Humberto Decarli
Los recientes resultados de las elecciones americanas han logrado un enorme estremecimiento. Mucha gente se rasga las vestiduras ante el triunfo del representante del show business en defensa de la Clinton como expresión de equilibrio ante un desalmado.
Fue una campaña salpicada de golpes bajos por encima de proposiciones programáticas. La infidelidad de Bill Clinton y el uso de correos electrónicos por parte de Hillary, así como los antecedentes libidinosos de Trump, ocuparon el mayor centimetraje en medio de denuestos y descalificaciones.
Los recientes resultados de las elecciones americanas han logrado un enorme estremecimiento. Mucha gente se rasga las vestiduras ante el triunfo del representante del show business en defensa de la Clinton como expresión de equilibrio ante un desalmado.
Fue una campaña salpicada de golpes bajos por encima de proposiciones programáticas. La infidelidad de Bill Clinton y el uso de correos electrónicos por parte de Hillary, así como los antecedentes libidinosos de Trump, ocuparon el mayor centimetraje en medio de denuestos y descalificaciones.
La votación fue impactante por la significación del candidato ganador. Se trata de una persona no ortodoxa políticamente hablando. Su lenguaje directo y ofensivo buscaba el efecto alcanzado, vale decir, detonar al americano estándar para sacudirlo ante ciertas circunstancias capaces de recordar el pasado glorioso de la nación que en la postguerra llegó a producir la mitad de los bienes y servicios del planeta y con una clase media equipada con un vehículo automotor, una vivienda, un televisor, una nevera y una lavadora. Era el modelo de confort ante el mundo ahora añorado.
LA CRISIS DE LA REPRESENTACIÒN
Nuevamente emerge una fractura del valor de la revolución liberal burguesa, la representación. Ese logro conseguido a partir de la Revolución Gloriosa británica está bien desgastado en el plano internacional. El dirigente tradicional ha devenido en un intermediario con intereses específicos ajenos a sus electores.
Esa erosión ha socavado la institución generada por el proceso creador de la estructura política fundada en elecciones con un mandato otorgado por el pueblo o los ciudadanos, como el argot del poder así lo denomina, a un representante quien debe velar por los intereses de sus mandantes pero que la dinámica ha concluido en otra senda diferenciada entre ambos entes vinculados. Esa suerte de cheque en blanco ha eclosionado por la distancia y los objetivos de los gobernantes o parlamentarios producto de un acto comicial, muy distante al de la base.
El multimillonario del sector inmobiliario es una figura distinta a la conocida desde siempre. Un estilo vehemente, un análisis superficial, un mensaje teleológico hacia el blanco conservador, un sembrador de esperanza hacia el renacimiento del sueño americano y por supuesto, una trayectoria en actividades empresariales del área patrimonial y el entretenimiento sin militancia política habitual.
EL ESPECTÀCULO
Guy Debord lo planteó en los años sesenta. La estructura de dominación es fluida a través de la frivolidad más allá de las praxis políticas convencionales. Detrás de la fanfarria se reproducen formas sociales de poder suavizadas a través del mundo de la farándula. El intelectual francés la denominó la sociedad del espectáculo.
Años después Mario Vargas Llosa lo señaló en un libro intitulado La civilización del espectáculo, pero con un enfoque moralista, melifluo y pacato sobre un fenómeno eminentemente social y político. No se ocupó de hacer el análisis sobre la libertad implícita en un esquema de manipulación.
Concomitante a la crisis de la representación se presenta un sucedáneo correspondiente a los métodos de control por encima de la disciplina. La eficacia es indubitable, es mejor materializar la sumisión por intermedio de los dispositivos persuasivos que la fuerza y la coercibilidad. Un esclavo feliz es mejor que un insumiso. Los medios y su universo de la trivialidad son preferibles al accionar represivo y se han hecho presentes en muchos planos del planeta.
Múltiples ejemplos así lo confirman, desde Abdalá Bucaram en Ecuador, pasando por Silvio Berlusconi y Beppe Grillo en Italia, Nicolás Sarkosy y su cónyuge la modelo Carla Bruni en Francia, en Guatemala el cómico televisivo Jimmy Morales, actual presidente; en Filipinas fue presidente el cantante Joseph Estrada y el boxeador Manny Pacquiao senador con mayores aspiraciones, hasta llegar a Donald Trump cuya notoriedad devino por haber sido el dueño y organizador del Miss Universo, una entidad creadora de la degeneración femenina donde solo se resaltan los atributos físicos de la mujer en un contexto racista. Asimismo, su vida privada escandalosa con inclusión del divorcio de Ivanna en rojo y sus aventuras financieras en casinos.
Con el advenimiento de Trump como jefe del Estado americano se adereza más aún esta tendencia del poder mundial. En un país donde Hollywood ocupa un espacio estelar de la dinámica social diaria no es de extrañar el empleo de estos vectores para restablecer la legitimidad del cartabón de gobernabilidad. Ronald Reagan, un actor de la meca del cine, lo precedió además de Arnold Swarzeneger quien ganó la gobernación de un Estado relativamente avanzado como California y Clint Eastwood fue alcalde de Carmel, una localidad de esa misma entidad.
La relevancia de estas luminarias de las marquesinas es esencial para la gobernanza, en un mundo donde la máxima felicidad se ejerce en una tienda comercial. Vendrán, a escala mundial, nuevos personeros de esta actividad como un recurso para mantener la eficacia de las relaciones de poder.
LA PERVERSIÒN COMICIAL
Ciertamente, el modelo electoral indirecto de los americanos deja mucho que desear. Esos agentes electorales elegidos por la gente se escogen, excepto en dos Estados, por el mecanismo de que el ganador de lo lleva todo. Así un candidato gane por un voto obtiene todos los integrantes del colegio electoral. Andrew Jackson, Samuel Tilden y Grover Alexander en el siglo diecinueve, Al Gore en el año 2000 y ahora Hillary Clinton, ganaron el voto popular pero no alcanzaron los 270 delegados para llegar a la Casa Blanca. Toda una martingala del formalismo.
Esta tradición delata los conductos adjetivos por encima de la voluntad directa de las personas. Está diseñado de una manera heterodoxa irrespetuosa en algunos casos de la decisión de los ciudadanos. Pero es parte del sueño americano y sus procesos carnestolendos.
RAZONES DE LA ORIENTACIÒN ELECTORAL
La clase política de los Estados Unidos no ha comprendido en su exacta dimensión lo ocurrido. Hay la tendencia a despreciar lo acontecido imputándolo al pueblo en general. No entienden que ciertamente la mentalidad WASP (White, Anglo Saxon and Protestant), tiene cierta vigencia en ese país.
Muchos de los Estados del sur parecieran no estar informado que la guerra de secesión concluyó y mantienen un increíble racismo notorio con las diversas matanzas policiales contra afroamericanos y la nueva presencia de miembros del Ku Klux Klan. Está planteado el retorno de los Panteras Negras como organización de autodefensa de ese grupo étnico americano.
También está presente el patrioterismo conducido a reconquistar el pasado glorioso de la postguerra. Es un sentimiento de orgullo muy peligroso porque esa categoría ideológica siempre ha sido fundamento de racismo, agresividad, superioridad y exclusión. Difícilmente Estados Unidos pueda recuperar los capitales retirados de allí. El capital va donde pueda reproducirse y sea más rentable. La atracción global de zonas donde hay salarios de hambre, mano de obra esclava y bajos impuestos, es un imán para ello.
El ofrecimiento de atraer capitales hacia los Estados Unidos incidió en la orientación de ciertos Estados otrora centros industriales ahora deprimidos, como Ohio, Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Allí se acentuó el esfuerzo de Trump, como lo predijo con una buena lectura el cineasta Michael Moore.
Sin embargo, hay otras circunstancias que pesaron en estas votaciones. Es la insatisfacción salarial porque las remuneraciones se han venido a menos, el número de deportados se ha incrementado en los últimos años durante la administración Obama, el rechazo a la clase política típica de los Estados Unidos y la carencia de carisma de Hilary Clinton. La gente apostó, igual que a Jesse Ventura (atleta de la lucha libre), al final del siglo pasado como gobernador del Estado de Minnesota y lo eligió. Incluso, el voto latino no se inclinó radicalmente hacia los demócratas como se pensaba. Finalmente, ese voto oculto que sucede en ciertas condiciones, se volcó hacia el discurso desbalanceado de Trump.
También fue un factor a considerar la postura desganada de los demócratas seguidores de Bernie Sanders y la conducta de sectores tradicionalmente iconoclastas como lo demostró la opinión de la actriz y activista Susan Sarandon cuando dijo no votar con la vagina, haciendo una metáfora de hacerlo pensado y no emocional por el mal menor.
PERSPECTIVAS
Se debe comprender que el presidente de los Estados Unidos es quizá la punta del iceberg del poder pero no es quien lo domina. La estructura de fuerza americana es bien compleja, donde el lobby es permitido. Grupos de presión formado por empresarios de los medios, energéticos e informáticos configuran las élites y las universidades son instrumentos de formación del liderazgo necesitado por las grandes corporaciones. Adicionalmente funcionan dispositivos formales institucionalizados funcionando como medios de control y equilibrio. Los republicanos ganaron en el parlamento pero sus líderes están enfrentados a nuevo presidente.
Con el presidente Obama se apreció lo antes señalado porque insistió siempre en cerrar el centro de torturas en Guantánamo y nunca lo pudo hacer. Simplemente se considera a este campo de concentración indispensable estratégicamente para los intereses del Pentágono.
La coyuntura internacional no va a cambiar sustancialmente con la llegada del hombre de la farándula al despacho oval en Washington. La política exterior de Washington tiene prioridades no alteradas por cambios de gobernantes y América Latina no está en agenda preferencial. Venezuela, con su único rubro de exportación, nada significa para un escenario mundial donde el valor agregado es lo básico de la economía.
Pensar en estos procesos tan degradados como fórmula de cambio es mera ilusión, simple ejercicio de ficción. Son mecanismos accesorios para dar un barniz de democracia y libertad. Están diseñados para legitimar un stablishment y nada más.
En síntesis, se trata de una nueva forma de liderazgo en la economía planetaria mayor en el entorno de ciertas limitantes imposibles de evadir por el nuevo jefe del Estado. Tanto los mecanismos formales de los poderes públicos como la resistencia de las organizaciones sociales, impedirán cualquier exabrupto pretendido por el dueño de la torre dorada en Manhattan.
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