[Nota previa de El Libertario: Para el post que sigue hemos tomado un artículo publicado originalmente en la revista chilena Mingako # 3, reproduciendo párrafos del mismo que nos han parecido en especial pertinentes pensando en el tema del Arco Minero del Orinoco. A ese texto de base le hemos quitado las referencias específicas al caso chileno, aparte de hacer algunas modificaciones en la redacción para darle un sentido que se aplique mejor para entender las circunstancias de la minería extractivista, tanto en el caso particular de Venezuela como para toda América Latina.]
La minería es una de las actividades industriales de las catalogadas primarias, las que consisten en la explotación de los “recursos” naturales a través de la extracción de materias primas las que – en el caso del modelo capitalista latinoamericano (y de cualquier parte del “tercer mundo”)- no son manufacturadas localmente, limitando las actividades productivas, exclusivamente a la exportación, suprimiendo cualquier actividad económica local que pemosudiese generarse sobre el mineral.
La extracción y procesamiento de minerales es una actividad que prevaleció por milenios en América – y probablemente en todo el planeta- ya que el mineral es una sustancia natural que forma parte de la tierra, de su suelo y que ha sido tomada y empleada por nuestros antepasados para diversas actividades; alimentarias, culturales, religiosas, artísticas, etc.
El saqueo de minerales comienza con la conquista, colonización e invasión de la corona española en América. Contexto en que el oro y la plata eran los minerales más preciados para las monarquías europeas, desencadenó que la explotación de lavaderos de oro fuese la mayor actividad minera del siglo XVI, extrayéndose cerca de 2.000 kilos anuales. Está rápida depredación significó un fácil enriquecimiento para el viejo mundo, que se debió no tanto a la abundancia del oro mismo sino a la incalculable cantidad de personas – originarios de acá – sistemáticamente esclavizados para la extracción.
Durante la Colonia, la explotación de las riquezas crece de manera exponencial, influida por la explosión de la industrialización del primer mundo, – Revolución industrial – los mitos de desarrollo y progreso se implantan como paradigma único para la evolución social, por lo que nuevas materias primas como el hierro, el cobre, y la plata comienzan a ser constante y sistemáticamente sustraídas de todos los continentes colonizados.
Con el nacimiento de los Estado "independientes" de Latinoamérica, y luego de una guerra de independencia perpetrada por una minoría dominante que se propuso “administrar las riquezas” y subyugar a la comunidad a servir de carne de cañón para conquistar el poder, la minería de exportación se consolidó en muchos de estos países como la principal fuente de enriquecimiento del Estado, a costa del empobrecimiento de los habitantes. La explotación minera sirvió como medio de pago para las progresivas importaciones de maquinarias y ferrocarriles impulsadas por los capitales extranjeros para la mejoría e inversión de sus negocios, acumulando cada vez más capital en manos de la burguesía minera, mercantil y financiera.
En todo el continente, lo habitual era que los gobiernos y las leyes entregasen en propiedad privada los yacimientos como incentivo fundamental para las grandes mineras mundiales, empresas extranjeras que con esto acceden a la posibilidad de obtener no sólo las ganancias normales del capital, sino que también la renta minera, o el valor del cobre, del hierro, del estaño, del oro o cualquier otro mineral que se explotase en el yacimiento, los que se transforman en ganancia extraordinaria. De entonces a hoy los tiempos han cambiado, pero la legislación minera no ha dejado de adaptase a las nuevas circunstancias y de promover nuevos incentivos que han afianzado el favorecimiento de los intereses del capitalismo extractivo.
Hoy, en el contexto de una población mundial algo más informada y preocupada sobre los impactos de la mega industria en el ambiente, se presentan con nuevas imágenes corporativas, amigables y coloridas, no obstante su actuar se presenta bajo la misma lógica. No es otra cosa que la misma vieja historia con nuevas estrategias comunicacionales, campañas publicitarias que tratan de mostrar un “servicio” igual que cualquier producto de supermercado. A través del marketing instalan la idea de que trabajan para “la integración a la comunidad”, “el desarrollo social, ambiental y turístico”. Cómo puede una minera, que provocaría evidente devastación en la zona sólo con el movimiento de terrenos para su construcción, fomentar tales áreas?, ¿Cómo puede ser eso posible?
La Megaminería capitalista es un círculo vicioso que sostiene un modelo de desarrollo extractivo basado exclusivamente en la destrucción del medioambiente
para la generación de economía, trabajo y progreso, en beneficio de las clases privilegiadas de las zonas urbanas a costa de la devastación de las comunidades rurales. Ya conocemos innumerables casos, en un momento de la historia en que la devastación industrial, si no se frena, nos pone fecha de muerte a todas y todos los habitantes de la Tierra. No sólo en el Tercer Mundo.
[Texto extractado, con algunas modificaciones, del artículo "Nueva mineria, vieja historia", publicado originalmente en revista Mingako # 3, Santiago de Chile, 2016. Número completo accesible en https://revistamingako.files.wordpress.com/2016/09/mingakoweb03.pdf.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.