibérica La Revista Blanca 7 no. 141 (April 1, 1929): 616-619.
Apreciados camaradas :
Me habéis remitido la «Síntesis anarquista» de Sebastián Faure, fechada en 20 de febrero de 1928, y tengo la seguridad de que reeditaréis este documento notable, o que, por lo menos, lo daréis a conocer a vuestros lectores. Bajo esta condición me permito emitir algunas notas a este asunto que es, no cabe duda, de un interés capital para el movimiento anarquista de todos los países.
* Carta publicada originalmente en la publicación ibérica La Revista Blanca 7 no. 141 (April 1, 1929): 616-619.
Apreciados camaradas :
Me habéis remitido la «Síntesis anarquista» de Sebastián Faure, fechada en 20 de febrero de 1928, y tengo la seguridad de que reeditaréis este documento notable, o que, por lo menos, lo daréis a conocer a vuestros lectores. Bajo esta condición me permito emitir algunas notas a este asunto que es, no cabe duda, de un interés capital para el movimiento anarquista de todos los países.
Hace cuestión de unos treinta años que yo también llegué a conclusiones semejantes, a saber que no podemos prever la situación económica, u otra, desde el principio, y aun menos en las etapas ulteriores de una sociedad libre ; no podemos predecir las disposiciones nuevas del hombre de estos tiempos futuros; tampoco podemos adquirir hoy, por la experimentación, suficientes y claros conocimientos sobre el funcionamiento práctico de los métodos de producción y distribución.
Todo esto exige que nos ocupemos tanto del lado económico como de los demás aspectos prácticos del anarquismo, como de alguna cosa sobre la cual podamos fundar hipótesis, pero referente a las cuales no somos capaces de emitir afirmaciones positivos. No podemos ser más que agnósticos frente a todas estas consideraciones prácticas. Podemos tener una preferencia sentimental para una u otra de las distintas posibilidades, y tenemos, también, el derecho de decir que si se presentara la ocasión de practicar nuestras ideas, tendríamos la libertad de obrar como mejor hubiésemos escogido por nuestra propia voluntad y no de la manera que nos quisiera imponer una mayoría cualquiera (todo esto naturalmente dentro de; los limites razonables, es decir, si nos vemos metidos en ello por motivos serios y no por simple capricho, que entonces sería perjudicial para los demás). En consecuencia, lo que habían dicho los primeros anarquistas comunistas y lo que dejaron expuesto Proudhon, Tucker y los anarquistas individualistas, en favor de sus respectivas soluciones económicas, forma una documentación de gran valor, pero no pueden marcar una salida. La situación se parece al origen de una raza cuando la inteligencia y la presciencia humanas—por esfuerzos que hagan—no pueden producir más que conyunturas con respecto al ganante, puesto que el resultado permanece siempre desconocido, al poder ser siempre derrotados los favoritos por cualquier simple outsider.
La lectura de los periódicos antiguos me ha demostrado que este asunto fué también discutido en España hacia fines del año 80, cuando los anarquistas colectivistas más inteligentes, apurados por los anarquistas comunistas que representaban, a su parecer, una doctrina más joven y más perfecta, propusieron adoptar el nombre de anarquista simplemente, de anarquista sin otro epíteto, dejando a cada uno la libertad de escoger entre los arreglos económicos colectivistas y comunistas. Tarrida del Mármol y Ricardo Mella eran los que más amplio criterio tenían en aquel tiempo, y Mella propuso esta idea internacionalmente en una relación que escribió para el Congreso Internacional Anarquista de París, de septiembre de 1900 que, dicho sea de paso, no pudo celebrarse abiertamente ; pero la relación fué publicada completamente en 1901, con motivo de haber profesado los mismos principios la propagandista Voltairine de Cleyre, en una conferencia sobre el anarquismo dada en Filadelfia y publicada por la Free Society : sostenía ella que cada tendencia del anarquismo tenia su base histórica y local y sus adherentes fervientes, pero que ninguna tenía derecho de superioridad hacia las otras puesto que las cuatro tienen aún que demostrar lo que pueden hacer cuando sea posible la experiencia. Puede también afirmar que Bakunín se había limitado siempre a esbozar solamente el primer paso, la piedra fundamental inicial de la sociedad libre, declarando que era cuestión del pueblo del periodo correspondiente el continuar la construcción sobre esta nueva base segura y sanamente libertaria. James Guillaume, en su esbozo de una sociedad libre (1874-76) había previsto un desarrollo gradual de las bases colectivistas hacia las comunistas que dependían del acrecentamiento de la abundancia (base indispensable del comunismo), y hasta Kropotkín, en su prefacio del 5 de diciembre de 1919 a la edición rusa de «Palabras de un Rebelde», se da cuenta de que la situación inicial después de una revolución podría ser tal, que se hiciera imposible la realización del comunismo integral.
Pero en los años 1898-1902, a los que me remontan mis recuerdos, los Tarrida, Mella, Voltairine de Cleyre y yo éramos solos o casi solos, contra todos los que estaban profundamente convencidos de que su propia variedad de anarquismo era absolutamente justa y que las variedades disidentes eran absolutamente falsas. Conozco este exclusivismo fanático, porque fui víctima de él durante muchos años ; casi todos los camaradas lo fueron y lo son aún. Traté de discutir la cuestión con Kropotkín en una conversación y por carta que dio el lamentable resultado que puede verse por su misiva fechada en 5 de marzo de 1902 y mis explicaciones al margen de dicha carta («Plus loin» »927). El Freedom, de Londres, me habla proporcionado varias veces la ocasión de exponer en él mis opiniones sobre este asunto. La última vez fué en febrero de 1914—y especialmente en un artículo que fué impreso una docena de años más tarde en el «Road to Freedom» de New York, sin que yo lo hubiese sabido de antemano (en este caso habría podido modernizarlo), y de donde pasó a los periódicos anarquistas italianos, que lo discutieron. Si comparo la actitud negativa de todos, en 1914, a las opiniones expresadas en 1926, noto un marcado progreso de la amplitud de criterio y un retroceso del exclusivismo; pero ambos creo que son aún insuficientes para que pueda instaurarse la verdadera camaradería amistosa allí donde reinan desde ha mucho tiempo el orgullo, el fanatismo y la fe ciega.
* * *
¡ Ojalá la actual iniciativa de los camaradas franceses tenga mejor suerte ! Dado el espectáculo de la absoluta intolerancia bolchevista que siembra la ruina y la destrucción física de los socialistas de todas las tendencias, y el espectáculo de la invasión de un fanatismo despiadado en el seno de los movimientos ruso y francés por la plataforma y por cierto reciente congreso, la rebelión se hacia inevitable, la copa estaba ya llena ; el esfuerzo hacia una esfera de amistosa camaradería debe ser sostenido hoy con una gran fuerza de propulsión inicial. Dejemos que esta impulsión se desarrolle y que el trabajo se haga en gran escala ; dejemos que los fanáticos se unan entre si ; pero hagamos que los camaradas de sentimientos sociales se den las manos. Los frutos del fanatismo están ante nosotros, desde 1917, en el bolchevismo y el fascismo, y de la misma manera que con el tiempo, todos los fanáticos del mundo se arrimarán a estos dos polos magnéticos de la autoridad y de la antihumanidad, debemos esperar que nuestro polo de libre camaradería, de tolerancia mutua y de benevolencia atraerá a todos los elementos libertarios y sociales de la humanidad, sean actualmente conscientes anarquistas o no. Por demasiado tiempo, la humanidad había visto dos fases en el anarquismo—la profesión del mayor amor y respeto hacia la libertad, y la preconización de un remedio único de solución económica, arreglado ya de antemano…—contradicción manifiesta que, tengo la completa convicción de ello, ha debilitado considerablemente el poder de atracción del anarquismo para los que razonan, y ha hecho de él, ante todo, una cuestión de fe o de creencia, de preferencia personal y de sentimiento.
Me permitiré manifestar que la «Síntesis Anarquista» no expresa, a mi parecer, lo que habría podido ser, o lo que se le debería de haber hecho.
Nosotros rechazamos este anarquismo destilado, aislado, artificialmente construido y que se niega a combinarse con un anarquismo de otra tendencia—trato de situarme en el terreno de la comparación química de S. Faure—rechazamos el producto aislado, el producto único. Muy bien. Mas, ¿por qué saltar de allí a la síntesis, por qué reunir las diversas partes constituyentes? Una evolución así, puede ser, d algunos experimentos, una variedad; algo que podemos ver y preparar por anticipado, como el funcionamiento de una de las hipótesis económicas aisladas. Además, si por ejemplo, diez grupos estuviesen compuestos de uno a diez de cada una de las tres variedades del anarquismo, se obtendrían diez síntesis diferentes y estas cambiarían si la proporción de los miembros fuese diferente ; ninguna de estas síntesis estaría necesariamente segura de poder responder a las necesidades prácticas reales de las situaciones locales o de! momento. Y los que desean permanecer libres, rehusando toda ingerencia, no querrán ser «mezclados» o combinados sintéticamente, o hasta arrojados en el mismo crisol para ser allí amalgamados sintéticamente.
Me parece que la palabra síntesis habría debido ser reemplazada por simbiosis, «convivencia», cohabitación, es decir, camaradería amistosa sin ingerencia entre todas las tendencias de opiniones, su marcha y actividad, en un terreno de amistad recíproca, hacia una finalidad común, cada uno por sus propios medios. Unirían sus fuerzas para fines prácticos determinables—cosa muy deseable—, pero no sin necesidad o regularmente. Podrían estar en relación por medio de los miembros que obran en dos o varios medios, si lo desean, o en la proporción por ellos deseada. Si todo esto acabará algún día por llevarnos a nuevas combinaciones más o menos estables, a síntesis, es cosa que ya veremos, pero no debemos ni forzar ni influenciar tales desarrollos.
Queremos simplemente reemplazar el exclusivismo por la camaradería, la fe ciega y la afirmación orgullosa por una actitud critica y no queremos, para los anarquistas, fronteras con vigilantes aduaneros—guardianes de la pureza de las doctrinas—exactamente como los que son verdaderamente internacionalistas no quieren fronteras entre territorios y Estados que, inevitablemente, son hostiles entre sí igual como lo son las doctrinas. Las doctrinas son tan poco sociales como los Estados, y muchas de nuestras acciones cotidianas, incluso entre los anarquistas, las hacemos inconscientemente bajo pautas autoritarias y estadistas. Exclusivismo nacional, de Estado, de guardianes de doctrinas, sindicalistas, anarquistas (por la palabra, por escrito o por medio <ie fusiles y prisiones, como en la Rusia actual), organización en gobiernos, organizaciones obreras, por federaciones anarquistas o grupos, y muchos otros fenómenos del mismo orden. Todo esto, aunque manipulado por manos anarquistas, pertenece al tipo autoritario y no puede simplemente ser asimilado por el espíritu libertario y debe, temprano o tarde, cansar a los más abnegados camaradas.
Existen, no obstante, muchos medios en los que el espíritu libertario puede prosperar inconscientemente y sin embargo, a conciencia. Me refiero a los productos de la vida social verdadera ; los talleres en todas las esferas del trabajo útil, en los que la competencia material conduce a un trabajo eficaz y exige la estrecha cooperación de todos ; la esfera de las ciencias y de las artes donde todos trabajan con ardor para objetos que interesan a todo el mundo : la capital, la ciudad, la villa, el pueblo, donde gente de todas las profesiones y ocupaciones, de todas las opiniones y nacionalidades viven unos al lado de otros como habitantes y que, por lo menos, tienen esto de común : el deseo, generalmente, de llevar una vida tranquila sin la menor ingerencia, y que no haya guerra entre ellos. En estas comunidades, de pueblo a metrópoli, la convivencia social está realizada en un grado inexistente entre Estados y naciones y que cada vez se hace menos posible existir. Estos medios son los modelos que los anarquistas desembarazados del lastre del exclusivismo y del fanatismo, deberían imitar y encontrarán en ello un trabajo incesante: progreso, grande o pequeño; cooperación de toda especie, emulación a fin de alcanzar una eficacia más elevada y otros factores semejantes del verdadero progreso. Pero no encontrarían en ello síntesis prematuras (o sólo la encontrarían acá y allá como obstáculo al progreso), sino solamente la convivencia, la benevolencia mutua, la emulación amistosa, toda clase de esfuerzos, gracias a los cuales la colectividad puede alcanzar, de una manera independiente, grados muy elevados de eficacia y perfección.
Por estas razones, queridos camaradas, estoy contra una síntesis al principio, porque ella resultaría una hueva inmovilización ; y estoy en favor de sentimientos amistosos hacia todos los que, no siendo exclusivistas, prueban que pueden obrar como libertarios. Los exclusivistas serán, tarde o temprano, reabsorbidos por los autoritarios, a quienes pertenecen por su mentalidad. Es ya tiempo de que el anarquismo dé este paso en dirección al progreso ; es sólo apenas un paso ; de momento, nuestro ideal sólo necesita librarse del fanat,ismo exclusivista, estrechq en el cual entró desde hace tiempo, gracias a la inexperiencia, a la superafirmación y a la impulsión febril, y donde todo vegeta desde hace años en el estancamiento y el aislamiento.
[Tomado de https://panarchy.libertarian-labyrinth.org/max-nettlau-alrededor-de-la-sintesis-anarquista-1929.]
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