Pedro D. Jérez
Entonces surge una idea descomunal: “Cambiemos el nombre de día de la raza por día de la resistencia indígena.” Por un momento, tras la acometida de la sorpresiva sugerencia del camarada, el presidente decide efectivamente entregarse a ese deseo desenfrenado: El de cambiar nombres, significados y por consiguiente la historia.
Esta constante (trampa de la neo-lengua bolivariana) viene como un río indetenible desde la presencia de la izquierda chavista en el poder. De todas maneras, nosotros hacemos la historia. Nosotros cobramos, nos damos el vuelto. Nosotros forjamos, armamos, disolvemos y creamos de la nada sistemas, ensayos, protocolos y lineamientos a placer. ¿Por qué? Porque sencillamente este sistema totalitario depende de forjar el mundo a su imagen y semejanza. Como decía el caudillo anacrónico que fue Chávez: “Exprópiese”. Que la memoria, como la propiedad, como la justicia, como la libertad debe ser propiedad del estado. Absoluto monarca en este disfraz de socialismo.
Entonces surge una idea descomunal: “Cambiemos el nombre de día de la raza por día de la resistencia indígena.” Por un momento, tras la acometida de la sorpresiva sugerencia del camarada, el presidente decide efectivamente entregarse a ese deseo desenfrenado: El de cambiar nombres, significados y por consiguiente la historia.
Esta constante (trampa de la neo-lengua bolivariana) viene como un río indetenible desde la presencia de la izquierda chavista en el poder. De todas maneras, nosotros hacemos la historia. Nosotros cobramos, nos damos el vuelto. Nosotros forjamos, armamos, disolvemos y creamos de la nada sistemas, ensayos, protocolos y lineamientos a placer. ¿Por qué? Porque sencillamente este sistema totalitario depende de forjar el mundo a su imagen y semejanza. Como decía el caudillo anacrónico que fue Chávez: “Exprópiese”. Que la memoria, como la propiedad, como la justicia, como la libertad debe ser propiedad del estado. Absoluto monarca en este disfraz de socialismo.
En cierta forma, se ha reivindicado el lugar de los pueblos originarios, al llamarlos a ponerse delante de sus conquistadores, violadores y timadores; que fueron los colonizadores europeos. Tal vez desde el intrincado renglón del lenguaje, de la perorata, del discurso, mas no en el hecho. La realidad marca otra cosa, es un reloj en marcha contraria. Allí se encuentran los pueblos aborígenes: expoliados, maltratados, aplastados y marginados por un gobierno depredador. La ultima perla, el gran regalo que les ha suministrado el presidente “obrero” es el proyecto criminal del Arco Minero del Orinoco A.M.O
Se hace palpable la desgracia a la cual pretenden condenar a los indígenas de nuestro territorio. Cómo es posible en un gobierno que se dice defensor de los derechos de los pueblos originarios. Les queda grande tal saco de palabras, para algunos, bonitas y rimbombantes; para mí vacías de todo sentido y enlace con la vida a la que se ha condenado nuestros hermanos. Esos mismos seres que cuidaron a sol y sombra la tierra, cultivaron y comieron de su seno, antes de la llegada de la mano europea a suelo americano. Para que 524 años después sigan padeciendo las mismas atrocidades. Es un destino maldito que debemos conjurar.
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