Stefano Boni (Revista A, Milán)
[Nota previa de El Libertario: Este artículo ha sido publicado originalmente en italiano, en el # 410 (octubre 2016) de una publicación que es emblemática del anarquismo en ese país y en el mundo (ver http://www.arivista.org/?nr=410&pag=50.htm). La traducción al castellano es obra de nuestra redacción..]
Mi interés por lo que estaba ocurriendo en Venezuela surgió en 2005, cuando el gobierno de Chávez proclama adoptar una visión socialista, lo que atrae la simpatía de gran parte de la izquierda radical. Recuerdo artículos de periódicos filo-marxistas que exaltan las reformas populares y una reunión de Rifondazione Comunista en la que se hablaba de "revolución" y se prometía la emancipación popular para Venezuela. Tenía curiosidad por ver el marxismo hecho realidad. Fui a Venezuela en varias ocasiones entre 2006 y 2014 para entender lo que estaba pasando, más allá de la retórica desplegada ideológicamente a favor o en contra.
[Nota previa de El Libertario: Este artículo ha sido publicado originalmente en italiano, en el # 410 (octubre 2016) de una publicación que es emblemática del anarquismo en ese país y en el mundo (ver http://www.arivista.org/?nr=410&pag=50.htm). La traducción al castellano es obra de nuestra redacción..]
Mi interés por lo que estaba ocurriendo en Venezuela surgió en 2005, cuando el gobierno de Chávez proclama adoptar una visión socialista, lo que atrae la simpatía de gran parte de la izquierda radical. Recuerdo artículos de periódicos filo-marxistas que exaltan las reformas populares y una reunión de Rifondazione Comunista en la que se hablaba de "revolución" y se prometía la emancipación popular para Venezuela. Tenía curiosidad por ver el marxismo hecho realidad. Fui a Venezuela en varias ocasiones entre 2006 y 2014 para entender lo que estaba pasando, más allá de la retórica desplegada ideológicamente a favor o en contra.
Transcurrida una década desde mi primer viaje, ahora en Venezuela se hace fila para conseguir comida. Los tratamientos terapéuticos son afectados por una escasez prolongada de fármacos básicos, incluidos los antibióticos. La electricidad está disponible para muchos sólo durante unas pocas horas al día. La tasa de homicidios sigue aumentando y ahora está entre las más altas del mundo. La población está enojado. El apoyo electoral dado a Chávez y sus reformas desde 1998 ha cesado drásticamente en diciembre de 2014, cuando las elecciones parlamentarias han reforzado a la oposición (en la que hoy está parte de la izquierda que antes apoyó a Chávez).
Ahora el país está lidiando con un conflicto institucional debido a la presencia de un presidente chavista, Nicolás Maduro (sucesor de Chávez muerto en 2013) y un parlamento en manos de la oposición en un contexto de fuerte y bien establecida polarización partidaria. En un país donde muchos tienen armas disponibles, es posible que el conflicto entre el chavismo y la oposición se traduzca cada vez más en choques armados con consecuencias impredecibles. La retórica de la vía de América del Sur hacia el socialismo: abierta, plural, democrática, experimental, duró tanto como los ingresos del petróleo la hacían posible. El sueño se ha esfumado en pocos meses, cuando el precio del crudo, que representa el 95% de las exportaciones de Venezuela y que sustenta a la mayor parte del consumo interno, se ha derrumbado desde más de 100 $ por barril en junio de 2014 hasta $ 30/60 en los últimos dos años. La altisonante retórica de la propaganda revolucionaria se queda en el vacío frente a otro desastre del Estado marxista.
El colapso del "socialismo del siglo XXI" en Venezuela tiene sus propias peculiaridades, pero al mismo tiempo se asemeja al fracasos de los regímenes de izquierda en el siglo XX. Vale la pena reflexionar sobre las razones de la enésima "revolución fallida". La dinámica de Venezuela se ha deteriorado progresivamente sobre todo cuando, entre 2005 y 2007, el gobierno ha decidido acentuar la centralización y el verticalismo, buscando convertir la heterogenea alianza que inicialmente apoyó a Chávez en el PSUV, Partido Socialista Unido de Venezuela, teñido de rojo y alineado sobre una coreografía y una retórica socialista.
Pero... ¿cuál democracia participativa?
Entre las políticas más interesantes prometidas por Chávez estuvieron las destinadas a la promoción de la democracia participativa. Los Consejos Comunales (CC) serían asambleas vecinales en el contexto urbano, integradas por entre 200 y 400 familias que se conforman como un actor político. Hay formas de coordinación de los CC, llamadas Comunas, que todavía no han funcionado a cabalidad. La constitución de los CC se dejó a la comunidad, el órgano decisorio supremo era la asamblea ciudadana, la participación en la asamblea estaba abierta a todos los residentes mayores de 15 años. sin embargo, estos órganos fueron colocados en una trama de legalización y burocratización de la democracia participativa que impuso el seguimiento y la aprobación por parte de las instituciones del Estado: tenían que llevar registro de sus decisiones, codificar las acciones de las asambleas, constituir una instancia financiera para recibir los subsidios oficiales. Establecidos en 2005, ya en 2009 se habían convertido los CC en un canal cada vez más explícitas para proselitismo político del PSUV. La participación ciudadana ha ido disminuyendo, mientras la corrupción y la apropiación personal de los recursos comunitarios se ha incrementado. En mi área de investigación, en 2014 cerca de la mitad de los CC sufrían irregularidades de procedimiento o financieras.
La lección es que la democracia participativa para ser coherente con sus presupuestos se debe desarrollar fuera de las instituciones gubernamentales. El control estatal sobre la democracia directa implica inhibir la creatividad y la experimentación, sacrificadas a la codificación burocrática homogenea; significa transferir conflictos partidistas al interior de la organización de la comunidad; significa predisponer la subjetividad política nacida como autónoma a una cooptación clientelar ante el sistema de partidos. La mayoría de los investigadores que se han ocupado del tema reconoce que los movimientos sociales bajo Chávez no se han fortalecido en su independencia, sino más bien se han sometido ante el patrocinio y la centralización estatal.
O la autogestión o el asistencialismo
El aumento de las tensiones en la comunidad (robos, facciones contrapuestas, competencia entre líderes locales) es en gran parte debido a la decisión de otorgar una financiación oficial importante a los CC, transformando la democracia asamblearia en un simulacro de participación destinado a captar los subsidios estatales. Cientos de fábricas expropiadas, innumerables cooperativas-fantasma, numerosas iniciativas sociales eran cooptadas domesticada y controladas a través del dinero público. Para todos estos actores políticos de base, la primera preocupación no era "hacerse", sino la acreditación ante el gobierno para recibir una parte de los enormes ingresos del petróleo (a menudo se beneficiaba principalmente el líder de la organización). El sentimiento popular chavista se traducía en políticas asistencialistas: alimentos distribuidos a precios ridículamente bajos, subsidios a diversos grupos desfavorecidos (o para los que podían hacerse pasar como tales), distribución de bienes de consumo a votantes leales, donaciones de dinero en virtud de unas elecciones.
Las clases populares sin duda se vieronn beneficiadas en términos de capacidad de consumo y suministro de servicios subvencionados, pero que lugar de estimular la autogestión y la auto-producción se inhibieron para ello. El estímulo emprendedor fue aniquilada por las importaciones de bienes pagados por los ingresos del petróleo y asignados de acuerdo a cadenas clientelares. ¿Quién va a criar pollos en pequeña escala artesanal para el mercado si el Estado compra a los industriales de Brasil y distribuye a un precio subvencionado de unas pocas decenas de céntimos de euro? En lugar de emprender el arduo camino de utilizar los ingresos del petróleo para establecer la autonomía local o nacional (por ejemplo aumentando la generación de electricidad, en la producción farmaceútica, en incrementar la capacidad de extraer hidrocarburos sin delegar las operaciones en las multinacionales), el PSUV ha preferido el camino de la fácil conquista de consenso mediante el intercambio de petróleo por los bienes de consumo que se distribuirán a los votantes en los barrios pobres.
La lección es que un partido de izquierda puede comprar el consenso, ganar las elecciones, ceder beneficios a las clases populares, sin que con ello impulse la autonomía política y productiva. "Estar del lado del pueblo" no significa centralizar los recursos con el fin de distribuir de manera estratégica para satisfacer antojos hedonistas y, a continuación, en época de elecciones, pedir el voto a los beneficiarios. La autogestión es un práctica alternativa al asistencialismo marxista, ya que se basa en la responsabilidad y la independencia individual y colectiva, para impulsar acción en lugar de pasividad inducida. Para cualquier sujeto político autónomo, los subsidios estatales son regalos envenenados, que crean adicción y dependencia.
La ilusión del líder "bueno"
A medida que el grado de corrupción y de conservadurismo de los políticos chavistas se ha hecho manifiesto, los sectores más radicales de las bases, en lugar de criticar la arquitectura estatal, han apelado a los "buenos sentimientos" del presidente. Militantes de barrio reconocieron que la revolución estaba tomando un giro hacia lo peor, pero en un contexto en el cual las palancas del poder, tanto a nivel local como nacional, se concentraban en manos de los líderes del partido-gobierno, las esperanzas de un avance revolucionario fueron confiados a una intervención providencial de Chávez. No sucedió y eso habría ocurrido incluso si Chávez no hubiese muerto
.
La idea de los buenos líderes, cercanos al pueblo, garantes de la revolución, que representan los intereses de los necesitados es una ficción recurrente de la tradición marxista. Ha generado únicamente la exaltación acrítica de líderes momificado [tanto literal como metaforicamente] y la falta de reconocimiento de la capacidad de auto-determinación de las diversas subjetividades que componen el cuerpo social. La cúspide de la cadena dominante, que en el marxismo lleva invariablemente la forma de líder iluminado, santificado, deificado, es invariablemente una de las causas de los fracasos de las fuerzas revolucionarias en lugar de reforzarlas.
Superar la centralización del poder
Sería conveniente razonar con los que todavía abogan por el punto de vista comunista sobre los fracasos recurrentes de la revolución roja. Ellos podrían argumentar - correctamente - que el ideal anarquista nunca se realizó en el contexto de la sociedad moderna y compleja. Sin embargo, el anarquismo y el marxismo han hecho historia y trayectorias con diferentes destinos. En la historia reciente de Europa los contextos en los que se haya establecido una práctica libertaria (pienso en la Comuna de París de 1871 y en España 1936) no han originado una dictadura, ni hubo implosión interna, pues fueron suprimidos por la violencia militar, como muchas de las innumerables expresiones afines que han caracterizado la historia de la humanidad. La historia plantea ante los anarquistas la cuestión de cómo defender las prácticas libertarias de la represión militar. La Venezuela contemporánea es en cambio un ejemplo más de las contradicciones e inconsistencias internas del marxismo hecho Estado, un modelo que vale la pena evitar en el futuro.
Si los marxistas creen en la igualdad y en la autogestión desde abajo, la historia ha demostrado que ese proyecto es incompatible con las formas centralizadas de poder con el ejercicio de soberanía monopolizado institucionalmente, en definitiva con el Estado. Algunas tendencias marxistas contemporáneos están convirtiéndose poco a poco, conscientes de la incompatibilidad de los objetivos declarados por el comunismo con las herramientas tradicionales de la izquierda: la vanguardia revolucionaria, la toma del poder, la dictadura del proletariado. La superación de la disposición marxista para apoyar la centralización en presidentes, estados, partidos, también permitirían el reconocimiento de similitudes organizacionales exitosas entre comunistas y anarquistas, en un momento en que parece inminente buscar alianzas realmente constituyentes frente a ese poder estatal-empresarial-financiero que se hace cada vez más arrogante, opresivo y violento.
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